5. EFECTOS PSICOSOCIALES DE LA DESAPARICION FORZADA
La práctica de las desapariciones tiene efectos destructivos no sólo en la víctima directa, sino tambien en su familia y, aún más, en el conjunto de la sociedad, el que ha sido profundamente afectado. La comprensión de este aspecto fue facilitada en un inicio a través del aporte del Equipo de Asistencia Psicológica -EAP- de las Madres de Plaza de Mayo.
Desde el punto de vista del daño psicológico causado, el EAP analiza los efectos en dos planos: en el personal y en el cuerpo social. Para ello parten de la presencia de dos elementos importantes, como son "...la represión directa y la intimidación colectiva permanente (...) y (...) una intensa actividad propagandística destinada a producir profundas modificaciones en los sistemas y valores dominantes en la sociedad (...)."(71)
5.1 EFECTOS EN LA VICTIMA DIRECTA
La desaparición, definida desde este punto de vista como tortura psicológica, tiene como objetivo el aniquilamiento psicológico del sujeto para conseguir la colaboración con su enemigo.
Esto es intentado a través de la tortura, por medio de la cual el detenido es sometido a estados de intensa angustia en los que se busca destruir la resistencia de la víctima, obtener la información que ésta podría proporcionarles y, posiblemente, hasta colocarla en actitud colaboracionista.
En el colmo del sadismo, la víctima también es obligada a observar los sufrimientos inflingidos a otros detenidos y, en algunos casos, a miembros de su propia familia.
Los captores agreden la identidad de la víctima en cuanto ésta es "el conjunto de representaciones y la valoración que un sujeto posee de sí, que le produce un sentimiento de mismidad y que le permite mantener la cohesión interna a lo largo del tiempo."(72)
Tal agresión produce efectos despersonalizantes y sentimientos de total impotencia frente a los captores, de aniquilamiento y de destrucción físicos y psicológicos.
Para acentuar aún más el efecto despersonalizante y la impotencia, los captores recurren a ciertos procedimientos tales como el despojar a las víctimas de su propia ropa y pertenencias personales, el aislamiento y la incomunicación, la sustitución del nombre por un número o un apelativo despectivo, la no información de los motivos de la detención, la desinformación y la mentira sobre la situación de su familia, el ocultamiento del lugar donde se encuentra y de lo que va a sucederle, y otras prácticas crueles e inhumanas.
En consecuencia, "el desaparecido es una persona sometida a una deprivación sensorial y motriz generalizada (manos atadas, ojos vendados, prohibición de hablar, limitación de todos los movimientos), en condiciones de alimentación e higiene subhumanas, sin contacto con el mundo exterior, que no sabe dónde está aunque a veces pueda adivinarlo, y que sabe que afuera no saben dónde está él, con absoluta incertidumbre sobre su futuro. 'Nadie sabe que estás acá', 'Vos estás desaparecido', 'Vos no existís, no estás ni con los vivos ni con los muertos."(73) La persona desaparecida se esfuma para el mundo y el mundo también es esfumado para ella.
5.2 EFECTOS EN LA FAMILIA : ANGUSTIA Y DESESTRUCTURACION EMOCIONAL
La desaparición de un ser querido también significa tortura psicológica para su familia. Esta crea, como efecto inmediato, una situación de angustia sostenida causante de profundas transformaciones en la vida y la psique de los afectados.
Provocados por el terror, la ambigüedad y el dolor -surgidos debido a la certeza del sufrimiento del desaparecido- se presentan saturados de sentimientos de hostilidad por la impotencia ante la comisión del crimen.
Al no ser muerte, la desaparición crea una zona de ambigüedad psicotizante, desestructuradora de la identidad de cada uno de los miembros y del grupo familiar en sí, al no poderse resolver objetivamente las contradicciones de presencia-ausencia y existencia-no existencia.
El no saber el destino y estado del ser querido, provoca en los familiares fantasías angustiantes sobre las torturas que probablemente esté sufriendo, creadoras, a su vez, de temores sobre la propia integridad que son terreno adecuado para generar enfermedades y muerte; deseos de liberar al desaparecido e los tormentos; ilusiones de reencuentro expresadas en situaciones concretas en que parece verlo entre la gente.
