Cuando El Cóndor no pudo con el "by-pass solidario"
Se había transformado en rutina. En un día determinado se compraba Clarín en un quiosco de la Avenida de Mayo de Buenos Aires y se buscaba en la sección clasificados un aviso pago en Montevideo, en un local de la Avenida 18 de Julio. El aviso anunciaba la venta de un apartamento o de un perro de raza, según la circunstancia.
Esa era la señal: un militante de la resistencia estaba pronto para cruzar el charco y escapar hacia Buenos Aires. Destino: El Tigre. El medio: un pequeño barco de no más de ocho metros, una cabinita y tres marineros.
En este caso era Alberto Altesor, dirigente comunista --en ese momento secretario de Organización--, quien sufría de una afección cardíaca.
Un hombre delgado, de no más de 26 años, con lentes cuyos cristales no tenían aumento, era el encargado de recibirlo y de internarlo en una clínica médica.
Previo a la llegada de Altesor debía estar todo pronto para internarlo. El profesional indicado para atenderlo era el doctor René Favaloro, quien en 1967 había realizado la primera cirugía directa miocárdica, conocida como by-pass aortocoronaria (puente coronario) en la Clínica Cleveland, de Estados Unidos.
Finalizaba 1974. Ya se sentía el calor húmedo de diciembre.
Esa era la señal: un militante de la resistencia estaba pronto para cruzar el charco y escapar hacia Buenos Aires. Destino: El Tigre. El medio: un pequeño barco de no más de ocho metros, una cabinita y tres marineros.
En este caso era Alberto Altesor, dirigente comunista --en ese momento secretario de Organización--, quien sufría de una afección cardíaca.
Un hombre delgado, de no más de 26 años, con lentes cuyos cristales no tenían aumento, era el encargado de recibirlo y de internarlo en una clínica médica.
Previo a la llegada de Altesor debía estar todo pronto para internarlo. El profesional indicado para atenderlo era el doctor René Favaloro, quien en 1967 había realizado la primera cirugía directa miocárdica, conocida como by-pass aortocoronaria (puente coronario) en la Clínica Cleveland, de Estados Unidos.
Finalizaba 1974. Ya se sentía el calor húmedo de diciembre.
El "puente" del Río de la Plata
Se analizaron dos posibilidades para operarlo. Una en el Hospital Italiano y la otra en la Clínica Güemes, que dirigía el equipo de Favaloro, dice uno de los gestores de aquel "by-pass solidario" que prefiere, aún hoy, mantenerse en el anonimato. Se optó por Favaloro.
A Altesor se lo sacó en barco por Carmelo-Tigre, en una operación en la que participó el aparato clandestino del Partido Comunista. "El barco era tan petizo que cuando llegué a El Tigre no lo encontraba, apenas se veía la puntita del mástil", puntualiza con una sonrisa en la boca.
Se le recibió en El Tigre, posteriormente se lo llevó en una lancha contratada, esas de paseo y todas de madera, hasta una casa en Buenos Aires y se habló con Favaloro y su equipo. A pesar de que durante varios días dos dirigentes de la UJC radicados en Buenos Aires pensaron varias historias falsas para "venderle" al cardiólogo, optaron por decirle la verdad: que era un dirigente comunista clandestino y que tenía una afección cardíaca grave.
Luego de hablarle y de recibir su apoyo, Favaloro los dirigió a un médico uruguayo radicado en Argentina que hacía los cateterismos. "Y lo operaron sobre el 20 de diciembre, más o menos", dice nuestro interlocutor mirando al techo y poniendo sus dos manos por detrás de la cabeza. Para de inmediato confirmar la fecha: "Sí, fue el 20, porque cuatro días después mataron a Raúl Feldman, dirigente de la UJC, en la puerta del Movimiento Argentino de Solidaridad con Latinoamérica. Le pegaron como 30 tiros, una cosa terrible, hecho que no se lo dijimos a Alberto porque estaba convaleciente".
Para que las cosas fueran más difíciles, en el mismo piso que se internó a Alberto Altesor se encontraba convaleciente el general uruguayo Hugo Chiappe Posse, siempre acompañado. Por eso, nos dice, "teníamos que hacer unos finitos tremendos para cuidarlo y visitarlo".
La convalecencia duró unos quince días, persiguiendo a Altesor, que ya en los primeros días se paseaba por los pasillos y que a cada rato insistía con que debía volver a Uruguay. "Jodía y jodía, diciendo que al otro día se iba para Montevideo", recuerda.
De la Clínica se le trasladó a un quinta, cerca de la zona de Chascomús, para que se recuperara. Volvió a Buenos Aires, hasta que convenció a todos de que había llegado la hora del retorno.
La vuelta fue clandestina, mediante un barco que partió de San Fernando en el Delta del Tigre. Fue una travesía terrible porque era un día de tormenta. Lo desembarcaron en el puerto del Buceo y luego de unos meses en la clandestinidad cae durante la represión que se desató en 1975 contra el PCU.
"Ante esta nueva situación volvemos a reunirnos con Favaloro, de fuerte raíz peronista, para que hiciera gestiones por la liberación de Altesor, hasta que él mismo resuelve trasladarse a Uruguay para verlo en el Hospital Militar en un momento que la Argentina ya era brava y que acá era sumamente jodido", acota.
