22/8/08

El 68 uruguayo - Hugo Cores




Inicialmente este trabajo se propuso abordar las relaciones del movimiento obrero con la crisis política entre los años 1968 y 1973. Con ese contenido se editaron, en San Pablo (1984), en forma bastante rudimentaria alrededor de 500 ejemplares.

Ese material primario destinado a los compañeros que impulsaban la reorganización del movimiento obrero después de la dictadura, formaba parte de un proyecto más amplio que intentaba abarcar los aspectos más significativos de la historia del movimiento obrero desde los inicios de la Guerra Fría en 1947 hasta el final de la dictadura en 1984.

De este plan hasta ahora sólo se logró cumplir el primer tramo: “La lucha de los gremios solidarios 1947-1952″.

Trabajando en el país, hemos reunido documentación sobre el curso del Sindicalismo en los años siguientes En función de los debates planteados más recientemente decidimos separar el tratamiento del año 1968 del resto de esos años críticos

Lo hicimos así en el entendido de que los cambios producidos en el gobierno semi-dictatorial de Pacheco constituían un corte profundo en la historia del Estado y de la sociedad uruguaya y marcaban definitivamente el fin de una época caracterizada por determinados equilibrios y contradicciones.

En estas páginas, junto a los documentos de la época daremos nuestra Opinión sobre las orientaciones políticas y sindicales que prevalecieron en el movimiento obrero y sobre aquellas no tan influyentes, que estuvieron presentes contribuyendo a componer el intrincado haz de acontecimientos y problemas que se sucedieron vertiginosamente.

Entendemos que las luchas sindicales y políticas que se desarrollaron en esos años, contuvieron elementos que deben ser valorados no solo como aciertos o errores “prácticos”, sino que esas decisiones existían puntos de referencia teóricos, de concepción política, que es interesante examinar.

La encrucijada de los años 60, como todo acontecimiento histórico, es irrepetible en su contingencia, en su singularidad.

Sin embargo, examinar aquellos errores puede contribuir a pensar la realidad actual deslastrados de algunas concepciones que la experiencia de las luchas obreras y socialista ha puesto en evidencia: las simplificaciones estrategistas, el foquismo, la aversión a la política, la retórica que, con el peso aplastante de palabras prestigiosas, que gratifican más por el aire familiar, ya oído, de su verbalización que por su contenido como guía para la acción, actúa como una especie de cáscara protectora que obstaculiza pensar lo nuevo, registrar los matices y discutir francamente.

Examinar también los bloqueamientos y derrotas a que conduce la adopción de conductas adaptativas, noveleras o conciliadoras, disfrazadas de “realismo” ante relaciones fuerza desfavorables, atajos de derecha tales como exagerar el carácter nacional y hasta asignarle vocación antiimperialista a alguna fracción de la burguesía o “descubrir” la existencia de aliados en los mandos de las Fuerzas Armadas del sistema.

En cuanto a la izquierda, en aquellos años se produjo una cambio fundamental: de un modo u otro la mayor parte de las organizaciones y no sólo el MLN entendieron que había que prepararse para la violencia revolucionaria. Tal como surge, no ya de “confesiones” (post facto) sino de la prensa de la época, tal como se verá en este trabajo, no sólo los partidos sino también una parte considerable de la intelectualidad, incluyendo a las iglesias, creyeron en la necesidad y la viabilidad de una estrategia de conquista del poder a través de la lucha armada.

Visto desde 1997 uno puede aquilatar la desmesura de esa “intención revolucionaria”. También es preciso analizar esto con honestidad intelectual, disposición bien distinta a la de muchos “arrepentidos” que hoy critican el “izquierdísmo” del 68 procurando blanquear un pasado que los llevó a predicar la lucha armada si no antes por lo menos en la misma época que empezaron a hacerlo las organizaciones que posteriormente se comprometieron con esa línea de acción. Si el lector tiene paciencia suficiente para transitar estas páginas quizás se sorprenda de la flamígera prosa que en los 60 exhibían algunos de los actuales intelectuales orgánicos de la derecha. Seguramente ninguno de ellos celebrará esta memoria.

Nuestro trabajo tiene como campo de investigación principal, aunque no único, lo que ocurre en el movimiento sindical.

Como se verá, la importancia adquirida por los sindicatos en ese período, los convierte en protagonistas fundamentales no solo de las luchas sociales sino de las grandes confrontaciones políticas. Eso explica también los debates internos y la pugna entre las varias organizaciones o tendencias políticas que procuran gravitar en su conducción.

Al mismo tiempo, el cambio de actitud de las clases dominantes con relación al movimiento sindical, es una característica del período. El reajuste conservador de la economía y de la sociedad, la brusca redistribución del ingreso en favor de los capitalistas exigieron. y así se hizo, una verdadera reestructura del Estado orientada a excluir, neutralizar o reprimir al movimiento obrero.

