14/8/09

Liber Arce - Un mártir emblemático

El 14 de agosto de 1968, hace hoy 41 años, la predictadura pachequista cobraba su primera víctima.

Líber Arce, un estudiante universitario de 28 años militante de la UJC, moría como consecuencia de las heridas recibidas por balas policiales en los alrededores de la Facultad de Veterinaria, donde dos días antes había tenido lugar una movilización estudiantil contra la escalada represiva del gobierno; el hecho ocurrió en la calle General Prim, hoy llamada Líber Arce en homenaje al primer mártir estudiantil.

El presidente Jorge Pacheco Areco --un oscuro ex diputado colorado con antecedentes de boxeador, que ocupó la primera magistratura merced al síncope cardíaco que causó la muerte del general Gestido-- estrenó su gobierno, en diciembre de 1967, con un preanuncio de lo que sería su gestión al frente del Ejecutivo: por un decreto de fecha 12 de diciembre clausuró el matutino Epoca y el semanario socialista El Sol, y declaró disueltos e ilegales al Partido Socialista, la Federación Anarquista Uruguaya, el Movimiento Revolucionario Oriental, el Movimiento de Acción Popular Uruguayo y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

En junio del año siguiente (1968) el gobierno --que ya había exhibido su carácter autoritario-- decretó medidas prontas de seguridad, régimen excepcional que fue sin embargo la constante de su accionar. Al amparo de esa disposición constitucional, Pacheco Areco impulsó su programa económico que tendía a beneficiar a las clases dominantes (su gabinete se integró con hombres representativos de la banca, del gran comercio, de la industria y del sector agroexportador) en perjuicio de los asalariados. En previsión de la resistencia que esa política económica generaría, fue que se implantaron las medidas de seguridad de modo de permitir al gobierno desatar una represión sin precedentes contra el movimiento popular. Fue también entonces que la censura a la prensa y la clausura de diarios empezaron a ser moneda corriente.

Esa represión fue particularmente dura contra los dos focos emblemáticos de la resistencia: las organizaciones estudiantiles (FEUU y FES) y la CNT que, bajo la consigna clásica de "obreros y estudiantes, unidos y adelante", enfrentaban con coraje los desbordes autoritarios del gobierno. Porque además de decretarse la congelación de salarios, se atacaba el fuero sindical, se militarizaba a bancarios y funcionarios, al tiempo que la Universidad era ahogada económicamente y su autonomía, amenazada.

En ese contexto la respuesta del gobierno a los reclamos consistía en la presencia ominosa de cuerpos policiales que reprimían la rebeldía con ferocidad creciente: sablazos, gases y cachiporras eran el único lenguaje del gobierno.

El único lenguaje hasta que las fuerzas represivas incorporaron armas de fuego, con lo que se inició la orgía de sangre y el terrorismo de Estado que habría de durar hasta mediados de los ochenta. Después de Líber Arce, al mes siguiente vendrían los asesinatos de Hugo de los Santos y Susana Pintos; y en los años subsiguientes, los de Heber Nieto, Julio Spósito, Joaquín Klüver y otros.

El entierro de Líber Arce se convirtió en un plebiscito contra el gobierno. Desde el edificio central de la Universidad --donde había sido velado-- partió una multitud calculada en 200 mil personas que acompañó el cortejo acongojada pero firme y valiente en aquella tarde gris en que Uruguay había sido sacudido por el hecho --inédito hasta entonces-- de la muerte de un estudiante en la calle.

16/2/09

Confeciones de un ex agente chileno sobre Contreras y Londres 38

Confiesa el ex agente Nibaldo Jiménez de la dictadura Pinochet que Contreras ordenaba y cuerpos eran arrojados al mar con rieles desde Londres 38.

Ex agente Nibaldo Jiménez le entregó al juez Guzmán un atroz relato donde narra las brutalidades de funestos personajes como el "Guatón Romo" o Marcelo Moren Brito y su lazo con la delatora Luz Arce. Acusa a Miguel Krassnoff y Maximiliano Ferrer de resolver qué cuerpos desaparecerían con el visto bueno del jefe del ente represivo.

"El general Contreras era quien revisaba las listas y, en definitiva, quien decidía la suerte de los detenidos" confiesa el ex agente de la disuelta DINA, Nibaldo Jiménez Santibañez, en un descarnado relato que entregó al ministro de fuero, Juan Guzmán Tapia, donde reseña el modo de operar de la DINA en 1974 y detalla las torturas que realizaban el coronel (r) Marcelo Moren Brito y Osvaldo Romo Mena. Pero esta confesión pasa a ser insignificante cuando asegura que en Londres 38 había rieles en los que se depositaba el cuerpo sin vida de los detenidos para lanzarlos al mar.

En el expediente conocido como Villa Grimaldi, en el que se investiga la participación de la DINA en torturas, secuestros y detención ilegal de personas, el ex agente indica que en 1974 fue designado al organismo y destinado al cuartel de José Domingo Cañas.

En ese recinto conoció a Marcelo Moren Brito, quien "aparecía de repente y primero era jefe, se perdía por tiempo y luego aparecía otra vez como jefe. Era de Villa Grimaldi y de José Domingo Cañas y aparecía muy de vez en cuando. No lo vi en Londres 38, luego fue reemplazado por Pedro Espinoza".

Sobre Moren añade en una declaración efectuada ante el Undécimo Juzgado del Crimen de Santiago, y anexado al proceso que tramita el ministro Guzmán, que "al parecer viajaba por todo Chile. Tenía un cargo muy importante. Él detenía a la gente de importancia, pero no interrogaba, sino que hacía una minuta y se la entregaba a un grupo de interrogadores".

Jiménez explica que sus primeros contactos con otros agentes fueron con Osvaldo Romo Mena, el Guatón Romo, y con una detenida ex integrante del Partido Socialista, Luz Arce, quien bajo las torturas delató a varios de sus compañeros : "esa niña era bien inteligente y los funcionarios decían que cualquier cosa que quisiera saber pregúntaselo a la súper-genio, porque era bien habilosa. Yo acudí a ella porque no conocía mucho y ella me explicaba la militancia de la gente, los partidos, como había empezado esto y me ayudó bastante bien".



Londres 38
Aunque el agente reitera que sólo conoció Villa Grimaldi, José Domingo Cañas y Cuatro Alamos, confiesa que en una oportunidad llegó a Londres 38 y "había más de 40 detenidos sentados en algo parecido a una iglesia".

Sin mostrar una mínima señal de angustia, Jiménez sostiene que preguntó dónde estaba el baño y le dijeron que subiera. "Subo al baño y al lado de éste había varios pedazos de rieles cortados, se notaban que estaban cortados hacía poco, ya que estaban brillantes por el lado cortado. Y a mí me extrañó... por qué tantos rieles, y me explicaron que 'esos son para los paquetes'. Yo pregunté qué paquetes, y me respondieron : para los que se van cortados todos los días de aquí, un lote grande va al mar, los envuelven en un saco bien amarrados con alambre, echan el cuerpo y el riel y con el peso del riel se van para el fondo".

Inmutable, el ex agente agrega : "quien mandaba los individuos al mar era una reunión que se hacía con los jefes del grupo en esa época, que en ese tiempo eran los capitanes Miguel Krassnoff Martchenko, Maximiliano Ferrer Lima, otro de apellido Barrieta, que representaban a los diferentes cuarteles. Los que se reunían, en algo así como un juzgado, decidían quién se salvaba y quién se iba al mar, lo que significaba que serían desaparecidos. Para esto, en Villa Grimaldi se manejaban códigos que consistían en anotar en un libro al lado del nombre del detenido algo relacionado con el mar como por ejemplo PM (Puerto Montt)".

Añadió que "estos libros se llenaban en la tarde para luego ser enviados con dirección al General Contreras, jefe máximo de la DINA. Contreras era quien revisaba las listas y, en definitiva, era quien decidía la suerte de los detenidos", añade.



Las actuaciones de Moren Brito y el Guatón Romo
Jiménez recuerda también en su declaración que "en una oportunidad, cuando llegué a José Domingo Cañas, fui llamado por el señor Moren y me dijo que me iba a enseñar lo que le pasa los traidores, sobre todo a los de Investigaciones. 'Aquí tienen que andar derechitos'. Me dijo que fuera a ver un cuarto que estaba abarrotado de detenidos, y entonces él llamó al detenido Teobaldo Tello, y él abre su boca y vi que estaba completamente ensangrentada'. Explica que le costó darse cuenta lo que había pasado, pero que luego se fijó con más atención y se dio cuenta 'que sus dientes habían sido removidos con un alicate por parte del señor Moren".

Agregó que no supo más de él, 'pero dudo que haya sobrevivido, ya que era torturado constantemente y de una manera intolerable". Y Jiménez no se equivoca : el Informe Rettig establece que el detenido al que hace alusión era el ex fotógrafo y ex funcionario de Investigaciones Teobaldo Antonio Tello Garrido (MIR), aprehendido el 22 de agosto de 1974 por civiles que lo condujeron al recinto secreto de detención de la DINA, ubicado en calle José Domingo Cañas con República de Israel, comuna de Ñuñoa, para después ser trasladado a Cuatro Alamos, desde donde desapareció.

El ex policía fue visto en diversos centros de reclusión por numerosos testigos, todos los cuales hicieron notar las duras torturas a las que fue sometido y las condiciones físicas en que lo vieron. Destaca en estos testimonios que tenía su boca manchada con sangre y prácticamente no emitía sonidos.

De Osvaldo Romo no tiene mejores recuerdos. Él, afirma era "muy malo", "no tenía sentimientos humanos. Había sido dirigente de la Unión Popular y luego se presentó a Investigaciones a decir que podía entregar a mucha gente. Claro, él los conocía a todos, como era de la Junta de Vecinos, y comenzó a tomarlos detenidos a todos. Y cuando los detenía era muy sádico con ellos, porque cuando llegaba allá (José Domingo Cañas) los agarraba a patadas en el suelo". "Yo quedé enfermo de los nervios. Aún me repercuten las secuelas por las brutalidades de Moren y Romo", precisa.

