VERSIÓN TAQUIGRÁFICA DE LAS PALABRAS PRONUNCIADAS POR VARIOS SEÑORES REPRESENTANTES, EN SESIÓN DE 18 DE OCTUBRE DE 2006, EN HOMENAJE A LA MAESTRA ELENA QUINTEROS
La Cámara ha sido convocada para rendir homenaje a La maestra Elena Quinteros.
Tiene la palabra el señor Diputado Cánepa.
SEÑOR CÁNEPA - Señor Presidente en la tarde de hoy nos hemos reunido para rendir homenaje a la maestra Elena Quinteros.
A veces, las vueltas de la vida no ayudan-depende de cómo uno se encuentre- a encarar en su justa medida el homenaje que merece esta persona.
Antes de empezar lo que consideramos no solo un justo sino un necesario homenaje a Elena Quinteros, creemos trasmitir algo que sentimos: en lo que va de esta Legislatura, en pocas oportunidades como en el día de hoy hemos sentido que eso que la Constitución determina que somos, Representantes Nacionales, lo estamos ejerciendo de la mejor manera al rendir este homenaje. Ser Representantes Nacionales es eso: representar a otros, y no solo a quienes nos trajeron a estas bancas, a quienes votaron para que los representáramos o lo intentáramos, pues en nuestra voz estará la de otros, las voces de quienes no están y de quienes, estando, seguramente merecerían mucho mas que quien habla estar sentados en estas bancas haciendo un homenaje a Elena Quinteros.
Con mucho orgullo, con mucha responsabilidad y también con serena alegría trasmitimos nuestras impresiones en nombre de quienes la conocieron, de quienes militaron y lucharon con ella; cuando aprendimos a militar y a asumir el compromiso, la imagen, la lucha y lo emblemático de Elena Quinteros fue parte de lo que nos llevó a asumir esta vocación, que es la de todos los que estamos aquí presentes: la política.
No vamos a hacer un anecdotario de la vida de Elena Quinteros, aunque mencionaremos algunos aspectos que consideramos importantes, porque el solo hecho de que la Cámara de Representantes se reúna para realizar un homenaje a Elena es en sí mismo un paso relevante.
Mucho tiempo ha pasado desde la recuperación de la democracia, diría que bastante en términos de la vida de muchos de nosotros, pero no en términos históricos. Por este motivo -como señalé al principio- hacer este homenaje es justo y también necesario.
Podríamos referimos a muchos aspectos de Elena, que seguramente las dos compañeras Diputadas que se han anotado para hacer uso de la palabra detallarán mejor que quien habla. Elena tuvo una madre cristiana y un padre socialista; fue educada en un colegio religioso y profesaba la religión católica hasta que comenzó su militancia gremial. Recordemos no solo lo que significó su experiencia en aquel Magisterio tan emblemático de la década del sesenta en Uruguay, en aquella Agrupación 3, gremial de Magisterio que muchos militantes de izquierda dio en esa época a Uruguay, sino también la experiencia de cuando se hacían salidas pedagógicas al interior del país, en particular la de Capilla de Farruco, en 1967, en el departamento de Durazno. Tengamos presente el impacto que tuvo en toda una generación ese tipo de trabajos que realizaba el Magisterio en el interior de la República.
Pero más allá de recordar un anecdotario, hay un aspecto que quiero que quede claro, por lo menos desde nuestro punto de vista. Cuando se acercó la fecha de este homenaje a Elena, mucha gente que conocemos, que fue su compañera de lucha, y otros compañeros que estaban muy comprometidos con su lucha, nos llamaron y nos preguntaron si el homenaje era a Elena o a la ‘Tota”. Nosotros decimos que un homenaje a Elena Quinteros es indisoluble de un homenaje a la “Tota” Quinteros, homenaje que esta Cámara de Representantes ya realizó. Para nosotros está muy claro que un homenaje a la maestra Elena Quinteros es también un reconocimiento y un homenaje a ese símbolo de la lucha contra la impunidad después de la dictadura, a ese símbolo de madre y su relación con su hija que fue la “Tota” Quinteros.