En la medida que en el trabajo se aborda también la crisis del sistema político, hemos incorporado el examen no solo de las líneas de acción política de las organizaciones partidarias, incluyendo a los partidos tradicionales, sino también indicios acerca del estado de ánimo de distintas capas sociales expresados a través de algunas de sus manifestaciones culturales.

Dada su vinculación con todas las formas que asumió la lucha popular, inclusive la acción armada, pareció interesante rastrear la evolución de la Iglesia uruguaya que conoce lo que entonces se llamó una “inesperada primavera”.

Para todo este recorrido resultaron imprescindibles las páginas de “Marcha”, que recogió con amplitud y agudeza lo principal del pensamiento y el acontecer político de esos años,

En cuanto a otras fuentes, el lector notará que en muchos temas que resultaban (y resultan) polémicos hemos registrado no sólo las posiciones de los protagonistas de izquierda sino también de quienes no participaban de esa visión o de quienes comulgando con ella entonces, a veces hasta en forma radicalizada, hoy aportan su concurso a los partidos en el gobierno.

Casi treinta años después de los acontecimientos todavía no se ha terminado de disipar “la polvareda” que ensombrece siempre la visión de un pasado demasiado reciente. No obstante, las expresiones de creatividad heroísmo, sacrificio y tenacidad evidenciadas por la clase obrera y el pueblo uruguayo a lo largo de ese período merecen algo más que el olvido o la caricatura.

Además deben tenerse en cuenta, para recobrar o desechar como componente imprescindible para pensar nuestro presente, las formas cómo se reflexionó en aquellas circunstancias, los conceptos, los sustentos teóricos de las estrategias ensayadas y que siguieron orientando las acciones de la izquierda durante los años siguientes Ese será el objeto de otro trabajo que abarcará el período que va de 1969 a 1973.

El año 68 mostró dos aristas de un movimiento histórico; por un lado, la resistencia ante el crecimiento del autoritarismo y a la vez instaló el debate acerca de las posibilidades, desde esa resistencia, de una revolución socialista en el Uruguay tal como muestra el texto de Carlos Quijano del 10 de mayo de 1968 que transcribimos a continuación:

Creemos por otra parte, y asimismo lo hemos repetido hasta el cansancio, que la verdadera “salida” exige, sin duda, un cambio del sistema. El “sistema “, como tal, sólo puede lograr soluciones parciales que nos permitan sobrevivir con resguardo de ciertas libertades esenciales. No ignoramos que éste es el punto crucial de ciertos debates; pero tenemos el convencimiento de que hoy aquí para repetir la manida consigna, Uruguay no puede realizar un cambio de sistema, no puede, solo, débil, circundado por enemigos alertas, y todavía poderosos, intentar una experiencia socialista cabal, cumplir una revolución socialista.

Pudo la URSS con 23 millones de kilómetros cuadrados en condiciones históricas muy particulares, realizar a través de ingentes sacrificios, y dos guerras, una revolución de ese tipo. Pudo Cuba, en una coyuntura histórica también especial, lanzarse a la gran experiencia en la cual está inmersa. La situación de Uruguay no es la de Rusia, pero tampoco es la de Cuba y creemos que incurren en un grave error, error de visión y perspectiva, aquellos que consideran que la historia puede repetirse. No ignoramos las críticas y hasta las burlas, que convencimiento semejante provoca en algunos sacudidos por generosas impaciencias y en otros, ebrios de retórica que se descubren, entre el alba y el crepúsculo de un día, una vocación de revolucionarios y se niegan a comprender que nos espera una larga y sufrida marcha; que la historia no se hace en una noche; que el salto exige preparación y oportunidad; que nos ha sido atribuida, por ahora la noble, limpia, y humilde tarea de ir armando a los cuadros y las gentes, en el combate diario y por la elaboración de la teoría, para las batallas decisivas y que tenemos el deber, el muy difícil deber, de no perder nunca de vista el objetivo, cualesquiera sean los confusos vapores que emanen de los hechos y los naturales desfallecimientos y errores. Siempre el mismo rumbo. Siempre el mismo propósito. Siempre la misma voluntad. Y cada vez más ricos de experiencia. Conocimiento constante de la realidad; interpretación proba y sin pausa afinada, de la misma para transformarla. El tiempo, sin la ayuda del cual todo corre peligro de abortar; trabaja a favor de esa transformación; pero hay que ayudar al tiempo”.


(”Esta angustia colectiva”, Marcha, 10/5/68. Los subrayados son nuestros).

Este libro fue publicado por Banda Oriental en setiembre de 1997.

Leer el libro completo: El 68 uruguayo - Hugo Cores

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