25/12/08

Confesiones del horror y la tortura - Argentina

Sistemática y planificada, de origen francés.
Figuras protagónicas de la dictadura militar (1976-1983), realizaron explosivas declaraciones en septiembre de 2003, difundidas por la televisión y el diario Página 12. Estas confesiones clausuran el debate sobre las características de la represión en esos años. Son fragmentos del impresionante documental de Marie-Monique Robin llamado “Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa”. El film revela que el origen de la doctrina que aplicó la dictadura argentina está en la estrategia creada por el Ejército Francés para sus guerras coloniales en la década del 50, y que resultó de influencia decisiva para otros regímenes autoritarios. Asimismo, la apertura de archivos en el 2000 permitió conocer documentos de gobierno, la Cancillería y las Fuerzas Armadas francesas -que difundieron en Argentina revistas como “Todo es Historia” en el 2002-, confirman las tesis del documental y que hasta el concepto de subversión fue importado de Francia por oficiales que asesoraron a las Fuerzas Armadas de Argentina y de otros países.



Ahora, la discusión se termina.
Los máximos responsables de la dictadura militar que se instaló en la Argentina entre 1973 y 1983 siempre negaron las características de represión que ejercieron, los secuestros, asesinatos, torturas, y desaparición de personas. Pese a los múltiples testimonios que brindaron los sobrevivientes de las prisiones clandestinas, confirmados por las más diversas pruebas (documentación tanto nacional como extranjera o el hallazgo de cadáveres en fosas comunes, entre otras), apenas hicieron referencia a que algunos habrían actuado fuera de los mandos militares pero que solo se trató de unos pocos grupos, supuestamente descontrolados.

Ahora, varios de los generales más importantes de esa época han reconocido la autoría de los horrores y explican que todo ello formaba parte de un plan y un sistema. Fue una estrategia aprendida de un poderoso ejército.

Así ha finalizado un debate sobre la metodología de la represión, con una serie de confesiones que forman parte de un documental francés. Allí se narra la influencia que ejerció en varios países –como Argentina-, la enseñanza de tácticas desarrolladas por el Ejército Francés para la represión de movimientos populares y guerrilleros en sus colonias de Indochina y Argelia en la década del 50 del siglo XX.

Se trata de las confesiones de, nada menos, personajes como los generales (retirados) Reynaldo B. A. Bignone, ex director del Colegio Militar y último presidente de la dictadura (1982-1983); Albano Eduardo Harguindeguy, ex ministro del Interior (1976-1981); Ramón Genaro Díaz Bessone, que fue comandante del II Cuerpo de Ejército y ministro de Planeamiento (1976-1977), y Alcides López Aufranc quien fue Jefe de Estado Mayor del Ejército y director de la empresa Acindar (1976-1992).



Confesiones
Algunas de las declaraciones de los generales de la dictadura no permiten ningún comentario más por la contundencia del mensaje que manifiestan. Estas afirmaciones fueron difundidas por Telefé Noticias (ex canal 11), y en exclusiva por el diario argentino Página 12 (www.pagina12.com.ar). Citamos de ellos sólo algunas que resultan impresionantes:

Reynaldo B. A. Bignone: “Nuestro presidente habla de 30.000, pero sólo fueron 8000, de los cuales 1500 bajo el gobierno de ellos

Bignone cuando habla de “ellos” se refiere al gobierno de 1973 a 1976 del general Juan Domingo Perón e Isabel Perón. Esa mención recuerda a la organización terrorista Triple A (Asociación Anticomunista Argentina), creada por José López Rega, el ministro de Bienestar Social (paradójico nombre...). Por primera vez, uno de los protagonistas de la dictadura reconoce la existencia de desaparecidos bajo ese régimen.


General (RE) Reynaldo Bignone, último presidente "de facto" de la dictadura militar argentina. Sus confesiones, junto a las de otros destacados miembros del Proceso de Reorganizción Nacional dan por finalizada la discusión sobre el tema de la represión y las desapariciones.