Es tan grave el estado de desestructuración emocional y confusión provocados que toda la energía se concentra en dilucidarlo. Los familiares de los desaparecidos son convertidos en en seres incapaces de dar y recibir en términos de afectividad.
Esta situación genera problemas de identidad y adaptación; de aprendizaje (no se reconoce la realidad, no se puede aprender); depresiones nerviosas; ansiedad y dispersión; temores nocturnos y aislamiento familiar y social.
5.2.1 AISLAMIENTO Y CULPABILIDAD
Todo el dolor es vivido enmedio del aislamiento social provocado por el acatamiento al imperativo de silencio. La realidad es elaborada socialmente a partir de lo que no se quiere ver ni, mucho menos, admitir: la verdad sobre los desaparecidos también es sustraída. Esto lleva a la disociación individual, familiar y social que surge y se establece sobre la base del no reconocimiento del problema.
El acatamiento del silencio también se da en el nivel familiar. Es de esa forma que a los niños se les "informa" que su padre, su tío o su hermano mayor están de viaje. Las fotos del ser querido son ocultadas donde no se quiere hablar más de él y de lo que sucedió; los familiares más cercanos son prácticamente abandonados por el resto, que teme sufrir el "contagio" y ser desaparecidos.
Además, por ser la desaparición un fenómeno sin lógica posible, generalmente se desarrollan sentimientos de culpabilidad entre aquellos con mayor identificación afectiva hacia la víctima, que hacen aún más difícil soportar el ciclo nunca cerrado de dolor.
La culpa surge, por ejemplo, de suponer que de la actitud adoptada frente al secuestro hubiera dependido que no se llevaran a la víctima. También, dentro de la patología, se llega a hacer depender los hechos de posibles sentimientos de hostilidad hacia la víctima. Expresiones como "si no les hubiera abierto la puerta", "si lo hubiera defendido", "si nunca le hubiera deseado mal", y otras suelen identificar la presencia de la culpabilización.
Estos sentimientos son estimulados por una muy sutil propaganda justificadora lanzada por los desaparecedores. Esta campaña busca, precisamente, inducir la culpa sobre la propia víctima y sus familiares, acto que les permite generar consenso hacia sus actos represivos y reforzar su impunidad.
5.2.2 LA ELABORACIÓN DE LA PÉRDIDA
Desde el punto de vista psicológico e individual, el principal problema que enfrentan los familiares de los desaparecidos se relaciona con la elaboración de la pérdida.
El proceso psíquico se desarrolla de una forma muy lenta y dificultosa en razón de que debe realizarse sin la presencia de los elementos habituales del duelo: acceso al conocimiento de las circunstancias de la muerte; desconocimiento del paradero del cadáver; y, en consecuencia, imposibilidad de desarrollar las prácticas rituales como la velación y el funeral a través de las que se elabora la respuesta social solidaria.
El proceso de duelo, como la reacción normal a la pérdida de un ser querido, es sustituido por la melancolía, que "...se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio. Esta última se traduce en reproches y acusaciones, de que el paciente se hace objeto a sí mismo, y puede llegar incluso a una delirante espera de castigo." (74)
María Lucila Pelento y Julia Braun de Dunayevich, partiendo también de un marco conceptual psicoanálitico, con relación a la imposibilidad de desarrollar el duelo y partiendo de que "...desaparición y muerte producen en el psiquismo efectos diferentes" afirman que en su lugar se producen "a) la existencia en el espacio de la mente, primero de un objeto desaparecido y luego de un muerto sin sepultura; b) la pérdida del microgrupo social de referencia y de pertenencia y c) la pérdida del macrogrupo social." (75)
Dada esta situación, el trabajo psíquico se realizaría con base en el modelo de vacío, relleno y reestructuración. El vacío es inducido por la desaparición y reemplaza a la ausencia. No es posible la elaboración de la pérdida ni la recuperación simbólica de lo perdido. Esto desarrolla expectativas psíquicas de reencuentro con lo perdido, lo que a su vez produce cada vez más sentimientos de vacío y desamparo.
