Empezó ayer el primer juicio contra un miembro de la Iglesia por homicidios, secuestros y asesinatos durante la última dictadura. El sacerdote no respondió preguntas de los jueces, que leyeron las pruebas acumuladas en su contra. Cecilia Pando fue a apoyar al represor.
Con un chaleco antibalas, traje oscuro, camisa gris y el cuello que lo identifica como cura, Christian Von Wernich entró a la sala de audiencias. Le tomó por un momento la mano a Cecilia Pando, se sentó detrás de un blíndex especialmente instalado para él y posó para los fotógrafos y las cámaras de televisión. Sólo se escucharon unos silbidos por lo bajo. Las Madres de Plaza de Mayo, sentadas en las tres primeras filas de la sala, lo miraban en silencio. Detrás de los jueces, se hacía notar un gran crucifijo. Un momento antes, el sonido de la manifestación que se realizaba en la puerta de los tribunales platenses había llegado con nitidez al primer piso: “Acaba de iniciarse el juicio contra el genocida Von Wernich. Este es un logro del pueblo. Queremos a todos los genocidas en la cárcel ya”, decía una mujer que hablaba por un megáfono.
La entrada de Von Wernich, ex capellán de la Policía Bonaerense durante la última dictadura, fue el inicio del primer juicio oral y público en el que se juzgará a un representante de la Iglesia por su participación en crímenes de lesa humanidad cometidos durante el terrorismo de Estado. El sacerdote está acusado de haber participado en siete homicidios y 41 casos de privación de la libertad y torturas contra personas que estuvieron secuestradas en Puesto Vasco, COTI Martínez, Pozo de Quilmes, Comisaría 5 de La Plata y la Brigada de Investigaciones de La Plata. De acuerdo con la acusación fiscal, “el imputado tuvo una conspicua intervención en los centros clandestinos de detención, torturas y eliminación de personas”, que comandaba el ex jefe de la Bonaerense Ramón Camps, secundado por Miguel Etchecolatz.
Cerca de las dos de la tarde y después de que el secretario del tribunal que integran Carlos Rozanski, Norberto Lorenzo y Horacio Isaurralde leyera la acusación, un Von Wernich de 69 años y en buena forma se sentó en el banquillo. Golpeó el micrófono para chequear si funcionaba y dijo su nombre completo: “Christian Federico Von Wernich”.
–¿Tiene apodos? –le preguntó Rozanski
–Queque. Todos me conocen como Queque.
Dijo que había nacido en San Isidro, el 27 de mayo de 1938, y que era soltero.
–¿Ocupación?
–Sacerdote de la Iglesia Católica Apostólica Romana –contestó. También señaló que cobraba una jubilación de 250 pesos por haber sido profesor. “La obtuve después de quedar preso. Le recuerdo que estoy preso hace cuatro años –agregó–, antes me alcanzaba lo que me daba nuestra iglesia.”
–¿Estudios? –siguió Rozanski.
–Todos... Primaria completa, secundaria completa y los nuestros.
–No le entiendo.
–Los nuestros, los estudios eclesiásticos... diez años.
“¡¡Von Wernich asesino!!”, se escuchó en ese momento. La sala estaba en silencio. El grito era de la manifestación que había en la calle. El cura se puso el dedo en la oreja e hizo un gesto para dar a entender que no escuchaba.
Rozanski tomó la palabra y comenzó a leer los delitos por los que Von Wernich sería juzgado. Así, nombró a todas las víctimas del cura. Elena de la Cuadra, Héctor Baratti, Juan Ramón Nazar, Luis Velasco, Héctor Ballent, Ramón Miralles, Domingo Moncalvillo, Cecilia Idiart, Jacobo Timerman, Osvaldo Papaleo estaban entre ellas. El acusado se mantenía serio. Se mantuvo de esa forma durante toda la audiencia. A veces levantaba las cejas negras y cada tanto se acomodaba la camisa, como si el alzacuello lo ahogara.
Cuando el juez le preguntó si iba a declarar, contestó que iba a ampararse en su derecho de no hablar. “Siguiendo indicaciones de mi abogado, el doctor Martín Cerolini, no voy a contestar preguntas”, dijo.
“¡¡Von Wernich, tu silencio cómplice!!”, se escuchó en la audiencia. Otra vez el megáfono que llegaba desde afuera donde, evidentemente, estaban informados minuto a minuto de lo que ocurría en la sala.
Otras preguntas
Como el cura se negó a declarar –puede hablar en cualquier momento del juicio–, la audiencia de ayer consistió en la lectura de los cargos, las pruebas que se reunieron durante la investigación y dos declaraciones anteriores de Von Wernich. El ex capellán de la Bonaerense estuvo durante todo el tiempo sentado junto a su abogado atrás del blíndex y al lado de Cecilia Pando, que fue a hacer lo que más le gusta: defender a los represores ante las cámaras de televisión. “Esto es un circo romano. ¿Qué tienen contra el padre? ¿Qué le probaron?”, decía.