Ramón Genaro Díaz Bessone: “¿Cómo puede sacar información [a un detenido] si usted no lo aprieta, si usted no tortura? Y en cuanto a los desaparecidos, supóngase que hubiera habido 7000 desaparecidos, que no hubo 7000 desaparecidos. ¿Usted cree que hubiéramos podido fusilar 7000? Desde el Papa, al fusilar tres nomás... Mire el lío que le armó a Franco con tres. Se nos viene el mundo encima. Usted no puede fusilar 7000 personas. Y si los metíamos en la cárcel, ¿qué? Ya pasó acá. Venía un gobierno constitucional y los ponía en libertad. Porque esta es una guerra interna. No es el enemigo que quedó del otro lado de la frontera. Salían otra vez a tomar las armas, otra vez a matar”.

También por primera ver reconocen la aplicación de torturas y asesinatos como metodología, al igual que la desaparición de personas.

Albano Eduardo Harguindeguy:Fue una realidad y un error. Porque es distinto a los desaparecidos en Argelia, donde eran desaparecidos en el territorio de otra nación. Fue un apéndice de Francia. Una vez que se liberó los franceses se volvieron a su casa. Acá un desaparecido tenía padres, hermanos tíos, abuelos.”
Por estas y otras declaraciones más, de similar sentido, se ha anunciado que los generales serían juzgados. La autora del documental en el cual se encuentran estas confesiones, la periodista francesa Marie-Monique Robin declaró al diario La Nación, el 4 de septiembre de 2003, con respecto a las sanciones que podrían recibir los militares: “Eso me parece mal. Otra cosa es juzgarlos por lo que han hecho. Encuentro injusto si los sancionan sólo porque han hablado. Si el propósito es finalmente restablecer la verdad histórica, para poder mirar hacia el futuro, entonces se debe escuchar a todo el mundo”.

Llama la atención que finalmente el gobierno de Néstor Kirchner se decidiera juzgar a estos militares por sus expresiones y no se solicitaran más aclaraciones por sus acciones y sus consecuencias.



El documental por televisión y la prensa escrita. Imágenes de una antigua película...
Las confesiones de los generales fueron transmitidas la primera semana de septiembre del 2003 por el noticiero de Telefé. Además pudieron seguirse por la prensa escrita en diversos artículos que publicó el diario Pagina 12, desde el 31 de agosto hasta el 3 de septiembre, firmados por el periodista Horacio Verbitsky y una colaboración especial de la misma Marie-Monique Robin. La periodista francesa cedió los derechos de reproducción de las declaraciones de los ex integrantes de la dictadura al periódico, que transcribió en su totalidad dado que en el documental aparecen editadas.

El documental propiamente dicho se emitió el lunes 1 de septiembre de 2003 por Canal Plus de París y se difundió, ese mismo día, por otros once países más. Su título es por demás elocuente, “Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa”.

Además de las declaraciones de los generales argentinos aparecen entrevistas a los oficiales franceses que idearon y comenzaron a implementar tácticas de terrorismo de Estado –también llamadas contrarrevolucionarias-, contra un enemigo que utilizó la guerrilla y se mimetizó en la población, como sucedió en la década del 50 en la revolución por la independencia de los territorios coloniales de Indochina y de Argelia.

El periodista argentino Horacio Verbitsky, autor de diversos artículos publicados en el diario Página/12 donde se difunden las declaraciones de los militares del Proceso.
En este tipo de enfrentamiento la información resultaba clave para anticiparse a las acciones guerrilleras. Los militares franceses consideraron que ese conocimiento debía obtenerse sin ningún tipo de valoración ética de los medios ni suponer una posibilidad de justicia. Así la tortura se transformó en un instrumento para un fin dual: la información y, por la acción psicológica de ese terror, la manera de mantener aislada a la población de los grupos subversivos. Una estrategia basada en el secuestro sistemático de personas, tortura, asesinatos y posterior desaparición de los cadáveres para quebrar a toda una comunidad y así establecer un riguroso control social.
Para relatar esta situación en el documental, se entrevista a personajes como el general (retirado) Paul Aussaresses, uno de los protagonistas de la “Batalla de Argel” (1957), quien en su autobiografía narra con detalle su actividad (entre ellas las ejecuciones clandestinas), y reivindica el uso de la tortura al igual que en el documental.

