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27/12/08

27/12 - Rodney Arismendi

La primera vez que vi a Rodney Arismendi, en su papel de político, fue en 1952, desde la barra en la Cámara de Diputados, cuando el gobierno aplicaba medidas de seguridad como respuesta a la huelga que comenzó por Ancap y luego se transformó en una importante lucha solidaria. La posición del gobierno era defendida por el ministro del Interior doctor Alberto Abdala.

La bancada comunista tenía sólo dos diputados: Arismendi y Enrique Pastorino. Aquella sesión fue caracterizada por la pasión de Arismendi en defensa de los trabajadores. Tenía entonces 39 años. Llegó a tratar al ministro de "lacayo" sin que nadie saliera en su defensa. Todos nos sorprendimos de que ningún legislador del gobierno, en el ámbito de la Asamblea General, se atreviera a enfrentarlo.

La razón fue que la indignación de Arismendi era auténtica y no simulada, lo que comprobé años después, cuando fui testigo de otras situaciones. Siempre se transfiguraba cuando se atacaba a los trabajadores. Así sucedió en 1959, en otra reunión de la Asamblea General, polemizando con Eduardo Rodríguez Larreta, senador y director del diario El País, quien era partidario de la doctrina de la intervención multilateral y realizaba una prédica anticomunista permanente. Este senador interrumpió la sesión sin pedir la palabra, gritó algo que no recuerdo, y Arismendi lo increpó recordándole su actitud aristocratizante. Fue la culminación de un antiguo enfrentamiento.

Su capacidad de organización brilló plenamente desde 1955, cuando asumió la primera secretaría del Partido Comunista, reemplazando a Eugenio Gómez Chiribao, hijo del antiguo secretario del mismo nombre.

Por esa época se había disuelto también la Unión General de Trabajadores, antigua central con influencia comunista, y se exigió a cada miembro del Comité Ejecutivo que se hiciera cargo de la agrupación partidaria en un sindicato importante. A Arismendi le tocó la Federación de la Carne, que era uno de los sindicatos más difíciles para el Partido Comunista. Allí comenzó a trabajar para crear una nueva gran central de trabajadores, lo que se logró diez años después.

Uno observa hoy los esfuerzos de blancos y colorados para promover el "diálogo social" y para crear institutos que busquen la relación con la sociedad civil. ¿Por qué lo hacen? Es que han comprendido que toda la relación con la sociedad está hoy en manos de la izquierda, que ellos se han quedado solos al frente de la administración del Estado, pero cada vez con menos lazos con las organizaciones sociales, con el país real. Comprueban además que ya han perdido la Intendencia de Montevideo y que perderán más y más poder. Esa lucha de los trabajadores, que viene desde el siglo pasado y es patrimonio de la izquierda y no de los partidos tradicionales, se organizó con mucha más fuerza a partir de Arismendi y de los equipos sindicales de todos los orígenes que formaron la actual central.

Los militares, que en 1972 ya habían derrotado a la guerrilla urbana, dieron el golpe de Estado en 1973 para usufructuar el poder que habían logrado, pero además tratar de destruir todo ese entramado social de la izquierda y también del Partido Comunista. Pero ni con la cárcel ni con la tortura pudieron lograrlo.

Se cerró el semanario Justicia y luego de recaudar fondos, en 1958 nació El Popular. La izquierda tenía por fin un diario. Arismendi contó al respecto cómo Luis Batlle Berres tuvo la actitud que lo enalteció de mantener a los comunistas el precio de las viejas rotativas del diario Acción, a pesar del proceso inflacionario que vivía el país.

Así El Popular pudo salir desde su vieja sede de la calle Justicia, hasta que en 1968 se trasladó a 18 de Julio, en acuerdo con el diario Epoca.

Nació entonces la revista teórica Estudios, un tipo de publicación que es esencial en cualquier sector político para mantener viva la discusión ideológica; la Institución teatral El Galpón, la editorial Pueblos Unidos, una importadora de papel y varios emprendimientos más, que fueron ayudando a extender la influencia de la izquierda en el país.

Pero en 1959 triunfa la Revolución Cubana y crea un renovado optimismo en los sectores populares. EEUU ordena no vender a Cuba más petróleo, le suspende la cuota del azúcar y organiza el ataque mercenario en Playa Girón, que se convierte en la primera victoria de Cuba y de América Latina contra el imperialismo. Esto eleva el prestigio de Fidel a límites insospechados, y se refleja en 1962 en elecciones que consagran la victoria del principio aplicado en Cuba, de la unidad sin exclusiones dentro de la izquierda.

Cuando Cuba y la Unión Soviética inician su largo período de cooperación y amistad, Arismendi se transforma en el interlocutor latinoamericano de ambos países. En momentos difíciles de esas relaciones, cuando el Che vivía su gesta en Bolivia, Arismendi mismo contó que en algún viaje a Cuba, defendió las razones de Moscú, y cuando iba a Moscú, trataba de hacer comprender las razones de La Habana, en un ejercicio permanente de unidad.

En 1974, cuando fue liberado en Uruguay, Cuba le otorgó su más importante condecoración: la Orden de Playa Girón.

En 1966 el Congreso del Pueblo consagra el gran poderío del movimiento popular y el frente Izquierda de Liberación obtiene cinco bancas en la Cámara de Diputados. En 1967 la gesta y el sacrificio del Ché sacuden al mundo y al Uruguay, y Pacheco asume la Presidencia y clausura de inmediato al diario Epoca y al semanario El Sol, ilegalizando al Partido Socialista, el MRO, el MAPU (antecesor de los GAU), la FAU y el MIR. Esta prepotente decisión, adoptada para demostrar que era un gobierno fuerte, precipita convulsiones sociales y en 1968 se verifica la respuesta armada del MLN y de otras organizaciones. Allí el "pachecato" comienza a gobernar con medidas prontas de seguridad casi permanentes.

Esa situación se mantiene hasta el triunfo de Salvador Allende en Chile en 1970, cuando aparece un renovado optimismo popular que contagia a varias fuerzas en Uruguay, naciendo el Frente Amplio. Su columna vertebral fue la estrategia que desde 1956 puso en marcha Arismendi desde el Partido Comunista, el movimiento sindical, estudiantil y popular y el Fidel.

Es bueno que esto no se olvide cuando se escriba sobre la historia del Frente Amplio. En las elecciones, la votación lograda por el Frente Amplio no siempre reflejó en cifras el arraigo que tenían en la población las distintas fuerzas. A pesar de lo cual, en 1989, Democracia Avanzada, un nombre ideado por Arismendi, se erigió como la primera fuerza con sus 200.000 votos. Debe haber sido su última gran alegría, porque falleció un mes después.

Tendría muchas anécdotas para contar, pero por razones de espacio me limitaré sólo a una de ellas. En la última sesión de la legislatura que terminaba el 15 de febrero de 1972, Arismendi me propuso ir a mi casa para conversar. Yo no había sido reelecto por unos cientos de votos y él sabía que no bien quedara sin inmunidades me iban a detener, tal como sucedió efectivamente el jueves 17 de ese mes.

Fue una reunión cálida y fraternal, en la que me confió que la votación de nuestra lista 1811 había sido en su concepto "la mejor del Frente", porque nadie nos asignaba más de 2.000 o 3.000 votos, y habíamos obtenido 11.000. Tal vez era lo que pensaba, aunque había también mucho de compañerismo y de comprensión por la situación en que me encontraba. Aquel fue un gesto que nunca olvidé, y que lo mostraba en su gran dimensión humana.

Ariel Collazo
Ex legislador

1/12/08

Elena en el recuerdo de sus compañeros

Sara Méndez, conoció a Elena a partir de la militancia en Magisterio, de las reuniones de la Agrupación 3 que se realizaban en aquellos tiempos en el hogar de Elena y Tota, a la que Sara se integró como estudiante. A aquella militancia gremial, le siguió la política en la FAU. Corría el año 1965, y Elena había cumplido sus 20 años.

“Para evocar y trasmitir hoy la imagen de esa joven mujer, nos dice Sara, tenemos que introducirnos en la década del 60, en nuestro País en nuestra América. Para poder explicar por qué Elena no se fue del Uruguay, como tantos otros uruguayos y uruguayas, que resistieron y combatieron la dictadura, tenemos que hablar de las crecientes injusticias existentes en nuestros países y de unas generaciones que se plantearon terminar con ellas.

Esas generaciones formaron sindicatos, gremios estudiantiles e instrumentos políticos. El triunfo de la revolución cubana como una respuesta efectiva a esas injusticias fue el gran telón de fondo.

Cómo nos gustaba oír y repetir la frase de Buenaventura Durruti, el combatiente de la revolución española cuando afirmaba “construiremos un nuevo mundo porque llevamos un mundo nuevo en nuestro corazón”.

La voluntad para construir una sociedad nueva pasaba inevitablemente por una exigencia personal muy importante, ya que implicaba una transformación de uno mismo. La imagen del hombre nuevo que el Che pregonaba era sin duda una exigencia a alcanzar

Cientos y miles de jóvenes provenientes en su mayoría de corrientes cristianas van a incorporarse a las filas del movimiento revolucionario, aquí y en el resto de América, convencidos de que para terminar con la injusticia social había que cambiar el mundo radicalmente. Y esa convicción de cambio se ir probando en las huelgas, en cada enfrentamiento con las fuerzas represivas, en la prisión que se comenzar a vivir, en la tortura por la que se pasa, o se queda.

No es por casualidad que Elena es parte de una lista de maestros y jóvenes maestros y estudiantes de Magisterio, que hoy están desaparecidos o asesinados, como Telba Juárez.

Ser maestra será su elección, y tomar el camino del Magisterio señalado por el maestro Soler con su experiencia de La Mina en el departamento de Cerro Largo donde se promueve a la escuela en contactó con la comunidad como un centro de cultura y cambio

Como estudiante participa en las misiones socio-pedagógicas, experiencia promovida por la escuela, por los maestros rurales

El contactó con la gente y la realidad de los llamados pueblos de rata ser un duro golpe para Elena como para tantos otros jóvenes estudiantes. Pocos están próximos a la penuria del pueblo como el maestro a través de la realidad que el niño lleva a la escuela. Y la necesidad de un compromiso mayor por ese cambio profundo que el País va exigiendo ser sentido por Elena

Es la década del 60 y las discusiones en las agrupaciones gremiales tendrán cada vez más contenido político. A otro nivel, donde estaría Elena, se hablar de la lucha armada, de la violencia como medio para las transformaciones profundas

Recuerdo en especial a los cristianos resistiendo las posiciones que las fundamentaban como inevitable. El tiempo andaba rápido y en especial para los jóvenes en esa época. El Instituto Normal se convirtió en un centro que reflejaba lo que estaba sucediendo a nivel de la sociedad. La práctica de la solidaridad con los gremios obreros mueve a los estudiantes, lleva a la militancia a vivir jornadas de ocupación de fábricas, enfrentamientos callejeros con las fuerzas de represión

También se inscribió en la Facultad de Humanidades y comenzó a estudiar Pedagogía de la Educación. Se levantaba muy temprano por la mañana para ir a la escuela y se acostaba tarde por la noche. La Federación Uruguaya de Magisterio la contar también entre sus filas, pero cada vez más la militancia política ser centro en su vida.

