Amado Curbelo
Los mandos, los médicos
– ¿En qué fecha fuiste detenido?
– El 6 de julio de 1972.
– Y te llevaron al Batallón 4.
– Al Batallón de Infantería Nº 4 de Colonia. Yo vivía en Ruta 1, antes de lo Bernardi. Desde que llegan a mi casa me ponen la capucha y me esposan. En el cuartel, ya de entrada me ponen de plantón. Me meten en un lugar que no sabía qué era, esposado y encapuchado,y me paran diciéndome que tengo que tener los pies juntos y las manos al costado del cuerpo, rígido, sin moverme. Había un milico con un garrote haciendo un control personal de esa posición. Era absolutamente desgastante. No te llevaban al baño, y si te movías te daban un garrotazo, y si caías dormido otro garrotazo. Ese es el plantón que vivimos todos los detenidos en el cuartel de Colonia, que fuimos -sólo entre junio y setiembre del '72- unas sesenta personas, entre mujeres y varones, contando concretamente los que después quedamos presos, porque por el batallón de Colonia también pasó un número incalculable de gente que sufrió todo eso pero que no la dejaron detenida. Las mujeres estaban recluidas en la parte que da a Baltasar Brum, y los varones estábamos en un galpón dividido por fardos de alfalfa, chapas de Coca Cola y elementos de Sudamtex. Eran como pequeños espacios, a los dos costados del galpón, donde solamente cabía el colchón. Después del plantón -donde unos aguantaban un día y otros hasta cinco días- unos eran metidos al submarino, que era un tanque de Coca Cola con agua y una tabla donde deslizaban al detenido, y lo zambullían hasta que el encargado de dirigir la tortura ordenaba sacarlo.
– ¿Quiénes eran esos "encargados"?
– El encargado de dirigir la tortura era Ernesto Rama, que le decían El Tordillo. Yo esa tortura del medio tanque no la viví, pero después que uno "aceptaba" firmar la declaración de pertenecer al MLN-Tupamaros, ponían al detenido en ese espacio que te relaté. Nos despertaban a las seis y media de la mañana, nos hacían doblar el colchón, nos sentaban a un metro de la pared, y en ese espacio estábamos todo el día, hasta las ocho de la noche, sentados sobre ese colchón, mirando la pared, incomunicados, sin poder hablar. Algunos teníamos una claraboya alta, por la que podíamos ver algún pájaro o alguna hoja durante tres meses; otro no, sólo veían la pared durante todo el día. En algunos períodos no nos llevaban al baño -ni esposados, ni encapuchados- y cuando queríamos hacer nuestras necesidades, el soldado que recorría constantemente el galpón nos alcanzaba una lata de dulce de membrillo con cuatro o cinco litros de capacidad. A veces la guardia era más "humana" y nos llevaba al baño, lo que por lo menos nos permitía caminar y salir de ahí aunque sea diez minutos.
– ¿No había ninguna posibilidad de verse entre los presos, en esa época?
– No. Ese espacio estaba tapiado por los cuatro costados.
– ¿También comían ahí? ¿Qué les daban?
– Sí. Nos daban un cucharón de café con leche y media galleta de mañana, un cucharón de guiso y media galleta al mediodía y otro cucharón y media galleta a la tardecita. Pasábamos mucha hambre, pero eso no es lo importante.
– Además de lo poco que les daban, tampoco era una comida "limpia"...
– No. A la espalda teníamos una lona, entonces a la hora que dos milicos nos traían ese guiso, en una olla grande de aluminio, movíamos la lona apenas un centímetro y veíamos que en el camino escupían la comida, que le tiraban soretes de perro adentro, que la meaban... pero la comíamos igual. Los días de plantón que cada uno de nosotros vivió, más los que vivieron el tacho y todo eso, era hasta que el detenido firmaba la declaración que ellos querían que firmara.
– ¿En el '72 todavía no se usaba la picana eléctrica?
– Yo no tengo información de que a algún detenido le hayan aplicado la picana en ese período de tres o cuatro meses. Tampoco puedo decir que no se usara. No escuché relatos de picana durante ese período. Hay mucha gente que prefiere no contarlo, porque es tan traumática la tortura que a veces es mejor olvidarla. Para mí es mejor exteriorizarlo, decirlo.
– ¿Ya había pasado Raúl Sendic por ese batallón?
– No. Sendic fue detenido en setiembre del '72. Nosotros no lo vimos. Además, esos tres meses, en esas condiciones, se nos terminan cuando vino el juez militar, en octubre de 1972. Cuando el juez militar nos hace firmar la misma declaración que ya habíamos firmado bajo tortura -con todo el circo mediante para darle una imagen jurídico militar- nos levantaron la incomunicación, pudimos ver a nuestros familiares cinco minutos cada uno, ese galpón se transformó en un galpón abierto, y esa "supervivencia" cambió: podíamos recibir comida de afuera, hacíamos quinta... En marzo del '73 cambia toda la oficialidad en el Batallón Nº 4 y empieza otra etapa, que yo no llegué a vivirla. Nosotros tuvimos alguna experiencia con el nueva comandante Soto, y su señora que también era militar, que entraban de noche, cuando estábamos durmiendo, y nos insultaban, pateaban los colchones, haciendo una especie de bravuconada que ya no asustaba a nadie. Eso fue lo que yo personalmente viví; la persona que estoy seguro que era la encargada de la tortura era Ernesto El Tordillo Rama, como tampoco tengo ninguna duda del resto de la oficialidad que en ese momento actuó: el capitán Bonjour, de Colonia; Emilio Álvarez, que le decían Cococho; Rabito Rivero, también de Colonia; Sosa, que también era oficial; y en cuanto a los médicos, yo sólo sabía que estaba el doctor (Eduardo) Solano y también había algún otro médico que ahora no recuerdo.