Igualmente se puede escuchar al ex ministro de Defensa de Charles De Gaulle entre 1959 y 1970, Pierre Messmer, quien reconoce haber enviado a varios veteranos del conflicto en Argelia a los Estados Unidos para que instruyeran (en academias militares como Fort Bragg) a otros oficiales del ejército norteamericano en esas prácticas terroristas que luego se aplicaron en la Guerra de Vietnam en el denominado Plan Fénix. Este plan significó el asesinato de 20.000 civiles vietnamitas entre 1965 y 1975. Asimismo, el general estadounidense John Jons y el coronel Carl Bernard, dos ex “discípulos” de Aussaresses en Fort Bragg, corroboran todo. Estos oficiales, quienes actualmente manifiestan su rechazo a la tortura, detallan como fueron entrenados en esas metodologías, y explican que muchos de los oficiales norteamericanos que pasaron por allí implementaron lo aprendido en la guerra de Vietnam como parte del mencionado Plan Fénix.

Entre otros personajes que brindan su testimonio se encuentra el general (retirado) chileno Manuel Contreras, ex director de la policía secreta (DINA, Dirección de Inteligencia Nacional), de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile (que duró de 1973 hasta 1990). Contreras, que actualmente cumple una condena judicial en Santiago, afirma que en Brasil varios oficiales chilenos fueron “entrenados” por Aussaresses en 1973. El general francés ratifica esta afirmación y explica que en ese momento se encontraba en Brasil (que para la época estaba bajo una dictadura) como agregado militar de la embajada. Reconoce haber transmitido sus “conocimientos” a colegas chilenos y creado allí un “escuadrón de la muerte”.


Igualmente se puede ver y escuchar a otros oficiales franceses como, por citar a algunos, el coronel Charles Lacheroy, el coronel Marcel Bigeard, quien se explaya abiertamente sobre el uso de la “picana eléctrica” que ordenó utilizar a sus subordinados en Argelia, o también el prefecto de la policía de Argel en 1957, Paul Tietgen, quien luego renunció. Tietgen fue el único que denunció la desaparición de “3024 prisioneros entre los 24.000 registrados oficialmente”, y también afirma que a los detenidos “la gente de Bigeard les ponían los pies en cemento y los tiraban al mar desde helicópteros. Un método sucio. Así no se hace la guerra”. Este accionar coincide exactamente con los “vuelos de la muerte” que se hicieron en la dictadura argentina y que reveló el capitán de la Armada Argentina, Adolfo Scilingo. (nota: recordamos que Scilingo confesó en 1995 su propia participación en el asesinato de treinta hombres y mujeres indefensos que fueron arrojados al Río de la Plata. Hasta las declaraciones de los generales en el documental francés fue la confesión más completa ya que nunca un oficial superior reconoció las atrocidades ordenadas y cometidas, y sólo en 1994 los capitanes, Antonio Pernías y Juan Carlos Rolón admitieron ante el Senado el uso de la picana eléctrica en la ESMA –Escuela de Mecánica de la Armada).

Retomando el relato sobre el documental francés, comentamos que algunas imágenes parecen de la época, sin embargo pertenecen a la película ítalo-argelina de 1965, “La batalla de Argel”, cuyo director fue Gillo Pontecorvo. El general Paul Aussaresses afirmó que “Es magnífica. Muy próxima a la verdad. No se puede hacer mejor, está muy bien interpretada”. Cabe aclarar, sobre todo por quien elogia este film, que se trata de una película que denuncia las atrocidades del ejército francés en el país africano en 1957. Fue boicoteado por las grandes redes distribuidoras, por eso muy pocos lo vieron en Francia, pero en otros lugares fue visto con otra finalidad. Así lo comentan los ex cadetes de la Armada Argentina, Aníbal Acosta y Julio César Urien, que explican que en 1967 en la Escuela Naval, el director de estudios y el capellán naval, les proyectaron el film como parte de la instrucción a la par que justificaban la tortura. Los ex cadetes fueron apresados y dados de baja de la Armada Argentina en 1972 por denunciar el uso de la tortura.