"En las dos oportunidades se portó realmente bien, en todo momento puso su gente de más confianza al servicio de Altesor", destacando a la vez que jamás hubo que hablar de dinero con Favaloro, quien sólo cobró para cubrir los gastos de una operación que en aquellos días era muy cara. Nunca supieron con qué nombre lo registraron en la Clínica, porque "eso lo resolvieron él y su equipo". "Fue un gran caballero, impecable, alguien de mucha sensibilidad".
Otro de los participantes de aquellas jornadas recuerda que en la segunda conversación con Favaloro le plantearon la posibilidad de que la dictadura pusiera condiciones para visitar a Altesor en el Hospital Militar. El cardiólogo fue contundente: "Quédese tranquilo que a mí nadie me va a mandar".
Aquel hombre firme, seguro, científico de renombre mundial, venció en aquellos años y en el caso concreto de Altesor a El Cóndor de la muerte, con el solo gesto de establecer un puente solidario. Altesor vivió quince años más, enterándose en el Penal de Libertad que habían muerto dos de sus hijos, uno de ellos combatiendo en Nicaragua, y su esposa. A René Favaloro la angustia lo golpeó, se dobló por primera vez y una bala calibre 38 le cortó la vida. Por decisión propia, como en todos sus actos.
Así me lo contaron.
Raúl Legnani
La República
01/08/2000
Se analizaron dos posibilidades para operarlo. Una en el Hospital Italiano y la otra en la Clínica Güemes, que dirigía el equipo de Favaloro, dice uno de los gestores de aquel "by-pass solidario" que prefiere, aún hoy, mantenerse en el anonimato. Se optó por Favaloro.
A Altesor se lo sacó en barco por Carmelo-Tigre, en una operación en la que participó el aparato clandestino del Partido Comunista. "El barco era tan petizo que cuando llegué a El Tigre no lo encontraba, apenas se veía la puntita del mástil", puntualiza con una sonrisa en la boca.
Se le recibió en El Tigre, posteriormente se lo llevó en una lancha contratada, esas de paseo y todas de madera, hasta una casa en Buenos Aires y se habló con Favaloro y su equipo. A pesar de que durante varios días dos dirigentes de la UJC radicados en Buenos Aires pensaron varias historias falsas para "venderle" al cardiólogo, optaron por decirle la verdad: que era un dirigente comunista clandestino y que tenía una afección cardíaca grave.
Luego de hablarle y de recibir su apoyo, Favaloro los dirigió a un médico uruguayo radicado en Argentina que hacía los cateterismos. "Y lo operaron sobre el 20 de diciembre, más o menos", dice nuestro interlocutor mirando al techo y poniendo sus dos manos por detrás de la cabeza. Para de inmediato confirmar la fecha: "Sí, fue el 20, porque cuatro días después mataron a Raúl Feldman, dirigente de la UJC, en la puerta del Movimiento Argentino de Solidaridad con Latinoamérica. Le pegaron como 30 tiros, una cosa terrible, hecho que no se lo dijimos a Alberto porque estaba convaleciente".
Para que las cosas fueran más difíciles, en el mismo piso que se internó a Alberto Altesor se encontraba convaleciente el general uruguayo Hugo Chiappe Posse, siempre acompañado. Por eso, nos dice, "teníamos que hacer unos finitos tremendos para cuidarlo y visitarlo".
La convalecencia duró unos quince días, persiguiendo a Altesor, que ya en los primeros días se paseaba por los pasillos y que a cada rato insistía con que debía volver a Uruguay. "Jodía y jodía, diciendo que al otro día se iba para Montevideo", recuerda.
De la Clínica se le trasladó a un quinta, cerca de la zona de Chascomús, para que se recuperara. Volvió a Buenos Aires, hasta que convenció a todos de que había llegado la hora del retorno.
La vuelta fue clandestina, mediante un barco que partió de San Fernando en el Delta del Tigre. Fue una travesía terrible porque era un día de tormenta. Lo desembarcaron en el puerto del Buceo y luego de unos meses en la clandestinidad cae durante la represión que se desató en 1975 contra el PCU.
"Ante esta nueva situación volvemos a reunirnos con Favaloro, de fuerte raíz peronista, para que hiciera gestiones por la liberación de Altesor, hasta que él mismo resuelve trasladarse a Uruguay para verlo en el Hospital Militar en un momento que la Argentina ya era brava y que acá era sumamente jodido", acota.
"En las dos oportunidades se portó realmente bien, en todo momento puso su gente de más confianza al servicio de Altesor", destacando a la vez que jamás hubo que hablar de dinero con Favaloro, quien sólo cobró para cubrir los gastos de una operación que en aquellos días era muy cara. Nunca supieron con qué nombre lo registraron en la Clínica, porque "eso lo resolvieron él y su equipo". "Fue un gran caballero, impecable, alguien de mucha sensibilidad".
Otro de los participantes de aquellas jornadas recuerda que en la segunda conversación con Favaloro le plantearon la posibilidad de que la dictadura pusiera condiciones para visitar a Altesor en el Hospital Militar. El cardiólogo fue contundente: "Quédese tranquilo que a mí nadie me va a mandar".
Aquel hombre firme, seguro, científico de renombre mundial, venció en aquellos años y en el caso concreto de Altesor a El Cóndor de la muerte, con el solo gesto de establecer un puente solidario. Altesor vivió quince años más, enterándose en el Penal de Libertad que habían muerto dos de sus hijos, uno de ellos combatiendo en Nicaragua, y su esposa. A René Favaloro la angustia lo golpeó, se dobló por primera vez y una bala calibre 38 le cortó la vida. Por decisión propia, como en todos sus actos.
Así me lo contaron.
Raúl Legnani
La República
01/08/2000
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