A nuestro juicio, pocos datos nuevos podríamos aportar acerca de un hecho simbólicamente muy fuerte de la dictadura nacional, como el secuestro de Elena Quinteros de la Embajada de Venezuela. Ese 28 de junio de 1976 se realizó un operativo para llevar a Elena Quinteros a hacer un contacto para poder secuestrar a otro militante del PVP, y en un momento determinado Elena, quien era reconocida por su coraje - ¡vaya si lo tenía!-, por su fuerza y por el aguante que tenía -palabra no muy técnica, pero que representa mucho lo que era-, intentó fugarse. Se escapó, corrió y entró a la Embajada de Venezuela, donde estaban el Embajador Ramos, el Consejero Político y un Secretario, quienes fueron avisados por una secretaria que escuchó los gritos de Elena Quinteros pidiendo asilo político. Hay cinco testigos de este hecho y está en la causa, de la que después vamos a hablar. Su secuestro, esa violación flagrante de la soberanía de otro país que llevó a la ruptura de relaciones diplomáticas con Venezuela, fue un hecho simbólico muy fuerte.
Podemos rescatar algunos hechos de la vida de Elena. Tengo algunos testimonios de la influencia que ella ejercía en muchos de quienes hoy son reconocidos militantes y han sido parte fundamental en esta lucha, no solo por la recuperación de la democracia sino contra la impunidad en nuestro país.
Queremos rescatar un elemento central en la vida de Elena. Después vamos a hablar de su desaparición y de lo que representó, indisolublemente, la lucha de la “Tota” por saber la verdad, por construir esa justicia, por mantener esa memoria. Este llamado “caso Quinteros” se transformó en un elemento simbólico, pero también sustancial de la lucha contra la impunidad en nuestro país al producirse el primer procesamiento de un civil, demostrando la connivencia directa de los civiles en lo que fue la dictadura cívico-militar en nuestro país.
Ahora, a través de la Ley N° 18.023 se modificó el artículo 1° del Decreto-Ley N° 14.458, que establecía las honras fúnebres obligatorias para los Presidentes y los Vicepresidentes, y se exceptuó a los que usurparon el poder en esa época y desempeñaron esos cargos. Cuando discutimos el alcance de los tiempos de la dictadura, muy bien se decía que era una dictadura cívico-militar, y hubo acuerdo en ese aspecto en la Comisión de Constitución, Códigos, Legislación General y Administración en ese momento.
En este homenaje a Elena queremos reconocer algo que es muy importante para todos: el compromiso en la lucha, el compromiso político, el compromiso de cambio, el compromiso social. Esa generación -de la que destacamos a Elena, que no fue la única- nos dejó un legado muy importante. Más allá de compartir o no todas sus ideas o todas sus acciones, lo que nos llena no solo de orgullo sino de responsabilidad, fundamentalmente por ser herederos de ese legado, es el compromiso total y absoluto que tenía con sus propias ideas, el compromiso total y absoluto que tenía con una sociedad a la que quería cambiar para que fuera más justa y mejor, el compromiso total y absoluto que tenía desde su tarea docente, de magisterio, desde las visiones sociopedagógicas -como se llamaban en esa época- promovidas en las escuelas y, sobre todo, por los maestros rurales, lo que la llevó a la militancia política. Esa era la maestra Elena Quinteros.
Su secuestro y posterior desaparición tuvieron trascendencia nacional e internacional. Su madre, la “Tota” Quinteros, una y otra vez levantó la voz para que la memoria tuviera lugar y, a partir de ella, se pudiera reconstruir la verdad y luchar por la justicia.
