20/11/08

Floreal García, de las luces del ring a las sombras de la clandestinidad (II)

El Centella
El Club Centella está ubicado en la calle Iberia, entre Zolá y Niágara, a pocas cuadras de Gral. Flores. A la vuelta de la casa de Floreal.

Los muchachos se nucleaban en el Centella y la institución participaba de cuanto torneo futbolero había en la zona. Pero la institución trascendía lo meramente deportivo. Allí se realizaban bailes a los cuales asistía gente de todos los rincones. Llegaron a cantar allí los artistas más destacados de la época, como el "jilguero de La Unión", el recordado Romeo Gavioli, pero también Alberto Mastra, Francisco Amor y Dardo Sismondi, para citar a los más conocidos.

La cultura popular era, comparada con la de hoy, mucho más dinámica. Múltiples tablados en Carnaval, decenas de cines de barrio como el Jockey Club, "El cine de las primicias", que era el más cercano a Los Olivos, en General Flores y Mendoza. Y había muchos clubes que organizaban actividades sociales y culturales, y aquellos bailes de rompe y raja...


Los primeros guantes
"Yo ya entrenaba en el Boston cuando un día -recuerda Pocho- el viejo de Floreal viene y me dice: 'Vos sabés que me habló el Negro Felipe (un experimentado boxeador y amigo de todos en el barrio), y quiere llevar a Floreal a hacer boxeo al Canillitas. Y sabés qué pasa, mañana me van a traer unos guantes. ¿Vos no te animás a probarlo allá, en el fondo de casa?' 'Y bueno viejo', le dije. Y al otro día le pusimos los guantes...y claro, no tenía técnica, pero, pah' ¡era un torbellino desatado! Después, el viejo me pregunta: '¿Y, qué te pareció?' Le digo: 'Me encantó'.
Ahí es que lo llevan al Boxing Club Canillitas, que quedaba en la calle Timoteo Aparicio. Y nos fuimos todos a practicar allá: el Coreano, Tomasito, Floreal y yo.

Los sábados se realizaban allí los llamados Torneos barriales, en largas jornadas donde se hacían 10 peleas. Ahí Floreal debe de haber ganado ocho o nueve. No sé... no recuerdo exactamente. Claro, no eran peleas oficiales ¿no?, pero eran campeonatos amateur que organizaban los clubes de box. Había un montón de instituciones: El Canillitas, el Guillermo Llorca, Cerro, Peñarol, Nacional, el Policial, Villa Española, Olimpia, Wilson, Unión, Cap Arcona, el Maroñas y otros".



El campeón uruguayo
Su primera pelea oficial fue con Domingo Gómez, en un debut en el Palacio Peñarol, donde perdió por puntos. Después ganó la segunda, la tercera, y ya las ganaba todas. Luego llegó el torneo "Leonicio Iglesias", en la categoría Mosca, donde derrotó por puntos a Wellington Vilela. La crónica del vespertino El Plata destacaba: "Ambos pugilistas se dieron enteros, buscando cada uno la oportunidad adecuada para dominar a su oponente. Triunfó Floreal García porque empleando debidamente ambos puños, imprimió a la pelea un ritmo intenso y rápido".

Eran peleas increíbles, que llenaban el Palacio Peñarol. Pero no sólo las suyas; también las de otros de la misma categoría, como Jorge González, Gregorio Rodríguez, Abel Araujo y Wellington Vilela. En el 62 va a un campeonato latinoamericano en Buenos Aires. Allí tiene un problema hepático. No lo querían dejar pelear, pero pelea igual y entra tercero.

Se hace después el selectivo del 63 para el Panamericano de San Pablo. En el peso Mosca va él; en el peso Gallo, Washington Cuerito Rodríguez; en el peso Pluma, Opalón Aguiar. También van en Ligero Washington Trápani, Carlos Franco en Mediano y en la categoría Pesado va el Gordo Aguilar.

Juan Zurdo Ferreiro vivió siempre en Enrique Castro. Es tres años menor que su amigo Floreal. Iban juntos a la escuela de General Flores y José María Guerra. Fue su sparring en la época del Olimpia, en la Ciudad Vieja. "Eramos los que abríamos el gimnasio a las cuatro de la tarde. Ibamos a buscar la llave al viejo bar El Hacha. Ahí comprábamos un litro de queroseno (para la caldera del gimnasio). Salíamos a correr, hacíamos gimnasia, guantes, cuerda, puching-ball. Eran cuatro o cinco horas por día, y después nos tomábamos un yogur. Floreal era un buen compañero, un muchacho que no fumaba (tenía unos pulmones de acero). En esa época, con nosotros entrenaba también Júpiter Mancilla -un ídolo de Floreal-, que peleó varias veces con el campeón mundial en la categoría, el argentino Angel Caballo".


Una decisión crucial
Faltaban muy pocos días para la partida hacia las Olimpíadas de Tokio, cuando anunciaron que Floreal había abandonado la concentración. Su decisión implicaba, en la práctica, el abandono de la carrera.

Son muchas las especulaciones con respecto a esa actitud. Qué le pasó a ese deportista disciplinado, que nunca faltaba a sus entrenamientos, que no tomaba ni fumaba, que aceptaba las normas más duras desde los primeros años de entrenamiento. Y por qué hacer eso justo en el mejor momento de su carrera, cuando iba a realizar -según todos los testimonios- uno de sus máximos sueños deportivos, que era ir a las Olimpíadas.

