15/9/08

El concepto de subversión (II)

La Inteligencia
Bigeard: –Todas las tardes a las seis se reunían los capitanes en mi oficina, cinco comandantes de unidades. Para llegar al jefe había que seguir el hilo hacia arriba y dibujábamos el organigrama en el pizarrón. Como resultado, obteníamos la información e íbamos a donde estaba el tipo.

Aussaresses: –Había que quebrar la capacidad del FLN para cometer atentados y para eso era necesario obtener información, a cualquier precio.

–¿Para ustedes eso incluía el uso de la tortura?

Aussaresses: –¡Qué pregunta! Incluida la tortura, claro.

Bigeard: –Yo di la orden: ustedes deben actuar en forma contundente contra los que colocaban las bombas, interrogarlos duramente, no sacarles los ojos ni cortarles las orejas pero aplicarles la picana, electrodos para pasarles corriente eléctrica. La llamábamos -la gehgene. No lo hice yo sino los hombres a mis órdenes, pero como jefe del regimiento yo soy el responsable.

Aussaresses: –Los escuadrones de la muerte eran suboficiales que Masssuh puso a mi disposición, cuyo número y nombre no revelaré nunca. Recorría toda la noche los regimientos preguntando a sus jefes y a los oficiales de informaciones qué habían hecho y qué habían conseguido. Cuando teníamos a un tipo que ponía una bomba lo apretábamos para quediera toda la información. Una vez que había contado todo lo que sabía, terminábamos con él. Ya no sentiría nada. Lo hacíamos desaparecer.

Escuadrones de la muerte, desaparecidos. El método fue inventado en Argelia. En aquel momento el prefecto de policía de Argel, Paul Teitgen, fue el único que denunció la desaparición de 3024 prisioneros entre los 24.000 registrados oficialmente.

Teitgen: –En la cárcel no estaban. Preguntaba por alguno y me decían que desapareció. Los habían enviado a Bigeard. La gente de Bigeard les ponían los pies en cemento y los tiraban al mar desde helicópteros. Un método sucio. Así no se hace la guerra.

Sin embargo, desde mayo de 1958 las técnicas de la Batalla de Argel comenzaron a enseñarse en un Centro de Entrenamiento en Guerra Subversiva creado por el ministro de Defensa, Jacques Chaban-Delmas?, a iniciativa de Bigeard. Pronto formaría a oficiales franceses, pero también portugueses e israelíes. La Batalla de Argel tuvo su manual, titulado La guerra moderna, escrito por el jefe de Aussaresses, el coronel Roger Trinquier, quien justificó en forma abierta la tortura como arma de la guerra antisubversiva. La transmisión se realizó en la Escuela de Guerra de París. Los primeros alumnos fueron argentinos. Entre ellos, el general Alcides López Aufranc, quien participaría en el golpe de Estado de 1976. En 1957 fue seleccionado por el Estado Mayor argentino para iniciarse en lo que ya se llamaba la doctrina francesa. La clave del curso era un mes de práctica en Argelia.

López Aufranc: –Los profesores tocaban siempre el tema de la guerra revolucionaria. Era algo totalmente nuevo para nosotros. En América Latina no conocíamos ese tipo de problemas. Había luchas políticas, a veces violentas, pero no subversivas. No conocíamos la importancia de la población en ese tipo de guerra. Para nosotros sólo existía la guerra clásica, con infantería, fusil, carros, cañón. Jamás habíamos imaginado un enemigo capaz de matar con un cuchillo o de estrangular a alguien con una cuerda. Con la sangre se aprende mucho.

Los métodos de la Batalla de Argel fueron exportados por primera vez a la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires. En 1959 los ejércitos de Francia y la Argentina firman un acuerdo que prevé la creación de una misión militar francesa permanente, cuyos asesores se instalan en Buenos Aires, en la sede del Estado Mayor. Todos son veteranos de Argelia que actúan en el mayor secreto. Hasta hoy el tema es tabú. Ninguno aceptó hablar ante una cámara del rol de la misión.

Coronel Bernard Cazaumayou, quien integró la misión entre 1962 y 1965:

Viajamos a pedido del Ejército argentino para enseñar la guerra revolucionaria. La misión cumplió esa tarea y ninguna otra. No me interesa hablar.