Todas estas declaraciones, más otras que no hemos mencionado, conforman un documental que esperamos sea difundido en su totalidad en los países, como la Argentina, que soportaron diversos regímenes dictatoriales porque revelan el origen del horror que se padeció. Muestran a dictadores que a sus propios conciudadanos los sometieron a los aberrantes métodos que los oficiales franceses crearon para territorios coloniales.

Por otra parte, en Argentina esta información ya se había difundido por otros medios, aunque no con la contundencia que otorga la imagen y la voz filmada, y en confesiones de los protagonistas y autores de estos terribles acontecimientos.



Todo es historia...
La reconocida revista de investigación que dirige Félix Luna, “Todo es Historia”, en su número 422, de septiembre de 2002, presenta en su tapa un elocuente título: “Los maestros de la tortura. La influencia militar francesa en la lucha antisubversiva argentina”. María Oliveira–Cézar y Diego Llumá realizaron una serie de artículos (entre ellos hay un trascendental reportaje al periodista y documentalista francés Pierre Abramovici), que examinan el origen de la doctrina utilizada para luchar contra la subversión y la relación que mantuvo el Ejército Argentino con su par francés a fines de la década del 50.

Todo ello en el marco de una investigación propiciada por la documentación que a partir del 2000 dio a conocer el gobierno, la Cancillería y las Fuerzas Armadas francesas.

Así es como mediante pruebas documentales y testimonios se puede comenzar a ordenar una trama que se inicia en 1951 en Indochina en la lucha que la guerrilla vietnamita implementaba contra el dominio francés. Diego Llumá explica que “en base a una lectura de las tesis sobre la guerra revolucionaria de Mao Tse Tung, los oficiales Roger Trinquier, André Beauffre, Gabriel Bonnet y Pierre Chateau-Jobert, diseñaron un sistema para luchar contra ese enemigo disperso entre la población”.

La derrota francesa en la batalla de Bien Dien Phu ante los vietnamitas en 1954 incitó a los militares franceses a implementar de lleno las nuevas teorías de lucha contrarrevolucionaria, antiguerrillera, en el siguiente teatro de operaciones: Argelia. Allí, los nacionalistas argelinos se organizan en torno al Frente de Liberación Nacional (FLN), que asume una lucha de guerrilla urbana contra la dominación francesa.

El gobierno socialista de Guy Mollet, con Francois Mitterand en el ministerio del Interior, da vía libre a los militares en 1957 y les otorga poderes especiales con la intención de obtener una victoria militar sobre el FLN. Entre enero y septiembre de ese año en Argel (la capital y principal ciudad), se divide el territorio en zonas, se unifican las fichas de sospechosos, se crean centros clandestinos de detención en donde se aplicaran sistemáticamente las torturas para obtener información que posibilite destruir los cuadros del FLN.

¿Qué sucedió luego en Argelia? La feroz represión hizo mermar la actividad revolucionaria pero no detuvo el fervor independentista de los argelinos, que sumado al escándalo por la expedición franco-británica al canal de Suez (1956), posibilitaron el acceso al poder el héroe de la Segunda Guerra Mundial, el general Charles De Gaulle. Ante la sangría que provocaba en las tropas francesas la guerra en Argelia, y las manifestaciones de repudio de los intelectuales, la juventud y las iglesias por la política terrorista, De Gaulle asume una posición no esperada por el ala dura militar. En 1962 Francia reconoce la independencia de Argelia. Finalmente, los métodos empleados (tortura, detenciones clandestinas, desaparición de personas y el terror en la población), resultaron un fracaso.

Pero el desarrollo de la teoría y la práctica de esta particular lucha antiguerrillera del ejército francés trajo consecuencias en el resto del mundo, porque se asumió como una “victoria” militar francesa lo sucedido en Argelia, y atribuyeron que sólo por consecuencias políticas, o debilidad –o traición-, de Charles De Gaulle, la estrategia implementada había fracasado. Ningún reparo de tipo humanitario se tuvo en cuenta, en primer lugar, en Argentina.



