3/5/08

ADOLFO "NEPO" WASSEN ALANIZ II

TESTIMONIO
(SEGUNDA PARTE)
Sonia Mosquera


La condición de rehén está vinculada a su situación de salud, al tratamiento indicado que no se cumplía porque en definitiva se le aplicaba la técnica militar. El tratamiento era indicado cada tres meses pero no se cumple nunca. Hay períodos en que pasa de seis a ocho meses sin recibir tratamiento.

En una oportunidad llega al hospital después de muchos meses (se supone que temía que ir en junio y lo llevan en enero o febrero) y Glaussius está de licencia por lo que lo atiende Kasdorf, que es otro oncólogo que trabaja en el mismo equipo de Glaussius en el Militar.

Kasdorf le dice que es una barbaridad, cómo no lo trajeron, usted tenía que haber venido, no puede ser. Adolfo le dice: "Yo no decido, estas cosas las deciden ustedes, son los médicos los que tendrían que insistir para que me trajeran". El le dice que no, "no tenemos la responsabilidad, es del cuartel de las autoridades militares de la unidad, vamos a hacer una cosa, yo le voy a dar dos dosis juntas de citostáticos para compensar el que no lo hayan traído en el tiempo correspondiente".

Le daban un "cóctel", ya que le duplicaban la dosis de medicamentos tan agresivos. Esto lo cuenta Adolfo en la carta.

El tratamiento fue hecho en estas condiciones, con total irregularidad, sin traslados al hospital, Jamás fueron cada tres meses. Todo esto fue desde el año 1982 hasta junio del 83. En abril del 82 lo trasladaron al cuartel de Durazno.

Va corriendo el año 83 y en marzo él se nota del otro lado del cuello, del lado opuesto al operado, un pequeño bulto. Se lo nota haciendo gimnasia de cuello, espalda y hombros, ya que por la operación tenía que mantener en movimiento los músculos. Toda esa zona le había quedado muy sensible. Inmediatamente pide médico; el médico de la unidad que tampoco conozco el nombre- le dice que puede ser un problema de inflamación de ganglios, y le da antiinflamatorios. Había estado con dolor de garganta y algunos problemas de escema de piel que tampoco le dieron importancia. Lo mantienen quince días con antiinflamatorios y enseguida viene la orden de internarlo.

Lo internan, lo ve Glaussius y le dice que hay que intervenir inmediatamente, que es otro tumor pero, que es más superficial que el anterior. Le apareció del lado derecho del cuello, debajo del lóbulo de la oreja, de un diámetro de dos centímetros, del tamaño de una bolita. Glaussius le dice que está totalmente encapsulado a nivel superficial, entre la piel y el músculo y que piensa que va a ser una operación sencilla, es completamente distinto al tumor anterior. Lo interviene sacándole el tumor.

El tratamiento -si se hubiera hecho cada tres meses, con la regularidad indicada- incluía también el control permanente de pulmones, hígado y demás órganos vitales. Esto era necesario para ver si no había invasión de células malignas. Cada vez que lo internaban le tendrían que haber hecho un control. En esa oportunidad le hacen un chequeo general, y según lo que le dicen, él no deduce que haya ningún tipo de infección en otro órgano.
Estamos en mayo, 28 de mayo de 1983, después de la segunda operación. El tratamiento con citostáticos sigue siendo irregular, a pesar de que ya hay metástasis -se considera metástasis en la medida que aparece otro tumor- y por tanto hay posibilidades de que tenga tomado cualquier otro órgano.

En enero del 84 le retiran el tratamiento con citostaticos, pues el médico considera que había llegado a una dosis tope y de seguir suministrándoselos podía producirle problemas cardíacos, pero quedó estipulado que cada tres meses le llevarían a hacerle los controles de placas y análisis.

En abril del 84 lo llevan al penal de Libertad y en mayo lo internan para hacerle el control.
Adolfo encuentra que tiene el vientre demasiado abultado, está hinchado. Le habían hecho placas y un enzimograma hepático y los resultados fueron normales. El médico que le revisa le dice que es una inflamación, preguntándole qué había comido. Adolfo le dice que en el Penal le dieron polenta y a ello el médico le dice que la inflamación se debía a la polenta.
Adolfo empieza a sentir dolores, e insiste hasta que le hacen una laparoscopía -consiste en una pequeña intervención para poder mirar el hígado-.