Para nosotros, como hemos dicho cuando analizamos diferentes proyectos de ley que han sido sancionados en esta Cámara de Representantes -hace poco fue votada por unanimidad una ley reparatoria para los ex presos políticos, así como la implementación del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, cambio sustancial en algunos paradigmas jurídicos de Uruguay-, en todos esos pasos que hemos avanzado, por suerte con consenso, con unanimidad, hay también una necesidad de mantener el equilibrio entre tres conceptos, tres valores: memoria, verdad y justicia.
Para nosotros, el caso de la maestra Elena Quinteros no solo implica el rescate de ese compromiso, sino también de ese símbolo que los compañeros que lucharon con ella conocen muy bien; me refiero a ese coraje, a esa lucha, a esa fuerza. En su casa, en la calle Municipio, donde también estaba la “Tota” Quinteros, se reunía la Agrupación, los grupos de discusión y se organizaban las pintadas y las salidas de pegatinas. La “Tota” tenía una relación particular con toda esa generación y Elena era el referente natural, más allá de que, como decía algún amigo, “Elena no era brillante, pero siempre estaba”. Si hay algo que esa generación y Elena representan es que siempre estaban en los momentos mas difíciles, en los momentos en que estar o no estar marcaba la diferencia. En ese momento, Elena ponía su propia vida en juego, porque volvió a Uruguay clandestinamente para luchar contra la dictadura. Y no estamos haciendo una apología de todo esto! Estamos reconociendo el coraje de esta mujer.
La última vez que vio a su madre fue en el restaurante “El Viejo Buzón”, en la calle Hocquart. A Elena la conocían como “la Parda”, porque era morocha, grandota, muy fuerte y terca, según decían algunos amigos, con una entereza brutal. En esa época ya estaba teñida de rubia porque estaba clandestinamente en Uruguay. En ese lugar se encontró con la Tota’ Quinteros y con una amiga entrañable Teresa, compañera de otro referente generacional -a a quien seguramente las Diputadas que uso de la palabra se van a referir mejor que quién habla, como lo es Gustavo Inzaurralde, personaje central en la vida de Elena Quinteros y de toda esa generación de Magisterio. Como dije, otros podrán referirse con mayor autoridad que quien habla a la experiencia de lo que significó Gustavo para todos ellos. En “El Viejo Buzón”, donde se encontraron para almorzar, Elena le dijo a Teresa que llevara a su madre y fueran vestidas paquetas, para despistar, para evitar cualquier problema. Elena convenció a su madre de que se tenía que ir a Buenos Aires, sabiendo que posiblemente era la última vez que la iba a ver, aunque no así la “Tota”.
Ese coraje, esos pequeños pasos, esa lucha representó mucho. Cuando en Uruguay se montó todo un operativo para ocultar lo que había sucedido en la Embajada de Venezuela ese 28 de junio, su marido. “EI gallego” Díaz, avisó desde Buenos Aires que era Elena la que había sido secuestrada, la que había sido tomada del cabello por un personero de la dictadura, llamado “Cacho”, de la División N° 5 de Inteligencia. En marzo de 1985, Margarita Michelini recordó en una carta a la “Tota” Quinteros que fue ella quien llevó la foto de Elena Quinteros para que la Embajada de Venezuela en Argentina se la remitiera al Embajador Ramos. Y basta ver todos los datos que existen para advertir lo que fue la acción de la dictadura uruguaya al ocultar, no ya la tortura sistemática en el Uruguay, como práctica común, sino algo tan grave como lo es llegar a la ruptura de relaciones diplomáticas con un país. Era muy fuerte la impunidad que sentía esta gente. Era tan fuerte el sentido de su poder para disponer de la vida y de la muerte de la gente que ya no respetaban nada; no solo no respetaban a la gente y a los uruguayos, sino que estaban dispuestos a no respetar absolutamente nada en el orden internacional.
Leer: 18/10/2006-Sesion de la Cámara de Diputados de Uruguay en Homenaje a Elena Quinteros (II)
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