19/8/08

El atropellao - Abel Soria

Descúlpeme, patroncito,
que le escríba con la izquierda;
pero me risulta lerda
la derecha pa un escrito.
Me hace pegar un grito
rogando por un calmante
que a mi lao el praticante
si no se recibe pronto,
tiene que ser medio tonto
porque ha praticao bastante.

Sigún mis suposiciones,
la causa de este problema
jue el auto de una tal… Ema,
borracha hasta los talones:
Contando mis machucones
el dotor dijo: “Ema - toma”,
y si no lo dijo en broma
y es cierto que Ema se mama,
culpa de Ema estoy en cama
feliz de no estar en coma.

Me estraña mucho, patrón,
que usté le hayga errao tan feo
enviando a Montevideo
a semejante chambón.
Desde la mesma Estación
enderecé afalto adentro
y le juro que me encuentro
medio ronco todavía
de tanto decir: “Güen día”
por esas calles del centro.

Allí al costado de una vía
enchastrada de alquitrán,
se me amojosó el afán
de jinetiar un tranvía.
Y esperando medio día
sin que pasara ninguno,
me aburrí como un reyuno
pues de tal modo se atrasan
que me enteré que no pasan
del año cincuenta y uno.

Por todas las avenidas
cruzan como cucarachas
autos de distintas fachas
y de distintas medidas.
Como si jueran nacidas
o trasplantadas de ráiz,
sobre el lomo’e los tranguais
crecen dos varillas flacas
que parecen las estacas
de la zorra’e cinchar máis.

Pa tropiar tanto ganao
sin poner guardias civiles,
hay postes con tres candiles
en un tablero ensartao.
El de arriba es colorao
lo mesmo que sangre’e toro;
el del medio es color oro,
por no decir güevo frito,
y el de abajo, verdecito,
lo mesmo que pluma’e loro.

Si el rojo está iluminao,
todos en seco se paran
como si le desconfiaran
al partido colorao.
Y aunque de uno y otro lao
la gente espera tranquila,
hay ruralistas en pila
que cuando el rojo se pierde,
miran la divisa verde
y la atropellan en fila.

Relumbrando como el ojo
redondito de un conejo
alcancé a ver el reflejo
tentador del candil rojo.
Y ganao por el antojo
de no perderme un detalle,
como soy del lao de Balle
y el rojo me simpatiza,
cabrestiando a la divisa
me dio por cruzar la calle.

Y ahora que salvé la vida
venga verme, patroncito
que estoy solo en un cuartito
con la osamenta molida.
Si quiere hallarme enseguida
sin el mínimo tropiezo,
déle al portero algún peso
pa evitarle la molestia
y pregunte por la bestia
que tiene un recao de yeso.

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