En el nivel social, el vacío se observa como la "disgregación del microgrupo de pertenencia, cuando éste sucumbe al pánico y al terror al contagio, produciéndose (...) la pérdida de (...) la 'representación grupal' (...) que constituye la representación mental de lo social, sostén de la identidad, que incluye el discurso social portador de las normas de interacción y los valores e ideales sociales (...) (que) produce (...) una cualidad de desorganización mental que desencadena en el sujeto una crisis de identidad." (76)
A nivel macro, la sociedad llegó a una "situación de irracionalidad. Se desatendieron las reglas habituales de convivencia, surgieron otras reglas enigmáticas no enunciadas que impidieron toda comprensión de los derechos y deberes de los ciudadanos. (...) Se perdió el referente de la culpa. (...) Gran parte de la sociedad estuvo sumida en una conspiración de silencio y apeló a la renegación (...) se produjo ... un estado de alienación."(77)
Como tal estado de alienación el documento citado conceptúa que "...es la consecuencia de un sistema social y de poder en el que el estado amenaza de muerte a todo opositor, (...) el sujeto debe evitar percibir lo que percibe y fantasear y pensar acerca de lo que sucede. Lo descrito tiene lugar en situaciones de terrorismo de estado, produciendo en el macrogrupo social, un vacío de percepción, fantasías, pensamiento y palabras: un vacío de conflicto y sufrimiento."(78)
Este vacío es ocupado por el relleno, constituido por una serie de fenómenos como la intensificación de lo fantasmático, predominio del pensamiento mágico, conductas ritualizadas, rituales obsesivos, fenómenos de repetición, pseudoalucinaciones y surgimiento de mitos. Esta situación es posible observarla en países como Guatemala, en donde las prácticas sociales referidas a la desaparición y la posible muerte de miles de personas han sido "elaboradas" psíquicamente apoyándose en este tipo de recursos.
Pero lo más grave es que la pérdida de valores, la ausencia de la ley, la imposibilidad de elaborar la realidad, son sustituidas por la vinculación al autoritarismo, las fantasías y falsos ideales ligados al individualismo y a las cosas materiales.(79)
La reestructuración está ligada a la reaparición. Esta adquiere el sentido de la reparación de los daños individuales y sociales ocasionados y pasa por el reconocimiento social de la verdad.
5.3 LOS EFECTOS PSICOSOCIALES
5.3.1 LAS INDUCCIONES GENERADORAS DE CONSENSO
Como se apuntó atrás, el refinamiento de la desaparición forzada como método represivo incluyó el desarollo de mecanismos psicológicos para el efectivo control político de la sociedad.
Estos mecanismos, apoyados en sentimientos de pertenencia social de los individuos y su necesidad de desarrollar actitudes apropiadas con las demandas sociales, tienen como objetivos:
- generar consenso con relación a las prácticas terroristas del Estado: obtener legitimidad;
- deslegitimar a las víctimas de las desapariciones; y,
- garantizar su impunidad.
Esto fue logrado, en gran medida, por medio del control de los medios de comunicación a través de los cuales se indujeron creencias y conductas sociales sustituyendo aquellas prevalecientes en una sociedad que se desarrolla dentro de parámetros considerados como civilizados y normales.
El vacío social producido con las desapariciones, no fue llenado, como normalmente debió haber sido, por la condena total proveniente de la sociedad en contra de la ominosa práctica. Esta, en ejercicio de sus facultades de hacer justicia, debió castigar a los responsables. La justicia fue sustituida con una serie de enunciados en los que la verdad social fue silenciada; además, se negó a los desaparecidos o se los dió por muertos; se consideró la labor de los opositores como inadaptación y enfermedad mental; y, se trastrocó la asignación de culpa.
Combinando campañas de propaganda con el terror más descarnado, los desaparecedores lograron inscribir en la conciencia social que los desaparecidos eran los responsables de su propia desaparición debido a su labor opositora. Las víctimas fueron despojadas de su calidad humana y social, haciéndolos aparecer en condiciones de objetos -sin derechos, sin identidad- sobre los cuales es posible descargar la ira omnipotente del poder.