La mampara que protegía al acusado se explica porque el juicio oral contra Etchecolatz, que se realizó el año pasado, terminó con bombitas de témpera roja sobre el represor, su custodia y algunos de los asistentes del público. En La Plata, además, todavía se acuerdan del contenido de un pote de yogur que manchó al mismo Von Wernich cuando fue citado a declarar en el Juicio por la Verdad, el día que quedó detenido por primera vez.
A Pando la seguía otra mujer de anteojos negros y tres hombres. Fueron los únicos que fueron a apoyar al cura. El resto del salón se llenó de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de familiares de desaparecidos y sobrevivientes de la dictadura –los que serán testigos no podían ir–. También estaban el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde; su par de la provincia de Buenos Aires, Edgardo Binstok, y la ex diputada Patricia Walsh.
Durante el cuarto intermedio que se hizo al mediodía, en los pasillos muchos se preguntaban cuándo habría un verdadero pronunciamiento de la Iglesia que repudiara la participación de sacerdotes como Von Wernich –con el aval de la cúpula– en los crímenes de la última dictadura. El interrogante que se hacía la mujer del mayor Mercado frente a las cámaras, en cambio, quedaba bastante resuelto al escuchar el cúmulo de pruebas que hay contra el represor.
Una de ellas es el relato que el policía Julio Emmed hizo ante la Conadep sobre el asesinato de siete personas: “En la Brigada nos esperaba el padre Christian Von Wernich, quien había hablado y bendecido a los ex subversivos. En el coche donde iba yo se encontraba el padre. Yo debía dar el golpe que adormecería a la persona, pero no logré desvanecer al joven y Giménez sacó la pistola reglamentaria. Cuando el NN vio el arma se precipitó contra ella y se entabló una lucha. Le descargué varios golpes en la cabeza con la culata de mi arma. Se produjeron varias heridas y sangró abundantemente, tanto que el cura, el chofer y los dos que íbamos al lado quedamos manchados. Se descendió a los tres cuerpos de los ex subversivos que en ese momento estaban vivos. Los tiraron a los tres sobre el pasto, el médico (Jorge Bergés) les aplicó dos inyecciones a cada uno, directamente en el corazón, con un líquido rojizo que era veneno. Fuimos a asearnos y cambiarnos de ropa porque estábamos manchados de sangre. El padre Von Wernich me habló de una forma especial por la impresión que me había causado lo ocurrido. Me dijo que lo que habíamos hecho era necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para bien del país”.
El propio Von Wernich reconoció en dos indagatorias haber estado en centros clandestinos y visto a prisioneros, sólo que en su versión se trataban de sitios “con escudos y banderas” y los desaparecidos eran presos a los que nadie maltrataba.
Hay decenas de testimonios de sobrevivientes que reconocen haber visto y hablado con Von Wernich durante su cautiverio. “La vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración”, se le escuchó decir como respuesta a un detenido que rogaba no morir. El cura, además, bautizó a la hija de Liliana Galarza, que nació en la Brigada de Investigaciones. De la ceremonia participaron Camps y Etchecolatz. La niña fue entregada a sus abuelos cuando tenía seis meses, pero su madre continúa desaparecida. El ex capellán también está involucrado en la apropiación de la hija de Héctor Baratti y Elena de la Cuadra que, como sus padres, sigue desaparecida.
Genocidio
Myriam Bregman, abogada de Justicia Ya!, solicitó al tribunal que permita incorporar nueva prueba “para fundamentar que lo que se juzga no son hechos individuales sino colectivos, es el genocidio ocurrido en la Argentina”. Marcelo Ponce, de la querella unificada APDH-CTA, también dejó sentada la posibilidad de que a los delitos por los que está acusado Von Wernich se les agregue, en base a los tratados internacionales, el de genocidio. Coincidió con el planteo el representante de la familia Timerman, Alejo Ramos Padilla.
Se prevé que más de 120 personas pasen por el juicio para ratificar la participación de Von Wernich en estos crímenes, aunque las declaraciones podrían ser menos porque algunos testigos no fueron ubicados aún. Los jueces Rozanski, Lorenzo e Insaurralde, los fiscales Carlos Dulau Dumm y Félix Crous y los abogados de las querellas llevarán adelante este proceso que seguirá el martes próximo y terminará el próximo 13 de septiembre.
“Aparición con vida Ya”, decían los pañuelos blancos con la cara del testigo desaparecido Jorge Julio López que, al cierre de la audiencia, levantaron varias personas. En silencio. Ya no se escuchaba la manifestación de la calle.
Victoria Ginzberg
Página 12
06/07/07
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