Cuentan que la lucha que Elena entabló con sus secuestradores aquel 28 de junio del 76 en los jardines de la Embajada de Venezuela, Elena perdió uno de aquellos zapatos acordonados. De ahí en más, como en el cuento infantil nos probamos el zapato de Elena. No para ser ella, sino para ser como ella, y continuar saltando muros hacia la libertad y el socialismo”

26/11/08

Pedro: entre la desmemoria y la náusea

Pedro. Soy un anciano marino, octogenario como su señor padre (único rubro en el que con él coincidimos) y he decidido compartir con usted vivencias del pasado. Usted se preguntará Y este viejo ¿por qué me escribe?

Le cuento Pedro. Cuando usted era muy joven, hace 33 años, allá en el lejano febrero de 1973 los militares ­con excepción de la Armada­ se levantaron contra las instituciones. El almirante Juan Zorrilla, comandante en jefe no acompañó el cuartelazo e hizo desplegar a los fusileros navales a lo largo de la calle Juan Carlos Gómez, de mar a mar, haciendo de la Ciudad Vieja, el baluarte de la dignidad y la institucionalidad. Invitó a su señor padre, como Presidente de la República en ejercicio que era, que asentara su autoridad en la Ciudad Libre, que los cañones de la Armada estaban prestos a defenderla. La historia cuenta, que el presidente Juan María Bordaberry, entre la legalidad y la traición, optó por la traición y se unió a los golpistas del Ejército, cuyas caras más visibles eran los generales Gregorio Alvarez, Esteban Cristi y Mario Aguerrondo (padre). Entre febrero y junio hubo un raro interregno, una suerte de "crónica de una muerte anunciada" con el poder en manos de las FFAA y con su señor padre luciendo un nuevo adjetivo para redondear el título. Ahora era presidente de facto (con minúscula). El 27 de junio se acabaron las medias tintas y los tres generales cerraron el Parlamento. La clausura Pedro, nada tenía que ver con la sedición, que ya había sido derrotada en 1972, según rezaba un documento militar que sacó a luz el senador Vasconcellos.

Es en ese junio, de 1973, que tengo mi primer y único contacto epistolar con su señor padre. Ocurre que el día del golpe, se me ocurrió una simbólica protesta y de tal modo me paré, uniformado, pistola en mano en el balcón, de mi casa, donde en un gran cartel flanqueado por las banderas Patria y de Artigas se leía: Yo soy el capitán Oscar Lebel. Abajo la dictadura.

Le ahorro Pedro lo que siguió. Prisión, huelga de hambre, etc. Me interesa llegar a la sanción que me impuso su señor padre, en su carácter de jefe supremo de las FFAA.

Es de antología. Dice: "Promover desorden en la vía pública, vistiendo el uniforme y portando el arma de reglamento".

Si me permite una licencia poética, el parte de la sanción, traducido al lenguaje cuartelero, diría más o menos así ..."Milico en pedo, con revólver en mano, armando relajo en el quilombo".

Pero quiero contarle algo más. ¿Sabía usted Pedro, que yo fui el único testigo que estaba presente, cuando llegaron al puerto de Montevideo los cadáveres de Michelini y Gutiérrez Ruiz? He aquí el relato que debe interesarle porque su señor padre era presidente. Usted habrá leído que durante el gobierno de facto de su señor padre, en Buenos Aires, el día 18 de mayo de 1976, en medio de un aparatoso despliegue policial alrededor de las respectivas viviendas, fueron secuestrados por sendos "grupos de tareas", Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, apareciendo sus cadáveres, el día 21 en un automóvil, junto a los de los jóvenes William Whitelaw y Rosario Barredo, cuyos secuestros databan del día 13. Las autopsias realizadas dicen que en todos los casos la muerte fue causada por herida de bala en el cráneo, mostrando los cuerpos fracturas de huesos a causa de torturas.

Era fría esa mañana del 25 de mayo y Montevideo todo estaba cubierto por una espesa capa de niebla. El arribo del vapor de la carrera, un viejo buque de pasaje que unía diariamente las dos capitales del Plata, tenía previsto su arribo a las 8 de la mañana como era habitual. Los sepelios estaban autorizados a las nueve. En el Central para Michelini y en el Buceo para Gutiérrez Ruiz. Con el grupo de amigos, que pensaba rendir honras fúnebres a ambos mártires ­entre los que recuerdo al Dr. Cardoso y al coronel Pérez Rompani­ tuvimos la premonición de que la dictadura nos iba a jugar una mala pasada y a la siete y media nos constituimos en el puerto. Que rodeado de marineros estaba cerrado a cal y canto. Aunque vistiendo de civil, pero blandiendo la tarjeta que me acreditaba como capitán de navío, me dirigí al personal que montaba guardia en el portón, lo miré fijamente y dije con tono prepotente: ­Soy el capitán Lebel y voy a entrar. El reflejo condicionado a la obediencia funcionó y pude dirigirme a la dársena fluvial. El buque, como lo habíamos intuido, había atracado una hora antes de lo habitual. Me paré al costado, y miré las dos cubiertas habitualmente atiborradas de pasajeros pañuelo en ristre. Totalmente vacías. Ni un alma. Ni siquiera un tripulante. De pronto, un chirrido, y el brazo de una grúa se dirigió al barco. Unos minutos y se produce el descenso de un féretro innominado. De entre la bruma, surgió un furgón de una empresa fúnebre, en el que apresurados funcionarios introdujeron el cajón. Tampoco habían las usuales iniciales del fallecido en el furgón. La grúa repitió la operación y un segundo féretro, fue a otro innominado furgón. Corrí a la salida y puse en alerta a mis compañeros. Llegamos al cementerio Central en momentos en que terminaba el responso del sacerdote. El féretro de Zelmar fue colocado sobre la camilla rodante y así, los pocos que pudimos prever la canallada nos dirigimos lentos a la tumba. En verdad, había algo de surrealista. La policía de choque, con su jefe, el coronel Ballestrino, todos vistiendo por primera el uniforme de combate negro, las cabezas con las noveles boinas requintadas, armados hasta los dientes rodeaban el féretro. Michelini, aún después muerto, producía pavor a la canalla. El francés Larteguy, en sus novelas sobre los mercenarios en Indochina, recuerda a un comandante que para animar a su tropa, había hecho confeccionar un banderín, que en un pequeño mástil portaba uno de los soldados. Allí se leía: "Je osse" (Yo me atrevo). También Ballestrino, en pleno delirio mercenario lucía esa mañana un pendón igual. Frente a él pasó el cuerpo de Michelini. Como El Cid. Ganando el combate, en palabras de Di Candia: "Ni muerto ni derrotado".

Apenas sepultado Zelmar, ingresó la caballería y ocupó el cementerio. Las gentes que bajaban a raudales por la calle Yaguarón no podían creer que la dictadura, que encabezaba su señor padre, pudiera ser tan anticristianamente cruel. En el Buceo, ocurrió otro tanto y la historia también cuenta de un valeroso policía, de nombre Somma, que recibió los plácemes del presidente de facto, por haber quitado el Pabellón Nacional del féretro del Toba.

Pedro, días pasados lo vi litigar con fervor en defensa de su señor padre. Y traté de entenderlo. Porque usted Pedro, tuvo una infancia feliz. Creció sano y vigoroso mostrando su temple viril como deportista estrella. Tuvo usted padres amorosos y muchos hermanos. Usted Pedro, aparte del físico cultivó el intelecto. Se recibió de abogado. Me imagino que cuando tuvo que jurar que defendería y respetaría la Constitución, habrá pedido consejo a su padre, también abogado. Presumo que le habrá dicho que por encima de cualquier documento escrito por los mortales, falibles y pecadores ciudadanos está la Ley de Dios que deberá ser defendida por la cruz y la espada. Para la cruz, ahí está monseñor Corso. Para la espada la nómina es más numerosa. Gavazzo, Silveira, Vadora, Tróccoli, Vázquez, Arab, Cordero, etc.

Pedro, cuando usted que tiene la fortuna de tener a su padre vivo, en una suerte de travestismo dialéctico le dice mentiroso a Rafael, cuyo padre fue asesinado, ¿en qué piensa Pedro?

Se imagina Pedro, que el hijo de Pinochet, le diga mentiroso al hijo del general Prat. Que el hijo del general Videla le diga mentirosa a Macarena Gelman, o que el hijo de Hitler le dijera mentiroso al hijo de Simon Wiesentahl.

Pedro, supongo que usted habrá oído hablar del senador Mac Carthy, un señor que en su histeria anticomunista era casi un clon de su señor padre. Pues bien, la caída de Mac Carthy se produjo cuando otro legislador, mirándolo a los ojos, le dijo: Señor, ¿acaso no conoce usted la decencia?

OSCAR LEBEL
Contraalmirante retirado


La República
11/10/06

3/10/08

Memoria y democracia



Las tiranías han dejado una estela de muerte y un conjunto de estructuras sociales y de poder cuya pervivencia se sitúa por encima de nostálgicos que buscan un retorno al pasado. Ellos no son capaces de percibir el alcance de los proyectos políticos dictatoriales. Sus fundamentos han socavado los órdenes democráticos contra los que lucharon borrando las huellas de un sistema emancipador e igualitario. Éstos han sido los casos del franquismo en España o del pinochetismo en Chile.

Ambos son resultado de conspiraciones y alzamientos militares que devienen en golpes de Estado en pro de una cruzada que enarbola el discurso de una patria amenazada por enemigos externos identificados con el socialismo, el comunismo y la participación del pueblo en el proceso de toma de decisiones. En definitiva una lucha contra el saber, la educación laica, la libre enseñanza y la cultura cívica. Su parafernalia cotidiana está ligada a movilizar recursos propagandísticos en dicha dirección. Su resultado más perverso se traduce en generaciones de jóvenes, cuya única visión del mundo ha sido la recibida en las aulas del franquismo y del pinochetismo. Bajo esta lógica, el sistema educativo se mantuvo 40 años en la España de Franco y 17 en el Chile de Pinochet.

Sin embargo, la salida de las tiranías no modifica los planes y programas de estudios, siguen los mismos parámetros, sólo se añaden más temas. Para dichas generaciones, ambos tiranos pasan a formar parte de un proyecto de reconstrucción frente a una sociedad sumida en la degradación moral y la decadencia material. Considerados portadores de un aura liberadora, su destino consistió en salvar el país. La historia les debe valorar su entrega a la patria. No pueden ser cuestionados. Es de mal gusto poner en tela de juicio su honor. Su imagen pública se construye recurriendo a un supuesto liderazgo carismático. Franco por la gracia de Dios; Pinochet por revelación divina, pero son héroes en su tiempo. Su camino supone una peregrinación, sufren y ven la luz. Escuchan la voz, reciben la llamada y cumplen; su espada es justicia. Están por encima del bien y del mal. Sus regímenes no pueden ser juzgados. Hay que entender su papel en la historia. Restablecen el orden. Tras la oscuridad, la luz. Su fuerza se traduce en proponer obras y trascender el tiempo. Por ello se dedican a realizar megaproyectos. Inauguran carreteras, pantanos, torres comerciales, estadios, etcétera. Se convierten en padres fundadores de un revolucionario orden social. Ejercen un populismo que encubre su tiranía. Anticomunistas en un periodo de guerra fría, apoyados por la institución eclesiástica, las elites dominantes, las oligarquías locales, las burguesías trasnacionales y los sectores medios reconstruyen el país mostrando odio profundo a la ciencia, el arte, el saber y la cultura.

