18/10/08

18/10/2006-Sesion de la Cámara de Diputados de Uruguay en Homenaje a Elena Quinteros (III)

SEÑOR PRESIDENTE (Martínez Huelmo).- La Mesa desea señalar que se encuentran presentes en la primera barra alumnos de tercer año del Liceo Clara Jackson de Heber, de nuestra ciudad de Montevideo, a quienes les damos la bienvenida en nombre de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay.
Tiene la palabra la señora Diputada Payssé.

SEÑORA PAYSSÉ.- Señor Presidente: cuando nos enfrentamos o nos ponemos a pensar en un homenaje en esta Cámara, en general lo primero que vemos es a quién vamos a homenajear y quiénes van a intervenir en ese homenaje. En ese marco, a modo de síntesis, pueden suceder dos cosas: que existan coincidencias en lo que se dice, porque los puntos más importantes a resaltar de los homenajeados son visualizados de la misma manera por quienes intervenimos o que transformemos los homenajes en algo aburrido, reiterativo. Voy a intentar transitar por el camino del medio, porque considero que algunas cosas que se dijeron hay que volver a decirlas. Y considero que hay que volver a decirlas porque con estos homenajes estamos contribuyendo a la construcción de la historia reciente; historia reciente que causa conmoción en algunos sectores de nuestra sociedad; historia reciente a la cual no le tenemos temor, no le tenemos miedo, porque la vamos a construir entre todos y todas, porque la historia se construye en base a testimonios, muchos de los cuales los vamos a poder escuchar aquí y otros no, aunque los vamos a seguir incorporando a nuestro conocimiento de esta historia. Se construye también en base a la investigación periodística -y quiero efectuar aquí un homenaje a los periodistas que han hecho enormes esfuerzos para contribuir a esta historia-, a la investigación académica y al debate de opiniones con honestidad intelectual, como debe ser.
Como decía el colega Diego Cánepa, el libro “Secuestro en la Embajada” es una investigación periodística que me ha ayudado a elaborar algunas cuestiones que las vamos atando con hilitos y cada vez las tenemos que atar más fuerte. Es por eso que, coincidiendo con mucho de lo que se dijo, me voy a permitir leer algo que elaboré. Como también dijo el señor Diputado Cánepa, a veces las mejores intenciones para elaborar algo chocan con lo que nuestro ánimo está sintiendo. He aquí mi homenaje a Elena, a todas las Elenas y a todos los Elenas también.
El 7 de diciembre de 1944 se casan María del Carmen Almeida -‘Tota’, para todos nosotros- y Roberto Quinteros. Nueve meses después, el 9 de setiembre de 1945, nace Elena, una ochomesina de un kilo y medio de peso. Al decir de “Tota”, era muy fea, pero la gente es muy hipócrita y le decía que era muy linda. Su padre muere el 10 de diciembre de 1965. “Tota”, como bien dijo Nora, adopta a Robertito en mayo de 1966, a los tres días de nacido. Tenemos testimonios de que Elena y Robertito siempre se consideraron hermanos.
Elena, como se dijo, cursó sus estudios en las Hermanas Domínicas. Desde chiquita dijo que quería ser maestra. Su opción fue vocacional. Ella simpatizaba con los humildes y con los que luchaban por un mundo mejor. “Tota” contaba que, hablando con algunas de sus compañeras de estudios, le decían que Elena nunca hubiera llegado a ser Directora, porque no lo habría querido. A ella, lo que le gustaba era el trabajo directo con los niños.
Fue una de aquellos militantes de los sesenta, como dijo Nora, totalmente comprometidos con sus ideas, que dedicaban todo su tiempo y su vida a ellas. Decía Lilián Celiberti: “Elena tenía, al igual que el anarquismo de la FAU, un sentido misionero. No mesiánico. Misionero en el sentido de exigir sacrificio, austeridad. La tarea política era evangelizadora, de conquistar almas”.
En 1963 comienza a reunirse en el sindicato de FUNSA, quedándose hasta altas horas de la noche pintando carteles. Su madre no encuentra mejor manera de acompañarla que esperarla hasta que ella regresa. Integra la Federación Anarquista del Uruguay, la Resistencia Obrero-Estudiantil y el Partido por la Victoria del Pueblo. En el área gremial, como bien se dijo aquí, participa en la Asociación de Estudiantes Magisteriales de Montevideo y en la Federación Uruguaya de Magisterio. Asimismo, participa -y aquí va una reiteración- en las misiones sociopedagógicas, que eran tan importantes en aquella época en el interior rural del Uruguay, siendo docente -como dijo Nora- en una escuela de Pando.