Las inducciones más importantes son:
- inducción al silencio: los familiares de las víctimas no hacen públicas sus sospechas y sus acusaciones sobre la identidad de los secuestradores, los medios masivos de comunicación no le dan cabida al problema, las instituciones encargadas de ejecutar las leyes no actúan;
- inducción de culpa: ésta se apoyó en el papel de la familia como transmisora inicial de ideología y valores y en la responsabilidad de los padres acerca del cuidado y atención de los hijos; preguntas como "¿cómo educó a su hijo?" o "¿sabe dónde está su hijo en este momento?" aparecieron en afiches en las calles y en mensajes de radio y televisión en países como Argentina y Guatemala;
- inducción a considerar a la oposición política como inadaptación social: el que no se pliega a los mandatos del poder es hecho aparecer como alguien ajeno a la sociedad, como un ser ajeno, extraño y hasta loco. La disidencia es un sinónimo de enfermedad mental y de culpabilidad;
- inducción de que la desaparición es una prueba fehaciente de culpabilidad: la aceptación de ésta crea una falsa sensación de seguridad personal, en el sentido de que si uno se mantiene al margen no le va a suceder nada: "el que nada debe, nada teme". Las víctimas son siempre "culpables" de oponerse a los enunciados del poder: "en algo andaba";
- inducción a dar por muertos a los desaparecidos: en diversos países se aprobaron leyes de presunción de fallecimiento y se ha tratado de obligar a los familiares, presionados por circunstancias económicas, a que acepten legalmente la muerte de su familiar desaparecido; e,
- inducción al olvido: en países como Argentina y Guatemala, por ejemplo, se ha pretendido hacer creer a la población que a través del olvido se logrará el restablecimiento de la normalidad y la paz, aparentando que el terror es un problema del pasado.
5.3.2 EL DAÑO PROVOCADO
Para examinar este aspecto, se parte de la afirmación de que el daño producido por las desapariciones no se circunscribe a la víctima directa, sino también a su familia y a la sociedad entera en la que este método terrorista es aplicado.
El profundo daño psicosocial se genera a partir de que el poder es el ejecutor de las desapariciones, lo que provoca en todos los individuos sentimientos de indefensión, impotencia y miedo ante la posibilidad real de ser víctimas también.
A través de la reiteración del método, lo que significa el más absoluto irrespeto a las leyes de convivencia social y humana, se puede observar un proceso creciente de pérdida de la confianza en las instituciones y en las leyes y la eliminación de los valores humanos de convivencia.
La violencia y la impunidad características del mismo, generan más violencia en la sociedad que lo sufre, a tal grado que se dan, entre otros fenómenos:
- la inhibición -en los niveles personal y social- de los mecanismos sociales y psicológicos de defensa de la vida; y,
- la repetición múltiple y en todos los niveles del modelo de omnipotencia e impunidad practicado por el poder, a través, por ejemplo, de la proliferación de las pandillas juveniles y los grupos de secuestradores y asesinos.
Una sociedad en la que se vive el terror provocado por las desapariciones, sometida al silencio, sin mecanismos legales de reparación del daño inflingido, será una sociedad prisionera de sí misma en la que seguirán vigentes el ciclo del miedo y la deslegitimación de los portadores de la verdad sobre los hechos ocurridos.
Notas:
71. Kordon, Diana; Edelman, Lucila. Efectos psicológicos de la represión política. Buenos Aires, Editorial Sudamericana-Planeta, 1988.
72. Kordon y Edelman, Op. Cit., p. 93.
73. Kordon y Edelman, Op. Cit., p. 94.
74. Freud, Sigmund. Duelo y melancolía. Citado por Elena Nicoletti en Algunas reflexiones sobre el trabajo clínico con familiares de desaparecidos. En: efectos psicológicos de la desaparición política, p. 61.
75. Pelento, María L.; Dunayevich, Julia B. de. La desaparición: su repercusión en el individuo y en la sociedad. Sin datos, p. 2.
76. Pelento y Dunayevich, p. 4.
77. Idem.
78. Idem.
79. El proceso de vinculación al autoritarismo es estudiado por el científico Erich Fromm en Miedo a la libertad.
Leer: La desaparición forzada de personas en América Latina (VIII)
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