Lamentablemente, la nueva identidad se forja despolitizando, con una población que asume sin cuestionarse represión, tortura o desapariciones. Hubo luchas, rebeldía, dignidad, el pueblo no se doblegó. Pero no nos llamemos a engaño: era una minoría. En España, a medida que transcurría la dictadura, los responsables de los crímenes de lesa humanidad se fueron a la tumba con honores y medallas. En Chile, el tiempo no lo ha permitido del todo. Algunos torturadores han sido juzgados a pesar de las elites en el poder. Los más siguen en las fuerzas armadas, son diputados, senadores, cobran pensiones y se mofan de las víctimas. Hablamos de las consecuencias de invernar la memoria y sustracción de la democracia.

Para salvar a los dictadores y no dañar los procesos de transición, se inventaron las reformas políticas y los pactos “de caballeros” dentro de las dictaduras. En Chile se otorgó a Pinochet el mérito de sacar a Chile del subdesarrollo, por ende, su figura se torno intocable en la nueva etapa. Se argumentó que era un peaje. Impunidad a cambio de economía de mercado. La gobernabilidad se encauzaba, gracias a dos décadas de torturas y represión. En España sucedió algo similar. La idea de una reconciliación nacional, tras la muerte biológica del tirano, abrió la puerta a la necesidad de olvidar y perdonar. La fórmula de una reforma sin ruptura democrática se antoja adecuada. Los vencedores de la guerra civil se frotaban las manos y siguen mandando. La oposición democrática fue arrinconada y desplazada. La sucesión monárquica pactada por Franco con la banca, la burguesía y el nacional-catolicismo se impuso. Igualmente, el criterio de la modernización franquista se hizo dominante y puso tierra por medio para defenestrar el mito de las dos Españas. De esta guisa se alza un poder oligárquico cuyo barniz modernizador posterga hasta hoy los cambios democráticos. Reforma agraria, acuerdos con la iglesia, por ejemplo.

Los comportamientos inhibidores de una cultura democrática construidos en las tiranías subsisten. Cuando emerge una alternativa democrática se pone en funcionamiento el llamado tiempo de paz social precedente. Es el argumento para impedir las movilizaciones y las protestas. Discurso complementado con la estrategia del miedo, la represión y las técnicas del social-conformismo. Gracias al apoyo de la izquierda institucional que participó de la reforma cumple sus objetivos. Son las secuelas de un orden cuyo lenguaje ha sido culpabilizar y deshumanizar al vencido. Son los momentos álgidos de toda tiranía representados en la tortura. Su ejercicio construye un mensaje capaz de purificar a quienes la practican. Lo transforma en un trabajo decente, con un objetivo racional: obtener información o acabar con el problema. Tal como en tiempos de la Inquisición, sirve para limpiar el alma de los herejes. Así, cuando se quiere rescatar la memoria histórica o preguntar por los desaparecidos y luchar contra la impunidad, se está torciendo la dirección de un poder perversamente antidemocrático fundado en la incultura, la sinrazón y la miseria humana. Es hora de romper los mitos de la transición en España y en Chile para vivir en libertad, con dignidad y en democracia.

Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada
11/09/2008.

9/9/08

El cumpleaños de Elena Quinteros

El 9 de setiembre, Elena Quinteros hubiera cumplido 63 años. Al igual que cualquier ser humano, durante su vida, ese día Elena sumó años a su vida.
Eso seguramente hizo Elena, durante 30 años. Los primeros junto a su madre y su padre en el barrio obrero de Jacinto Vera. Otros, después, con sus compañeras del colegio de las “Dominicas”. Luego, junto a algunos de sus compañeros de magisterio. Ya en los años convulsionados de los 60, junto a sus compañeros de la Resistencia Obrero-Estudiantil y la FAU. Luego, junto a los compañeros del Partido por la Victoria del Pueblo.

Algunos de esos aniversarios, trascurrieron en momentos muy especiales para Elena. Sus 25 años los cumplió en la cárcel de Cabildo. Y de creerle a las “verdades posibles” de la Comisión para la Paz, sus 31 años la encontró aún con vida en el Batallón 13 de Infantería.
Allí posiblemente, se le puso fin al transcurso de su tiempo y fue su último cumpleaños. En ese lugar Elena sufrió y resistió, porque aún allí era posible seguir resistiendo y seguir peleando.

Si esa parte de la “verdad posible” referida a la ejecución de Elena en los primeros días de noviembre de 1976, fuera cierta, probablemente “la Parda” se reencontró con la veintena de sus compañeros del P.V.P trasladados en el segundo vuelo y juntos fueron ejecutados cobardemente por la dictadura.

Para Elena, los años no pasan, se pasea aun con su sonrisa fresca o su seriedad respetuosa en los carteles que Tota ya no puede portar por las calles de este Montevideo, pero que, como solía decir el “Loco” Duarte, hoy levantan “manos amigas y brazos compañeros”.
Desde aquel 26 de junio y más precisamente desde su intento de conquistar la libertad del 28 de junio en la embajada de Venezuela, Elena sigue resistiendo.

Pero esta vez, Elena festejara su cumpleaños de la forma que seguramente nunca soñó. Cuando en una Escuela que lleva su nombre, los alumnos de 5to año B, siente la necesidad de elaborar en clase este poema:

A la maestra Elena Quinteros
Maestra Elena Quinteros
hasta hace poco no te conocía
sólo en la tele
tu nombre oía...

Poco a poco todos buscamos
y de tu vida nos informamos
fuiste muy fiel a tus ideales
¡tu sangre era de Orientales!

Sabemos todos que tu viviste
una vida diferente
y por ello desapareciste
aquel día muy tristemente.

Con tu nombre hoy nominamos
nuestra escuela181, la escuela de nuestra vida
todos los niños hoy te recordamos,
gracias Maestra querida.


Raúl Olivera
Blog Elena Quinteros

26/8/08

Guitarra Negra (poema por milonga)

I. Introducción
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía... Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos... Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas...



II. Allanamiento
Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...



III. La casa
... Mi corazón está mejor sitiado que mi casa... mi casa, más cercada que mi barrio... mi barrio, cercado por mi Pueblo... En mi barrio vive el Presidente, cercado por un muro casi derrumbado...



IV. Uruguay for export
Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca había dolido.. haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...



V. Flor show (por vals)
En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire... Está naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boîte... Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire... subida en los aplausos como espitada, hendida, empitonada... gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como si fuera planta que la cría -y que no es-... y sin embargo, así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose y flotando, mientras dure en la noche, su belleza infantil de ingeniería, su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... el gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras, el mozo, esos señores...



VI. Mis alas
... Hace un buen rato ya que doy trabajo y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras, vos lo sabés, Guitarra Negra... Hoy reanudo en un cómico enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia. Me hacen sufrir las alas que me puse para volar, mas grito y se alzan, gimo y me acompañan, río y baten de a dos, como que están amándose y se odian sin embargo mis dos alas... se odian, se enderezan, se hacen amigas mías para llevarme por todas partes: allá está la canción, aquí la nada... más allá el Pueblo y más acá el Amor... Pero el Pueblo está también más acá... y antes estaba allá también, detrás del Pueblo el Pueblo... Hemos viajado por todos mis caprichos y el Pueblo hozando el piso, amándose con alas como las mías... odiando su destino, odiándome y amándome sin alas, con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... y sus mil bocas dicen: "ahora, la suerte ya está echada..."



VII. La mariposa
La mariposa viene hacia mí en la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando, por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... y yo vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte... y que no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la ciudad de hierro, ni nacida para eso... sino que era mariposa nada más, en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... buscando en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por su tiempo preciso, por su sorbito de vida ya bebida... Eso no es tan triste... triste es ver su cadena de huevos en el hollín, depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda...



VIII. Hago falta
Hago falta... yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... los ojos míos en la contemplación del mañana... mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.



IX. Exhortación y propósitos
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra, guitarra negra... Dice Enrique, mi hermano, que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose, una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón... Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga: dice que amarte con certeza, hacerte enteramente hembra, darte lo que de vida tengan mis urgencias será amar más y más a Jaime; amarlo, más de veras... por su alma, su propio perro mordedor bajo el garrote, el cable, el puñetazo, la bolsa de arpillera, el plantón y el insulto... la olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie a golpear... sino con hambre y Rita y José Luis, por Gerardo y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio... y por todos nuestros muertos... Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste, ladrador, campesino, a veces manso o vigilante, que roe su propio hueso en la penumbra y gruñe... cual casi todo perro popular. vagará por tus anchas veredas, tus milongas sangrantes... hasta morir también... tal vez un día... de soledad y rabia... de ternura... o de algún violento amor; de amor... sin duda.








Nota: la división de los textos, así como el género -poema por milonga-, al que pertenece la obra, son los de la edición de Uruguay, de 1985. En la primera edición (Madrid, 1977) las partes que la componen son presentadas por su autor como "contracanciones", género particular creado por él mismo para definirlas, ante su imprecisa ubicación conceptual, musical y literaria. En la misma, los textos, cuyos fragmentos no llevan título alguno, se encuentran agrupados en 3 partes: La I incluye desde Introducción a Uruguay for export, la II es Flor show, y la III las cuatro restantes. Asimismo, la puntuación empleada es la que se usa en la tapa de dicha edición.

25/8/08

Sentir proletario - José de Jesús Martínez J.

La lucha es noble y el torpe necio,
Oír no quiere los principios sanos,
Envilecido y en su cruel desprecio
Nos quiere mantener esclavos.

En la cruel batalla la razón se impone
Y no acepta serviles ni rastreros
Que no tienen virilidad, no tienen nombre,
Su sólo fin es obtener dinero.

Se olvidan del humilde que es hermano
Y sufre sinsabores en la vida,
Aquellos se codean con los tiranos
Rindiendo homenaje a la falsía.

No importa que en la batalla ruda
Mi cuerpo quede abandonado y yerto,
Y que el déspota en su abyección rotunda
Su trono implante en el confín incierto.

No importa que la injusticia cruel
Con sus dardos malévolos, cobardes;
Hieran mi dignidad que siempre fiel
Morirá sin humillarse a nadie.

No importa que el vilipendio me consuma
Y en su capricho tétrico y nefasto,
Que el cobarde siempre llega a la calumnia
Y a la razón y a la justicia la hacen pasto.

No importa que la traición me aceche
Y cumpla con mi saña impía,
Que los que defienden la conquista de derecho
Triunfan al fin en su radiante vía.

En la lucha estoy y la lucha me agiganta,
Luchar es mi fe, la razón mi lema,
La justicia el arma que levanta
Potente y viril mi flamante fiera.

Si en abierta pugna contra el tirano pierdo,
Y la justicia y el derecho por el suelo ruedan,
No es afrenta, ni la derrota apaga el fuego
Cuando en el pecho la verdad se aferra.

¡Jamás claudicaré! Y en mi potente grito
a la lucha os llamo: si mi existencia, trunca,
sea así, pues sólo a la parca admito,
más humillarme? ¡¡Imposible!! ¡¡Nunca!!

¡Que se acaben los déspotas! ¡Que rueden los tiranos!
¡Que terminen los ruines fanatismos!
¡Guerra al capital que explota a los humanos!
¡Y que impere por siempre el socialismo!

24/8/08

La United Fruit Co - Pablo Neruda

Cuando sonó la trompeta, estuvo
todo preparado en la tierra,
y Jehova repartió el mundo
a Coca-Cola Inc., Anaconda,
Ford Motors, y otras entidades:
la Compañía Frutera Inc.
se reservó lo más jugoso,
la costa central de mi tierra,
la dulce cintura de América.