Hasta ese momento no se habían planteado hacer una tomografía computada - que creo que es lo que generalmente se hace en estos casos- para determinar con mejor precisión si hay metástasis o no. Se detectaron tres tumores visibles en el hígado y aparecen dos tumores en el pulmón, hecho que ocurre en junio del 84.

Por tercera vez es Adolfo quien se descubre los tumores ya que los médicos no van al lugar donde puede haber metástasis. Glaussius decía que era, la inflamación del vientre, por las comidas y es Adolfo quien insiste, pues se da cuenta que los síntomas no son los de una inflamación común, sino que hay algo más, algo raro. Desde enero -cuando le dejan de suministrar citostáticos- al mes de mayo, no recibe tratamiento ni control alguno, apareciendo al momento de ser internado las metástasis generalizadas por lo que ya no hay posibilidades de operación ni de nada. Ellos consideran que hay que seguir dándole citostáticos a los que Adolfo continúa reaccionando negativamente, con vómitos. Aquí empieza la etapa final, etapa en la que con relación a la atención médica no habría nada más que decir, ya que la situación era incurable, de proximidad de muerte.

No se sabe cuál es el plazo, pero sí que no hay posibilidades de salvación. El tratamiento con citostáticos continúa.

Las metástasis tienen las mismas características que el tumor primitivo, que se llama Hemangiopericitoma maligno. Es un tumor muy raro siendo los casos que se presentan con esa anatomía patológica muy pocos. Incluso hay estadísticas de los países desarrollados de las que surge que es muy extraño que aparezca ese tipo de tumor, no conociéndose cuál es el tratamiento, el tipo de tratamiento que corresponde por la falta de experiencia, dada la escasa frecuencia con que se presenta. Es un tumor que evoluciona en forma lenta.

El médico le dice que a esa altura no es operable, que por supuesto el hígado y el pulmón no se pueden operar, que la situación es grave pero que la posibilidad de alargar el tiempo de vida a través del tratamiento con citostáticos existe. El 27 de junio del 84 soy internada en el Hospital Militar con un diagnóstico que podía ser apendicitis. Mi situación en lo personal es bastante difícil, pues la sala en la que estoy tiene una pared lindera con el calabozo donde está Adolfo y me entero de muchas cosas. Es importante destacar que el hospital es un lugar donde permanentemente y en especia! de noche, la guardia hace mucho ruido. Es una pared muy finita la que separa el calabozo de la guardia. Llevan grabadores con cassettes con música y escuchan fútbol a todo volumen. Muchas veces él golpea y tiene que llegar a patear la puerta del calabozo para que lo lleven al baño. No tiene baño el calabozo, lo tienen que trasladar al baño de la guardia o a uno de la primera sala de compañeros presos. Adolfo está permanentemente en un estado de tensión, es difícil para el enfermo mantener una mínima tranquilidad. Continúa aislado y en medio de ese ambiente que le hace muchísimo daño. Nos molestaba muchísimo a nosotras, que no estábamos solas, que éramos unas cuantas en la misma sala, y no teníamos enfermedades graves. Nuestra situación era también de tensión ya que estábamos siempre pendientes de la presencia de Adolfo, que estaba solo, sometido a transfusiones. El mismo día que yo llego al hospital, el 27 de Junio, le estaban haciendo una transfusión debido a que según el resultado de un hemograma presenta una baja en los glóbulos rojos y además, lo querían preparar para la aplicación de citostáticos ya que el tratamiento le baja los glóbulos rojos, por lo que tiene que normalizar el nivel de éstos, para que la situación no desemboque en otra aún más peligrosa. A los pocos días entonces después de la transfusión empiezan los citostáticos, y es ahí que yo lo oigo por primera vez, fundamentalmente cuando va al baño. Afuera dicen que yo haga una solicitud para ver a Adolfo. Cuando pregunto cómo se hace el trámite me dicen que debo dirigirlo al capitán encargado de reclusión. Yo estoy en el Hospital y desde allí hago la solicitud la cual entrego el martes de noche. El miércoles de mañana a primera hora viene la Dra. de Sala y me da de alta. Esto me hace pensar en tres cosas: 1o. - no quieren que tenga la visita desde el Hospital ya que estamos muy cerca uno del otro; 2o. - no quieren darme la visita o 3o. - el hospital no quiere responsabilizarse de contestar mi solicitud.

Al darme de alta me mandan a Punta de Rieles, el lugar donde yo estaba recluida. Los análisis que me estaban haciendo quedan pendientes, no me dan ninguna explicación. Como ha pasado en los casos de salud, los médicos se manejan con órdenes militares. Me queda claro que a la Dra. le dieron la orden de que me tenía que dar el alta. Ese mismo día, había compañeras que tenían el alta desde hacía ya tres días y no las venían a buscar, dejándolas internadas, cuando a mi con los análisis sin terminar me dan el alta, y me llevan a Punta de Rieles. En el Hospital tengo una visita con mi hijo que me comunica que Adolfo empezó el 30 de junio una huelga de hambre por la Amnistía General e Irrestricta y la vuelta de todos los exiliados sin restricciones y con total garantía.

El sabe que en ese momento ya estaba iniciada la lucha por la Amnistía y se plantea entonces luchar desde esa situación para que esas dos banderas puedan trascender su ámbito personal aislado hacia el conjunto del pueblo uruguayo.

Su huelga de hambre desde un principio está planteada como una huelga para sólidos, va a ingerir líquidos, no solamente agua sino también leche y licuados. Por la situación en que está no se plantea una medida suicida en el sentido de que la tenga que abandonar enseguida o la pueda "quedar" enseguida. El no se la plantea con un ánimo inmediatista. Hay una insistencia del médico porque necesita comer sólidos, comer carne, comer sobre todo proteínas.

Yo me entero de esa huelga un día antes de que me llevaran al Penal. Al llegar al penal, ese mismo día, vuelvo a hacer la solicitud para que me otorguen la visita. Es miércoles, el único día de presentar solicitudes.

Al otro día, el jueves, yo ya estoy en la celda con las compañeras y siento por atrás los pasos de una oficial que me dice: "Mosquera, su visita esta concedida".

Le pregunto cuándo voy a ir, y me dice que no sabe, pero que tengo que estar pronta en cualquier momento, porque en cualquier momento me van a llevar. Serían entonces las cinco de la tarde, y yo pienso que me pueden llevar en una, dos, cinco horas o al otro día. Inmediatamente me apronto, en la medida en que no me dan una respuesta clara y me dicen en cualquier momento. Especialmente quedo "con la cabeza pronta " Pasa ese día y no me llevan, pasa el otro día y tampoco me llevan, recién el sábado de mañana me avisan quince minutos antes. El oficial que estaba de guardia ese día fue conmigo al hospital, a su vez iba una policía militar (soldado femenina). La revisación fue especial. Hacía tiempo que no la teníamos, ya que hacía tiempo que no nos hacían desnudar; me revisaron el pelo, las orejas, claro, iba a tener un contacto directo, pero además aprovechaban porque era evidente que la situación iba a ser bastante difícil para los dos. Hacía doce años que no nos veíamos, y en una situación muy brava, ya que yo era consciente que quizás era la última vez que lo vería como también él iba a ser consciente de lo mismo.

Por eso adquiere una envergadura mayor este asunto de la revisación porque mi cabeza estaba en otra cosa, y no en lo que la interferencia militar pudiera suponer en ese momento. Estaba más en el plano afectivo, en todas la contradicciones interiores que me producía una visita de ese tipo, toda la sorpresa y la incertidumbre propia de una situación de visita después de tantos años.

La visita se da en el lugar en que él vive, es un calabozo pequeño, más o menos de dos metros por dos metros. No me permiten sentarme en la cama, tengo que sentarme en un banquito y me obligan a mantener distancia.

Ahí se da una diferencia entre los dos, porque él acostumbrado a estar en el aislamiento no sabe como manejarse, yo, acostumbrada a estar en lo colectivo. Me mantuvo agarrada de la mano, sentada en el banquito pero muy cerca de él, no mantuve ninguna distancia aunque querían correrme contra la pared para que habláramos separados. No era una habitación demasiado grande, pero no había ningún derecho después de tantos años de no poder tener siquiera ningún contacto mínimo afectivo. La cosa se resolvió un poco de hecho porque ellos no insistieron. La presencia de ellos era muy importante, sobre todo en esa primera visita, porque era un calabozo muy chico. Habían tres custodias escuchando, observando; imposible hablar bajo, imposible hablar sin que ellos escucharan. Esa primera visita fue muy tensa, ninguno de los dos sabíamos que íbamos a tener otras visitas. Pensamos los dos que esa iba a ser la única, e incluso él no sabía que yo iba a visitarlo.