Mercedes Castro
PrimeraLínea, Chile, febrero 2005

15/2/09

Los carnavales (Antanño y Oganño)

Echarame yo a ahora a hacer un estudio histórico desde los comienzos del carnaval, y tuviera , de seguro, para indigestar a mis lectores con un par de columnas de citas, fechas, lupercales y saturnales y mil otras antiguallas que hablarían mucho en favor de mi erudición, para los que no saben que estas cosas se encuentran en cualquier librajo de esos en que muchos cosechan los partes y novedades con que se dan ínfulas de ser sabedores de cosas de otros siglos, sin darse cuenta, las mas de las veces, de lo que acontece en el que viven, como que va mucho de copiar lo que otros dijeron a hacer por sí las observaciones y comentarios a que se presta lo que nos rodea.
No crea, pues, el lector, que voy a remontarme hasta los orígenes de la fiesta que hoy comienza, pues solo echaré un vistazo a quince años atrás, la mitad de los que tengo con un item que no hay para que detallar, pues sabido es que, tanto hombres como mujeres, no salimos de los treinta hasta que los cuarenta nos suenan, y de acá a allá, todavía va larga para mi. Así pudiera estirarlo ... !.
Decía, pues, y digo, que ahora quince años, y menos aún, se jugaba al carnaval a huevazo limpio, cosa de todo sabida, pero como el tiempo pasa, y con el se van los recuerdos, no estará de mas hacer memoria de aquellos tipos especiales de nuestro carnaval, y digo nuestro, porque no he oido jamás hablar de que, fuera del Río de la Plata, se jugase a carnaval como entre nosotros, de aquella manera criolla, que degeneraba, las mas de las veces, en sopapos.
Convengo con los que dicen que aquello era bárbaro, pero quiero , también, que convengan conmigo en que era muy divertido; era mas espontáneo, mas popular, y, sobre todo, mas barato.
Los edictos policiales solo prohibían el uso de huevos de avestruz, y otras armas por el estilo, capaces de dar en tierra con los transeuntes, y el comienzo del juego se anunciaba con un cañonazo, disparado desde la que fue fortaleza de San José, y no hay para que pintar la ansiedad con que los jugadores esperaban, reloj en mano, el estampido guerrero para emprenderla con el primer incauto que pasase.
Todo era sonar el cañonazo y echarse a la calle centenares de muchachos, con canastas los unos, y con cajones los otros, colgados con un cordel de los hombros, anunciando a grito pelado.
A los buenos guevitos de olor pa' las niñas que tienen calor!
A lo que otros contestaban:
A los buenos guevitos de triquitraque pa' las niñas que usan miriñaque!
Llevaban los muchachos su frágil mercancía muy arreglada en hileras rojas, verdes, azules y amarillas, según el color dado a la cera con que se tapaban las cáscaras después de llenarlas de agua nominalmente perfumada, a razón de un frasco de "eau de cologne", de aquellos larguiruchos, por cada balde de agua, y retobadas con trapos de todos colores, cortados en redondo, y sumergidos dentro de la cera hirviendo para pegotearlos en el huevo relleno, que quedaba convertido en temible proyectil.
Estos chicuelos surtían a los jugadores accidentales, paseantes que se entusiasmaban al recibir un balde de agua, y devolvían la fineza con una docena de balazos, que no de huevazos, según era la fuerza con que arrojaban las cáscaras, muchas de las cuales, mal rellenas, se estrellaban en el aire, disolviéndose la carga de agua en menudísima lluvia, tal era el impulso que llevaban.
Pero el jugador típico era el orillero de sombrero gacho, poncho, pañuelo de golilla, y en la mano otro atado por las cuatro puntas, dentro del cual llevaba su provisión de hasta dos docenas de huevos, bastantes para divertirse los tres días. A buen seguro que mi hombre lanzase un huevo a la ventura. Apuntaba como quien va a tirar al blanco, reboleaba el brazo dos o tres veces, y si consideraba dudoso el golpe, volvía a guardar el huevo, para no malgastarlo.
Y así se recorría toda la ciudad, soportando los baldes de agua que de las azoteas y balcones le llovían, o recibiendo en plena cara uno de esos jarazos traicioneros que salían de atrás de una puerta entornada, disparados generalmente por una fornida gallega o por alguna morena de esas que tienen cada brazo como un tronco.
Al caer la tarde, se veía venir en una u otra dirección una gran comitiva, precedida y seguida de una turba de muchachos. Eran los jugadores de alto tono, la juventud dorada de Montevideo, que salía a jugar por lo fino, con cáscaras de cera y cartuchos de confites. Era de verlos tan ufanos y alegres con sus garibaldinas azules o rojas, pantalón blanco, bota de charol a la granadera, lujosa faja de seda, y en la cabeza una boina graciosamente achatada hacia un lado. Allí era el salir apresuradamente a los balcones las señoritas, armadas de sus jarros, echando agua con una mano sobre aquellos peripuestos donceles, y defendiéndose con la otra de los proyectiles que ellos le arrojaban con toda mesura, a barajar, para no lastimarlas.
- Acérquese, pues, no se acobarde - decía una dirigiendose a alguno de los campeones.
- Me acercaré si usted me tira esa flor que tiene en la cabeza - contestaba el amartelado galán.
- Allá va, venga a recogerla.
Caía la flor bajo los balcones, apresurábase el caballero a levantarla, y cuando con una amable sonrisa iba a saludar a la dueña, recibía en el rostro un torrente de agua que le cegaba y ahogaba, desgracia que el trataba de disimular diciendo con toda galantería:
- Como ha de ser! no hay rosa sin espinas ...
Y así seguía el juego por largo rato, ellos aguantando un diluvio de agua que les dejaba ensopados, y ellas recibiendo los huevos de cera, que se estrellaban en sus manos, perfumándolas con exquisitas esencias, no sin que de vez en cuando se oyese gritar:
- Puf! Está podrido.
Cuando ambos beligerantes quedaban ya rendidos de la refriega, empezaba la parte galante de la fiesta. Los caballeros arrojaban a manos llenas cartuchos de confites, y ahí era el gritar y manotear de los chicuelos, que estaban a los desperdicios, lanzándose en masa sobre la vereda cuando algun cartucho no llegaba a su destino, empujándose, pateándose, por agarrar la codiciada presa, mientras los jugadores hacían toda clase de esfuerzos para barajar las coronas que en cambio de los confites les llovían, retribuyendo ellos todavía el obsequio con cajas especiales, de antemano destinadas a fulana y a sutana, a quienes las enviaban por medio de sus sirvientes, no atreviéndose a correr el albur de que al arrojarlas cayesen entre la turba multa de harrapiezos que andaban a caza de gangas.
Venían, por fin, los saludos, que por lo general iban rociados de algun jarrazo especial, combinado con la mucama, estratégicamente colocada para no errar el golpe, y tras de esta húmeda despedida, retirábanse los jugadores, mojados hasta la médula de los huesos, las camisetas lacias, destiñendo el azul o el rojo de la tela sobre los pantalones, pero muy orondos con sus coronas, terciadas al hombro, cifrando cada cual su orgullo en el mayor número de las conquistadas en la acción que acababan de librar. Pobres coronas! al finalizar la jornada, solo quedaba de ellas algun jirón de tarlatana marchita, y como triste realidad, el arco de barrica en torno del cual la delicada mano de fulanita abullonara crespones y tules para obsequiar a su campeón.
Muchas veces, cuando las heroinas estaban ya muy tranquilas haciendo el recuento de los regalos y narrando los episodios del combate, se veían de repente sorprendidas, invadidas por un grupo de intrépidos que iban a librarles batalla dentro de sus propias trincheras. Gritos, cerramientos estrepitosos de puertas, vidrios rotos, repliegues de las jugadoras a un rincón, y protestas de los dueños de casa; tal era el comienzo de la lucha. El campo de batalla era la sala, prudentemente desamueblada desde el día anterior, sin alfombra, sin cortinas, sin ningún adorno, en fin, mas que la gran tina de baño colmada de agua, el baño de asiento, la tinaja, los tachos grandes de la cocina, y todo cuanto cacharro pudiera servir de depósito para tener mucha agua a mano.
Repuestas las niñas del susto, emprendían el ataque provistas de sus jarros pues buen cuidado tenían de no dejar sus armas para que el enemigo las aprovechase. Defendíanse los hombres como podían, con las manos, con el sombrero, con lo que les caía al alcance, pero generalmente acababan por quedar vencidos, porque es irresistible una carga de jugadoras de esas que se calientan en la refriega y ya no miran para atrás, arrojando agua mientras tienen agua, y concluyendo a jarrazo limpio cuando ya no tienen con que mojar. Escurríanse los asaltantes como podían, perseguidos hasta en la escalera, por la servidumbre que hacia de reserva a las patronas, pero frecuentemente sucedía que el menos listo o el mas aturdido quedaba solo, encerrado dentro de un círculo femenino que, no por serlo, era menos terrible, y entonce pagaba él la calaverada, por él y por sus compañeros. Esta le aturde con un jarro de agua en los ojos, aquella le aplasta encasquetándole un balde lleno en la cabeza, la otra le pellizca de un brazo, tironeándole la de mas allá de las orejas, hasta que, entusiasmadas de veras, cargan las cuatro con él, y a pesar de sus manotadas y pataleos, le zambullen dentro de la tina, y de buena gana le ahogarían, si la oportuna intervención del dueño de casa no pusiese fin a la gresca. ! Como salía de mohino y cariacontecido el zarandeado asaltante, es cosa que ya el lector sobradamente se imaginará ... !
Había también los jugadores hípicos, grandes jinetes que se lucían cerrándole piernas al caballo para pasar por entre dos cantones en medio de una granizada de huevazos y una lluvia de bombas, costalando el caballo sobre las piedras azorado con la bulla, con los proyectiles que lo herían, con lo resbaladizo del suelo y con la constante amenaza de los lados y del frente y de atrás, sin atinar por donde huir para librarse de aquel infierno.
La calle, sembrada de retazos de papel y de cáscaras de huevo, denunciaba a los jugadores que, ocultos tras los pretiles de las azoteas, acechaban a los incautos. De repente aparecía un transeunte, y mirando con cara de pillo, se aventuraba por la cuadra peligrosa, en la seguridad de burlar a los que le esperaban. Si las bombas y cáscaras estaban sobre una acera, tomaba el por la de enfrente, calculando entre si que los jugadores estarían encima de él, y contra ellos se defendía pegándose todo lo posible a la pared para resguardarse con las cornisas y balcones.
Inocente!. Cuando mas contento iba, felicitándose de su travesura y sonriéndose del chasco que había dado, zas! de atrás de una puerta que él ni sospechaba, le disparan un balde de agua que le ensopa de los pies a la cabeza. Aturdido por la sorpresa y temeroso de una nueva arremetida, saltaba al medio de la calle, y entonces le aprovechaban los de arriba, apedreándole a huevazos, haciéndole tambalear a baldes de agua y muchas veces, dando con él en tierra de un bombazo certeramente acomodado en la cabeza. Entonces se armaba una de silbidos, de gritos, de toques de corneta y de matraca que atraían a todos los curiosos, prudentemente aglomerados en la esquina, y cuando mas encantados estaban estos gozando con las desgracias del caido, cataplúm!, llovía sobre ellos toda una tina de agua que les dispersaba echando pestes y maldiciones contra el travieso que tan donosamente les había burlado.
Oh! Los buenos tiempos! Y se fueron para no volver. Ahora todo es mezquino y raquítico. Se juega con pomitos, ridículo remedo de aquellas monumentales jeringas cuyo grueso chorro alcanzaba hasta los miradores y los mismo que los jugadores, se van las máscaras, aquellos "mascaraos" típicos que ha pintado de mano maestra Dermidio De María, describiendo a los marqueses y las pastoras sudados ellos dentro de sus casacones de terciopelo, y despeadas ellas con los zapatos estrenados ese día, y domados en una continua caminata desde las doce hasta la puesta del sol, para seguir después el burreo en los trasijados bailes de rompe y raja, en que van las parejas ceñidas como los hermanos siameses, haciendo de dos cuerpos un solo bloque que se menea como un - Ay de mi! y suda mares desde la punta del pelo hasta ... ! - no descendamos, por higiene siquiera, hasta esos extremos que no hay para que nombrar! ...
Dónde se han ido los condes de la carreta de alambre con la boca de resorte para fumar una tagarnina? ?Donde, los indios de camiseta de punto, adornada la cintura y la cabeza con desperdicios de plumeros?
Qué se han hecho los turcos de cabeza atada con pañuelos de algodón, luciendo sobre la ropilla la licencia policial, y holgadamente calzados con amplias alpargatas?
"Los infantes de Aragón? Qué se hicieron? Dónde están?"
Ya no se ven aquellas comparsas heterogéneas, formadas por acumulación en torno de un acordeón y una pandereta, sin conocerse los unos a los otros, vinculados momentaneamente por el deseo de marchar al compás de una música cualquiera, y disolviéndose de la misma manera que se agruparon, sin darse siquiera las buenas tardes, elementos congéneres en el modo de ser, que se agrupan como lo hacen los pájaros, en bandadas, aunque sean de diversa procedencia y plumaje, solo porque son pájaros, como solo por ser turcos todos ellos se empandillaban aquellos "mascaraos" de los buenos tiempos.

