9/9/08

Elena Quinteros: la dignidad consecuente.

En los próximos días se cumplen 30 años del secuestro y desaparición de la Maestra Elena Quinteros. Ya nos hemos referido a ella en ocasión de un Homenaje a su madre, la querida Tota Quinteros, quien fuera Presidenta de esta Junta. Es que sus nombres y vidas son inseparables y no sólo por el vínculo natural entre madre e hija. Como habíamos dicho en aquella oportunidad, parafraseando a las Madres de Plaza de Mayo, Tota fue alumbrada, dada a luz, por su propia hija.

Hoy pretendemos ser rigurosamente breves. No intentamos realizar en esta media hora previa el homenaje formal al que suelen convocar los aniversarios de números redondos y que sin duda Elena merece. Como veremos más adelante, hoy resultaría imposible realizar un homenaje meramente ritual.

Sí queremos reafirmar, en primer lugar, algunos valores y convicciones. Para empezar enfatizar la firmeza que Elena supo forjar como militante. Ya en la Asociación de Estudiantes Magisteriales y en la Federación Uruguaya de Magisterio. Ya en las Misiones Socio-Pedagógicas. Ya en la Federación Anarquista Uruguaya, en la Resistencia Obrero Estudiantil y en el Partido por la Victoria del Pueblo. Esa entereza demostrada en sus prisiones y en su permanencia en el país en momentos de extrema peligrosidad para la resistencia anti-dictatorial. Allí donde el peligro era mayor, allí se encontraba Elena.

Hace un mes la sociedad uruguaya recordó debidamente los asesinatos de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, William Withelaw Blanco y Rosario Barredo. Ahora pensemos cuantos hombres y mujeres sufrieron el feroz embate represivo del 1976. Una reacción cavernícola que traspasó fronteras a través de la coordinación del Plan Cóndor. En aquella coyuntura concreta, cuando el Partido por la Victoria del Pueblo recibía el ataque más furioso que pueda imaginarse, debemos situar la captura de Elena, su intento de evasión y asilo en la Embajada de Venezuela, y su presente y actual desaparición.

Todos recordamos seguramente los hechos. El 24 de junio fue detenida y sometida a terribles torturas. El 28 engaña a sus captores, simulando que tendría un contacto en las proximidades de la Embajada de Venezuela y logra entrar al predio.

Tal como relata Julio Ramos, el Embajador de Venezuela de la época, Elena había atravesado el muro de una casa vecina e ingresado a los jardines de la Embajada, es decir, a territorio venezolano. Contaba Ramos:

“Entonces un oficial de Policía a quien denominaban el Cacho entró por la puerta y agarrando a la señora por el cabello la sacó rápidamente auxiliado por otros oficiales... La metieron en un automóvil y juntos se la llevaron tres cuadras más abajo, cerca de la estatua del General Rivera, donde la cambiaron a un vehículo mayor... El consejero Becerra y el secretario Baptista se aproximaron al grupo antes de que arrancara el auto y trataron de ayudar a la infeliz mujer, pero estuvieron a punto de ser atropellados.”

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela protestó enérgicamente por la violación de su Embajada y del derecho de asilo político y solicitó la entrega inmediata de Elena. El hecho, merced a la denuncia pública de los compañeros libres, se convierte en escándalo político.

El 5 de julio de 1976 la embajada venezolana en Uruguay no festejó el aniversario de su independencia. Comunicó al gobierno uruguayo la suspensión de relaciones diplomáticas.

Mientras tanto, Elena había sido llevada al “300 Carlos” o “El Infierno”, un centro de torturas en el que operaban José Nino Gavazzo, Manuel Cordero, Jorge Silveira, Eduardo Ferro, Glauco Yannone, José Basan, Carlos Rosell, Selva De Melo y Liliana González.

Mientras tanto, el canciller de la dictadura, Juan Carlos Blanco, y su entorno (Michelín Salomón, Alvaro Alvarez y Lupinacci) discutían meticulosamente el destino de Elena. Después que el COSENA decidiera “no entregar a la mujer”, la Cancillería, el 6 de julio declara personas no gratas al Embajador Ramos y al Consejero Becerra, concediéndoles 72 horas para abandonar el país. La dictadura uruguaya los sindica como cómplices de un absurdo complot del “comunismo internacional”.

Y detenemos aquí el relato.

Como sugeríamos al comienzo, en la coyuntura actual, recordar aquellos hechos no tiene un mero contenido ritual. Han pasado dos décadas del retiro ordenado de la dictadura y vivimos tiempos de oxigenación democrática. Sentimos que la verdad estricta y completa es posible y necesaria. Hoy, los viejos agentes de la dictadura ya no pueden recurrir a la táctica de la negación de sus crímenes. Estos individuos han sido desmentidos públicamente.

Es más, la táctica del olvido, de la Amnesia de Estado, no pudo contener los esfuerzos por recuperar la memoria colectiva como condición necesaria de la auténtica transición democrática. La impunidad no es algo a lo que una mentalidad democrática pueda acostumbrarse cómodamente. En resumen, aprendimos a no dejarnos confundir por estafadores que jugaban a la mosqueta con palabras y conceptos. A no dejarnos hacer pasar memoria por caos, olvido por paz ni justicia por venganza. Como decíamos al comienzo de esta intervención, reafirmamos las convicciones que Elena y Tota supieron sostener.

Elena se define a través de su lucha, de su dignidad consecuente como perseguida política, torturada y aún desaparecida por una patota, categóricamente, indigna.

Elena vivió plenamente la rebeldía y la valentía, esa lucha por la dignidad propia de un Durruti o un Guevara. Recuerdo a Jaime Machado afirmando que “Elena perteneció a ese grupo o a esa calidad de militantes como Gerardo Gatti, León Duarte... esos tipos que las ideas y los principios eran lo primero que trataban de mantener en la vida.”

Y ahí está el punto. Si como dice Camus “todo acto de rebeldía apela a un valor”, Elena ha sabido enseñarnos por la vía de sus hechos los valores de la resistencia y solidaridad. Solidaridad, como teorizaba Camus, en el sentido de una comunidad de lucha que vive de la fuente moral original, a saber, la afirmación de la vida. Pues bien, Elena sintetiza la idea de una vida en lucha, humanamente digna.

* Exposición del edil Angel Vera Lemos en la Junta Departamental de Montevideo el 22 de junio de 2006. La crónica detallada del secuestro puede encontrarse en "Secuestro en la Embajada. El caso de la Maestra Elena Quinteros" de Raúl Olivera y Sara Méndez.



Leer: Secuestro en la Embajada. El caso de la maestra Elena Quinteros

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