Una invitación especial...
En uno de los artículos de la revista “Todo es Historia”, firmado por Diego Llumá, se explica que la Argentina tradicionalmente capacitó a oficiales de Estado Mayor en Francia. Uno de ellos, el coronel Carlos Rosas –egresado de la Escuela de Guerra de Francia-, fue encargado de reestructurar la Escuela Militar de Guerra “siguiendo las normas que venían aplicando los franceses contra el Frente de Liberación Nacional (FNL) de Argelia desde 1954”. Posteriormente, cerca del final de su vida en 1969, Rosas efectuó un viraje completo de su ideología y organizó un movimiento político que apoyó el “Cordobazo”, la versión autóctona del Mayo Francés, lo que le valió 80 días de arresto.

Pero en ese entonces, entre 1958 y 1962, Rosas efectuó la traducción de numerosos textos de los “teóricos” franceses que fueron editados en publicaciones como militares como la Revista de la Escuela Superior de Guerra. Rosas también contó con el apoyo de los tenientes coroneles argentinos Miguel Mom y Rodolfo Mujica. Para el año de la batalla de Argel (1957), llegaron a la Argentina, para acentuar los vínculos entre las fuerzas armadas argentinas y francesas, los tenientes coroneles Patricio J. L. De Naurois, Fracois Pierre Badie, y Robert Bentresque, quienes brindaron conferencias y cursos. Según comenta Diego Llumá, “Este fue el origen del curso de ‘Guerra Revolucionaria y Contrarrevolucionaria’ que instaló la problemática en los cuadros que dos décadas más tarde diseñarían el plan que culminó en la debacle humanitaria de los años setenta”.

En ese tiempo también se redacta el reglamento secreto RC-8-2 “Operaciones contra Fuerzas Irregulares”, tomos I, II, y III, realizado por el departamento Doctrina del Ejército bajo la influencia total de las ideas francesas.

Tres años estuvieron los asesores militares franceses y luego fueron reemplazados por otros. Así formaron ideológicamente a oficiales que luego serían generales en la década del setenta, como Ramón Camps (jefe de la policía bonaerense durante la dictadura) o el ya mencionado Reynaldo Bignone, quien luego pasó a ser un estrecho colaborador de Rosas en la Escuela Superior de Guerra.

Un documento de septiembre de 1958 certifica la aprobación del gobierno francés a un proyecto de viaje de 120 oficiales argentinos a Francia, que incluye una visita a Argelia, en ese entonces en plena guerra. Al año siguiente se institucionalizó este tipo de intercambios mediante acuerdos secretos suscriptos por ambos gobiernos. En el articulo de Diego Llumá se detallan otras particularidades sobre los beneficios que recibieron los asesores franceses a cuenta del Estado argentino como sueldos en dólares, asistencia médica y odontológica, pasajes, cláusulas de silencio e “inmunidad civil ante los tribunales nacionales por actos o infracciones inherentes al ejercicio de sus obligaciones oficiales”.

Toda esta cooperación permite en octubre de 1961 la apertura del primer “Curso Interamericano de Guerra Contra-Revolucionaria”, realizado en la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires con la participación de militares de catorce países de América. Su director fue Alcides López Aufranc, quien había sido estudiante de las escuelas de Guerra y de Estado Mayor francesas. Diego Llumá cita un documento del embajador de Francia en Argentina, Du Chayla (fechado el 6 de octubre de 1961), en el que se afirma: “El rol de los asesores franceses en la concepción y la preparación de este curso ha sido determinante”. El mismo presidente argentino, Arturo Frondizi, estuvo en la apertura al igual que el general Carlos Túrolo, director de la Escuela Superior de Guerra, quien llamó a prepararse a encarar una “guerra sin escrúpulos”.

Según el periodista e investigador Pierre Abramovici, entrevistado por Diego Llumá, “la batalla de Argel se desarrolló de manera idéntica a lo que llamo ‘a batalla de Buenos Aires”, refiriéndose a la represión que ejerció la dictadura a partir de 1976.

Cabe recordar que en 1961 Estados Unidos inaugura la Escuela de las Américas en Panamá, que formó a cientos de militares iberoamericanos que en la década del 70 participarían activamente de las dictaduras en sus respectivos países. Por eso fue llamada “la escuela de los dictadores”. Allí también impartieron cursos los “teóricos” franceses de la guerra de Argelia, como Roger Trinquier. Pero, como hemos visto, Argentina fue pionera en esta cuestión por pocos años de diferencia.