Febrero 4 de 1883 De "Crónicas Montevideanas de un siglo atras" de Sansón Carrasco.

14/2/09

CIDH: Resolución N° 26/83 - Caso 5671


CIDH, 4 de Octubre de 1983



ANTECEDENTES:

1. Durante la Observación in-loco que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos realizó en el mes de septiembre de 1979 en la República de Argentina recibió la siguiente denuncia:

PATRICIO BLAS TIERNO, estudiante de Derecho de la Universidad Nacional de la Plata, fue detenido por el ejército el 15 de mayo de 1976. Estuvo alojado en la cárcel de Resistencia sin que se hubiese formulado cargos en su contra.


Estando preso fue asesinado en la localidad de Margarita Belén, Resistencia Chaco, en la madrugada del 13 de diciembre de 1976. El hecho se disfrazó como un enfrentamiento. Así salió en los diarios y se habría producido al ser trasladado por razones de seguridad de la cárcel de Resistencia a la de Formosa. Un verdadero absurdo porque la cárcel de Resistencia es una de las más seguras del país y la de Formosa no ofrece ninguna garantía. No salió el nombre de ninguno de los muertos pero luego se supo que los únicos muertos fueron todos los detenidos.


Después de su detención se había hecho una gestión ante el Ministerio del Interior. Ocho días después de que el ejército lo había asesinado el Ministerio respondió con fecha de 21.12.76 que él estaba a disposición del PEN por decreto No. 2137 del 22.9.76. La familia fue enterada de la muerte y ante su enérgico requerimiento se les entregó el cadáver.

2. La CIDH mediante nota del 25 de febrero de 1980, transmitió las partes pertinentes al Gobierno de Argentina solicitándole que suministrase la información correspondiente.

3. Obra en poder de la CIDH la nota DGAPI "D.E.P.S. 6226", del 21 de diciembre de 1976, firmada por el Capitán Carlos Rodolfo Doglioli en la cual consta que el señor PATRICIO BLAS TIERNO se encontraba a disposición de las autoridades gubernamentales.

4. Obran en poder de la CIDH las informaciones relativas a las circunstancias de la muerte del señor Tierno especialmente en las cuales consta que fue muerto en la madrugada del 13 de diciembre de 1976. Asimismo, como se pudo comprobar por la exhumación del cadáver, el señor Tierno fue enterrado completamente desnudo y su cuerpo estaba cubierto de barro.

5. Mediante nota de 18 de enero de 1983, la Comisión reiteró al Gobierno de Argentina la solicitud de información, señalando que de no recibir en un plazo razonable, la Comisión entraría a considerar la posible aplicación del Articulo 39 del Reglamento de la Comisión. Hasta la fecha el Gobierno argentino no ha respondido al pedido de la Comisión.

CONSIDERANDO:

1. Que hasta la fecha el Gobierno de Argentina no ha respondido a la solicitud de información formulada por la Comisión en relación al presente caso;

2. Que el Artículo 39 del Reglamento de la Comisión establece lo siguiente:

Artículo 39 (Presunción)

Se presumirán verdaderos los hechos relatados en la petición y cuyas partes pertinentes hayan sido transmitidas al Gobierno del Estado aludido si, en el plazo máximo fijado por la Comisión de conformidad con el Artículo 31, párrafo 5, dicho Gobierno no suministrare la información correspondiente, siempre y cuando de otros elementos de convicción no resultare una conclusión diversa.

3. Que en el momento de su muerte el señor Patricio Blas Tierno se encontraba a disposición de autoridades argentinas en un organismo de máxima seguridad.

LA COMISION INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS,

RESUELVE:

1. Presumir verdaderos los hechos denunciados en la comunicación del mes de septiembre de 1979 relativos a las circunstancias irregulares en que murió el señor Patricio Blas Tierno.

2. Declarar que el Gobierno de Argentina violó el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad e integridad de la persona (Artículo I) de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.

3. Recomendar al Gobierno de Argentina: a) que investigue los hechos denunciados; b) que en su caso sancione a los responsables; y c) que comunique a la Comisión la decisión que adopte sobre el particular dentro de un plazo máximo de 60 días y en especial sobre las medidas tomadas para poner en práctica las recomendaciones consignadas en la presente Resolución.

4. Comunicar esta Resolución al Gobierno de Argentina y a los denunciantes.

5. Incluir esta Resolución en el Informe Anual a la Asamblea General de la organización de los Estados Americanos de conformidad con el Artículo 9 (bis) inciso c) iii del Estatuto de la Comisión, sin perjuicio de que la Comisión, en su próximo período de sesiones, a la luz de las medidas adoptadas por el Gobierno pueda reconsiderar el caso.

13/2/09

CIDH: Resolución No.18/83 - Caso 2711



RESOLUCION No.18/83
CASO 2711
URUGUAY
30 de junio de 1983



ANTECEDENTES:

1. El 12 de enero de 1978 se recibió en la Secretaría Ejecutiva de la Comisión una nota fechada el 7 del mismo mes, en que se denuncia que, a raíz de la comparencia del señor Juan Raúl Ferreira ante la Comisión para informar sobre la situación de los derechos humanos en su patria, la República Oriental del Uruguay, recibió del Consulado de ese país en Washington una comunicación oficial de fecha 6 de diciembre de 1977, en que se le informa que las autoridades competentes uruguayas no autorizan la renovación de su pasaporte, que le había sido expedido el 5 de setiembre de 1972 por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay con el número 169.651

2. El 7 de abril siguiente al recibo de la denuncia, la Comisión dio a ésta el trámite que correspondía conforme a los Artículos 42 y 54 del Reglamento entonces vigente, poniendo en conocimiento del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay las partes pertinentes de aquella y solicitándole que, además de proporcionarle "la información que considere oportuna", le suministrara "cualquier elemento de juicio que...permita apreciar si en el caso...se han agotado o no los recursos de la jurisdicción interna".

3. El 6 de marzo de 1981, en acatamiento a lo que dispone el Artículo 39 del nuevo Reglamento, aplicable al caso conforme a su Artículo 49, y en vista de que el Gobierno del Uruguay no había dado la información que se le solicitó en la nota del 7 de abril de 1978, aprobó la Resolucíón 22/81 en que se declara que en el caso de autos "el Gobierno del Uruguay violó el Artículo VIII (Derecho de Residencia y Tránsito) de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre"; se recomienda al mismo Gobierno: a) que se renueve al señor Juan R. Ferreira su pasaporte y se le permita el ingreso a su patria; y b) que informe a la Comisión dentro de un plazo de 60 días sobre las medidas para poner en práctica esta recomendación; y se dispone que la Resolución se incluya en el Informe Anual de la Comisión "sin perjuicio de que la Comisión pueda reconsiderar el caso a la luz de las medidas que el Gobierno haya adoptado.

