18/8/08

Abel Soria

Abel Soria Gil, nació el 26 de enero de 1937 en los Cerrillos, 3ª Sección del departamento de Canelones, República Oriental del Uruguay.

Hijo de una familia de chacareros, ayudó a sus padres en las labores del campo desde la infancia, alternando dicha actividad con las primeras incursiones por el mundo de las letras y de la música.

Recibió clases de solfeo y guitarra con el profesor Humberto Calvetti y se desempeñó también como acordeonista amenizando reuniones en la zona.

Por los años 50 publicó su poemario inicial (“Primeros vuelos”), en colaboración con Gerardo Molina.

En 1956 se radica en San José de Mayo donde recibe educación secundaria así como lecciones de guitarra con el Profesor Alberto Ulián. En ese año ingresa como elemento estable en la Broadcasting local y en la Cruzada Gaucha de Payadores, realizando paralelamente diversos trabajos (mozo de bar, peón, albañil, locutor, operador, informativista ra-dial, etc.)

Trabajó como enfermero durante 25 años.

En 1959 contrajo enlace con Maruja Acosta y de ese matrimonio nacieron dos hijos: Jorge y Anabela.

Continuó publicando libros; entre otros: “Reflejos del alma”, “Ponchos y guitarras”, “Cimarrón sin Güelta”,“Charquito estrellado”, “A dos posturas”, “Tusando la Quincha”, “Polenta y tumba”, “Proseando con mamá”, “Dos poetas Orientales”, “Entre aparceros”, “Dos para la sonrisa”, “Maoanenado”, “Pelusitas”, “Cursillo de versificación”, etc., totalizando a la fecha unos 26 títulos y otros tantos de grabaciones L.D.

Como charlista ha disertado sobre los siguientes temas: “Pelegrino Torres y viajeros”, “Breve paseo por el mundo de la anécdota”, “La querencia de los poetas”, “La poesía de Rina Vanbelthoven”, “Los célebres desconocidos”, “Nostalgias chacareras” y otros, así como el Cursillo de Versificación, convertido en libro ya mencionado.

Ha sido también orientador del Taller de Letras en Casa de la Cultura.

Recorre permanentemente escenarios dentro y fuera del país como intérprete de sus propias composiciones en las que predomina la veta humorística y en cuyo cultivo se considera discípulo de Evaristo Barrios, así como en dibujoy pintura -disciplinas que también practica- no vacila en profesar su admiración por Florencio Molina Campos.

Luego de su matrimonio de treinta años y de una viudez de casi cinco años, está actualmente con Irma Reyes Aguiar.

En sus proyectos figura el continuar difundiendo la poesía costumbrista y realizar muestras de sus cuadros, algunos de los cuales han sido ya exhibidos.


Galardones:
. “Charrúa de oro”, del Festival de Durazno
. “Palenque de oro”, del Festival de Tala
. “Pluma de Oro”, del Festival “Por lo nuestro” - Minas, etc.



Las mil millas orientales
Cuando mi zarco maceta
se empezó a poner vichoco,
pa que descansara un poco
me compré una bicicleta,
aunque bellaca y repleta
de mañas y de cosquillas,
yo, que he domao cien tropillas
en un mes, la hice de andar
y me largué a disputar
la penca de las Mil Millas.

Me julepió de endeveras
largar de Montevideo,
con mi chiva de paseo
entre chivas parejeras
puras marcas extranjeras
de diferentes naciones;
Yo de bombachas marrones
parecía mas ridículo
al dir montando un vehículo
fabricao en Canelones.

Mencionando a cada hombre
mezclaba el altoparlante
la firma de un comerciante
y productos de renombre.
Cuando se anunció mi nombre
ya no me sentí tan solo;
jui presentao por Manolo
y Ezequiel Echeverría
con su tambo, lechería
y venta de cuartirolo.

Pregunté el itinerario
y agarré velocidá
y llegué hasta Libertad
seguido de un adversario.
Al pasar frente a Rosario
le dentró la parsimonia
y cuando llegué a Colonia
punto final de la etapa
me recibieron con grapa
y una linda ceremonia.

Por la ciudad rosarina
volvió a cruzar mi persona
y pasando por Cardona
llegué a Santa Catalina.
Un pelotón en la esquina
me quiso tender sus redes
y entre espaldas y paredes
crucé el pueblito Rodó
pero al fin primero yo
tomando grapa en Mercedes.

Mas rápido que los vientos
y contra el viento reinante,
llegué ojos adelante
a los pagos de Fray Bentos.
Sin ponerme linimentos
pa entibiar el caracú,
fresquito como un ombú
y mas fuerte que las rocas
tomé una grapa en Tres Bocas
y dos mas en Paysandú.

Cuando salimos de allí
se me ocurrió hacer un alto
y antes de llegar a Salto
chupé grapa en Chapicuy.
Al rato me les perdí
detrás de la polvadera
y dando la vuelta entera
finalicé la jornada
tomando grapa cortada
en la ciudad sanducera.

Compré un radio transitor
y frente a Young lo prendí
cuando al referirse a mi
anunciaba el locutor:
-El raro competidor
de asombrosa calidad,
rey de la velocidad
que siempre se nos escapa,
debe estar chupando grapa
en un bar de Trinidad.

En la siguiente partida
hice mas fuerza que un asno
y tomé grapa en Durazno,
Sarandí Grande y Florida.
Llegué a la meta enseguida
con ventaja de una hora
y entretuve la demora
estudiando bien el mapa
después de llenar con grapa
el “chifle” y la cantimplora.

Salí como una luz mala
en el siguiente eslabón
tomé grapa en San Ramón
y tomé grapa en el Tala.
Me armé un cigarro de chala,
me compré unas golosinas;
en Migues robé gallinas,
pinché mi chivita guapa,
puse un parche, tomé grapa
y llegué primero a Minas.

En el último escarceo
y con una tranca loca,
crucé primero por Soca
por Pando y Montevideo.
Me entregaron el trofeo
y al abrazarme mi amada
me vi montado en la almohada
escuchando al despertar;
-¡dejate de pataliar!
que me tirás la frazada!-

Sabiendo inútil mi empeño
de competir y vencer
me dio rabia comprender
que todo habia sido un sueño.
Y me sentí tan pequeño,
tan derrotao y vencido
que pa conseguir olvido
le saqué al “chifle” la tapa,
me tomé un litro de grapa
y volví a quedar dormido.

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