Los artículos de la publicación “Todo es Historia” detallan la particular relación entre los ejércitos franceses y argentinos durante las décadas del 60 e inicios del 70. También explican cómo el lugar de los asesores franceses empieza a ser ocupado por los norteamericanos (quienes a su vez habían sido formado por oficiales franceses que estuvieron en Argelia e Indochina). Oficiales argentinos estuvieron en Saigón desde 1968, como Antonio Domingo Bussi, quien con Mario Benjamín Menéndez –ambos discípulos de los asesores militares franceses-, serán los responsables de la represión en la provincia de Tucumán en 1975.



La enorme diferencia con el caso italiano
Llama la atención todo el complejo desarrollo que a fines de la década del 50 movilizó a las Fuerzas Armadas Argentinas a prepararse para una eventual agresión subversiva mucho antes que surgiera la primera guerrilla urbana. Recién aparece el grupo Tacuara en 1963, con un violento robo para recién recaudar fondos para su posterior accionar. Esta agrupación nacionalista luego derivaría en la década del 70 en dos vertientes totalmente opuestas, una de extrema izquierda y otra de derecha.

También resulta sorprendente que muchas grupos que emprendían acciones de protesta o demandas ante situaciones de inequidad social asumieron como propias las formas de la lucha armada. Curiosamente hicieron exactamente lo que estaban esperando los militares.

María Oliveira-César en su artículo denominado “Las raíces francesas de la Guerra Antisubversiva”, publicado en el ejemplar antes mencionado de “Todo es Historia” aporta un significativo análisis del pensamiento castrense influenciado por el contexto internacional de la Guerra Fría: “A partir de principios de los años ’60 consideraron que las fronteras ideológicas habían sustituido a las nacionales y desarrollaron la tesis del enemigo interior. Poco contaba la historia de los pueblos: todo levantamiento, disturbio, protesta, reivindicación o inquietud social provenía, según este criterio, de la infiltración marxista”. Quedará para otra oportunidad analizar si la mal llamada Guerra Fría fue un conflicto ideológico (capitalismo contra comunismo) o una guerra entre imperios (Estados Unidos contra la Unión Soviética).

Así que para evitar el supuesto riesgo de caer en un totalitarismo, las fuerzas armadas argentinas implementaron un régimen de terrorismo de Estado, afín al que había imaginado George Orwel en su novela “1984”.

El periodista Horacio Verbitsky, en los artículos mencionados de Página 12, recuerda una manera totalmente diferente de encarar los conflictos internos. Se trata de la situación de Italia en la década del 70, y cita el caso de Aldo Moro, el ex primer ministro de Italia (ocupó ese cargo de 1963 a 1968 y de 1974 a 1976), que en 1978 fue secuestrado por las Brigadas Rojas, el grupo terrorista italiano de extrema izquierda creado en 1969. El jefe de la policía italiana, el general Carlo Alberto Dalla Chiesa, recibió sugerencias para que aplicara la tortura a varios miembros del grupo terrorista que estaban presos con la finalidad de obtener información que permitiera encontrar y liberar a Moro. Dalla Chiesa fue contundente con su respuesta: “Italia puede permitirse perder a Aldo Moro, pero no puede permitirse implantar la tortura”. Al poco tiempo Aldo Moro fue asesinado. Verbitsky concluye: “Italia conservó un gobierno democrático y derrotó a los brigadistas sin cometer las atrocidades que hasta el día de hoy han dejado una huella espantosa en la sociedad argentina”.

Quedan aún muchos interrogantes sobre lo acontecido en la Argentina durante la dictadura militar, como los motivos del golpe militar, el abultado incremento de la deuda externa en ese período, la Guerra de Malvinas, varios escándalos financieros, etc.

Pero hay un aspecto sobre el cual ya no queda ninguna duda, ni hay posibilidad de debate alguno: los sistemáticos y planificados métodos aberrantes de la dictadura.

En ese aspecto, ahora, la discusión se termina.

Pablo Rodríguez Leirado
Noviembre de 2003

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