4. La Resolución 22/81 fue puesta en conocimiento del Gobierno de Uruguay mediante notas al Ministerio de Relaciones Exteriores y al Embajador ante la Organización de los Estados Americanos, así como del denunciante en comunicación dirigida a la dirección señalada por él, todas ellas de fecha 19 de marzo de 1981.

5. Poco antes de cumplirse el aludido plazo de 60 días, esto es, el 13 de mayo de 1981, la Comisión recibió informe suministrado por el denunciante de que la situación del señor Ferreira "permanece incambiada". pues en tres oportunidades le ha informado el Cónsul de Uruguay en Washington que no tiene instrucciones de su Gobierno para renovarle su pasaporte, motivo por lo cual las autoridades de inmigración de los Estados Unidos le han extendido un permiso de "residencia permanente" en condiciones de apátrida (stateless).

6. A su vez, el propio día en que se vencía el plazo de 60 días indicado en la Resolución 22/81, la Comisión recibió la Nota 554/81-16.B.18 (b) de la Misión Permanente de Uruguay ante la Organización de los Estados Americanos fechada el 14 de mayo de 1981, en que se le transcribe una larga comunicación de su Gobierno en la que, "de acuerdo a las disposiciones previstas en el Artículo 50, párrafo 3 del Reglamento de la CIDH desea realizar algunas puntualizaciones a efectos que se proceda a la reconsideración de la Resolución 22/81 de fecha 6 de marzo de 1981 relativa al caso 2711".

7. fundamenta el Gobierno del Uruguay su petición de que la Resolución sea reconsiderada en que "la conclusión expresada en ella surge de la adopción errónea de la base jurídica en que se funda"; exponiendo a continuación que "de la confrontación de los hechos que se exponen con el texto legal que la Comisión declara que ha sido violado, surge evidente (sic) que en ningún momento se han visto afectados los derechos del peticionante protegidos por las disposiciones del mencionado Artículo VIII; lo cual, según se expone en la aludida comunicación, queda demostrado al tener presente el Artículo 37, inciso 1, de la Carta Magna del Uruguay que declara "libre la entrada de toda persona en el territorio de la República, su permanencia en él y su salida con sus bienes, observando las leyes y sin perjuicio de terceros", y las circunstancias de que el señor Ferreira abandonó el Uruguay por su propia voluntad y "nada le impide volver a él, puesto que el hecho de que su pasaporte no haya sido renovado no obsta a su reingreso al país, pues no existe ninguna disposición legal que exija que un nacional uruguayo deba portar un pasaporte actual para hacer efectivo ese derecho."

8. Transmitidas al denunciante las partes pertinentes de la relacionada comunicación del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay, en nota del 19 de junio de 1981 refutó el contenido de áquella, y amplió los cargos contra su Gobierno, al que hace responsable de haberle detenido ocho veces desde junio de 1973 sin que se le formulara acusación alguna, a más de haberse allanado su casa encontrándose ausente de ella, motivos que le obligaron a salir del país, en forma que no puede definirse de "abandono voluntario". Agrega, además, que se le ha hecho saber que en el expediente 7980/81 del Juzgado de Instrucción Militar de Tercer Turno del Uruguay se ha ordenado su captura, por lo que no podría "residir en libertad en territorio patrio" si regresara al Uruguay, como pretende hacerlo creer su Gobierno. Y termina pidiendo que se tenga "improcedente la respuesta del Gobierno". se le solicite "informe si existe o no orden de captura en el expediente referido" y se ratifique la Resolución 22/81 al tener la respuesta dicha por "confesión del Gobierno de Uruguay de que se le ha negado el derecho de poseer un pasaporte uruguayo".

9. Las partes salientes de la comunicación del denunciante fueron trasmitidas al Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay en nota anexa a la de 3 de setiembre, en que se le solicita "tomar las disposiciones que estime convenientes para que la Comisión pueda contar con todos los informes sobre este caso en el plazo de 30 días", petición que le fue reiterada en nota del 15 de noviembre siguiente, en la cual se le hacía saber que "de no recibirse dicha información dentro de un plazo razonable, la Comisión entraría a considerar la posible aplicación del Artículo 39 del Reglamento.

10. El 16 de diciembre siguiente, en comunicación número 1481/81-16.B.18(b) fechada dos días antes, la Misión Permanente del Uruguay ante la Organización de los Estados Americanos transcribió a la Comisión la nota oficial en que su Gobierno "reitera en todos sus términos los planteamientos efectuados en ocasión de solicitar la reconsideración de la Resolución 22/81 (que en esencia...impugna la declaración efectuada por la Resolución 22/81 de que el Gobierno del Uruguay ha violado el Artículo VIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre) (pues) nada le impide (al señor Ferreira) volver a él (al Estado de que es nacional) puesto que el hecho de que su pasaporte no haya sido renovado no obsta su reingreso al país.." Agrega el Gobierno en la nota transcrita que "las consideraciones adicionales realizadas por el reclamante tienden a desplazar el asunto que se debate hacia un plano diverso de aquel en que el Gobierno de Uruguay funda sus afirmaciones", y termina solicitando a la Comisión "que reconsidere la Resolución 22/81 ateniéndose con estricto sentido de justicia, a los elementos fácticos y jurídicos que verdaderamente inciden en el asunto".

11. Que se ha cumplido con todos los trámites reglamentarios dentro de la tramitación de la presente denuncia, dándose a cada una de las partes, denunciante y denunciado, la oportunidad de expresar, con la mayor amplitud sus respectivos alegatos y, ofrecer y actuar ante la Comisión las pruebas que se han estimado pertinentes, habiendo quedado agotado el trámite de investigación previa.

CONSIDERANDO:

1. Que el Gobierno del Uruguay no ha negado en ningún momento, e implícitamente ha dado por cierto y aceptado, el hecho de haber negado en 1977, y al parecer continuar negando hasta la fecha, la autorización requerida por sus normas administrativas para que el Servicio Consular de la Nación --concretamente el Consulado en Washington--, renueve al señor Juan Ferreira Sienra, ciudadano uruguayo con cédula de identidad 1.247.167, el pasaporte 169.651 que le había sido extendido el 5 de setiembre de 1972 y que al parecer tenía un plazo de vigencia de 5 años.

2. Que el Gobierno del Uruguay, sostiene que esa negativa a proveer de pasaporte válido a un ciudadano o nacional del Estado, no constituye violación del Derecho de Residencia y Tránsito que consagra la Declaración de Bogotá, puesto que el referido ciudadano, según dice puede regresar a su país, transitar por su territorio o fijar en él su residencia, y no abandonarlo sino por su voluntad, agregando, eso sí, "que sólo puede exigir legitimamente el goce de esa libertad quien se halle exento de responsabilidad en la comisión de actividades delictivas o antinacionales".

3. Que no concede importancia, al parecer, el Gobierno del Uruguay, a la implícita interpretación que dio la Comisión al relacionado Artículo VIII al declarar que se violaba en perjuicio del señor Juan R. Ferreira dicho artículo al negarse el Gobierno a renovarle su pasaporte, y calla sobre este aspecto concentrando todos sus argumentos sobre la circunstancia de que, según las argumentaciones de las notas oficiales, en la República Oriental del Uruguay --apartándose de las prácticas generalizadas actualmente en la casi totalidad de las naciones-- no se requiere pasaporte para ingresar a su territorio y permanecer en él.

4. Que teniendo por cierta esa aseveración del Gobierno del Uruguay, queda siempre pendiente la respuesta a la cuestión fundamental involucrada en el problema de que trata la Resolución 22/81, es decir, el punto doctrinario, válido para éste y los casos similares que puedan presentarse hoy o mañana o en cualquier otra época, de si cumple con la obligación de respetar el derecho del ser humano a salir del territorio de su patria para dirigirse al de cualquier otro Estado cuyas puertas no le estén cerradas, el Gobierno que se niegue a otorgar pasaportes válidos a personas con derecho a pedirlos, o les impongan condiciones tan severas que de hecho las hagan desistir de ejercer ese derecho. Que no respeta el Artículo VIII de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, el Gobierno que se niega a extender, renovar o a prorrogar pasaporte válido a sus nacionales cuando lo pidan para viajar, salvo que una sentencia u orden judicial se lo impida, o que ponga tales condiciones u obstáculos que de hecho produzcan en el ánimo de la persona la determinación de renunciar al ejercicio de su derecho por el costo excesivo, moral o, pecuniario, que le impondría el hecho de procurarse por vías legítimas el pasaporte requerido para trasladarse de un país a otro. Que en la época contemporánea, el pasaporte es el documento de identidad por excelencia cuando se viaja a países distintos del Estado de que se es nacional, y en la generalidad de los casos también cuando se regresa a éste, ya que de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española "es la licencia o despacho por escrito que se da para poder pasar libre y seguramente de un pueblo o país a otro", definición que concuerda con la de la Enciclopedia Jurídica Omeba que ofrece la Doctora Martha Oliveros según la cual pasaporte "... Es el documento otorgado por la autoridad competente de un Estado, a pedido del interesado, a fin de poder justificar su identidad ante las autoridades extranjeras".

Que además el pasaporte cumple aún otra función, que es la de permitir a su poseedor adquirir los boletos necesarios para su transporte a otro país, por cualquiera de las vías terrestre, marítima o áerea, pues ninguna empresa de transporte internacional de pasajeros vende sus boletos de viaje a personas que carezcan de pasaporte válido, por razones legales y comerciales que no requieren explicación.