Cuando él se dio cuenta yo ya estaba dentro del calabozo. Fue tremendo porque el impacto emocional fue de parálisis total, de no saber qué hacer, como estar soñando, de estar viendo visiones. Todo esto, para él, ya que yo sabía que iba a verlo. Se dio como una situación de nerviosismo, muy natural; en mi también pero distinta, yo sabia con seguridad de que lo vería, pero para él se da así: le habían comentado en algún momento, la familia, que se estaba tramitando una visita, me decía: "sabes que me comentaban que se estaba tramitando una visita, de que te iban a traer, pero yo dije: ¡qué la van a traer a la petisa!, no, no la van a traer, eso es una cosa de manejo de la gente, de sueños de la gente, de querer que se produzca, pero jamás -decía él- me aferré a una certeza de que iba a ocurrir, y ahora que te tengo acá y me parece que sos como un fantasma, como un sueño, como algo que no es real". Bueno, los primeros diez o quince minutos fueron de reconocimiento, incluso físicamente, lo que habíamos cambiado, !o que no habíamos cambiado, como cosas más personales; y después ya estaba en la huelga de hambre, le hice algunas preguntas de cómo se sentía ya había adelgazado mucho, hacia una semana que estaba en huelga de hambre. Había adelgazado de 62 a 50 kg. sí, ya había adelgazado 12 kg. Le pregunté un poco más de la parte de la salud concretamente y el me cuenta cómo se produjo la investigación de la metástasis y que él mismo se la descubre, mientras que el médico insiste por el lado digestivo. No me quiere hablar mucho de la parte de la salud, me dice que sería esconder la cabeza, no querer ver la realidad, que está en una situación muy grave, muy difícil de superar, pero que no se rinde, que tiene esperanzas, que va a seguir peleando la vida, a pesar de los tumores, que tiene una ventaja, todavía no siente dolores, que se siente muy molesto cuando le hacen los tratamientos con citostáticos, por los vómitos, que se siente muy débil. En ese momento él comienza a sentir mucha debilidad por la falta de alimento, además le empiezan a dar Gevral disuelto en agua, por las proteínas, pero le cayó mal al estómago y lo tuvo que suspender. Me cuenta que sólo toma licuados, la leche tampoco le hace bien por el hígado; de todas maneras, la situación es bastante sorprendente, los resultados de los análisis lo son, pues el nivel de transaminasas no alcanza todavía los niveles de una hepatitis a pesar de los tres tumores que tiene el hígado. O sea que la función del hígado no está limitada, a pesar de los tumores, y con relación al pulmón, me cuenta que son dos tumores que están bastante cercanos, o sea que en la medida que crezcan los dos se pueden juntar, y el médico no le plantea la posibilidad quirúrgica porque sería someterlo a una situación con la cual no mejoraría; le plantea que lo más grave es el hígado y que lo único que se puede hacer es el tratamiento de citostáticos más seguido, cada mes y medio. Entonces le pregunto si no le indicaron una tomografía computada, algo que lo pueda investigar mas en profundidad, más técnico. Yo sé que en el hospital Militar no lo hacen, que lo tendrían que trasladar a otro lugar, pero Adolfo me dice que no se lo han planteado. Por otro lado me dice que el médico le insiste muchísimo en comer, que se va a agravar su situación si sigue ingiriendo solamente líquidos y que la única forma de elevar las reservas orgánicas en función del tratamiento con citostáticos es mediante proteínas en forma de sólidos. El responde que ya tomó una resolución en ese sentido, que esa resolución pasa por algo que ya es público y notorio, que no va a retroceder en ese sentido, y que no tiene más que decir. Me cuenta que con el médico no mantiene discusiones largas con respecto a ese punto, simplemente se limita a escucharlo.

