6/10/08

La Conexión paraguaya: El Escuadrón y sus apoyaturas

En setiembre de 1971 Nelson Bardesio ordenó a Mario Nelson Benítez Saldivia y Óscar Rodao, como tarea adicional remunerada, la custodia del embajador paraguayo Luis Atilio Fernández. Los dos policías eran miembros de un grupo del Escuadrón de la Muerte dirigido por Bardesio y dedicado a efectuar atentados. Debían ocupar el lugar de los policías asignados habitualmente a la custodia del personal diplomático, para que éstos no presenciaran las actividades ilegales de Fernández.

El embajador, en efecto, integraba el núcleo de organizadores del Escuadrón de la Muerte. Desde entonces Benítez Saldivia y Rodao custodiaron al diplomático en la embajada y en su residencia, en el octavo piso del edificio Panamericano. Vecinos de Fernández eran el ministro del Interior Danilo Sena y el consejero policial estadounidense Richard Martínez, principal colaborador de Mitrione en 1970.

En su nueva ocupación, Benítez Saldivia conoció al amigo del embajador Fernández, el también paraguayo Ángel Pedro Crosas Cuevas, que se presentaba como médico psiquiatra. Pudo observar que en la embajada se reunían Crosas y "sus dos lugartenientes": un individuo de aproximadamente 27 años llamado "Carlos" (que trabajaría como "asesor" de la dnii en el Departamento 5), y otro que manejaba un Fiat 600 y visitaba frecuentemente a Bardesio en el estudio fotográfico Sichel. Los tres fueron señalados por Benítez Saldivia como dirigentes del Escuadrón. A sus reuniones en la embajada concurrían el representante de Paraguay ante la alalc, Ugarte Centurión, otro paraguayo de apellido Martínez, y una persona llamada "Segundo", de gran influencia en la colectividad paraguaya exiliada.

Benítez Saldivia tenía la certeza de que Crosas había estado comprometido en otros países de América con los escuadrones de la muerte. El paraguayo dirigía también un equipo encargado de la infiltración en el mln y poseía un fichero de sus miembros, simpatizantes y personas relacionadas. Apenas su nombre apareció en los periódicos, en setiembre de 1971, se marchó del país, presuntamente a Paraguay. El senador Juan Pablo Terra, que recibió en marzo de 1972 las confesiones de Benítez Saldivia, obtuvo el testimonio de un tercer integrante del Escuadrón cuya identidad no quiso revelar al Senado. Pero estaba dispuesto a llevarlo a una comisión investigadora para que diera su nombre y prestara declaración en régimen de secreto.

El testigo trabajaba en la embajada paraguaya y por supuesto conocía a Benítez Saldivia. Participaba en otro grupo ilegal que se reunía en la residencia del embajador Fernández o en la misma embajada. Este individuo servía de chofer y hasta de mozo en las recepciones y fiestas de la embajada. Su grupo se daba cita en la sede diplomática, se enmascaraba con "ropas extrañas" y salía a realizar los atentados nocturnos. Cuando se produjo el secuestro de Bardesio, el embajador Fernández le confió "su preocupación ante la gravedad del hecho, porque este señor, según él, era un dirigente importante de la cia. Lo dijo así (...). No tengo otras explicaciones que dar;; además, no conozco los mecanismos de la cia (...). Lo dijo el embajador", refería Terra en el Senado.

El terrorista arrepentido reveló al senador frenteamplista que el embajador frecuentaba con asiduidad unidades militares. En abril de 1972 visitó el 5º de Artillería, de Burgues y Chimborazo, y los cuarteles de Paysandú, Artigas, Salto, Paso de los Toros y Durazno. Lo acompañaba un guitarrista de su país. Fernández comentaba abiertamente a sus allegados que incitaba a los militares a dar un golpe de Estado. Al escuchar en el Parlamento esta denuncia de Terra, el ministro de Defensa Enrique Magnani increpó a los gritos al legislador, diciendo que no permitiría insultos de ese calibre contra las Fuerzas Armadas. Exigió que aportara pruebas. Si los militares hubieran escuchado las expresiones que Terra atribuía al embajador paraguayo -continuó el ministro- lo hubieran denunciado inmediatamente. A su juicio, Terra insultaba y atacaba el honor militar al sugerir intenciones golpistas en las Fuerzas Armadas.

De la embajada paraguaya provenía el dinero que financiaba al periódico Azul y Blanco, el órgano de prensa que incitaba al golpe de Estado y justificaba las acciones del Escuadrón. Su redactor responsable -continuaba Terra- era un español falangista, católico integrista y ex fraile jesuita, José González, asiduo concurrente a la representación diplomática.