Que es tan indispensable en los tiempos modernos el pasaporte como documento de identificación, que la Liga de las Naciones en 1919, y las Naciones Unidas recientemente convinieron en proveer de documentos sustitutivos de identificación --el Pasaporte Nansen en aquella primera Pasaportes de Apátridas y de Refugiagos en las épocas más cercanas-- a todas aquellas personas que en virtud de acontencimientos políticos se vieron obligadas a exiliarse o abandonar sus hogares nacionales, para que estos documentos suplieran la falta del pasaporte que en circunstancias normales constituye el clásico documento de identificación para quien se encuentra en tierras extrañas a su lugar de origen.

Que la denegatoria del pasaporte en forma injustificada e ilegal a una persona es, en cierta forma, imponerle una capitis diminutio, desposeerlo del documento que hace constar su nacionalidad, impedirle viajar fuera de su patria, obligarle a que, por fuerza de esa circunstancia, se mantenga dentro del país y sometido a las autoridades que lo constriñen a ello, y es por tanto violar el derecho que reconocen a la persona humana el Artículo VIII de la Declaración Americana de Bogotá y el Artículo 13 de la Declaración Universal de París, no obstante que en ninguno de esos documentos se mencione expresamente el derecho al pasaporte como consecuencia lógica del derecho a salir del país natal y regresar a él. La razón es obvia: no se agotan los derechos que corresponden al ser humano por la razón misma de su condición de persona humana con una interpretación estrictamente ajustada al sentido gramatical de las palabras empleadas en ambas Declaraciones sobre Derechos Humanos. No se respetan esos derechos si, acatando la regla escrita, se niegan las consecuencias naturales o lógicas que de ellas surgen: no se respeta el derecho a la libertad de opinión y de expresión y difusión del pensamiento, si las autoridades administrativas se niegan a conceder las autorizaciones requeridas por la legislación para establecer nuevos órganos informativos, escritos, orales o visuales, no se respeta el derecho de las personas particulares o las organizaciones de ese carácter a establecer y dirigir instituciones de enseñanza, si se niega a los certificados o diplomas extendidos por éstos en igualdad de condiciones con los provenientes de instituciones oficiales el reconocimiento y tratamiento que a éstos se de. Casi podría decirse que la "implementación" de cada uno de los Derechos comprendidos en ambas Declaraciones exige una actitud concreta, positiva, del Estado y sus autoridades, en el otorgamiento de algún permiso o algún documento, ausentes del texto pero derivación lógica de su contenido doctrinario.

LA COMISION INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS;

RESUELVE:


1. Que el Gobierno de Uruguay en sus comunicaciones de 14 de mayo y 14 de diciembre de 1981, admite implícitamente, al no negarlo, el hecho denunciado de que al señor Juan Raúl Ferreira se le ha desconocido y se le sigue desconociendo su derecho a poseer un pasaporte uruguayo;

2. Que esa admisión implícita del Gobierno del Uruguay confirma que en el caso aludido violó el Artículo VIII (Derecho de Residencia y Tránsito) de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre;

3. Que en consecuencia debe confirmarse y se confirma en todas sus partes la Resolución 22/81 de fecha 6 de marzo de 1981 referente al Caso 2711 y se reiteran al Gobierno del Uruguay las recomendaciones contenidas en ella de que provea al señor Juan R. Ferreira su pasaporte uruguayo y que informe a la Comisión dentro de un plazo de 90 días sobre las medidas tomadas para poner en práctica esta Recomendación.

4. Comunicar esta Resolución al Gobierno del Uruguay y al denunciante.

5. Incluir esta Resolución en el próximo Informe Anual de la Comisión a la Asamblea General, de la Organización de los Estados Americanos de conformidad con el Artículo 50, inciso 5, del Reglamento de la Comisión, sin perjuicio que la Comisión, en su próximo período de sesiones, pueda reconsiderar el caso a la luz de las medidas que el Gobierno haya adoptado sobre el particular.