En una oportunidad, un mayor de nombre Herrera, integrante del comando del hospital, fue a decirle que se estaba matando inútilmente, que la medida que estaba llevando adelante no tenía ningún eco popular, que era inútil, que no servía para nada, que él estaba aislado, estaba solo, que no tenía ningún valor, lo trataba de desmoralizar. Frente a todo eso Adolfo guarda silencio, no le contesta nada, me dice que hace tiempo dejó de discutir con los militares.

Pero tiene la otra campana por la visita de la familia que le transmite de inmediato que la medida genera apoyo en todos los grupos políticos de la izquierda. Por esa época la Cruz Roja Internacional, llega a Libertad y puede hablar con los rehenes, menos con Adolfo que está solo en el Hospital Militar. Creo que es la segunda semana de julio cuando llegan, por tanto Adolfo llevaba como 15 o 17 días de huelga de hambre. Cuando llegan los delegados de la Cruz Roja al hospital, les informan que la huelga de Adolfo es falsa porque él no está en condiciones de comer pues su enfermedad no se lo permite, que es una parodia. Esto mismo se lo cuentan los delegados, entonces para demostrarles que no es cierto, decide comer. Los delegados de la CRI le dicen que no necesita ninguna comprobación material del hecho, que ellos simplemente se ven en la obligación de informarle lo que dicen las autoridades del hospital, pero que ellos están convencidos que la huelga de hambre es absolutamente cierta, le dicen que si come después de tantos días de huelga puede hacerle mal. Le llevaron dos churrascos y puré, y Adolfo ese día come todo lo que le llevan (después de haber estado quince o diecisiete días tomando sólo líquidos), para demostrarles que puede comer, para que quede absolutamente claro que no es ninguna parodia.

Bueno, en total la medida dura 31 días. La levanta el primero de agosto. Durante ese período, ese mes pierde quince kgs. Las oportunidades que tuve de verlo mientras él hacía la medida, me demuestran un convencimiento muy importante de su parte. Adolfo piensa que la medida no es un suicidio, entiende la medida como un recurso de lucha que tiene en ese momento. Se da una creciente movilización del pueblo en torno a la Amnistía. Hay de hecho una elevación en la movilización e incluso se entera de que empieza a darse los viernes la concentración en Plaza Libertad. Esto le va confirmando a él, que los objetivos de movilización que pretende van surgiendo. Esto es lo que reafirma su convencimiento y su confianza de que fue una medida tomada en el momento apropiado.

La medida de Adolfo incentivó ese clamor popular y lo transformó en una movilización mayor. Se entera del apoyo concreto de sectores sociales y políticos con un ayuno de diez días, medidas que son lo suficientemente claras como para demostrarle la validez de lo que está haciendo. El ayuno no le provoca ninguna distorsión, yo lo veo absolutamente lúcido, con una lucidez muy grande. Lo que si le provoca es un enflaquecimiento brutal y él siente que va perdiendo fuerzas y me dice que le cuesta caminar, que se cansa, pero su razonamiento y su convencimiento son cada vez mayores. En el momento de levantar la medida, antes de salir del Penal de Punta de Rieles, un oficial me llama para comunicarme que mi esposo había levantado la huelga de hambre (en ese momento el Comandante del Penal era el Tte. Cnel. Agosti, un oficial de larga trayectoria, conocido por nosotras desde el año 72, que participó en los interrogatorio y en torturas en Artillería 1, en La Paloma). Este oficial ya me había llamado antes, cuando empezaron las visitas, para decirme que yo tenía que tener claro, que ser consciente, que se trataba de un caso extremo de una enfermedad en que era inexorable la proximidad de la muerte y que ellos iban a hacer todo lo posible, a pesar de que Adolfo era considerado por ellos un enemigo ancestral, que de todas maneras iban a tener consideración con la situación que estaba viviendo en ese momento y que iban a concederme visita aunque no me pudiera precisar con qué regularidad iban a ser, ni cada cuánto, pero que las visitas las iba a seguir teniendo, que ellos querían que yo estuviera con él en la medida que se aproximara el desenlace. Yo voy ese día al Hospital, me cuenta que levantó la medida, me da todos los fundamentos políticos por los que la levantó.

En primer lugar desde el principio él no había dado un plazo, porque el objetivo era crear movilización, es decir, cuando él viera que ese clima se diera afuera, iba a tener la libertad suficiente como para flexibilizar o radicalizar la medida, dependía del momento político. El momento político se presentaba en esa coyuntura concreta, se estaba realizando el acuerdo del club Naval, la negociación que definiría la fecha de las elecciones y la salida política que tendrían los partidos. Si bien el panorama era bastante confuso, era cierto que la expectativa de la gente estaba centrada en la negociación. A él le llegaban las condiciones para la prenegociación, que eran: la libertad de todos los presos que tuvieran cumplida la mitad de la pena y sacar del borrador de las fuerzas armadas la prohibición de que el parlamento dictara una ley de amnistía, o sea que la salida de los presos se daría en forma total una vez que asumiera el gobierno civil.

Es decir que de alguna manera el tema de los presos políticos estaba planteado en términos de condiciones, de acuerdo a lo que Adolfo le llegaba, que todos los presos que tenían la mitad de la pena cumplida sin hacer ninguna discriminación de medidas de seguridad. Entonces Adolfo levanta la medida justamente en función de esos términos políticos que se estaban dando pero fundamentalmente por el clima de movilización que se daba afuera . Adolfo levanta la medida entonces, para no crear un foco (un "foquito" dice él), de distorsión.

Al comenzar a comer nuevamente, se nota una inflamación en la zona abdominal, inflamación que va a continuar hasta el momento de la muerte. El vientre se le va haciendo más prominente por los tumores que tiene el hígado. Eso es lo que se ve externamente. Como síntomas claros de gravedad empieza a sentir algunos dolores y plantea alguna forma de calmar el dolor que no lo duerma, porque su propósito es vivir lo más consciente posible y por eso trata de evitar los calmantes fuertes. EI ve la muerte en proximidad, pero no inmediata, siempre que hablamos de este tema me dice que está haciendo fuerza para vivir hasta marzo, porque tiene la seguridad de que en marzo salimos todos. Incluso por las características del tumor, él es consciente de que está grave, pero nunca pierde la confianza de poder llegar hasta marzo. Teniendo también un convencimiento de que en marzo salíamos todos, y esa necesidad de la liberación, él no tiene expectativas de que lo larguen antes que al resto de tos rehenes. El sabe que su situación no la van a resolver en forma especial, por más movilización que hay en torno a los presos políticos enfermos y en torno a él por su gravedad. El en ningún momento se plantea la posibilidad de salir en libertad antes que el resto de los rehenes. Hay toda una actitud de lucha contra la muerte que se materializa en eso que decía de estar lo más consciente posible, de racionalizar los calmantes de manera de no estar dopado. El quiere estar lo más lúcido posible, sabe que los calmantes lo llevan a un estado artificial, por la composición en opio o morfina que tienen. Llega a tomar calmantes con algunos gramos de opio, pero nunca llegó a tomar morfina. Bueno eso es toda una actitud mental y una actitud de vida frente a esa situación; en cuanto a la certeza concreta del plazo en que se va a resolver su situación, yo veía como una contradicción en él, en la medida en que se iba aproximando o que se iba agravando su situación.

En octubre le hacen una tomografía computada por primera vez, es la primera vez que lo sacan del Hospital Militar, a través de un trámite particular de la familia, se lo hacen en el sanatorio Larghero. Esa tomografía le da que el hígado está como una bolsa de papas. Es la primera vez que tiene un diagnóstico más claro de su situación, ya que el diagnóstico se lo da a la familia el propio médico, y la frase es: "el hígado es una bolsa de papas". A esa altura los dos nódulos del pulmón se están juntando en la medida que van creciendo, es a partir de ese momento que yo visualizo esa contradicción entre esa necesidad de vida que tiene y como él me decía siempre, de llegar a marzo, que me lo decía a mí, a su familia y se lo decía a todos los que lo veían, y por otro lado esa inseguridad de que tal vez no llegare. Esa contradicción se agudiza en el último tiempo, en la última semana, en la semana que él muere. A mí me empiezan a llevar prácticamente todos los días a verlo, cosa que es muy extraña, que además se junta con varios elementos: -por un lado el medico que lo ha atendido durante toda la enfermedad, Glaussius, se va de licencia y antes de irse le viene a decir que por el tiempo, le tocaría que le hicieran nuevamente el tratamiento con citostáticos, pero que, como está con las articulaciones un poco inflamadas y tiene algunos problemas secundarios, que bueno, que va esperar que desaparezcan para hacerle el tratamiento. Es una especie de consuelo. Me parece que el médico ya tiene claro que la situación se define en unos días y se toma licencia y además, se despide de él.

El otro médico a cargo de Adolfo, es el Dr. Kasdorf, quien es del mismo equipo que Glaussius, pero que cuando se produce la muerte desaparece de escena, no estaba en el hospital. Le traen a Adolfo un papel donde le permiten quedarse de noche con la familia, a mí me llevan todos los días; esto le produce una situación interior, que además es la primera vez que yo lo veo enfrentado, realmente a la muerte. El me dice: "¿qué es lo que está pasando, me estoy muriendo, o me quieren poner en la máquina? Es decir, trayéndote a vos todos los días, diciéndole a la familia que venga de noche, hay dos posibilidades: una que sea cierto que me estoy muriendo, y yo no me doy cuenta y, -me decía- no tengo ningún síntoma nuevo de gravedad, a no ser los que tengo siempre, como para decir sí, me estoy muriendo, pero por otro lado está la posibilidad de que me quieran poner en la máquina". Frente a esa situación, yo lo que le digo es que me parece que lo mejor es que se maneje con los síntomas que él siente, que no se ponga a especular en base a las nuevas cosas que le ofrecen. La visita sigue siendo igual, son siempre igual, con un control permanente, con el oficial, la soldado y un milico del Hospital militar.

El mismo día que fallece a mí me llevan en una forma muy especial. Me vienen a despertar a las 2 de la mañana, muy abruptamente, violentamente, las milicas me dicen que me tengo que vestir rápidamente para ir al hospital. Pregunto por qué y me dicen que mi esposo está grave; yo le pregunto si está consciente o inconsciente y me dice que no sabe, que está grave. Me visto rápidamente, salgo, me esposan y me llevan. Cuando llegamos me llevan al mismo lugar donde siempre iba a la visita, que era el calabozo donde él estaba viviendo desde hace meses en el hospital, me entran a mí primero al aislamiento, y cuando entro Adolfo ya había muerto, y a mí en ningún momento me avisaron de que ya había muerto. Y es como si me hubieran dado una visita, porque fue exactamente el mismo tiempo que me dejan, 45 minutos y con 3 milicas adentro. El está muerto. Es una situación muy difícil de resolver, no solamente porque no me habían avisado y nunca me imaginé, porque al decirme que estaba grave, yo pienso que voy a llegar por lo menos a la agonía. El jueves cuando lo veo por última vez, me dice que el miércoles, el día anterior de tarde, después de comer, se quedó dormido y cuando se despertó se dio cuenta de que había un revuelo bárbaro alrededor de él y que le preguntaron qué le había pasado, él no supo contestar y que se había dado cuenta de que había hecho un coma y que lo habían sacado de ese coma. Eso me lo dice el jueves y entonces el Jueves, cuando yo lo veo que es la última vez, él me dice que ahora sí se da cuenta de que está más cerca de la muerte, como que su organismo le mostró por primera vez el día anterior un síntoma nuevo, pero que a partir de ese coma se da cuenta que su situación es realmente grave, es más grave de lo que él pensaba. Yo lo veo tranquilo en el sentido de que él trata en esa visita, más que nada, como de protegerme a mí, de que no le dé la envergadura más allá de lo que es, es decir, que lo asuma bien. Son sólo cinco minutos que hablamos de eso porque después él se dedica a hablar de Adolfito, del futuro, está muy preocupado de que yo en el futuro esté muy pendiente de su situación, como que la situación de él me cree un condicionamiento de vida y Adolfito, hablamos de Adolfito, de los padres, de la situación con la cual me voy a enfrentar yo, bueno, son temas que ya los vinimos hablando en otras visitas, pero que en esa visita cobran relevancia especial, que ninguno de los dos somos conscientes de que va a ser la última. En un momento él me dice: "Sabés una cosa, que hay una cosa que a mí me deja contento, yo creo que voy a ser la última víctima de la dictadura en la cárcel". Claro, a esa altura ya se habían muerto todos los compañeros presos que tenían cáncer, era el último que quedaba, y sí, fue realmente así, la última muerte en la cárcel fue la de Adolfo.


Leer: ADOLFO "NEPO" WASSEN ALANIZ III

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