Bautizó de nuevo sus tierras
como “Repúblicas Bananas,”
y sobre los muertos dormidos,
sobre los héroes inquietos
que conquistaron la grandeza,
la libertad y las banderas,
estableció la ópera bufa:
enajenó los albedríos
regaló coronas de César,
desenvainó la envidia, atrajo
la dictadura de las moscas,
moscas Trujillos, moscas Tachos,
moscas Carías, moscas Martínez,
moscas Ubico, moscas húmedas
de sangre humilde y mermelada,
moscas borrachas que zumban
sobre las tumbas populares,
moscas de circo, sabias moscas
entendidas en tiranía.

Entre las moscas sanguinarias
la Frutera desembarca,
arrasando el café y las frutas,
en sus barcos que deslizaron
como bandejas el tesoro
de nuestras tierras sumergidas.

Mientras tanto, por los abismos
azucarados de los puertos,
caían indios sepultados
en el vapor de la mañana:
un cuerpo rueda, una cosa
sin nombre, un número caído,
un racimo de fruta muerta
derramada en el pudridero.


Pablo Neruda, 1950

23/8/08

Reclarando - Serafín J García

Asina jué, don Jues, yo se lo afianso.
No se vaya'pensar que soy como esos
que les untan la mano
pa que reclaren cosas que no vieron.

Li hablo con propiedá, sin añidirle
ni mesquinarle ni un chiquito al hecho.
Sé cuála jué la causa de la güeva
y no le ñego aunque m'encajen preso.

El pique vino por cuestión de coimas:
usté sabe que dende qu'el pulpero
lo encargó'e las jugadas al coquimbo
el comisario no había visto un peso.

Y tampoco no inora
que tuito el día se tiraba el güeso,
y al monte y la primera, noche a noche,
caiba el gauchaje de capincho yeno.

¡Dejuro! El hombre, con tamaño abuso,
andaba más hinchao que un sapo escuerso.
Cebao dende hace añares a las coimas,
no le sentó ni un poquitito aqueyo.

Y anoche, como vido que no estaban
ni el coronel ni usté'n el entrevero,
le gustó p'agarrarnos de sospresa
y embarrarle'l pastel al forastero.

'Taba la indiada'e chamamé corrido:
tayaba el entenao de don Ruperto
y había un piernaje flor en el apunte,
d'esos que no se casan con los pesos.

Ni los mesmos caranchos habían óido
ruido de corvos ni toriar de perros
cuando el cuicaje nos ganó la puerta
y se sintió gritar: "¡'Tan tuitos presos!"

¡Viera usté qu'esparramo
de naipes y de latas por el suelo!
Era cosa de réirse, li asiguro.
Naide atinaba'nada con el sebo.

El comisario echó p'atrás el poncho
y se le jué a las barbas al ajeno,
diciendo qu'iba'deslomarlo a palos
pa que aprendiera'respetá'el gobierno.

Pero el moso, curtido como él solo,
retrucó muy orondo, sonriyendo,
que no era po'el gobierno l'amenasa
sinó qu'estaba l'ambición por medio.

Y letrao y de lengua más sobada
que cuero pa badana, el forastero
comensó a encarrerarle unas verdades
que lo dejaron atorao y ardiendo.

Usté sabe qu'el moso tiene mundo;
que cuando cayó aquí venía de adentro;
que jué tropero una ponchada de años
y hasta contrabandista, sigún creo.

Lo cierto jué que lo tapó a rasones
y entonce'l otro, en nombre del gobierno,
pa concluir di una ves con el asunto,
le descansó en las guampas el talero.

Lo demás ya lo sabe: un salto'e tigre,
el rejucilo di un facón certero,
una mojada sola pero cumba
y un preso más ¡y un albitrario menos!


22/8/08

Escarmiento - Serafín J. García

¿Sabe por qué me sucuché'n mi rancho
y vivo huraño y solo com'un bicho?
Porque ya tengo'e sobra con las cosas
qu'en el trato'e los hombres he aprendido.

Riciencita lindaba con los veinte
cuando salí'e mi pago,
vacido el tirador, pero de sueños
y de esperansa el corasón ricaso.

Creiba entonce'que tuitos los caminos
me tironiaban pa que los siguiera,
y qu'en la punta de cadáuno de eyos
había un mundo mejor que mi querencia.

Se me hacía robo qu'iba'topar gente
más güena y más derecha,
que si por un casual caíba en disgracia
m'iba'amparar sin indagar quién era.

Como había óido decir, cuando cachorro,
que a tuitos Tata Dios nos hiso iguales,
y véia qu'en mi pago no era asina
porque había siempre diferiencia'e riales,

carculaba que diéndome hayaría
lo que me cencerriaba la esperansa:
un pago ande los hombres
a juersa'e corasón s'emparejaran...

¡Pero di ande! ¡Si vide en tuitas partes
la mesma vida puerca qu'en mis canchas!:
los de arriba, viviendo pa eyos solos;
los de abajo, hermanaos por la disgracia.

Hombres que mientras'taban en el yugo
eran igual que güeyes de tan mansos,
y en cuanto pelechaban se golvían
los piores enemigos de los cáidos.

Y po'ande quiera gente fayutasa,
sin lialtá ni concencia,
amiga de adular y de cargarse
siempre pal lao del sol que más calienta...

¡Como p'andar en tratos con los hombres
dispués de lo qu'he visto!
¡Vale más sucucharse'n una cueva
y vivir apartao como los bichos!


21/8/08

Orejano - Serafín J. García

Yo sé qu'en el pago me tienen idea
porque a los que mandan no les cabresteo;
porque dispreciando las güeyas ajenas
sé abrirme caminos pa dir ande quiero.

Porque no me han visto lamber la coyunda
ni andar hocicando p'hacerme de un peso,
y saben de sobra que soy duro'e boca
y no me asujeta ni un freno mulero.

Porque cuando tengo que cantar verdades,
las canto derecho nomás, a lo macho,
aunq'esas verdades amuestren bicheras
ande naide creiba que hubiera gusanos.

Porque al copetudo de riñón cubierto
-pa quien n'usa leyes ningún comisario-
lo trato lo mesmo que al que sólo tiene
chiripá de bolsa pa taparse'l rabo.

Porque no m'enyenan con cuatro mentiras
los maracanases que vienen del pueblo
a elogiar divisas ya desmerecidas
y'hacernos promesas que nunca cumplieron.

Porque cuando truje mi china pal rancho
me olvidé que hay jueces p'hacer casamientos,
y que nada vale la mujer más güena
si su hombre por eya no ha pagao derecho.

Porque a mis gurises los he criao infieles
aunqu'el cura grite qu'irán al infierno,
y digo ande cuadre que pa nada sirven
los que sólo viven pirichando el cielo.

Porque aunque no tengo ni en qué cáirme muerto
soy más rico qu'esos que agrandan sus campos
pagando en sancochos de tumba reseca
al pobre pión, qu'echa los bofes cinchando.

¡Por eso en el pago me tienen idea!
¡Porqu'entre los ceibos estorba un quebracho!
¡Porque a tuitos eyos les han puesto marca
y tienen envidia de verme orejano!

¿Y a mí qué m'importa? ¡Soy chúcaro y libre!
¡No sigo a caudiyos ni en leyes me atraco!
¡Y voy por los rumbos clariados de mi antojo
y a naides preciso pa ser mi baquiano!


20/8/08

Justicia - Serafín J. García

Como manada'e perros cimarrones
cuando topa una res flaca y sin juersas,
lo cargó entropiyao el milicaje
sin darle tiempo ni a maniar la oveja.

Y los corvos ganosos se cimbraron
en el lomo del gaucho,
mientras juía trepada en el pampero
la vos enronquecida'el comisario.

Atao con maniador de cuero crudo
po'abajo'e la barriga del cabayo,
tosiendo sangre, reventao a golpes,
pa las guascas dispués con él tocaron.

Del pescueso en la barra
pasó la noch'entera,
judiao po'el cuartelero, que al sentirlo
clamar de sé, le daba salmuera...

Y al otro día un jues empalagoso
s'esplayó hablando'e leyes y delitos,
y a la sombra mandó que lo tuvieran
una punta de meses, por castigo.

No tuvo en cuenta qu'el caudiyo'el pago,
por cuestiones de pelos,
lo había echao al paisano de su estancia,
and'estaba ganándose'l puchero.

Ni qu'el hombre, campiando otro conchabo
sin poder conseguirlo,
había yegao al punto'e rebajarse
mendigando una achura pa sus hijos.

Ni qu'el dueño'e la oveja que robara
tenía la burra rebosando'e libras,
y una punta d'estancias tan pobladas
que ni él mismo su hacienda conocía.

Y qu'en cambio en el rancho del paisano
-un sucucho sin juego y sin abrigo-
yoraban tres gurises inocentes
galguiando de hambre y erisaos de frío...

19/8/08

El atropellao - Abel Soria

Descúlpeme, patroncito,
que le escríba con la izquierda;
pero me risulta lerda
la derecha pa un escrito.
Me hace pegar un grito
rogando por un calmante
que a mi lao el praticante
si no se recibe pronto,
tiene que ser medio tonto
porque ha praticao bastante.

Sigún mis suposiciones,
la causa de este problema
jue el auto de una tal… Ema,
borracha hasta los talones:
Contando mis machucones
el dotor dijo: “Ema - toma”,
y si no lo dijo en broma
y es cierto que Ema se mama,
culpa de Ema estoy en cama
feliz de no estar en coma.

Me estraña mucho, patrón,
que usté le hayga errao tan feo
enviando a Montevideo
a semejante chambón.
Desde la mesma Estación
enderecé afalto adentro
y le juro que me encuentro
medio ronco todavía
de tanto decir: “Güen día”
por esas calles del centro.

Allí al costado de una vía
enchastrada de alquitrán,
se me amojosó el afán
de jinetiar un tranvía.
Y esperando medio día
sin que pasara ninguno,
me aburrí como un reyuno
pues de tal modo se atrasan
que me enteré que no pasan
del año cincuenta y uno.

Por todas las avenidas
cruzan como cucarachas
autos de distintas fachas
y de distintas medidas.
Como si jueran nacidas
o trasplantadas de ráiz,
sobre el lomo’e los tranguais
crecen dos varillas flacas
que parecen las estacas
de la zorra’e cinchar máis.

Pa tropiar tanto ganao
sin poner guardias civiles,
hay postes con tres candiles
en un tablero ensartao.
El de arriba es colorao
lo mesmo que sangre’e toro;
el del medio es color oro,
por no decir güevo frito,
y el de abajo, verdecito,
lo mesmo que pluma’e loro.

Si el rojo está iluminao,
todos en seco se paran
como si le desconfiaran
al partido colorao.
Y aunque de uno y otro lao
la gente espera tranquila,
hay ruralistas en pila
que cuando el rojo se pierde,
miran la divisa verde
y la atropellan en fila.

Relumbrando como el ojo
redondito de un conejo
alcancé a ver el reflejo
tentador del candil rojo.
Y ganao por el antojo
de no perderme un detalle,
como soy del lao de Balle
y el rojo me simpatiza,
cabrestiando a la divisa
me dio por cruzar la calle.

Y ahora que salvé la vida
venga verme, patroncito
que estoy solo en un cuartito
con la osamenta molida.
Si quiere hallarme enseguida
sin el mínimo tropiezo,
déle al portero algún peso
pa evitarle la molestia
y pregunte por la bestia
que tiene un recao de yeso.