12/2/09

Discurso en la Asamblea General - Enrique Erro - 1972

Señor Erro: (...) Tengo un deber moral con mi país y con esta Asamblea. Dije al principio de la misma, cuando el compañero señor legislador Terra manifestó que había recibido un determinado material -se nos envió a muchos legisladores, incluso pude ver a algunos de ellos con cassettes en sus bolsillos, no son pocos, pero no tengo por qué dar sus nombres-, que lo iba a leer.
El señor legislador Terra hizo un último intento frente a la Asamblea General -y lo hizo como es él, con total sinceridad-, sin querer con ello impedir su pronunciamiento, porque aunque estuviéramos 15 días aquí, somos hombres políticos y sabemos que hay una mayoría de los partidos Colorado y Nacional para votar esto que, realmente, creo que puede ser muy desgraciado para el futuro del país.
El señor legislador Terra insistió en su planteamiento, y no lo entendieron. Todavía tuvo que soportar las expresiones infelices de algunos señores legisladores que le imputaban actitudes que él no tuvo. Quiso hacerle un bien al país a través de su moción, y no se le entendió. Es decir, que siempre está presente esa política de no dialogar, de no comprender, de rechazar, de aprovecharse de la mayoría para dar un mazazo a las buenas intenciones del compañero del Frente amplio.
Entonces, no podemos terminar nuestra exposición sin que nosotros, que al igual que tantos compañeros, recibimos el mismo material, le demos lectura.
(...) Señor presidente, nosotros vamos a dar lectura a este documento que llegó al parlamento. El parlamento escuchará la lectura del documento que muchos han recibido, al cual algunos le niegan autenticidad -esto habrá que investigarlo-, pero pienso que está la cassette, que la voz sea de la misma persona, que además hace las denuncias graves, porque este hecho debe inscribirse en esto que estamos viviendo hoy.
Este "Escuadrón de la Muerte" y estos hombres con cargos importantes en determinados sectores del orden de la sociedad, o que tendrían que cumplir el orden de la sociedad, dan razón a cuando tantas veces levantamos la voz, y muchos habrán pensado que nosotros lo hacíamos quién sabe con qué intención.
No, señor presidente: lo hacíamos con el único propósito de contribuir, al final de la jornada, a la gran paz en el país, porque sin ella no habrá progreso ni habrá cambios ni absolutamente nada.
Esa ha sido la intención, y no otra. Nadie podrá adjudicarnos otras que las que emanan de nuestras palabras y de nuestra actitud.
El documento dice así: "Yo (y aquí tengo que dar un nombre porque públicamente se ha dado, como el de una persona detenida), Nelson Bardesio, oriental, casado, de 31 años, funcionario del Ministerio del Interior, declaro ante el Tribunal del Pueblo mi participación en los hechos que conozco en relación con atentados terroristas. Desde diciembre de 1970, cumpliendo órdenes de mis superiores en el Ministerio del Interior, participé en los atentados que detallo a continuación:
1) Contra el domicilio del doctor Arturo Dubra. Lo ejecuté conjuntamente (quiero hacer una salvedad: yo no voy a leer los nombres y solamente lo voy a hacer en el caso de que el nombre pertenezca al de una persona que cayó en esta lucha; voy a evitar todos los demás porque entiendo que el lugar donde daremos los nombres será, entonces sí, en el Senado de la República, cuando el próximo martes, en un debate importante, desde luego, seguramente se vote por unanimidad para que esto se esclarezca hasta el fin -y estoy seguro que hasta tranquilizará al Ministro del Interior una investigación de este tipo-, la designación de una comisión investigadora donde, repito, daré todos los nombres para que se tomen las declaraciones debidas) con el capitán de marina Ernesto Motto Benvenuto, que trabaja para el M-2, Inteligencia de la Marina, y es enlace oficial entre el Estado Mayor Naval y la Jefatura de Policía. Fuimos en un automóvil de Jefatura que condujo. Entramos por la rambla, y estacionamos el coche por Iturriaga, a unos 40 ó 50 metros de la casa de Dubra. Nos bajamos y yo fui hasta la casa, colocando la bomba en una jardinera y disponiendo una mecha larga que nos diera tiempo a salir del área, ya que hay guardia armada en una embajada que está situada en frente de la casa. Una vez encendida la mecha, lo que hice rápidamente, caminé hasta estar fuera de la vista de la guardia de la embajada, y luego corrí hasta el auto, saliendo de la zona inmediatamente.
2) Contra el domicilio de la doctora María Ester Gilio. Utilizamos dos coches, proporcionados por la Jefatura. En uno iba yo con (...) y en el otro, de custodia, viajaban tal, tal y tal. Entramos por Alpes, y estacionamos a la altura de Golfarini y Basáñez. Me bajé, llegué hasta la casa y arrojé la bomba hacia el jardín, regresando rápidamente y saliendo ambos vehículos de la zona.
3) Contra el domicilio del doctor Artucio. Utilizamos un coche proporcionado por la Jefatura. Con él levanté a (...) en 8 de Octubre y Comercio, desde donde llegamos hasta la zona, dando un par de vueltas. Pasamos con el auto a unos 20 metros de la casa. Me bajé y arrojé la bomba hacia el jardín, saliendo inmediatamente de la zona. Dejé a (...) en 8 de Octubre y llevé a (...) hasta su casa. Posteriormente dejé el automóvil en Canelones esquina Ibicuy y me retiré, avisando a Mesa de Radio de Jefatura el lugar donde quedaba el coche.
4) Nuevamente contra el domicilio del doctor Artucio. Utilizamos un coche de Jefatura que recogí en la calle Canelones conjuntamente con (no doy los nombres). Luego aguardamos en la Plaza del Viejo Pancho (Avenida Brasil y Boulevard Artigas) la llegada del comisario (...), jefe de (...). Llegó algo retrasado en un automóvil conducido por el inspector (...). En el coche de Jefatura conducido ahora por (...) nos dirigimos hacia la zona, donde dimos varias vueltas hasta estar seguros de que no había vigilancia ni patrullaje".
Quiero hacer un pequeño paréntesis. Solicito que los taquígrafos tomen totalmente la versión, porque a veces piden el documento y entiendo que no puedo entregar este documento a los taquígrafos, pues a pesar de su inmensa honradez creo que esto no puede salir de mis manos, a pesar de saber que hay otros compañeros que lo tienen, aunque sé que lo van a manejar con la misma discreción que yo. Hecha esta constancia, continúo.
"Estacionamos el coche en la esquina de la casa, bajando yo con (...) de custodia. Colocamos un pan de gelinita en la puerta del garaje y regresamos al auto, saliendo de la zona.
5) Contra el domicilio del doctor Liberoff. Teníamos información de que la casa estaba vigilada, por lo que un par de días antes mandé realizar una observación, no advirtiendo nada fuera de lo normal. Realicé el operativo con (...) en un automóvil de la Jefatura que luego conservé en mi poder (no digo el auto porque está la matrícula, aunque se dice que es ficticia).
Pasamos un par de veces por el lugar sin registrar nada anormal. No obstante le indiqué a (...) que apenas entreparara el automóvil arrojara el artefacto (medio pan de gelinita) hacia el jardín, cerca de la puerta del garaje. Salimos de la zona sin inconvenientes.
6) Contra el domicilio de la doctora Alba Dell´Acqua. Este atentado fue ordenado y calificado, pero no llegó a realizarse, debido a que consideré que el automóvil proporcionado por Jefatura (al que me referí antes) no estaba en condiciones mecánicas adecuadas. Al ser informado de esto, el ministro del Interior ordenó al jefe de policía que resolviera tal dificultad, pero por razones que desconozco, la orden no fue oportunamente cumplida. Estos atentados me fueron ordenados por el coronel ... (no digo lo demás) en forma directa o a través del oficial inspector (...). La orden provenía del (...), luego, reemplazado por (acá puedo decirlo, porque es uno de los fallecidos) Armando Acosta y Lara, estaba en conocimiento del inspector (retirado) (...), director (...), donde yo trabajaba. Fulano, fulano y fulano formaban parte de un grupo de vigilancia inicialmente entrenado por mí en el período que Fulano ocupó tal cargo. Este grupo recibió un curso complementario de entrenamiento en Buenos Aires, dictado en el Servicio de Informaciones del Estado (SIDE). La gelinita utilizada en los atentados me fue entregada personalmente en Buenos Aires por el capitán (es un capitán argentino, pero no voy a dar tampoco el nombre), jerarca del SIDE, con quien tomé contacto por indicación del subsecretario (...) El día y la hora en que se realizaban estos atentados quedaban bajo mi decisión, debiendo ser previamente comunicados al (...), para que éste dispusiera la suspensión del patrullaje policial en la zona correspondiente, a efectos de evitar un encuentro entre nosotros mismos. Por conversaciones mantenidas en el Club Naval, me consta también que grupos integrados por elementos militares han realizado atentados de esta índole. El capitán (...) comandaba uno de estos grupos, integrados por gente del Servicio de Información de Defensa (SID). Sus «operativos de mucho ruido» eran diariamente comentados en los almuerzos del Club Naval. El capitán (...) había organizado a su vez un grupo terrorista integrado por subalternos suyos. El mismo contaba que su grupo había realizado varios operativos sin tropezar con dificultades, como por ejemplo la balacera contra el domicilio de la doctora Gilio. El capitán (no puedo agregar otra cosa), por lo que su grupo terrorista debe haber sido heredado por (...) quien lo sustituyó en ese puesto. Por indicación de (...) la Jefatura de Policía dispuso que grupos de la Guardia Republicana pintaran leyendas en los domicilios de militantes tupamaros presos y de otras personas. Declaro que todo lo antedicho es un fiel recuento de los hechos, y admito mi participación en los mismos y la responsabilidad consiguiente, para constancia de lo cual firmo. Nelson Bardesio"
El segundo documento dice:
"Yo, Nelson Bardesio, oriental, casado, de 31 años, funcionario del Ministerio del Interior, declaro ante el Tribunal del Pueblo mi participación y todo lo que conozco acerca de la penetración de agentes y organismos extranjeros en las fuerzas represivas uruguayas: Ingresé a la policía de Montevideo el 15 de agosto de 1963, después del curso de preparación funcional. Pasé al Departamento de Vigilancia de Investigaciones, Sección Homicidios. En los últimos meses del año 64 pasé a desempeñar funciones en la Ayudantía de Investigaciones. En 1966, después de las elecciones en las que resultó electo presidente el general Oscar Gestido, un amigo de Jefatura (elimino su nombre), me propuso preparar en común un proyecto para crear una dirección de inteligencia policial, que tendría nivel nacional. (...) era muy amigo de la esposa de Gestido, y debido a esa vinculación, él había podido enterarse del propósito del nuevo gobierno de crear dicha dirección. Preparamos el proyecto, (...) tuvo nuevas conversaciones con (...) y con (...), y tras algunos trámites se nos puso en contacto con el coronel (..., jefe de tal cosa). En marzo o abril del 67, el coronel tal nos puso en comunicación con William Cantrell, asesor norteamericano de la Oficina de Asistencia Técnica que dependía de la Agencia para el Desarrollo Internacional, AID, de Estados Unidos. Aunque nuestro proyecto no tuvo andamiento, ya que los asesores norteamericanos habían establecido sus propios lineamientos para la creación de la nueva dirección. Fulano y yo fuimos incorporados al núcleo original de funcionarios que formarían parte de la Dirección de Inteligencia. Fulano fue encargado de las actividades estudiantiles, y yo pasé a ocuparme de la responsabilidad administrativa, de lo que es el local de Inteligencia de 18 y Paullier, trabajando junto con Cantrell, pues por su intermedio se obtenía el material necesario para las instalaciones de las oficinas, radio y laboratorios fotrográficos, al que una vez terminado me integré. Supongo que Cantrell era funcionario de la CIA. Se movía con una gran independencia, incluso en la oficina técnica de AID, cuyo jefe de entonces era un hombre muy entrometido que, sin embargo, no se inmiscuía para nada en lo que hacía Cantrell ni en la Dirección de Inteligencia. Cantrell, además, trabajaba con fondos propios. La Dirección de Información e Inteligencia se organizó con fondos de la jefatura y de la embajada norteamericana. Si se trataba de refaccionar el edificio, en materia de albañilería, pintura o alguna cosa de ésas, los fondos los proporcionaba la Jefatura. Si era para material técnico, máquinas de escribir o cualquier otra cosa, los proporcionaba Cantrell. Estos fondos no provenían de la AID sino directamente de la embajada, y que la AID no proporciona fondos, sino que financia adquisiciones y luego hay que pagarle esas adquisiciones. Además de mi trabajo en el laboratorio fotográfico, yo le servía de chofer a Cantrell en un yip de la embajada que era utilizado por la Dirección de Inteligencia. Lo iba a buscar a su casa por la mañana y lo llevaba a la Dirección de Inteligencia, o a la Jefatura, o a la embajada. Si lo llevaba a la Dirección de Inteligencia, cerca del mediodía debía trasladarlo a la embajada. En cualquier caso a las 5 y media ó 6 de la tarde, lo recogía en la embajada y lo llevaba a su casa, quedándome con el automóvil por la noche. Una vez por semana lo llevaba a (...), dejándolo allí, pues él se iba más tarde en el automóvil de su esposa. La Dirección de Información e Inteligencia comenzó a organizarse entre noviembre y diciembre de 1966. Por mi trabajo en el laboratorio fotográfico yo dependía del subcomisario (...), quien era, a la vez, el encargado de procesar todo el material que se recogía y simultáneamente el responsable del reclutamiento y entrenamiento. De todo ese trabajo se entregaba copia, diariamente, a la embajada norteamericana, siendo Fulano el contacto con ella. No sé exactamente cuándo comenzó a pasarse copia de la información a la embajada, pero tal cosa ya estaba establecida antes de mi ingreso a la policía, y se realizaba con pleno conocimiento del jefe de policía y del Ministro del Interior. A nivel de los jerarcas Cantrell realizaba los contactos abiertamente, visitando en su despacho a fulano y fulano. Después que se fue Cantrell, Fulano y Fulano hacían los contactos con la embajada en el Victoria Plaza, donde almorzaban periódicamente con un funcionario norteamericano a quien llamaban simplemente Roberto. Estos contactos los debe realizar actualmente el inspector tal, quien probablemente sea el único que conozca oficialmente el contacto de Inteligencia y la embajada norteamericana. Como ya dije, cuando yo trabajaba en DII el contacto orgánico con la embajada lo mantenía Fulano. En caso de licencia o enfermedad de éste, quien lo sustituía era el subcomisario tal, que debe estar, actualmente, a cargo del fichero de Inteligencia y del contacto con la embajada desde que fulano se fue a vivir con su familia a (...) a fines de 1971, tras el segundo atentado de que fue objeto su casa. Fulano recibía dinero de Cantrell por algún trabajo especial. Esto explica que haya abandonado, a los pocos meses de estar en la División de Inteligencia, un trabajo particular que tenía en una oficina de informes comerciales. Yo no recibía pago extra de Cantrell, pero en más de una oportunidad él me ofreció dinero en préstamo, lo que acepté cuando se me presentó un problema en la caja chica que yo manejaba