Lilián Celiberti la describe así en el libro en el cual me he basado para hacer estas reflexiones: “demostraba un gran tesón y esa voluntad de estar en todo. Fumaba mucho y dormía poco. Era muy alegre y testaruda y no le resultaba un problema que su casa fuera siempre ese caos absoluto en donde llegabas y no sabías con quién te ibas a encontrar. Si había pegatina estaba repleta de gente, de baldes para el engrudo, de murales y brochas por todos lados. Ella lo vivía como parte de su vida. (…) No debía ser sencillo para Elena, hija única, asumir la responsabilidad de tener una madre que vivía pendiente de ella”.
La casa de la calle Municipio, como refirieron los colegas que me antecedieron en el uso de la palabra, era el lugar de reunión. Algunos de los que participaban de esas reuniones decían que en sus casas no podían hacer cosas del tipo de reuniones de búsqueda política y gremial como las que se podían hacer en la casa de Elena. Escribe Lilián Celiberti: “Eran reuniones afectivas, de jóvenes que junto a la discusión gremial y política intentaban generar una nueva cultura”.
El 16 de noviembre de 1967, como bien dijo Nora, Elena es detenida por primera vez, junto a Gustavo Inzaurralde, Yamandú González y Lilián Celiberti, y liberada al día siguiente. Cuenta Lilián: “Elena, una vez que fue citada, se bañó, se vistió despacio, se pintó con cuidado frente al espejo. Yo la miraba inquieta y le pregunté si no estaba nerviosa. Ella me respondió que lo estaba y mucho, pero que debía aparentar tranquilidad. Era de personalidad fuerte y brindaba confianza a los demás. Ese período fue de mucho desgaste para Elena por la militancia y para ‘Tota’, porque aumentaba su nerviosismo”.
No fue fácil la situación familiar, ni para “Tota” ni para Elena, cuando fue detenida por primera vez. Contaba “Tota” que existieron algunas recriminaciones por parte de su familia. Algunos nunca admitieron que Elena fuera una mujer de izquierda. A pesar de ello, “Tota” nunca había estado tan orgullosa de su hija como cuando la fue a ver y una milica -al decir de ella- le preguntó: usted qué es de ella?’. “Tota” le contestó: “La madre”.
En octubre de 1969 fue detenida, procesada y enviada a la cárcel, donde permaneció hasta octubre de 1970. Como bien dijo la señora Diputada Castro, el 8 de marzo de 1970 se produjo la fuga de la Cárcel de Mujeres, pero Elena no se fugó porque prácticamente era inminente su excarcelación, por decisión judicial.
El 18 de junio de 1973 se casó con Félix Díaz, compañero de militancia. El 5 de mayo de 1975, Elena y su esposo fueron requeridos por su lucha antidictatorial, pasando a la clandestinidad, y el 24 de junio fue destituida de su cargo de maestra. Se refugió en Argentina y a principios de 1976 regresó de manera clandestina al Uruguay.
El 24 de mayo de 1976 se produjo el golpe de Estado en Argentina, encabezado por el genocida Rafael Videla. El 2 de abril de 1976, la madre de Elena, la inolvidable “Tota”, se fue a Buenos Aires, a pedido de su hija -como bien dijo Nora-, luego de una reunión en el restaurante “El Buzón”, porque Elena consideraba que a pesar de que el golpe de Estado se había instalado en Argentina, el Uruguay seguía siendo más inseguro para ella que la propia Argentina y su golpe de Estado.
Hacia fines de 1976 aparecen los primeros cuerpos NN, con signos de salvajes torturas, en las costas de Rocha, los que son presentados por la dictadura como personas de origen asiático que habrían sido tiradas por la borda de algún barco. Muchos años después se confirmaría que esto fue parte de la práctica de “disposición final” de los militares argentinos, que desde aviones en vuelo tiraban al mar los cuerpos vivos de los prisioneros marcados como prescindibles. Sin embargo, para la gran mayoría de los uruguayos aquel aún era un concepto totalmente desconocido.
Antes del golpe de Estado ya había habido casos de desaparecidos en el Uruguay y, por supuesto, de asesinados a sangre fría o bajo tortura, pero la práctica de la tortura y del asesinato se generalizó a partir de la afirmación de la dictadura. Sin embargo, el concepto de “desaparecido” aún no era asumido socialmente.
Entre 1974 y 1975 las desapariciones fueron aumentando en frecuencia, tanto en Uruguay como en Argentina, y la cooperación entre los servicios-Plan Cóndor mediante- se fue afirmando. Pero fue a partir de 1976 cuando los criminales de ambas márgenes del Plata realizaron sus peores acciones.