18/8/08

Mi vida sobre un camino - Abel Soria

Al pie de un cerro se acuna
un triste sauce llorón
y ambos emplean su don
disputándose la luna:
Uno baja a la laguna,
el otro yergue el testuz.
Desde el Sur los ve la Cruz
pestañando en cuatro guías
y encienden las Tres Marías
sus boleadoras de luz.

Mi flete, con el tambor
de su galope tendido,
le pone ritmo al silbido
que disimula un dolor.
Ebrio del lunar licor
un viejo ombú cabecea;
su copa que se ladea
derrama gotas de sombra
que se encharcan en la alfombra
vegetal que lo rodea.

Qué pena me dio partir,
mujer de los ojos pardos,
la de los senos gallardos
y cándido sonreír.
Flor que alegras mi existir,
cómo extraño tus fragancias!
Pero es que existen dos ansias
distintas dentro de mí:
Permanecer junto a ti
y noviar con las distancias.

Con razón siento que el frío
me hace caricias de hielo
si tengo un poncho de cielo
que lo traspasa el rocío
y se me empapa en el río
cuya magia lo retrata;
además, la noche ingrata
me lo hace ver al trasluz
cribado a puntas de luz
por mil rodajas de plata.

Es mía la suerte loca
de libar ansiosamente
el néctar dulce y caliente
de la rosa de tu boca.
Y como si fuera poca
la gloria de tu querer,
lejos hay otra mujer
a quien mil besos le llevo:
El ser a quien más le debo
porque le debo mi ser.

Y padezco sin embargo
porque entre tu amor y el de ella
duerme tendida una huella
su interminable letargo.
Recorro el camino largo
donde no encuentro sosiego.
Sólo en cada extremo hay fuego
para el invierno del alma
y un “jagüel” de amor que calma
mi amarga sed de andariego.

Tus jóvenes ojos bellos
que embriagan con sus reflejos
y sus bellos ojos viejos
donde hay marchitos destellos;
la noche de tus cabellos
y sus cabellos de armiño;
tu cariño y su cariño
con los que arrulláis mi nombre
tú: diciendo adiós al hombre
y ella: recibiendo al niño.

La senda esquiva las frías
matas cubiertas de helada
y en su pena prolongada
prolonga las penas mías.
Hambrienta de lejanías
los paisajes se devora
y como flecha entradora
llevando mi silbo amargo,
cruza la noche a lo largo
y va a ensartarse en. la aurora.

Derrama el alba el tesoro
de su cofre de arrebol
de donde el pícaro sol
recoge una libra de oro.
Ya se ve el rancho que adoro
a lo lejos, encogido,
ya sobre el trillo dormido
es menos fría la escarcha,
más apurada la marcha
y menos triste el silbido.

16/8/08

Un tal Julio Gallego - Abel Soria

Divertido y andariego,
alegre y caminador;
buen mozo, buen payador,
ahorrativo y mujeriego.
Se puso “Julio Gallego”
porque en su afán de renombre
ahorraba más tinta el hombre
con ese breve sudónimo
que firmando “Autor Anónimo”
o escribiendo el propio nombre.

Tenía un ojo comprao hecho
distinto al ojo nacido:
el derecho era torcido
pero el zurdo era derecho.
Fue campeón -en cualquier trecho-
de bochas y cacería;
y en cualquier categoría
(igual que todos las tuertos)
con los dos ojos abiertos
tomaba la puntería.

¿Dicen que el amor es ciego?
Pa él era tuerto el amor!
¿Y enamorado perdedor
dicen que gana en el juego?
Sin excepción, desde luego,
no existe regla ninguna...
Con una triple fortuna
contaba Julio Gallego:
Rico, suertudo en el juego
y al amor no erraba una.

Cuando hacía una actuación
constaba su repertorio
de cien cuentos de velorio
pero una sola canción.
Y en cada improvisación
de esas que nunca se acaban,
las coplas que le brotaban
no sé qué embrujo tenían
que las viejas se reían
y las jóvenes lloraban.

Una vez sintió dolores
y un gran catarro en el pecho
por querer sacar provecho
de trasnochadas y amores.
Pensaba: -Ya no hay dotores
que me libren de “la Galga”;
de darme chuza en la nalga
la tengo como un cedazo.
Ya no me cabe un pinchazo
ni hay comprimido que valga.

Mañana, si no me muero
de este catarro pestoso,
me entrego al aparatoso
santiguao de un curandero.
Frente a una cruz, soy sendero
que en Fe y Duda me bifurco;
pero dicen que hay un turco
que pa estas cosas no es manco
porque siempre “da en el blanco”
y cuando erra “deja el surco”.

Luciendo su mejor pinta
llegó al consultorio brujo
donde no encontró más lujo
que una carpeta retinta.
Descolgó el turco una cinta
llena de mugre y misterio
y julepiándose en serio
calculó Julio enseguida:
-Me irá tomar la medida
pa llevarme al Cementerio.

Sobre una camilla blanda
tendió un lienzo el matasano
diciendo: -Acostar, baisano,
desnudo, como Dios manda!
Y al quitarse la bufanda,
-los guantes y el sobretodo,
pensó Julio: -De qué modo
se ensaña el cielo conmigo:
Gasté un platal en abrigo
y Dios me hace sacar todo!

Con solemne parsimonia
el turco prendió dos luces
y entre ademanes y cruces
comenzó la ceremonia:
Lo roció de agua colonia,
lo puso mirando al techo,
le dio friegas en el pecho,
le rezó el Ave María
y el enfermo se sentía
completamente deshecho.

Con un dedo, suavemente,
le abrió un ojo: miró adentro
y le dijo: Ya te encuentro
mejorando felizmente.
Fue entonces cuando el paciente
con rabia y con ironía
preguntó: -¿qué brujería
tiene el rezao que me hizo,
que hasta en el ojo postizo
se nota la mejoría?

Después por no protestar
igual pagó la consulta
como quien paga una multa
sin tenerla que pagar.
Y aunque al fin volvió a cantar
y a chapaliar mucho barro,
desde que dejó el cigarro
las faldas y la bebida,
en toda su perra vida
ni se acordó del catarro...!

15/8/08

Ellos me hicieron clandestina

Hoy estoy entresacando de mis recuerdos aquellos que como un pantallazo me retrotraen a otra época, hace algunos años. No tantos como para no tenerlos tan cerca en mis impresiones y en mis emociones. Aún hoy, al intentar este relato, se me escapan lágrimas, quizá contenidas durante largo tiempo.

Salí de mi país en tren, en un tren de pasajeros, hacia el norte. Cruzamos en lancha el río de los pájaros pintados, para llegar a Concepción del Uruguay, en la provincia de Entre Ríos.
Recuerdo que en el tren viajaban tres o cuatro soldados. Estaban sentados frente a mí. Uno de ellos me prestó el capote (era de noche y yo tenía frío, creo que por el susto). Yo viajaba de “incógnito” y me aterraba pensar que esos soldados podían darse cuenta de que yo había salido en la “cadena”.

Nunca había sido detenida, nunca había salido muy lejos del Uruguay. Mi gran delito fue creer que en mi patria se podría decir lo que uno pensaba, tanto en lo político como en lo sindical.
Durante ese largo y para mí interminable viaje, hice un resumen de toda la lucha de todos los compañeros del Hospital de Clínicas; de mis camaradas del partido; del golpe de Estado, que fue un golpe al corazón de los orientales honestos; de la reciente huelga general, apoyada por nuestro pueblo trabajador.

El tren paraba en cada estación. Y algunos nombres me llevaban de la mano a los pacientes que provenían de allí y a los que muchas veces la asistente social tenía que entregarles el pasaje en ferrocarril para volver a sus pagos. Estaba muy fresca en mi memoria esa huelga donde hicimos nuestra primera experiencia de gobernar porque teníamos autodisciplina consciente y voluntaria. Nadie aflojó ni falló. A nuestro hospital venían los vecinos a traernos el paquete de fideos o de yerba. Así se expresaba la solidaridad. Se me representaban escenas de gente llegando a la amplia entrada.

Mi compañero y yo íbamos a cruzar la frontera. No sabíamos a ciencia cierta qué habría más adelante en nuestras vidas. Eso sí, ninguno de los dos obligó al otro a comenzar esta nueva etapa.


El exilio
Unos pasajeros bajaban y otros subían en ese viaje que no me propuse hacer. Es que tuve sólo cinco minutos para salir de mi casa. Estaba pasando la aspiradora cuando comienza la marcha militar y el comunicado en cadena de las Fuerzas Conjuntas. Vengo a enterarme que de una larguísima lista de detenidos que ellos empezaron a vomitar, nombres de compañeros y compañeras de una columna del Partido Comunista del Uruguay, yo, fulana de tal, era la última. La última de la lista y dada por detenida. No ya requerida. Mi familia viajó muchos quilómetros, llamó a los teléfonos, averiguó en donde pudo, creyó que estaba presa. Luego se supo que con mi compañero, con mi entrañable compañero, firme y claro en sus ideales, casi sin hablarnos, emprendimos ese doloroso camino del exilio. Fue en ese momento, en una fecha que no olvidé, el 7 de febrero de 1976, que “ellos” me hicieron clandestina.

Llegamos a Concepción del Uruguay el 9 de febrero. Atrás había quedado tanto. Lo material, los amigos, la lucha, la familia, el barrio, el trabajo. Y un 9 de febrero –recordado día de los comunicados 4 y 7 del año 1973– los “salvadores de la patria” me expulsaron prácticamente de esa “mi patria”.

Con rabia pensaba en nombre de qué nos persiguieron. De qué subversión estábamos hablando. Recordé la pelea por el presupuesto universitario, que sentíamos como nuestra en tanto funcionarios del Hospital de Clínicas. Los paros para que el Ministerio de Economía a través de la Contaduría de General de la Nación librara el cheque a la Universidad, por el que cobraríamos nuestros sueldos (ya a 20 del mes siguiente). Al hospital no se le pagaba los duodécimos con los que hacer frente al presupuesto de funcionamiento. Y como siempre, miles de personas apoyándonos, firmando nuestros petitorios ante el Parlamento, miles de uruguayos valorando su hospital. Pacientes y familiares, vecinos, amas de casa y estudiantes, trabajadores y profesionales. De qué subversión podía hablarse cuando ayudamos a la creación de la Convención Nacional de Trabajadores, orgullo de una única central de los asalariados. Claro que despertamos con la Revolución Cubana. Por eso me viene a la memoria en Concepción del Uruguay, donde frente a la pensión en que nos alojamos, una disquería pasaba “Hasta siempre, comandante” hasta que llegó allí también la dictadura. En el hospital formamos en el año 1959 uno de los primeros comités de apoyo a la Revolución Cubana.

Financiábamos ese apoyo vendiendo fotos de Fidel Castro que imprimía un compañero fotógrafo. Y fuimos delegados a cofe. Y participamos del Congreso del Pueblo. Y pasito a paso fuimos haciendo la rica experiencia sindical y política que nos ayudó a soportar el exilio.

Recordé las interminables horas de intervención quirúrgica a nuestro querido Líber Arce y el hospital todo quedó súbitamente en silencio, un silencio ensordecedor, cuando bajó la noticia de que pese a todos los esfuerzos no lo pudieron salvar. Y el 26 de marzo en la explanada municipal, cuando se realizó el acto del Frente Amplio recientemente creado. Y el día que vino Fidel. Y el día que mataron a Arbelio Ramírez, cuando la bala estaba preparada para matar al Che.

Luego de cruzar el río Uruguay, viene una etapa de nueve años. Nueve años en los que teníamos que hacer una nueva vida. Aunque siempre mirando hacia el paisito. Rehacer todo, desde lo económico para poder subsistir, hasta lo afectivo, lo familiar, el entorno. Toda mi familia, una compleja familia –mi padre, don Aureliano– con sus 17 hijos, había creado una red de sobrinos, yernos, nueras, que como un haz se movió acá para resolver asuntos que habían quedado pendientes. La casa, los enseres, ropa, documentos.


Te sentías doblemente presa
Otra vez estoy en un tren. Esta vez hacia el sur. Estamos en 1984. Vengo a votar en forma semiclandestina porque todavía estoy requerida. Venía a votar y sabía que había proscriptos, muchos compañeros que hubiese deseado que estuvieran ocupando sus merecidos lugares en la conducción del país no estaban en las listas, porque todavía eran ciudadanos de “segunda”.

Por eso, luego de sufragar, me volví para continuar la tarea de denuncia que hacíamos por radio y prensa, por medio de volantes. También trabajamos en la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Recogimos firmas que en marzo de 1985 entregamos a la Presidencia de la República solicitando amnistía general e irrestricta. Allí nos apoyaron los concejales locales y personalidades de la cultura. Cuando cae la dictadura argentina formamos con los argentinos un comité de apoyo a la lucha del pueblo uruguayo contra la dictadura. Mientras iba llegando a Montevideo los recuerdos iban para nuestra experiencia más reciente, en esa ciudad litoraleña que tan bien nos acogió. Desde la radio L T 11 –que se captaba en todo el litoral uruguayo– iniciábamos con “Esto es Pueblo Oriental”, audición del Comité de Solidaridad con el Pueblo Uruguayo. Y luego “No tengo más enemigos que los que se oponen a la pública felicidad. José Artigas”. Continuábamos: “Este espacio ha sido cedido gentilmente por L T 11, a solicitud del honorable consejo deliberante de Concepción del Uruguay”. Quizá alguno de los que escuchaba recuerde mi voz. Allí denunciamos que al profesor Jorge Bouton no se le permitió ingresar al país para votar. Un lujo de científico y ser humano (tal vez por ser comunista). Este médico por allá por la década del 50 fue uno de los profesionales que ayudó a salvarle la vida a un estudiante de apellido Porta, oriundo de Bella Unión. Era un caso difícil y Bouton un reconocido clínico. Durante la dictadura a Porta lo detuvieron y “se les fue la mano”, como decía Germán, y lo mataron.

En Argentina, debido al golpe de marzo de 1976, sólo se podía hablar sobre cosas intrascendentes. Hicimos también allí amigos. Buena gente y solidaria. Otra vez el mismo aire de peligros y recelos. Estábamos viviendo a 30 cuadras del Centro en una casita que nosotros mismos construimos. Antes de eso pusimos un boliche, bar y comidas. Yo era el mozo y la cocinera. Teníamos clientes que venían de Buenos Aires y conversaban con nosotros de temas varios. En una oportunidad un profesor de música me dijo que yo debería ser música, porque mi comida era una armonía, a lo que respondí: ¿usted no cree que la vida debiera ser una armonía?


La otra vuelta
Estos recuerdos van y vienen. Pretenden dar una visión de las vicisitudes que pasamos, pero no quiero dramatizar. No somos el ombligo de la resistencia en el exterior. Me sonrío cuando recuerdo que en la audición del 12 de febrero de 1985, decíamos: “Ante la renuncia del general Gregorio Álvarez a su cargo de presidente, el pueblo uruguayo celebra la misma con una caceroleada y posterior manifestación en todas las ciudades del país, en el día de hoy”.
Tengo una superposición de impresiones. Mi vuelta al trabajo en el Clínicas, del que modestamente fui parte del personal que lo inauguró en 1953. Había gente nueva y viejos compañeros. Fue muy emocionante. Y muy lindo.

Simbólicamente, y por casualidad, llegamos por segunda vez y ahora con documentación uruguaya el sábado 19 de abril de 1985. Menudo desembarco, pero ya no en tren. A los dos días ya estaba trabajando.

Debido a que en el año 74 me habían sumariado y en el 75 estábamos destituidas del hospital intervenido, concursé en el casmu y allí ingresé hasta que me hicieron clandestina y tuve que irme.

Esto que hemos vivido, hasta nuestra reincorporación al trabajo, a la actividad, a la vida en el Uruguay, quisiera que los jóvenes que no lo vivieron nos lean estos testimonios para que nunca, nunca más nos suceda.
Una reflexión me cruza por la cabeza: Cuando finalizó el período dictatorial, los trabajadores ganábamos 50% menos que antes. Creo que los explotadores estaban bien cómodos con la represión. O dicho de otro modo: ¿Era para eso que hubo la tal represión? ¿Para engrosar sus márgenes de ganancia?

Cuando vine a votar me enteré que el Numa Moraes había estado exiliado. Como somos del mismo pueblo, lo encontré y lo felicité por ser de Curtina, un pueblo bárbaro allí en Tacuarembó. Un pueblo sin iglesia ni cura. Es que el fundador le puso San Máximo Curtina pero no tenía religión, no dejó lugar para la iglesia. Me enteré que Curtina siempre tiene mil habitantes, porque cada vez que nace un gurí, desaparece el padre.

Esto de Curtina viene al caso porque resulta que recuerdo la biblioteca de la escuela. Maravillosa, completa, donde me perdía entre tanta cosa linda: biografías de sabios, pintores, escritores, poetas. Al cabo de un tiempo la maestra tomó nota de que era la primera alumna que se había leído todos los libros. La Comisión de Fomento resolvió darme un premio: La cabaña del tío Tom. Creo que estas lecturas me ayudaron a comprender que el hombre debe ser hermano del hombre.

Desde aquel exilio, aquella mujer que nunca había salido lejos hoy iaja, trata de ver otros mundos, otras realidades. Cuba, España, Chile. Hace un año estuve en el Museo del Prado. Allí pude ver aquellos cuadros cuyas reproducciones me fascinaban cuando niña. Pude asombrarme con tanta belleza creada por los hombres.

Antes de cerrar este testimonio, estoy recordando un poema que leímos en nuestras audiciones radiales en Concepción del Uruguay:

“He llegado a saber
Que nada muere
Que permanece el hombre y la alegría
Que la noche más negra
Nunca hiere de muerte al claro día.”


Betty Chiz Alar
Memoria para Armar

14/8/08

Recuerdos fugaces de épocas no tan fugaces

Soy montevideana y me encuentro de visita en la casa de mis tíos, en una ciudad del interior. En aquellos tiempos habían asesinado a un estudiante, Líber Arce, mientras manifestaba junto a otros compañeros; protestar contra las imposiciones parecía ser más grave que cometer robo u homicidio. El autor del hecho, integrante de las fuerzas de represión, no fue identificado, tampoco se realizó la investigación correspondiente.

No recuerdo cómo empezó la conversación, pero hablando con una de mis primas, cuatro años menor que yo, le decía que yo también era estudiante (en esos años cursaba el ciclo liceal).

—No –me responde–, los estudiantes son todos malos.
—¿Quién dijo eso?
—Está en todos los diarios.
—No es así, yo soy estudiante y tú lo serás dentro de poco, porque todo el que estudia lo es, cuando termines la escuela y entres en el liceo lo serás.
—No, yo nunca seré estudiante y eso no es cierto, los estudiantes no estudian, sólo arman líos.
—Lo que hacen algunos estudiantes es reclamar por cosas justas, pero nada más.
Mi tía intervino obligando a cambiar de conversación.

En el interior del país la información sólo llegaba a través de los diarios y la radio local y desde un solo punto de vista, el del gobierno. La televisión que se veía en esa ciudad era la de Argentina.

Montevideo siempre fue el caos para la gente del interior, por eso era preferible, para muchos, vivir alejado de todo, al resguardo en una tranquila ciudad donde todos se conocían y nadie se atrevía a contradecir a la mayoría.

A partir de esta conversación tonta, la relación con mis tíos y primos cambió.
Tengo otros primos en otra ciudad del interior, éstos sí estaban bien informados y por supuesto sus opiniones eran muy distintas. Uno de ellos tuvo que irse a Buenos Aires, su padre fallecido entonces era argentino, y no tuvo problemas para quedarse en el país.
Volvía muy pocas veces, y nunca a su ciudad. Se casó con su novia del liceo.

La poca información que me llegó en esa época fue que como en el interior todos se conocen, al hacer comentarios, fue recibida una denuncia en la comisaría y lo habían detenido, amenazado, y lo de moda en esos momentos, un poco de submarino. Nunca supe que estuviera en ningún movimiento revolucionario, y si fue así lo abandonó. Mis recuerdos son de reuniones de amigos alrededor del tocadiscos escuchando música, mayoritariamente de nuestro admirado Zitarrosa, así como también de otros cantores del momento.

En aquella época la novia que iba detrás de su enamorado era considerada una loca y por supuesto nunca más aceptada por sus familiares y allegados, así que mi futura prima, que para colmo aún era menor de edad, se tuvo que conformar con un amor platónico y furtivos encuentros en un balneario de Canelones.

Mi primo, de mientras debía conseguir trabajo, alojamiento y tramitar el casamiento por poder, que para la mentalidad de la época era más correcto y seguro que viajar la novia a casarse con su enamorado a Buenos Aires. Yo asistía a un liceo privado, donde por supuesto no se hablaba ni de política ni de reclamos sociales comprometidos. Si bien me encontraba apartada del resto del movimiento estudiantil y político del país, no estaba tan desinformada. En mi casa había enciclopedias y libros donde podía interiorizarme sobre las diferentes formas de gobierno, leer sobre los derechos humanos o deleitarme con los grandes pensadores de la época de la Revolución Francesa.

Cuando cursaba cuarto año de liceo hubo huelga en la enseñanza, no había clases en todo Montevideo. Las autoridades del liceo cerraron sus puertas, pero como era privado y no querían que los padres de los alumnos dejaran de pagar sus cuotas, nos hacían ir al gimnasio para retirar y entregar trabajos que algunos profesores dejaban para sus alumnos.
Al poco tiempo se abandonó por falta de concurrencia de profesores y alumnos.

Al año siguiente cursé preparatorios en el Instituto Batlle y Ordóñez (ibo), era público pero sólo de señoritas.
No entendía por qué debía ir allí si venía de un liceo mixto, quería ir al Nº 3, donde irían la mayoría de mis compañeros, o al Miranda, pero según mis padres para el primero no tenía ómnibus (más adelante descubrí que era mentira) y en el Miranda había mucho revuelo.

Nunca se enteraron que en el ibo teníamos asambleas numerosas donde nos informábamos de los últimos acontecimientos y muchas veces vinieron estudiantes del Miranda y del liceo Nº 17 a informarnos de su realidad. La directora, que a pesar de su avanzada edad tenía muy claros los acontecimientos, no le impedía la entrada a las mujeres de los otros liceos, pero los muchachos debían hacerlo a escondidas. Ahora pienso que hacía la vista gorda.

En la tarde concurría a la utu a estudiar administración. Allí era otro mundo, no se hablaba de nada que no fuera trivial, esa era otra forma de sentir lo cotidiano porque se quiera o no estábamos conectados con la realidad del país. Cuando concurría al liceo, en la clase de historia habíamos hablado de un indio americano llamado Tupac Amaru que había luchado por la independencia de su pueblo. Por eso cuando en las noticias se hablaba de los tupamaros enseguida lo relacioné con el espíritu de justicia y libertad.

Los tupamaros en el Uruguay sacaron a la luz muchos engaños, estafas y corrupciones. Se hablaba que lo integraba gente con astucia, de mucha cultura, y que entre ellos había profesionales, todos queríamos un Uruguay mejor.

Cada acción de los tupamaros tenía una justificación, lo que muchos no compartían era el uso de la violencia para sus fines. Lo que se palpaba en el aire era una cierta simpatía por esa gente arriesgada.

Un día me encontraba en la calle Mercedes esperando un ómnibus, en la vereda de enfrente, en una clínica de estudios médicos, estacionó una camioneta de los milicos, bajaron varios con escopetas en sus manos y abrieron la puerta de atrás, empujaron de allí a un hombre maniatado y encapuchado, lo introdujeron a la casa. Quedé muy impresionada y ese lugar no se me ha borrado, ya no existe la clínica, es una casa particular. Había oído sobre arrestos y torturas pero esta sensación no fue la misma.

Aprendí que muchas veces vivimos los sucesos cotidianos de la misma forma que con una película o serial de televisión. Sabemos todos los detalles, hablamos y emitimos juicio sobre los hechos, pero no pasa más allá de un balance intelectual y moral. Cuando los vivimos de cerca, allí entran a jugar las emociones y los sentimientos, ya no somos una computadora analizando leyes sociales o morales, somos seres humanos con un pecho oprimido y un temblor en el cuerpo por la angustia de una realidad que el cerebro ya no puede ocultar más al corazón.

Una mañana me levanté para ir a estudiar, mi madre me dijo que estaban suspendidas las clases porque había un golpe de Estado en el país. Me fui igual, esperaba encontrar en la puerta del ibo a las demás compañeras protestando por lo ocurrido. Éramos sólo cinco, la ciudad estaba desierta, caminamos hasta 18 de Julio buscando grupos de personas protestando pero no había nadie; recién ahora entiendo la razón. Volví decepcionada a mi casa.
Junto con el golpe de Estado se instaló el miedo y el terror.

Había una empresa de ómnibus capitalino que era del Estado (amdet). Los militares se apoderaron de algunas unidades y en la noche hacían el recorrido de los mismos pero con la luz interior apagada, los que no se daban cuenta les hacían seña como a cualquier ómnibus, les paraban y aunque al subir detectaran el error era imposible el descenso. Eran trasladados en masa a la comisaría, donde eran retenidos por unas horas o toda la noche para averiguaciones. Eran las llamadas razzias. Este método fue usado por poco tiempo porque la voz del barrio entró a correr y los únicos que caían eran los incrédulos.

Se decía que cada milico debía llevar para averiguaciones un determinado número de personas al día y recurrían a cualquier método para conseguirlo.
No se podía salir sin la cédula de identidad a ningún lado. Una mañana mi madre salió a hacer los mandados, se alejó de mi casa sólo dos cuadras, cuando volvió habían cercado nuestra manzana y todo el que pasaba debía exhibir sus documentos, ella no los tenía, debía ser detenida. Luego nos contó que había dicho que tenía un bebé en la casa (no era verdad) y que le llevaba la leche mostrando la bolsa, que no podía dejarlo solo mucho rato. La dejaron pasar. No sé si le creyeron, pero se decía que no todos los milicos disfrutaban sintiéndose poderosos frente a los demás, algunos no se olvidaban que tenían familia y sólo por el temor de padecer lo mismo que el pueblo acataban las órdenes de sus superiores.

Una noche en que mi novio me acompañaba a mi casa, nos detuvieron en una esquina poco iluminada. Había una camioneta llena de milicos, nos separaron y nos pidieron la cédula de identidad. Oí al que estaba junto a mi novio decir en voz alta “¿Qué es esto?”, para que todos escucharan, y exhibiendo unas hojas en la oscuridad, lo entró a empujones a la camioneta. Pude ver que allí había más personas. Volví a su casa asustada a avisarle lo sucedido a su madre, no sabía qué podía ser lo que tuviera que fuera tan horrible, fuimos con ella a la casa de unos amigos a avisar, por las dudas que fuera alguna lista de direcciones o teléfonos que en esa época eran muy codiciadas.

Sabía de una muchacha del barrio a quien habían ido a buscar a su casa porque su nombre estaba en el cuaderno del liceo de una compañera que habían arrestado. Al poco tiempo la tiraron desde una camioneta militar en la puerta de la casa totalmente destrozada, no hablaba ni parecía conocer a nadie. Recibieron una llamada anónima pidiendo disculpas, se habían equivocado. Como no dio ninguna información porque no la tenía la torturaron hasta dejarla media muerta.

Volví a casa y prendí fuego a todo lo que podía ser considerado por la poca mentalidad de algunos como subversivo. Al día siguiente me enteré que no le habían encontrado nada, lo que exhibieron en la oscuridad era la cédula de identidad que en ese momento rompían.
Lo llevaron a la comisaría Nº 13, donde los policías protestaban porque le llenaban los calabozos de gente. En la mañana estaba de regreso en su casa y pronto para tramitar una nueva cédula de identidad porque la actual estaba destrozada.

Tuve que esperar un año para entrar a la facultad porque los cursos se habían atrasado. En ese tiempo busqué trabajo y me presenté a varios concursos para empleos. Me anoté en el Instituto Taquigráfico del Uruguay (itu) para practicar la taquigrafía que había aprendido en la utu. Si lograba velocidad suficiente podía dar concurso como taquígrafa para el Palacio Legislativo. Había muy pocos alumnos, habían desertado debido al cierre de las cámaras ocurrido por el golpe de Estado. En esa época todavía pensaba que esto duraría poco. Cuando me convencí de lo contrario yo también abandoné.

En el año 1975, por intermedio de un concurso dado el año anterior, entré a trabajar en una mutualista, también ese año ingresé a la Facultad de Odontología.

En la entrada de la facultad habían puesto varios cajones con divisiones, había que dejar la cédula de identidad en ese lugar antes de entrar y retirarla al salir. Custodiaba las mismas la Policía de Investigaciones. A la salida del segundo día mi cédula fue entregada en mis propias manos anunciando mi nombre con sonrisa burlona por uno de los policías.

Querían demostrar que ellos también estudiaban, memorizaban caras y nombres para poder ubicarte donde fuera. Era una forma de amenaza solapada, o así lo sentí yo.
Comenté lo sucedido a algunos compañeros, dijeron que a ellos también les había pasado pero nadie quiso hacer ningún comentario. Todos de algún modo desconfiaban de los otros. No se sabía bien con qué tipo de personas uno trataba, podía haber espías ocultos y por unas palabras de más pasarla bastante mal.

En mi trabajo me agremié al sindicato de trabajadores. Al año siguiente intervinieron la mutualista. Mis patrones pasaron a ser militares de carrera. Se disolvió el gremio. Si bien el contacto con los nuevos dueños prácticamente no existía, cambió bastante el sistema de trabajo. Muchas jefaturas, presionadas o no, se olvidaron de algunas cláusulas del reglamento de funcionarios. Aquellos compañeros que tenían familiares presos o desaparecidos, o los que opinaban diferente, o los que no gozaban de la simpatía de los jerarcas fueron acosados y muchos tuvieron que renunciar.

Se propuso las ocho horas diarias de labor en forma voluntaria, con un aumento en el sueldo y para los administrativos pasar de las 35 horas semanales a las 40 o 44.
Algunas personas aceptaron; otras, como yo, decidimos que si había una conquista gremial anterior no teníamos derecho, por sólo una mejora económica temporaria, a derrotarla tan fácilmente. Los que no aceptamos tuvimos varias limitaciones en nuestro trabajo. De a poco fue aumentando el número de adhesiones al incremento de horario.
Lo que en un comienzo quiso aparentar ser una oferta terminó mostrando su verdadera cara: la opresión.
No se realizaron más concursos ni para ingreso de nuevos funcionarios ni para ascensos, todo era a través de acomodos.

Me quedó grabado de estos tiempos las marchas escuchadas en la radio y televisión de los comunicados de las Fuerzas Conjuntas.

Me quedó grabado el significado de la letra de nuestro himno patrio, al que desde niña me habían enseñado a memorizar (como tantas otras cosas) con el criterio erróneo de que es más sano y útil que aprender a interpretar y razonar. Todo lo que puede traspasar la frontera del tiempo de su creación, para convertirse en un principio, nos cuestiona las reglas de una sociedad que bajo la cortina de la tranquilidad quiere tener todo bajo control.

Y sobre todo, me quedó grabado lo que puede ser capaz de hacer un ser humano cuando tiene el uso indiscriminado del poder. El poder de dejar sin trabajo a familias enteras llevándolas a la pobreza, el poder de amenazar, de inculcar el terror, de separar familias, de combatir vidas, de trasmitir dolor. Aquel deseo de poder que saca a luz la discriminación que ha sido reprimida por mucho tiempo, pero que está, la discriminación social, cultural, económica, religiosa, sexual, de nacionalidad, de ideas o simplemente por el aspecto físico.

El poder hace olvidar los valores culturales y sociales, desarrolla la creatividad en la perversión mostrando los más bajos instintos. Dependiendo de la posición social o laboral de quien lo posee se notan sus diferentes matices.

En estos tiempos sentí el poder en el abuso en las funciones laborales, usando como justificación ficticia la protección hacia ellos y los demás. También lo vi en mayor medida en no pocos milicos de bajo rango, que siempre estuvieron pisoteados por sus superiores y ahora podían vengarse en los inocentes, desatando su furia contenida sin el menor castigo y hasta a veces buscando la alabanza. Lo vi en aquellos militares de alto rango que se sentían los dueños del país y de cada uno de sus habitantes.

La historia algún día contará sobre los años de la dictadura, cómo y por qué empezó y terminó, las consecuencias políticas y sociales, pero los sentimientos y las razones de determinadas actitudes posteriores, frente a nuestra familia y al resto de la sociedad, sólo los podremos saber quizás nosotros mismos.

En el Río de la Plata hay un dicho popular que pretende utópicamente protegernos; es el “no te metás”, significa que veas pasar las cosas a tu alrededor como si no existieran, así estarás libre de problemas. El dicho tendría que decir “no te metás porque ya estás metido”,vivimos en la misma ciudad, en el mismo país y en el mismo planeta que el resto de los seres humanos y, aunque no podamos apreciarlo, nuestra visión frente a los hechos está y se verá reflejada en el futuro de la sociedad. No somos tan insignificantes como creemos.

Cuando mis hijos me cuentan de compañeros que sienten miedo de acercarse al centro de estudiantes o de concurrir a una marcha, pienso en el poder del terror que puede transportarse a través de las generaciones. Pienso en sus padres y abuelos que los deben amar igual que yo, pero que no pudieron separar su dolor de la educación y formación de sus hijos. Pienso en el amor filial de esta juventud que para no asustar más a su familia acepta poseer el mismo temor. Quizás compartiéndolo sea menos doloroso.