en (...). En esa oportunidad Cantrell me prestó once mil pesos. El correo con la embajada estaba y está a cargo del sargento tal, quien utiliza para esa tarea un yip negro en el que viaja diariamente entre la DII y la embajada norteamericana, de tal hora a tal hora aproximadamente, acompañado de un chofer y un custodio. Se envía a la embajada copia de todos los partes y de las informaciones procesadas en Jefatura. Por su parte la embajada solicita periódicamente copia de determinadas informaciones que utiliza, especialmente grabaciones de los teléfonos intervenidos. Además de Cantrell y (...) conocí a otros funcionarios asesores norteamericanos. Fulano, funcionario de la embajada y amigo de Cantrell, desapareció inmediatamente después que se descubrió la centralita telefónica de Pocitos, desde donde se interceptaban los teléfonos de la embajada soviética. El descubrimiento de la centralita puso muy nerviosos a los norteamericanos; el mismo Cantrell intercedió para que se dejase en libertad al matrimonio español que figuraba como ocupante de la casa de la calle Ellauri donde estaba instalado el equipo de intercepción. Fulano era asesor de la oficina de asistencia técnica de AID. Aunque eso no entraba en sus funciones, sé que fulano, a instancia del capitán tal, jefe de tal, dictó un curso de instrucción de tiro a varios integrantes de (...). Como ya declaré ante el Tribunal del Pueblo, fulano había formado un grupo con subalternos de confianza para realizar atentados. Fulano fue el sustituto de fulano. Se encargaba del trabajo administrativo de la Oficina de Asistencia Técnica y de organizar los cursos regionales para las policías del interior. Era norteamericano, de ascendencia mexicana. Usaba un Maverick de Jefatura, y lo vi a menudo conversando con el coronel tal que era tal y después fue nombrado tal. Dan Anthony Mitrione me fue presentado como sucesor de tal. Lo vi muy pocas veces, pues no concurría tan asiduamente como tal a Jefatura; en esas ocasiones sólo cambiamos saludos o algunos comentarios sin trascendencia. Sobre los actuales asesores norteamericanos, sólo conozco el nombre de un tal, que según tengo entendido sustituyó a fulano. Conocí también a un técnico norteamericano en fotografía, cuyo nombre no recuerdo, que me enseñó a cargar y descargar una cámara traída por la embajada e instalada en el Aeropuerto de Carrasco, para fotografiar los pasaportes de los pasajeros que ingresan al país. Tengo entendido que el mecanismo de esta máquina es considerado en Estados Unidos secreto militar. Aún después de dejar el laboratorio fotográfico de la DII y pasar a la secretaría de fulano, yo continué concurriendo a Carrasco semanalmente para retirar el filme y recargar la cámara, pues no había otro que supiera hacerlo. A mediados de 1970, pasé al Ministerio del Interior para participar en la organización de un grupo de información que dependiera directamente del ministerio. Me fue asignado un grupo de 5 hombres para que les diera entrenamiento como equipo de vigilancia. Esos 5 funcionarios eran tres provenientes de la policía de tal, y los otros, fulano y fulano, seleccionados de tal. Luego de que yo les proporcionara la instrucción básica, se decidió enviarlos a Buenos Aires para que recibieran un curso complementario de perfeccionamiento. A principios de 1971, cumpliendo instrucciones expresas de fulano, viajé a Buenos Aires llevando los formularios personales de los 5 funcionarios para ajustar los detalles del curso. Me entrevisté con el capitán tal del Servicio de Informaciones del Estado (SIDE) de Argentina. Este recibió los formularios y me entregó un paquete conteniendo tres panes de gelinita, para que los entregara en el Ministerio del Interior. El subsecretario tal me había dicho que en SIDE me sería entregado un paquete, que no me había indicado de qué se trataba, lo que me fue explicado por tal. Según supe posteriormente, la gelinita debía ser usada en un atentado contra el mayor Pablo Vicente, argentino radicado desde hace varios años en Montevideo, a cambio de lo cual el SIDE dictaría el curso a los 5 funcionarios uruguayos. El atentado contra el mayor Vicente no se realizó supongo que por indecisión de tal, pero la gelinita fue luego utilizada en atentados contra el doctor Artucio y el doctor Liberoff, sobre los cuales ya he testimoniado ante el Tribunal del Pueblo. Los 5 funcionarios recibieron su cargo en el SIDE, que incluía: fotografía, vigilancia, escuchas telefónicas, cerrajería y actividades antiterroristas. Al cambiar tal, entrando el coronel tal, y lugar de tal, se desestimó la idea de crear un servicio de información, y los funcionarios del equipo a mi cargo, salvo fulano que solicitó su baja, fueron enviados a sus domicilios quedando a la orden; más tarde participaron en los atentados ya referidos al tribunal. Tengo conocimiento de que una misión brasileña de alto nivel visitó Montevideo, entrevistándose con el jefe de policía, coronel tal y con el director tal, con el objetivo de estrechar relaciones entre la policía brasileña y la uruguaya. La misión brasileña ofreció incluso la instalación de un equipo de radiocomunicaciones directas entre Brasil y Montevideo. Ignoro si este proyecto se concretó. Siendo subsecretario del Ministerio del Interior Armando Acosta y Lara, el comisario tal fue llamado al despacho de éste y allí recibió instrucciones de tomar contacto con la Embajada de Brasil en Montevideo. Este hecho fue comentado por el propio tal. Como resultado de sus contactos, por lo menos dos funcionarios de tal viajaron a Brasil, para recibir entrenamiento estilo "escuadrón". A su regreso esos funcionarios trajeron 10 revólveres calibre 38, que fueron entregados a la JUP a través del Ministerio del Interior. Los dos funcionarios aludidos, cuyos nombres no recuerdo, pasaron a órdenes del paraguayo tal, asesor y hombre de confianza del secretario Acosta y Lara. A las órdenes de fulano, conjuntamente con el subcomisario tal (que es uno de los fallecidos) el oficial tal y el inspector tal, el capitán tal, el integrante de la JUP tal, y yo, esos funcionarios participaron en el secuestro y posterior asesinato de Héctor Castagnetto da Rosa. Declaro que todo lo antedicho es un fiel recuento de los hechos y admito mi participación en los mismos, y la responsabilidad consiguiente, para constancia de lo cual firmo".
"Yo, Nelson Bardesio, oriental, casado, de 31 años, funcionario del Ministerio del Interior, declaro ante el Tribunal del Pueblo mi participación y los hechos que conozco en relación con la creación y funcionamiento de grupos parapoliciales:
a) A mediados de 1971, se me apersonó el ayudante militar del ministerio, coronel (PAM) XX, perteneciente a las F.A.U., acompañado de dos personas a las cuales me presentó. Una de ellas era XX, de nacionalidad paraguaya y a quien llamaban «Doctor». XX me manifestó que, por orden de Acosta y Lara, XX iba a realizar algunos «operativos especiales» y que por lo tanto debía prestarle toda la colaboración que solicitara. La otra persona era un joven de barba a quien llamaban «José» al que posteriormente reconocí como XX, el cual según un comentario suscitado en el ministerio integra la JUP. XX lo nombró varias veces como su principal colaborador."
b) Algunos días después se realizó una reunión en la Oficina de Estadística, Contralor y Difusión (que servía como fachada a la planificación de atentados sobre los cuales ya declaré ante el Tribunal del Pueblo) que funciona bajo la dirección del inspector (retirado) XX, en la que participaron, además de éste, el oficial inspector XX (quien trabaja en esa oficina), XX y yo. Se planteó la necesidad de enfrentar al MLN. XX se mostró partidario de llevar adelante lo que llamó «acción sicológica violenta». Yo discrepé con él pues pensaba que nos sería más beneficioso desarrollar un servicio de información, a lo que aquél contestó que ésos eran «sueños irrealizables»."
c) En otra oportunidad XX me pidió la llave del estudio fotográfico XX (que yo arrendaba) para realizar allí una reunión compartimentada. Concurrieron además de XX, el jefe del D. 5 comisario XX, el jefe del D. 6, comisario XX, un funcionario de la confianza de éste llamado XX (actualmente procesado por el caso del doctor XX) y XX. A mí no se me permitió asistir a esa reunión, yéndome luego de la llegada de los nombrados, por lo que desconozco si concurrió alguna otra persona. Allí se concretó la formación del Escuadrón de la Muerte."
d) Tengo conocimiento que como resultado de los contactos que el comisario XX hizo con la embajada brasileña por orden del subsecretario Acosta y Lara, por lo menos dos funcionarios del D-4 fueron enviados al Brasil, para recibir entrenamiento al estilo escuadrón de la muerte, de donde trajeron 10 revólveres marca XX, caño corto, que fueron proporcionados a XX, a través del Ministerio del Interior para uso de la JUP. Al regreso de Brasil, dichos funcionarios quedaron a las órdenes de XX, pasando, luego del repentino viaje de éste al Brasil, al D-1. La mayor parte de los funcionarios de dichos departamentos están vinculados a las actividades de los comandos parapoliciales."
e) Estos mismos funcionarios participaron junto al subcomisario (segundo jefe del D-5), XX, XX, el oficial inspector XX, el capitán XX y yo en el secuestro y asesinato de Héctor Castagnetto, cuyo relato se detalla en otra acta. Luego de este operativo, la casa de la calle Araucana, donde retuvieron a Castagnetto, fue evacuada y yo me llevé seis metralletas calibre 45, con la marca y el número limados, varios panes de explosivos envueltos en papel cuadriculado con la sigla CCT y dos paquetes cuyo contenido desconozco, quedando depositados en el estudio XX. Dicho material lo entregué en el Ministerio del Interior al capitán XX, para ser pasado al SID, a principios de febrero de 1972."
f) Al aparecer en la prensa la noticia del asesinato de Ramos Filippini, el oficial inspector XX me comentó que eso era obra de XX y su gente."
g) El secuestro del doctor XX fue obra del comisario XX y participaron los funcionarios de su departamento XX, XX y XX y los civiles XX y XX. Este operativo fue ideado por XX con la finalidad de quedarse con el dinero del rescate."
h) El inspector XX, director de la DII, tenía conocimiento de las actividades de estos grupos."
i) El DAM fue creado por el general XX, siendo sus volantes impresos en la Oficina de Defensa Civil. Luego, el nombre de DAM fue tomado por grupos operativos de la marina."
"Declaro que todo lo antedicho es un fiel recuento de los hechos y admito mi participación en los mismos y la responsabilidad consiguiente, para constancia de lo cual firmo. Nelson Bardesio. Marzo de 1972."
Y el último documento, dice:
"Yo, Nelson Bardesio, oriental, casado, de 31 años, funcionario del Ministerio del Interior, declaro ante el Tribunal del Pueblo mi participación y los hechos que conozco en relación con el secuestro y posterior asesinato de Héctor Castagnetto da Rosa:
Encontrándome en la oficina de Estadística, Contralor y Difusión del Ministerio del Interior, el oficial inspector XX requirió mi participación para un operativo. La Oficina de Estadística, Contralor y Difusión, cuyo director honorario era el inspector (R) XX, servía de cubierta a la planificación y ejecución de atentados sobre los cuales he prestado ya declaración ante el Tribunal del Pueblo. El oficial inspector XX era secretario del coronel XX (encargado del Registro de Vecindad) y oficiaba como enlace entre el Ministerio del Interior y el denominado Comando Caza Tupamaros (CCT). Según me dijo el subcomisario XX, del departamento 5 de la Dirección de Información e Inteligencia, le había solicitado su colaboración para dicho operativo, manifestándole que también me necesitaba a mí y a mi automóvil
(y dice las características del vehículo, matrícula ficticia XX1) que pertenecía a la Jefatura de Policía de Montevideo y que había quedado en mi poder después de haber sido utilizado en uno de los atentados referidos. En horas próximas al mediodía, me dirigí con el inspector XX hacia el Hotel Carrasco, frente al cual debía esperarnos el subcomisario XX. Al llegar allí, encontramos a XX, a dos funcionarios del departamento 4 (que habían sido enviados al Brasil para recibir entrenamiento estilo «escuadrón de la muerte» y a un joven que luego me enteré era Héctor Castagnetto. Esas cuatro personas estaban en un automóvil marca XX, que pertenecía al comisario XX, del departamento 4. Pude saber que Castagnetto había sido detenido esa mañana, en Avenida Italia y Propios, por los dos funcionarios del Departamento 4 aludidos. Yo no poseía antecedente alguno sobre la persona del detenido. El subcomisario XX nos dijo que había que «pasear» a éste durante toda la tarde, para lo cual había requerido la utilización de mi automóvil. Castagnetto fue trasladado al automóvil, sentado junto con XX; XX se ubicó adelante. El detenido vestía pantalón y saco y llevaba una bolsa que contenía discos de música popular. Se le notaba algo nervioso, pero no parecía asustado. Informé al subcomisario XX que el auto no estaba en condiciones mecánicas como para andar toda la tarde, contestándome él que me dirigiera hacia afuera, que ya se le ocurriría algo. Un rato después me indicó
que iríamos hasta El Pinar y pasaríamos la tarde en un rancho abandonado que él conocía. Explicó que en ese rancho habían vivido algunos militantes del MLN, contra los cuales se realizó un procedimiento en que él había participado, y que ahora la construcción estaba abandonada. Fuimos hasta la construcción señalada por XX. El ranchito, de construcción algo vetusta, está ubicado en la calle que va del Autódromo a Avenida Italia. Una vez instalados en él yo fui con el coche hasta un almacén que queda en Avenida Italia, a más o menos dos quilómetros de distancia, y compré algún fiambre y dos o tres botellas de agua mineral. Pasamos toda la tarde en El Pinar. La mayor parte del tiempo Castagnetto estuvo sentado en el suelo, en un rincón, esposado. Prácticamente no se habló con él. Sólo XX le hizo algunas preguntas: si aún pertenecía al MLN, a lo que Castagnetto respondió que no; si sabía dónde estaba la Cárcel del Pueblo, a lo que también respondió negativamente; y qué hacía con la bolsa de discos, a lo que dijo que estaba trabajando como corredor independiente de discos. Nos fuimos turnando y mientras uno vigilaba a Castagnetto, los otros dábamos algún paseo por los alrededores. Le pregunté a XX qué pasaría con el detenido y él me dijo que no tenía idea, que ése era asunto de XX. Le hice la misma pregunta a éste, quien me dijo que sólo estábamos haciendo tiempo, mientras los dos funcionarios del departamento 4 que habían identificado y detenido a Castagnetto reunían sus antecedentes y preparaban el interrogatorio. Me indicó que no debíamos hacerle ninguna pregunta a Castagnetto y dijo que los referidos funcionarios «estaban formando un equipo nuevo». Casi al oscurecer partimos hacia Montevideo, indicándome XX que tomara por la rambla. Llegamos hasta una casa que queda en la calle Araucana. Allí nos recibió XX, diciéndonos que en la casa se encontraban personas compartimentadas y que deberíamos dar algunas vueltas con el auto, durante diez minutos, mientras dichas personas salían. XX me había sido presentado anteriormente por el coronel XX, asesor militar del ... etcétera. Es de nacionalidad paraguaya y le dicen «doctor».