El 13 de mayo de 1976 se produce en Buenos Aires el secuestro de Rosario Barredo, William Whitelaw y sus tres hijos.
El 18 de mayo se produce en Buenos Aires el secuestro de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
El 20 de mayo aparecen los cadáveres del “Toba”, Zelmar, Rosario y William. También se produce el secuestro y desaparición de Manuel Liberoff. Unos días antes, el canciller de la dictadura uruguaya, Juan Carlos Blanco, había estado en Buenos Aires haciendo gestiones que el propio Zelmar se encargó de denunciar. Sus pasaportes son retenidos, lo que les impide salir de la Argentina.
El 22 de mayo, Wilson Ferreira Aldunate se refugia en la Embajada de Austria, iniciando su segundo exilio.
El 9 de junio, también en Buenos Aires, es secuestrado Gerardo Gatti, quien será trasladado a Automotores Orletti.
El 12 de junio se produce un golpe interno en la dictadura uruguaya y es destituido Juan María Bordaberry, quien aspiraba a perpetuarse en el poder disolviendo definitivamente los partidos políticos y eliminando las elecciones como mecanismo de acceso al Gobierno. Asume la Presidencia Alberto Demicheli.
El 13 de junio secuestran en Argentina a Washington “Perro” Pérez, a quien los militares uruguayos y argentinos obligan a intermediar, pidiendo un rescate millonario en dólares por la vida de Gerardo Gatti, mostrando que además de móviles políticos también existía la búsqueda del beneficio económico. El chantaje se volverá a intentar con el secuestro de León Duarte.
Por esos días, el 3 de junio, en Uruguay, varios fugados de la “cárcel” del Cilindro Municipal se refugian en las Embajadas de Venezuela y México.
El 26 de junio Elena Quinteros es detenida en Uruguay, siendo trasladada al centro de torturas que funcionaba en el Batallón de Infantería N° 13. En la mañana del 28 de junio, Elena se hace conducir a las cercanías de la Embajada de Venezuela con el argumento de ‘entregar’ un contacto. Allí -como todos sabemos- intenta fugarse corriendo y saltando hacia adentro de la Embajada, desde donde es secuestrada por la fuerza por policías y militares uruguayos, forcejeando con los funcionarios venezolanos y frente a la complicidad de los policías a cargo de la custodia de la Embajada. Elena, con una pierna quebrada durante la lucha para introducirla en un auto frente a la Embajada de Venezuela, es llevada al Batallón de Infantería N° 13, es identificada -como dijo Nora- con el N° 2537 y sometida a torturas salvajes, según los testimonios de otros presos políticos allí detenidos. También, según datos aportados por otros presos, se sabe que fue atendida en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas por dicha fractura.
La Embajada de Venezuela y el propio Gobierno venezolano protestan inmediatamente -no podía ser de otra manera-, exigiendo la entrega de esta mujer que había sido claramente secuestrada en su territorio por policías uruguayos y pidiendo el castigo de los responsables. Al día siguiente, el Embajador venezolano, Julio Ramos -que ya ha sido nombrado en esta Sala-, logra identificar a Elena a partir de informaciones hechas llegar a la Embajada de Venezuela en Buenos Aires por compañeras de Elena y fotos obtenidas en Uruguay. Se inician fuertes negociaciones en las que Venezuela exige -reitero- la devolución de la secuestrada, pero Uruguay pide tiempo, buscando enfriar la situación.
En Uruguay la noticia es censurada y nada se publica en la prensa; la prensa extranjera es confiscada.
El 2 de julio se redacta el memorando secreto en la Cancillería uruguaya, valorando la conveniencia de “entregar o no a la mujer’, describiendo crudamente el valor que una vida humana tenía para aquellos delincuentes avenidos a dictadores. El detenido o la detenida era simplemente un instrumento al servicio de los intereses de quienes detentaban el poder. Mujeres, hombres, niños no eran considerados personas; eran simples objetos para aquellos genocidas; sus vidas dependían de la utilidad política que tuvieran o no para sus captores. Aunque la dictadura hablaba de guerra, jamás dio a sus prisioneros el trato establecido por la Convención de Ginebra; ni siquiera intentaron o supieron respetar la tradición artiguista de “clemencia para los vencidos”, en la lógica de la dictadura -reitero- de que se estaba en guerra.
Los derechos humanos de Elena eran una ficción, al igual que los de tantos uruguayos y uruguayas y argentinos y argentinas que pasaron por las cárceles de la dictadura y fueron sometidos a las torturas más crueles e inimaginables. Los crímenes cometidos por la dictadura uruguaya no tienen antecedentes en la historia de nuestro país.
El 3 de julio se reúne el COSENA y decide no entregar a Elena, valorando probablemente que su testimonio le generaría dificultades internacionales peores que la ruptura de relaciones con Venezuela.
Finalmente, el 5 de julio, Venezuela suspende las relaciones diplomáticas con Uruguay cuando queda claro que los dictadores no están dispuestos a devolver viva a Elena.
En una carta de Juan Carlos Blanco al Gobierno de Venezuela fechada el 6 de julio de 1976, el entonces Ministro afirma descaradamente: “No es ocioso tener en cuenta que el sentido y el carácter de la información recibida por el embajador Ramos se ajusta a los lineamientos de la campaña internacional de carácter político lanzada contra el Uruguay, por lo que cabe dudar razonablemente de su verosimilitud. No es improbable en efecto,”-continuaba Juan Carlos Blanco- “que personas o grupos interesados en dañar el prestigio del Uruguay y deteriorar las relaciones entre los dos países, hayan aprovechado las circunstancias del episodio referido -o aun lo hayan creado- para cumplir un propósito negativo”.
En el marco de decenas de operativos perpetrados en Buenos Aires, el 13 de julio es secuestrada Sara Méndez y su hijo Simón, de veinte días, quien llegó a estar en los brazos de “Tota”. Esta -como bien lo dijo Nora y creo que también lo dijo Diego- ya había sido enterada de que Elena era la secuestrada de la Embajada. “Pepe Prieto” -dice “Tota”- “viene y me dice: Tota, la sacada de la embajada es Elena”. Y “Tota” manifiesta: “Yo quise volver entonces al Uruguay. Los compañeros no me dejaron porque todos entendieron que yo era más útil fuera del Uruguay que adentro, pero yo vivía igual con la ilusión de que la devolvieran a la embajada. No pensé que sería tan implacable y tan cruel lo que sucedió después”.
El 25 de julio se produce el “primer vuelo”, que trajo a veinticuatro uruguayos secuestrados en Orletti.
El 24 de agosto son secuestrados en Argentina Marcelo Gelman y María Claudia García de Gelman, los que también son llevados a Automotores Orletti.
El 1° de setiembre asume la Presidencia en nuestro país Aparicio Méndez, decretándose la proscripción de la vida política de quince mil ciudadanos.
Durante setiembre y octubre prosiguen las detenciones masivas en Buenos Aires; entre los detenidos figuran Roger Julien, Victoria Grisonas y sus hijos Anatole y Victoria, Jorge Zaifaroni, María Emilia Islas y su hija Mariana, entre muchas otras y otros. También en esos días son secuestrados Alberto Mechoso y Adalberto Soba, quienes son chantajeados y finalmente obligados a entregar dinero del PVP a cambio de la vida de sus familias, causa por la cual hoy están presos varios de aquellos criminales y genocidas. Ambos continúan desaparecidos.
El 10 de noviembre nace en Montevideo Macarena, la hija de María Claudia, fecha que se pudo comprobar recientemente.
El 4 de noviembre Jimmy Carter gana las elecciones en Estados Unidos.
Probablemente en los primeros días de noviembre de ese año, 1976, Elena es asesinada y su cuerpo enterrado clandestinamente con el objetivo de ocultar la violación cometida en la Embajada de Venezuela.
Se supone que hacia fines de diciembre es asesinada María Claudia y dada en adopción su hija, y que en diciembre se realizó el “segundo vuelo”, con una veintena de secuestrados de Orletti, de los cuales ninguno apareció.
Este breve “racconto” sobre Elena y los hechos que sucedieron en la época de su desaparición tiene por objeto ubicarnos en aquella época. No es sencillo rearmar y rehacer la historia, pero es importante juntar los elementos que identifican a una época, una época trágica como la que nos tocó vivir a las uruguayas y a los uruguayos y a muchos hermanos latinoamericanos. Muchos de esos acontecimientos no fueron conocidos públicamente hasta muchos años después, y aún hoy algunos no se conocen en todos sus detalles, como el lugar donde están enterrados los restos mortales de Elena y de muchos otros uruguayos y uruguayas.
Y como bien decían los dos colegas que me precedieron en el uso de la palabra, no se puede hablar de Elena sin mencionar a “Tota” -no tendría sentido-, esa madre que no quería trasmitir a su hija que podía tener temor por ella; esa madre que se incorporó a la lucha siendo una mujer hecha y derecha; que interpretó que la lucha de los jóvenes no era producto de rebeldía juvenil sino de la necesidad de comprometerse en la búsqueda de un destino mejor para sus compatriotas; la querida “Tota”, la incansable “Tota”; esa madre que dedicó el resto de su vida a encontrar a su hija desaparecida, sin olvidarse nunca de otros hijos que habían corrido la misma suerte. Ella decía: “Si Elena hubiera aparecido yo creo que ella misma no me hubiese permitido nunca que dejase de luchar, porque ella sabía que yo no iba a luchar ni luché ni lucharé nunca solo por el caso de Elena, sino por todos los demás”. Eso lo decía “Tota” en una entrevista que le realizara Ignacio Martínez en un libro que recopila algunas de estas preguntas y respuestas.
“Tota”, aquella mujer que en 1976 comenzaba tenaz e indoblegable a transitar los años más duros de su vida; aquella que siguió hasta el final buscando a su hija Elena y luchando por los derechos humanos como un verdadero ejemplo a imitar; aquella antorcha que supo mostrarnos el camino; aquella madre comprometida en la lucha por conocer el destino de su única hija desaparecida -lo reitero-, que se fue formando a sí misma convirtiéndose en un símbolo emblemático, reconocida en Uruguay y en el mundo entero por su incansable lucha. La infatigable “Tota’, que comenzó a peregrinar como integrante de Pax Romana asistiendo todos los años a la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, denunciando las violaciones de los derechos humanos en la dictadura, enfrentando a la delegación uruguaya que seguía afirmando que en el país no había torturas ni presos políticos. Aquella “Tota” que viajó a Venezuela a entrevistarse con los sucesivos Presidentes, logrando que el doctor Sanguinetti estableciera el compromiso de investigar a fondo el secuestro y la desaparición de Elena para poder restablecer relaciones diplomáticas una vez finalizada la dictadura; compromiso incumplido, como todos sabemos.
“Tota”, una de esas mujeres que tuvo que asumir un papel protagónico en la defensa de valores esenciales de la sociedad uruguaya; una de aquellas tantas mujeres que dijeron presente y no rehuyeron el compromiso ni el enfrentamiento con la tiranía; una de aquellas madres que fueron alumbradas, que fueron dadas a luz por sus propios hijos.
“Tota” nunca buscó protagonismo; no pretendió ser una militante social ni política; no pretendió ser una experta en derechos humanos, pero cuando tuvo que serlo, metió para adelante y fue eso y mucho más. Madre emblemática, de esperanza inquebrantable, que creció no solo en el amor a su hija, a esa hija perdida, sino en el amor a los hijos de los otros -como lo hemos dicho y lo seguiremos diciendo-, soñando con un país mejor.
“Tota” se fue de este mundo en enero de 2001 con el terrible dolor y la enorme angustia de no saber la verdad, sometida a la violencia de no poder recuperar los restos de Elena, sometida a un tipo de tortura absolutamente inhumana, que únicamente la mente de los peores criminales puede pergeñar. No podemos olvidar eso; no podemos olvidar esa tortura a la que son sometidas las madres y los hijos de los desaparecidos. Junto a ella aprendimos que la verdad es posible y necesaria y que tiene sentido la lucha por alcanzarla.
No cabe ninguna duda, señor Presidente, de que durante la dictadura se produjeron innumerables violaciones a los derechos humanos y se cometieron crímenes de lesa humanidad. No me cabe duda de que si la norma que aprobamos hace unos días por unanimidad en esta Cámara, la ley de cooperación con la Corte Penal Internacional en materia de lucha contra el genocidio, los crímenes de guerra y de lesa humanidad, hubiera estado vigente en 1976, todos estos criminales estarían procesados y presos aquí o en donde correspondiera.
Hubo que esperar hasta diciembre de 2002, veintiséis años después de la desaparición de Elena, para que finalmente la Justicia procesara a uno de los coautores de aquella desaparición forzada. de aquel delito de lesa humanidad: el ex Canciller y ex Senador Juan Carlos Blanco. La lucha de “Tota”, de aquella madre incansable que tuvo el valor de enfrentar la maquinaria del terrorismo de Estado, continúa aún después de su muerte y nos invita, nos exige continuarla, pues todavía hoy, a treinta años, los criminales siguen ocultando sus crímenes.
El mejor homenaje que podemos hacer hoy a Elena y a todos y todas las Elenas, es seguir firmes e inclaudicables avanzando en la búsqueda de la verdad, que, como dije más de una vez en esta Cámara, forma parte inseparable de la justicia.
Gracias, señor Presidente.
(Aplausos en la Sala y en la barra)

Leer: 18/10/2006-Sesion de la Cámara de Diputados de Uruguay en Homenaje a Elena Quinteros (IV)

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