Ana Mª Carminati
Memoria para Armar

13/8/08

El coronel (r) no tiene quien le escriba

Y ese día, aunque haya tardado muchos años, finalmente llegó. La época de los militares genocidas que sentían que la impunidad nunca se habría de acabar, que se paseaban entre nosotros llenos de soberbia creyéndose intocables a pesar de su saña asesina, que estaban seguros de que la justicia nunca los llamaría a responsabilidad, se equivocaron rotundamente. Tenían la obtusa convicción de ser una casta superior de iluminados que nunca pagarían por sus aberrantes crímenes. Hacía 33 años que estaban a salvo. Primero fue la dictadura con su terrorismo de estado quien los encubrió. Ya en Democracia, gracias a la ominosa ley de caducidad que genuflexos como el ex presidente Sanguinetti y su socio de la gobernabilidad, Wilson Ferreira Aldunate pergeñaron, nadie pudo molestarlos. Luego, la aplicación cómplice que hicieron de esta misma ley todos los gobiernos blancos y colorados que siguieron, los mantuvo a cobijo de la justicia, terminándose de hecho por convalidar todos los horrores cometidos durante los años de plomo.

Pero lo que no tuvieron en cuenta los genocidas, ni tampoco los políticos blancos y colorados que los amparaban, es que los pueblos (aunque a veces demore tanto que maduren sus tiempos), inexorablemente, necesitan encontrarse con la verdad y estar plenamente imbuidos del espíritu de que la justicia se aplica a todos por igual. Ningún pueblo es verdaderamente libre hasta que consigue que todos y cada uno de sus integrantes sean igualmente responsables por sus actos ante la ley. Ninguna democracia se consolida si no asegura que la libertad está firmemente asentada en los pilares que sólo la justicia le puede brindar. Por esto, los uruguayos a partir de este 11 de septiembre hemos comenzado a deshacer los barrotes que la impunidad había impuesto a nuestras libertades, y además, por fin, hemos consagrado integralmente nuestra convivencia democrática.

En este día que resultará inolvidable para la mayoría de los uruguayos, la nota de color la dio el Gral. (R) Paulós. Desempolvando folletines antiguos, sin marcha militar pero en un tono altisonante, --como el que utilizaban los comunicados de la DINARP cuando nos querían intimidar en aquellos tiempos tan oscuros--, dijo que sus camaradas (denunciados por más de 20 años como asesinos, torturadores, violadores y ladrones) habían sido procesados en un acto de revanchismo. Modestamente, nos parece que con tal aseveración el Sr. Paulós se está equivocando de cabo a rabo. Estaría muy bien que hablara de revanchismo si, por ejemplo, a los militares encausados se les hubiera hecho pasar por los mismos tormentos que sufrieron decenas de miles de uruguayos durante los 12 años que duró la dictadura: torturas, desapariciones, ejecuciones, exilio, destituciones, ciudadanos clase C, proscriptos, etc. Pero nada de esto ocurrió. También podríamos decir que habría revanchismo si, a los ahora procesados, se les hiciera purgar sus condenas en las mazmorras donde encarcelaron a nuestros mejores compañeros, a pesar de que las mismas resultaban indignas hasta para animales. Todo lo contrario, los camaradas en cuestión van a gozar del privilegio de estrenar una exclusiva cárcel modelo. En definitiva Sr. Paulós, revanchismo hubiera sido, sin dudas, montar la tragicómica parodia de justicia que fueron los juzgados militares donde se condenó a miles de uruguayos, la inmensa mayoría de ellos, por exclusivos delitos de conciencia, o sea, por el sólo acto de pensar y ser de izquierda. Qué gran diferencia con estos oficiales que fueron denunciados ante un Poder Judicial independiente y con todas las garantías que sus víctimas nunca tuvieron. Por todo esto, bien le convendría callarse la boca al Sr. Paulós, ex jefe de los servicios de inteligencia del proceso cívico-militar, porque todo lo que diga podrá ser usado en su contra. ¿O todavía no se dio cuenta que la Justicia se echó a andar en nuestro país?

Creemos, sinceramente, que ha llegado la hora de que nuestras Fuerzas Armadas dejen de ir a contrapelo de la Historia y se pongan al tono de los nuevos tiempos. Este fallo de la justicia, y todos los que en el futuro vendrán, así lo determinan. El Ejército Nacional no puede seguir amparando y protegiendo, como lo ha hecho hasta el presente, a toda esta escoria humana que cometió los más atroces delitos. Escoria humana que fue tan valiente cuando apretaba el gatillo contra seres indefensos, que se jactaba de su coraje cuando aplicaba la picana o hacía el submarino, que se sentía tan viril cuando violaba mujeres maniatadas, que se regodeaba cuanda separaba a un recién nacido de una madre presa, y que ni siquiera sentía ni un poco de vergüenza cuando robaba con impudicia. Todos aquellos militares que clamaban ser victoriosos de una guerra que jamás existió, finalmente terminan resultando en estos cobardes del presente, "hombres de honor" que andan huyendo y escondiéndose, que están desesperados por sacarse el lazo del cuello y que no tienen el valor suficiente como para afrontar las consecuencias de sus actos. Estos señores deshonraron los uniformes de los verdaderos soldados de la Patria. Lo hicieron cuando mancharon los propios con sangre inocente de sus hermanos Orientales. Debería ser el Ejército Nacional quien también, ahora mismo y sin demoras, les exigiera a estos indignos camaradas que la Institución no dejará de pedirles que le rindan sus cuentas.

Ojalá que así sea. Ojalá, también, que ante estas circunstancias, la Institución Armada asuma, en un acto de grandeza, el mea culpa impostergable que de una vez por todas demuestre que se comenzó a separar la paja del trigo. El primer paso es reafirmarnos fehacientemente lo que todos queremos creer: el coronel (R) Gavazzo ya no tiene quien le escriba. El y todos sus secuaces se han quedado solos. Esta es la única forma de que el Ejército Nacional --que no debemos olvidar que tuvo a Artigas como su primer Jefe--, pueda reivindicar su honor y recuperar la estima que alguna vez gozó dentro de nuestra sociedad toda.

José Miguel García

12/8/08

Haces de luz en mi memoria

“Hay golpes en la vida tan fuertes”, al decir de Vallejo... pero más fuertes que la pena y el olvido, no lo creo. Desde aquel 14 de diciembre de 1974, cuando escuché por Telerrotativo, Canal 3 de Paysandú, a un periodista: “Anoche fueron encontrados en plena ruta en pueblo Soca cinco cuerpos sin vida, que vestían ropas y zapatillas argentinas. Según los lugareños, durante un buen lapso de tiempo un helicóptero sobrevoló la zona y del mismo se presume que fueron lanzados al vacío sin vida”. El locutor comenzó a dar nombres de las presuntas víctimas, que serían subversivos buscados por la justicia militar uruguaya.

Al escuchar los nombres salté en mi sillón, respiré hondo, no podía creer lo que estaba escuchando. Una de la personas mencionadas, Graciela Estefanel, yo la conocía muy bien, se había criado en mi barrio; cuando pasan los años se van a estudiar y luego los vemos esporádicamente, ella se va a estudiar agronomía. Corrí al teléfono, llamé a un familiar para verificar la noticia. La señora me aseveró lo mismo, era una tía, a la que di los pésames, anunciándome que sería sepultada en Paysandú, que Marta, su madre, venía en el cortejo.
Yo no le encontraba sentido a lo que pasaba, si bien sabía por su madre que trabajaba en Buenos Aires.

Cuando la angustia llena el pecho, nos vienen a la memoria los recuerdos, los mejores... Cuando Graciela había empezado a manejar el viejo automóvil de su padre y lo dejaba a la sombra frente a casa, o compartíamos libros y revistas con su madre.

Después que falleció el esposo, Marta se paraba a conversar en la vereda... Ahora que compartía con ella la alegría de tener dos nietas escolares de otra hija que le llenaban la vida...
Volví a la realidad, a conversar conmigo, ¿cómo se puede soportar está ironía del destino?, pero era notorio, las Fuerzas Armadas habían comenzado a levantar duras murallas.

¿Acaso Graciela rompió con los esquemas familiares porque su padre perdió la empresa molinera-fideera?

Un desasosiego corría por mi cuerpo, mi marido trabajando, mis hijas en sus actividades y yo espiando el anochecer.
Corrí al teléfono, hablé con una o dos personas de mi amistad, pero lacónicamente me decían ¡qué barbaridad!, ¡oh, qué horrible!, pero colgaban enseguida, no deseaban hablar; entonces recordé que muchos temían por eso de los teléfonos “pinchados”.

Al anochecer del día siguiente, su madre llegó acompañando los restos mortales de su hija. Instalaron el velatorio en la primera habitación a la izquierda, donde estaba la sala, su madre entre lágrimas llegó a decirme que había estado en Buenos Aires, que con un hábeas corpus en su mano la buscó días y noches, deambulando de una embajada otra, fue al Ministerio del Interior y recorrió cientos de comisarías. Con los pies deshechos, sin esperanza y perdidas sus fuerzas, en soledad regresó a Montevideo.

Como a tientas crucé a mi casa a preparar la cena; después que todos se acostaron, con mi esposo volvimos al velatorio. Yo había observado por las celosías desde lo alto de mi casa el movimiento de algunos hombres que se apostaban cercanos al domicilio, en las sombras de los árboles.

La casa amplia, con hermosos patios interiores y exteriores, resultó pequeña para compartir el dolor junto a su madre. Un silencio de profundo respeto, de voces apagadas se unía al humo de los cigarrillos. Ni se oía el transitar de las tacitas de café, mientras el mate daba vueltas de mano en mano en algún rincón.

No olvidemos, era diciembre, cuando los jazmines del cabo quedan nevados en los pequeños árboles; sentada en la sala recordé los días que las hijas salían con un ramo en la mano.
Ahora, los jazmines cubrían el féretro y toda la casa estaba impregnada con el dolor del perfume que emanaban. Con mis ojos recorrí la pequeña habitación y vi subir desde el manto floral una aterciopelada mariposa blanca que aleteando subió y se prendió en el nacimiento de una cortina, jugando con su mimetismo.

Mañana del cortejo al cementerio. Vi a Marta un poco más descansada, pero pálida, mustia su voz. Marcado el rostro por su habitual cabello blanco contrastando con sus grandes ojos negros, que parecían perdidos en el tiempo.

El cortejo no fue muy grande, tíos, primos, algunos amigos (nada que ver con el del padre, medité). En el camino a su tumba, nos acompañábamos con el roce de la piel. Alguien dijo: “La gente tiene terror por que la vean aquí; pero esto pasará a la historia”. No imaginábamos todavía que ese aguijón de injusticias duraría tanto tiempo.

Cerrada la tumba, su madre con gran entereza depositó un pimpollo amarillo en un vaso, los predilectos de su hija, como solía decir. Y estábamos allí con lágrimas tragando, mirándonos perplejos, mientras noté que tres hombres con gafas se movían detrás de los cipreses.

¿Quién recuerda hoy a Graciela? ¿Por qué no se conoce aún el hecho con claridad? ¿Por qué fue elegida con esos compañeros para ser transformada en mártir el día del asesinato en Francia del coronel Trabal; hecho aún no aclarado y divulgado en forma ?
Sé que hubo un minuto de silencio, ¿alguien recuerda acaso tu destino?, hay un manto de olvido que se intenta dejar sobre el sepulcro de granito.
¿Quién deposita ahora perfumados pimpollos amarillos?, ¿a quién encomendó tu madre ese recuerdo tibio?




(La mamá de Graciela vive con sus dos nietas en Europa. Ante tanto dolor, nos mira y se informa a la distancia.
Nos acompañó en la formación del FA, creo que fue un gran gesto de amor a su hija haber facilitado a esta fuerza política la compra de su casona.)


Dora Estela Ruiz
Memoria para Armar