* Punto final, 1972, parte de la intervención del senador Enrique Erro, que incluye la declaración textual de Nelson Bardesio. En este documento los nombres propios de los integrantes de] Escuadrón de la Muerte han sido sustituidos por xx Dichos nombres figuran en ''Aviso a la población''

11/2/09

Menem y Sanguinetti - Las culpas en la nuca

La credibilidad de Julio María Sanguinetti está en su cota más baja: con un lacónico comunicado, el lunes 13, la Presidencia de la República afirmó que "carecen de total asidero las versiones de prensa que le atribuyen al presidente de la República cualquier gestión ante el presidente argentino o la justicia uruguaya en torno a la situación procesal de militar o guerrillero alguno".

La redacción del comunicado es tan cuidadosa como ambigua: no hay ninguna referencia concreta al objeto del desmentido, ni justificación convincente de la supuesta falsedad. Los hechos revelados son, en cambio, extremadamente puntillosos en los detalles, tanto para poner en una situación incómoda al mandatario uruguayo, como para dejar al desnudo el doble discurso que se deriva de una peculiar "lógica de los hechos".

Durante un año y medio, entre 1987 y 1989, ciertos magistrados argentinos y uruguayos debieron hacerse los "chanchos rengos". Tres militares y un policía uruguayos, procesados en Argentina por los asesinatos y desapariciones de exiliados compatriotas, entre ellos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, fueron reclamados formalmente mediante un pedido de extradición, pero el exhorto nunca llegó al despacho de ningún juez uruguayo. Simultáneamente, el pedido de captura de dos dirigentes montoneros, reclamado por la justicia argentina, nunca llegó a las oficinas de Interpol Uruguay.


En el caso de José Gavazzo, Manuel Cordero, Jorge Silveira y Hugo Campos Hermida, el pedido de extradición se "perdió" inexplicablemente en la cancillería. Los ministros, primero el contador Enrique Iglesias y después el abogado Luis Barrios Tassano, soportaron estoicamente el doloroso papel de encubridores que les impuso el gobierno, balbuceando excusas inconsistentes. Los jueces uruguayos, a los que se les escamoteaban los papeles, aparentemente no leían los diarios. La prensa dejó de insistir cuando, a fines de 1989, el presidente argentino Carlos Menem decretó un indulto que amparaba, también, a los oficiales uruguayos. El indulto era la prueba de que los comandos uruguayos habían operado en Argentina oficialmente.

De la misma forma, la Policía uruguaya se mostró, a lo largo de 1989, absolutamente ineficaz para ubicar a Fernando Vaca Narvaja y Roberto Perdía, que vivían en Malvín y en Pocitos, respectivamente. Ambos montoneros entraron en el paquete de indultos y en mayo de 1990 agradecieron personalmente a Sanguinetti por la hospitalidad recibida durante su gobierno.

Desde el procesamiento de Gavazzo y compañía, hasta el indulto de Menem, el "extravío" del pedido de extradición fue considerado como la voluntad del gobierno de Sanguinetti de respetar su compromiso con los militares, aunque para ello debiera apelar a esas triquiñuelas. La reciente aparición del libro El Congreso en la trampa, del periodista argentino Armando Vidal, descubre ahora la vinculación entre los episodios de los militares uruguayos y los montoneros argentinos, y permite acceder a los entretelones de una negociación mucho más comprometedora.

Si el pedido de extradición ponía en jaque el complicado andamiaje de la "caducidad", porque desplomaba la premisa del no castigo y del ocultamiento de la verdad sobre lo ocurrido durante la dictadura, la eventual captura de los dirigentes montoneros podía interferir en la alambicada solución de Menem para sus propias tribulaciones, que pretendía atenuar los efectos del perdón a los carapintada golpistas del coronel Mohamed Seineldin, concediendo simultáneamente el indulto a guerrilleros.

Fue en junio de 1989 que el exdiputado justicialista Miguel Unamuno ofició de intermediario de Menem ante Sanguinetti, para plantearle que Uruguay diera refugio a los montoneros hasta que se dictara el indulto. Sanguinetti aceptó, pero reclamó un compromiso de Luis Alberto Lacalle, el principal candidato presidencial del Partido Nacional, para asegurarse de que el compromiso no fuera utilizado en la campaña electoral.

Según el periodista Vidal, años después, siendo embajador argentino en Ecuador, Miguel Unamuno volvió a conversar con Sanguinetti durante una recepción en la embajada en Quito. Sanguinetti le recordó el favor que le había hecho a Menem en 1989 y le explicó:

-Mirá, Miguel, no hay mal que por bien no venga. Y por aquello de que amor con amor se paga, pude pedirle a Menem que incluyera en los indultos a Gavazzo...

La revelación no podía caer en peor momento para el gobierno: el secreto cambio de favores que involucraba una operación encubierta referida nada menos que a los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz, explota en medio de las actividades por "Verdad, memoria y nunca más", que tienen su centro en la marcha programada para el lunes 20, aniversario de la muerte de los mencionados legisladores.

Sanguineti ha desmentido la versión del pacto; Lacalle, en cambio, dice "no recordar" los planteos formulados por Unamuno. Este, a su vez, ha ratificado a la prensa uruguaya la negociación realizada ante Sanguinetti, aceptando la parte de responsabilidad que le cupo en el pedido de refugio para los montoneros. Pero sobre la contraparte que Sanguinetti le expuso en Quito, el dirigente menemista fue más elusivo: "El diálogo existió", dijo, pero se negó a dar detalles. No se aventuró a desmentirse, pero tampoco quiso arrojar leña a la hoguera en que se inmola, a su pesar, el mandatario uruguayo.

BRECHA
17 de Mayo de 1996