No existe una sola explicación. La que parece más firme es el desaire de los dirigentes, ante la promesa de aliviar un poco su situación económica consiguiéndole un trabajo. "No te preocupes, vas a tener todo resuelto", le habían dicho los que regenteaban el box nacional. Los señores de cuello duro, vinculados al poder. Pero la cuestión es que el tiempo pasaba, y ni noticias. Y la falta de palabra no era poca cosa para Floreal. El sí, había cumplido: se había venido de San Pablo nada menos que con el título Panamericano bajo el brazo. Lo mínimo que podía esperar era que el reconocimiento se hiciera efectivo.

La angustia económica no sabe de triunfos deportivos. ¿De qué te sirven si no tenés ni para el ómnibus? El campeón necesitaba seguridad económica: un sueldo para poder vivir y financiar su carrera.

Floreal era el tercero de seis hermanos: Mary y Aidé son mayores que él; lo siguen Rocío, Uruguay y Luis. La madre, Elbia Larrosa, se había ido de la casa cuando Floreal tenía sólo 13 años. Su padre -que también se llamaba Floreal y trabajaba como vidriero- hizo lo que pudo, pero sin duda la vida de esa familia no fue fácil.

Su hermano Uruguay también llegó a subir a un ring -fueron sólo tres peleas- "pero era un desastre", reconoce.

El tiene otra opinión sobre la deserción de Floreal a las Olimpíadas: "Yo creo que un hecho que incidió para que Floreal no quisiera ir a Tokio fue que no estuvo de acuerdo con el cambio de técnico que hicieron los dirigentes. Ellos sacaron a Pedro Carrizo, que era del club Olimpia y con quién él se sentía a gusto, y colocaron a Francisco Costanzo, que era del Club Nacional".
Por su parte Rocío, la hermana menor, cuenta: "Eramos muy compinches con Floreal, íbamos a la escuela juntos y a mí me gustaba jugar con él. Yo lo acompañaba en bicicleta cuando trotaba para perder peso, le aprontaba el bolso, las vendas y todo el equipo para el gimnasio".

Rocío vive hoy con su esposo Carlos y sus hijos Carlos y Gustavo en Jardines del Hipódromo. "Cuando él dijo que no iba a Tokio, no habló más. Después vinieron a buscarlo mil veces y no había caso, era de una sola palabra. Yo creo que no le gustó que a sus amigos del barrio -que lo habían acompañado a San Pablo- no los trajeran en el avión. Floreal llegó tan mal aquella tarde al Aeropuerto de Carrasco que se negó a subir al Cadillac desde el cual debía ir saludando a la afición, y se vino en el camión con la muchachada del barrio".

Le gustaba estar con la familia, con los amigos. "Rechazó muchas invitaciones para fiestas porque prefería quearse con nosotros. Una vez salió de ganar una pelea y se fue con los muchachos a tomar el ómnibus. En eso, alguien desde un coche de lujo lo reconoció y quiso traerlo. Mi hermano le agradeció y le respondió: 'Yo vine con ellos, y me voy con ellos'.

Cuando decidió no ir a las Olimpíadas, por la puerta de casa desfilaron para convencerlo de que cambiara de actitud. Los vecinos no entendían lo que pasaba, con tanto colachata en la cuadra. Al final insistieron tanto que, una tarde, cedió. Armaron de apuro la concentración y planificaron su entrenamiento, todo contrarreloj".

Días después, en todos los diarios se publicó la noticia de que Floreal García se había escapado de la concentración y no se conocía su paradero. Meses después nos enteramos de que estaba en Minas, donde estaba viviendo Pochito García. Al poco tiempo se ennovió y se casó con Mirtha Yolanda Hernández -una gurisa del barrio, amiga de toda la familia- y cambió su vida."
Como una premonición, aquella muchacha, que siempre había estado enamorada de Floreal, le había confesado a Rocío: "A Floreal lo voy a acompañar siempre, a los mayores triunfos o al fondo de una cuneta".

A esa altura él trabajaba en Cuoopar, la textil de Centenario e Industria, y su carrera de boxeador fue quedando en el pasado.


La clandestiniad, la cárcel, el exilio en Buenos Aires...
Ya se hablaba poco de él, cuando en 1971 su nombre fue noticia nuevamente. Esta vez sin el glamour de antes: había caído preso como integrante del MLN-Tupamaros. Quién sabe por qué caminos lo había ganado la preocupación por lo social, como a tantos jóvenes de aquella época.

Primero lo tuvieron en Jefatura y después fue trasladado a la cárcel de Punta Carretas. En 1972, tras múltiples gestiones de sus familiares, fue liberado. El había optado por no participar de la fuga que tuvo lugar el 6 de setiembre de 1971, que involucró a 106 tupamaros. Sus compañeros le habían recomendado que se quedara; que tenía posibilidades de salir pronto. Pero en el interín el gobierno de Pacheco Areco estableció el Estado de Guerra Interno, dando intervención al Ejército. Los presos políticos quedaron bajo control militar. "Ahí fue cuando a mi hermano lo trasladan a Punta Rieles (recién comenzaba a funcionar ese penal y todavía no estaba destinado a albergar mujeres), donde las condiciones fueron mucho más duras".

Rocío y Carlos recuerdan cómo fueron sus últimos contactos con Floreal: "Mi cuñada se mueve y logra que le otorguen el habeas corpus y que salga exilado para Chile, en febrero del 72. Luego ella viaja con Amaral, que era un bebé. Cuando lo despedimos en el aeropuerto fue la última vez que yo vi a mi hermano vivo. Cuando el golpe de Pinochet en Chile, ellos se van a Buenos Aires. Carlos, mi esposo, que estaba allá, trabajando en una fábrica, se contacta con Floreal y se encuentran en la puerta de un cine, y Carlos llega a ir de forma compartimentada a una casa donde Floreal vivía. 'Es por tu seguridad, yo ya estoy jugado', le dijo. Es la última vez que Carlos lo ve".

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