Pagados por el Ejército argentino, los franceses hacen traducir los libros del coronel Trinquier, dirigen cursos y publican artículos en la Revista Militar. El tema es siempre la guerra antisubversiva, como lo reconoce de inmediato el coronel Robert Bentresque.

Coronel Bentresque: –La guerra antisubversiva es una guerra secreta.

–Frente a un enemigo que...

No son tipos con los que usted pueda salir a tomarse un whisky.

La influencia de los franceses culmina en 1961 con la organización del Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participan militares de 14 países. Su director fue López Aufranc, quien confió la planificación a los militares franceses.

–¿Había oficiales de todo el continente?

López Aufranc: –Sí, de todo el continente, inclusive de los Estados Unidos. Todos los oficiales de América del Norte y del Sur se reunieron en nuestra Escuela Superior de Guerra. Bentresque fue mi más directo colaborador.

A Bentresque siempre le costó asumir ese rol.

Bentresque: –Lo hicieron técnicos argentinos. Digamos que ellos usaron nuestro curso para elaborar el propio.

–¿Es cierto que los Estados Unidos estaban celosos?

López Aufranc: –Claro, querían que los franceses se fueran. Veían con mal ojo el rol de Francia. Pero los americanos no sabían nada de la guerra revolucionaria. Aprendieron al mismo tiempo que nosotros.

En un oficio dirigido a su cancillería, el embajador francés Blanquet de Chaillat confirma los celos de los estadounidenses. Ironía de la historia. Aunque había sido realizada para denunciar la guerra sucia desarrollada por los franceses, la película La Batalla de Argel se usó en la Argentina para entrenar a los militares en la lucha antisubversiva. ¿Quién suministró la copia de la película? Misterio. Marie-Monique? Robin entrevista a los ex cadetes de la Armada Julio César Urien y Aníbal Acosta, a quienes se les proyectó la película en 1967. Cinco años después los dos oficiales fueron apresados y dados de baja de la Armada por denunciar el uso de la tortura.

Julio César Urien: –No son recuerdos agradables, porque todo eso lo viví en carne propia.

–¿Quién les proyectó esa película en la Escuela Naval?

Urien: –El director de estudios y el capellán naval, que la acompañaba con un punto de vista religioso.

–¿El capellán justificaba los métodos de la Batalla de Argel?

Aníbal Acosta: –Absolutamente.

–¿Incluso la tortura?

Urien: –Sí. La tortura no era considerada un problema moral sino un arma de combate.

Acosta: –Un sector de la jerarquía católica sostuvo ese tipo de práctica. Nos presentaron esa película para prepararnos para un tipo de guerra que no era la que nos llevó a entrar a la Escuela Naval, la guerra regular. Nos preparaban para una guerra irregular, nos iban acostumbrando de a poco a esos métodos que se emplearían más adelante. Nada que ver con la guerra contra un enemigo exterior. Nos preparaban en misiones policiales contra la población civil que pasó a ser el nuevo enemigo.


Escuela de las Américas, en Panamá.
Su nombre siempre se ha asociado a la historia de las dictaduras latinoamericanas. Creada en 1946 por los Estados Unidos, a mediados de la década de 1960 se especializó en la guerra antisubversiva. En nombre de la lucha contra el comunismo, 60.000 oficiales latinoamericanos serán entrenados en la que se llamará Escuela para dictadores.

Es una historia conocida.

Lo que se conoce menos es el rol de los franceses en la formación de los instructores norteamericanos. Todo comenzó en 1960, cuando Pierre Messmer es nombrado ministro de Defensa. Fue contactado por los norteamericanos cuando se perfilaba la guerra de Vietnam.

Pierre Messmer: –Les interesaba la teoría de la guerra revolucionaria. Pidieron asesores. Enviamos gente que tenía experiencia. Era sobre todo cuestión de experiencia.

–Y Aussaresses, ¿cómo llegó a ser instructor en Fort Bragg?