– ¿Cuál era el papel de los médicos del cuartel?
– El control del estado físico de los detenidos torturados.
– ¿También supervisaban la tortura?
– Los médicos por lo general no hablaban, y como uno estaba encapuchado..., simplemente con la cabeza decían que nos siguieran dando o no. Pero, esa era la función que cumplían: supervisar si algún torturado manifestaba algún síntoma que a ellos les parecía riesgoso...
– En aquella época, que todavía no era dictadura sino "estado de guerra interno", estando incomunicado, encapuchado y esposado en el cuartel, ¿qué esperabas que vendría después?
– Cuando hablamos de dictadura no tenemos que hablar de un cambio brusco, donde se pasa de blanco a negro. Fue un proceso. Las medidas prontas de seguridad arrancan en el año 1958, donde ya hubieron sindicalistas presos, con un gobierno blanco. Ahí se inventan esas "medidas". En el año '68, los funcionarios públicos tienen que ser algo así como reservistas del Ejército. Tuvimos que ir al cuartel y firmar como que estábamos a disposición si éramos agredidos desde el exterior. Ese año, cuando AEBU decretó un paro, vino el comandante del cuartel y nos dijo si éramos conscientes que nosotros, de a- cuerdo a las leyes, habiendo medidas prontas de seguridad no podíamos hacer paros. Hicimos el paro, y a todos los funcionarios bancarios oficiales del departamento nos llevaron al cuartel. Nos metieron en otro galpón, y a los de Colonia nos llevaban todos los días a trabajar, durante diez días. O sea que en 1968 ya detienen y encarcelan a trabajadores que hacen un paro. Ese fue, para mí, el primer escalón. Las medidas prontas de seguridad fueron una constante durante el gobierno de Jorge Pachecho Areco, o sea que no podemos hablar de dictadura a partir del 27 de junio del '73. Tenemos que hablar de un proceso escalonado, donde no solamente se metía gente presa, sino que murieron estudiantes en la calle, y se sucedieron una serie de hechos que tienen esa fecha como algo casi simbólico. Porque antes de eso también hubieron muchas muertes, muchos torturados, muchos presos.
– Incluso se llegó a matar gente por tortura en el Batallón 4 de Colonia, Aldo Perrini por ejemplo...
– Sí, eso fue en el año '73, cuando yo ya estaba en el penal de Libertad.
– ¿En Libertad escuchaste comentarios de que el cuartel de Colonia era uno de los más jodidos del interior del país?
– Nosotros lo vivíamos; porque en el penal estábamos presos junto con compañeros que habían sido detenidos en todos los cuarteles del país. Por los relatos que nosotros recibíamos, no sé si era el primero -yo creo que era el primero-, pero sí uno de los tres más sádicos y sanguinarios en tortura. En el penal de Libertad todos los meses cambiaba la guardia; venían de un cuartel distinto todos los meses. Cuando le tocaba al cuartel de Colonia ya todos los presos del país sabíamos que se endurecía la mano, en sanciones sin visita, sin recreo, y sanciones en "la isla", que era la sanción de aislamiento total.
– ¿Qué era -concretamente- "la isla"?
– Era un cajón de cemento, sin luz natural, con una lamparita todo el día, sin agua, sin colchón. Estabas absolutamente solo las veinticuatro horas del día. Ahí se las "ingeniaron" para colgarse dos compañeros; muchos salieron con problemas psíquicos que les quedaron para el resto de su vida; era el elemento de tortura en el penal de Libertad. Y había un milico psicólogo, Brito de apellido, que era el que indicaba el tratamiento a los presos, el de generar una especie de inestabilidad emocional constante, de aflojar y apretar, de sancionar por guiñar el ojo en una fila o porque a algún milico no le gustó cómo te moviste o si te olvidaste de sacarte el gorro cuando andábamos en fila para comer, para el recreo...
– Y acá, en el batallón de Colonia, ¿que era lo que más jodía, la tortura psicológica o la física?
– La física tenía un tiempo y un espacio. Hasta que el detenido aceptaba lo que ellos querían que aceptara era una tortura violenta y corta; entonces si uno se mentaliza capaz que la aguanta. El resto del tiempo que vivimos era una tortura más desgastante, más lenta, como aquella de la gota de agua arriba de la cabeza... Yo recuerdo que venía un milico y gritaba bien fuerte en el galpón: "¡detuvimos al hijo de fulano, a la mujer de mengano!". Me acuerdo de Cedrés, que fue profesor de UTU, que entró un milico y dijo "¡al hijo de Cedrés lo tenemos ahí, y a la mujer también!", y le dio como un ataque, y el hombre quedó mal de la cabeza; siendo que la mayoría de las veces era falso. Ese tipo de shock...
– ¿Por qué sería el batallón de Colonia uno de los más sanguinarios?
– Yo creo que tiene mucho que ver Ernesto Rama. El comandante era un tal Silvera, que después lo sucucharon donde repartían los uniformes y la comida de los milicos, porque no agarraba la línea. Pero el que realmente mandaba era el Tordillo Rama.
– ¿O sea que ese sadismo no obedeció a ningún plan sistemático?
– Creería que se debió a la presencia de este individuo, que disfrutaba con torturar. Él integraba la Organización Comandos Antisubversivos (OCOA), un grupo que no respondía a los mandos naturales. El nombre de guerra era Oscar, y creo que Ernesto Rama era Oscar 1 u Oscar 2; y se ha dicho que era uno de los que cruzaba a la Argentina a actuar como comando. Podemos imaginarnos a qué. Debe tener mucho que ver con la muerte de Michelini y Gutiérrez Ruiz, y con otros muchos uruguayos.
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