El Pozo de Banfield fue un Centro Clandestino de Detención que funcionó durante la última dictadura en Lomas de Zamora.
Todavía hoy se entra por un portón de chapa, en la calle Siciliano. Hay otro acceso a la vuelta, en la calle Vernet 276. Hoy el edificio está vacío y se usa como prueba para los juicios contra los represores de la dictadura.
“Cuando pude acceder al Pozo, todas las imágenes y sensaciones que me rodearon me golpearon y comencé a buscar, escudándome en mi cámara”, dice Andrés Borzi, que bajó las mismas escaleras que los detenidos para retratar sus días allí.
El descanso de una escalera y un tablero de electricidad, camino abajo. “Estaba todo rodeado de un halo tan extraño, misterioso, de silencios y sonidos que sólo se escuchan ahí adentro, o que sólo escucha uno en su cabeza”.
“Los rincones y espacios para plasmar esas imágenes que no me dejaban dormir, fue entonces que mi amigo David me dijo: dejá que el lugar te hable.”
Con sus imágenes, Andrés no quiso sólo mostrar “un lugar”, el Pozo, hoy. Había otras imágenes. “La única manera que encontré fue agregando al ser humano”
“Pero ese humano está y no está, aparece pero es transparente, nos permite ver el lugar en su totalidad pero nos dice que por allí pasaron otros.”
“Y después de quedarme en ese lugar solo con mis silencios, mis miedos y mis preguntas (recuerdos de mi generación, de mis amigos desaparecidos, de mi hermano), aún no encontraba la forma de contar en imágenes lo que allí había pasado”, relata Andrés.
La puerta de una celda, y las manos atadas, sin ver.
La escalera que conduce al lugar que le da nombre a “el Pozo”.
“Me suena a eufemismo el nombre de Centro Clandestino de Detención para denominar un lugar que sirvió para denigrar hasta el estado de una cosa a un ser humano”, dice Borzi.
Todavía hoy se entra por un portón de chapa, en la calle Siciliano. Hay otro acceso a la vuelta, en la calle Vernet 276. Hoy el edificio está vacío y se usa como prueba para los juicios contra los represores de la dictadura.
“Cuando pude acceder al Pozo, todas las imágenes y sensaciones que me rodearon me golpearon y comencé a buscar, escudándome en mi cámara”, dice Andrés Borzi, que bajó las mismas escaleras que los detenidos para retratar sus días allí.
El descanso de una escalera y un tablero de electricidad, camino abajo. “Estaba todo rodeado de un halo tan extraño, misterioso, de silencios y sonidos que sólo se escuchan ahí adentro, o que sólo escucha uno en su cabeza”.
“Los rincones y espacios para plasmar esas imágenes que no me dejaban dormir, fue entonces que mi amigo David me dijo: dejá que el lugar te hable.”
Con sus imágenes, Andrés no quiso sólo mostrar “un lugar”, el Pozo, hoy. Había otras imágenes. “La única manera que encontré fue agregando al ser humano”
“Pero ese humano está y no está, aparece pero es transparente, nos permite ver el lugar en su totalidad pero nos dice que por allí pasaron otros.”
“Y después de quedarme en ese lugar solo con mis silencios, mis miedos y mis preguntas (recuerdos de mi generación, de mis amigos desaparecidos, de mi hermano), aún no encontraba la forma de contar en imágenes lo que allí había pasado”, relata Andrés.
La puerta de una celda, y las manos atadas, sin ver.
La escalera que conduce al lugar que le da nombre a “el Pozo”.
“Me suena a eufemismo el nombre de Centro Clandestino de Detención para denominar un lugar que sirvió para denigrar hasta el estado de una cosa a un ser humano”, dice Borzi.
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