Messmer: –Porque era un especialista. Cuando los norteamericanos pidieron asesores técnicos supongo que el Estado Mayor del Ejército consultó sus listas y designó gente que hubiera estado en Argelia y hubiera tenido la misión de interrogar prisioneros.

–Y Aussaresses era uno de los mayores especialistas en la guerra revolucionaria.

Messmer: –Aussaresses me parece que no es un pensador, es un ejecutor.

1961. El teniente coronel Aussaresses es nombrado en la agregaduría militar en Washington, de la que dependen diez oficiales de enlace. Todos eran veteranos de Argelia. Fueron distribuidos en distintas escuelas militares estadounidenses. Aussaresses fue destinado a Fort Bragg, sede de las fuerzas especiales que intervendrían masivamente en Vietnam.

–¿Qué enseñó allí?

Aussaresses: –Enseñé las condiciones en las que hice un trabajo que no era el normal en una guerra clásica, las técnicas de la Batalla de Argel, arrestos, inteligencia, torturas.

El general John Jons y el coronel Carl Bernard son dos ex alumnos de Aussaresses en Fort Bragg. Veteranos de Vietnam, hoy militan contra el uso de la tortura. Confirman que a principios de la década de 1960 ni habían oído hablar de guerra subversiva.

General John Jons: –No teníamos ninguna experiencia, por eso hicimos venir instructores de Francia y leímos artículos y libros sobre la experiencia francesa.

Coronel Carl Bernard: –Leímos La guerra moderna, de Trinquier. Aussaresses, que había trabajado con Trinquier, nos trajo las pruebas de imprenta a Fort Bragg en 1961. Lo leímos en detalle y por desgracia yo fui uno de quienes lo estudió a fondo. A partir de ese libro se concibió la Operación Fénix. Envié el libro a Robert Comer, que trabajaba en la Casa Blanca.

En 1967 ese agente de la CIA fue designado jefe de la oficina en Saigón. Dirigió una unidad de escuadrones de la muerte, acusado de eliminar las redes del Vietcong dentro de la población. Fue una guerra muy sucia, bautizada Operación Fénix.

Coronel Bernard: –Fue una copia de la Batalla de Argel. El resultado fue trágico y estoy usando un eufemismo. Hubo un mínimo de 20.000 personas asesinadas, civiles. Paul Aussaresses nos enseñó en Fort Bragg la importancia capital de la inteligencia en ese tipo de guerra, cómo obtenerla y cómo explotarla. Y nos explicó la tortura. Tomaba un prisionero. En general lo convencía de hablar. La mayoría hablaba. Pero al que no quería, lo sometía a sufrimientos físicos, sufrimientos mortales que hacían que terminara por hablar. Explicaba que si otro prisionero asistía a la sesión de tortura se convencía de hablar porque sabía que sería el siguiente. El problema adicional era qué hacer con el prisionero torturado. La respuesta de Aussaresses es que debían ser ejecutados.

–¿La mayoría de sus alumnos fueron enviados a Vietnam?

Aussaresses: –Sí, fueron al trabajo, en Vietnam. Volví a encontrar a algunos cuando fui agregado militar en Brasil en 1973. Tuve una relación muy estrecha con los militares brasileños. Era una dictadura militar. Brasil ayudó considerablemente la acción del general Pinochet contra Allende.

En 1973 la represión se abate sobre la izquierda chilena. Los sobrevivientes contaron que oficiales brasileños dirigían las sesiones de tortura.

¿Fueron formados por Aussaresses?

El ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, responde en su lugar de detención en la base militar en donde comenzó el golpe de 1973. Puede decirse que está en familia, rodeado de sus custodios y su equipo médico: -Eramos admiradores de la OAS dentro del ejército, por su valentía y combatividad. Era un modelo.

–¿Conoció al general Aussaresses?

Manuel Contreras: –No lo conocí pero envié a muchos oficiales chilenos para que los entrenara, en Manaos. Cada dos meses le mandaba un nuevo contingente de oficiales para que los entrenara. El trabajaba habitualmente en la sede del Servicio de Inteligencia, pero viajaba a Manaos para el entrenamiento.

Marie-Monique Robin
Fuente: Página/12 (2005)


Ver Video:Escuadrones de la Muerte- La Escuela Francesa

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