La conexión paraguaya del Escuadrón de la Muerte pone de manifiesto la intervención de los servicios de inteligencia extranjeros en el terrorismo de Estado de los años 1970-73. Crosas, el embajador Fernández, Centurión, "Martínez", "Segundo", y posiblemente "Carlos": un conjunto de extranjeros dispuestos a promover o protagonizar tácticas de guerra sucia en colaboración con los servicios uruguayos. El papel relevante protagonizado por Crosas en el Escuadrón vuelve más enigmática su figura. Era un extranjero de antecedentes oscuros, de carácter violento y presunto médico psiquiatra.

No obstante, asesoraba al subsecretario de Interior Armando Acosta y Lara, dirigía un grupo que ejecutaba asesinatos, gestionaba casas operativas, poseía armas y explosivos suministrados por el Estado uruguayo y había organizado jóvenes de extrema derecha en la jup. Su ascendencia a primera vista parece inexplicable. No sólo intervino en el operativo contra Héctor Castagnetto, sino que lo dirigió. Bardesio reveló que todos los participantes del secuestro y asesinato del militante tupamaro -entre ellos un oficial inspector, un subcomisario y un capitán de la Armada- actuaron "a las órdenes de Crosas". Al regresar de Brasil luego de adiestrarse en "técnicas de Escuadrón de la Muerte", los dos funcionarios de inteligencia del Departamento 4 quedaron a las órdenes de Crosas y no de su jefe, Pablo Fontana.

Además, el subsecretario Acosta y Lara ordenó a Bardesio y Delega, funcionarios de peso en Información e Inteligencia, que se pusieran a las órdenes del paraguayo. Ninguno objetó. Aceptaron recibir directivas de un psiquiatra extranjero y no de un camarada de armas. Pese a su larga trayectoria en la red de la cia y en la DNII, Bardesio aceptó con naturalidad que Crosas fuera su jefe. Permitió que en su estudio fotográfico Sichel el paraguayo citara a una reunión de "alto nivel" para constituir el grupo del Escuadrón que realizaría los asesinatos (en la que participaron Miguel Sofía y representantes de los Departamentos 4, 5 y 6 de la DNII) y lo excluyera por razones de compartimentación. Desde la casa de la calle Araucana, cuyo alquiler de 300 dólares pagaba el Ministerio del Interior, Crosas supervisó la operación contra Castagnetto. Lo entregó a sus asesinos y los siguió en su automóvil hasta el ingreso al puerto, donde le dieron muerte y lo arrojaron al río.

El senador Terra investigó su pasado y obtuvo una serie de informaciones provenientes de testigos que no identificó. Al parecer era médico y había estudiado en Paraguay junto al embajador Fernández. En una fecha no precisada fue expulsado de su país. Los informes que poseía Terra atribuían la expulsión a "su carácter violento y agresivo", rasgo de la personalidad que difícilmente motivaba un alejamiento del Paraguay de Stroessner. "Actuó entre los exiliados paraguayos de Clorinda y Posadas", continuaba Terra. "Un día llega al Uruguay y aparece en la ciudad de Dolores." Se vinculó al comisario Hugo González, ejerció como médico psiquiatra -aparentemente sin revalidar el título- y obtuvo un cargo de profesor en el liceo de Dolores, entrando pronto en conflicto con la Asociación de Profesores.

Formó en esa ciudad un grupo de la jup en colaboración con la Policía local y luego se trasladó a Montevideo para dirigir con Acosta y Lara la consolidación del movimiento de ultraderecha a nivel nacional. A partir de entonces ostentó un súbito enriquecimiento. El exiliado paraguayo Carlos Rafael Caballero, refugiado en Uruguay con su familia desde 1959 (pertenecía al movimiento liberal 14 de Mayo, opositor a la dictadura de Stroessner), reveló en 2007 que el embajador Fernández "había formado parte anteriormente de la Guardia Urbana, el Escuadrón de la Muerte del Partido Colorado paraguayo que en los años cincuenta y sesenta salía a matar opositores. En 2007 era miembro de la Junta de Gobierno del Partido Colorado". Caballero consideró natural que en la embajada paraguaya se reunieran grupos terroristas uruguayos: "Es que los funcionarios de seguridad de la embajada paraguaya eran todos criminales. Tenían papel de diplomáticos, pero no lo eran".


Brecha
Clara Aldrighi
Agosto 2008

No hay comentarios.: