30/7/08

El rape y La Tercena

En los tiempos en que el "Don" no se daba a cualquiera, sino a las personas de alguna posición social aventajada, y en que el "nho" fulano era de uso comun en las clases inferiores, el "rapé" era un artículo de subido consumo en las provincias del Río de la Plata, y la de Montevideo entre ellas.

Como arbitrio para subvenir a las necesidades públicas, y particularmente para continuar las fortificaciones de esta plaza, propuso Andonaegui al Rey el envío de la Península de una embarcación de 150 toneladas cada dos años, con 20.000 libras de tabaco en polvo, laborado en Sevilla y Habana, propio para la afición de estas provincias, cuyo consumo se calculaba en 15.000 libras en la provincia de Buenos Aires, 11.500 en la de Tucumán, 12.000 en Montevideo y 500 en el Paraguay, anualmente.

Aceptada la proposición de Andonaegui, vino la primer remesa, y se estableció el estanco del tabaco en polvo, allá por el año 1748.
Dedúcese de esto, que había muchos polvillistas entonces en esta región. Llamábase la Tercena la casa del estanco del ramo.
En los primeros tiempos no podemos decir a punto fijo donde se estableció en esta ciudad, pero desde el año 90 y tantos, ocupó una gran casa en la calle de San Luis, entre las de San Fernando y San Juan, frente a la de Balbín y Vallejo, cuya casa era conocida por la Tercena (la misma que ocupó muy posteriormente la imprenta del Universal, el Colegio de Barboza y el Uruguayo, de la señora Aguilar de Acha).

El "tabaco-rapé" venía de dos clases: blanquillo y colorado.
El primero, de un color amarillo claro, era el mas fino, y el segundo el mas grueso.
Nuestros antepasados fueron muy afectos al polvillo.
Usaban cajas de carey, de nácar, de plata y de oro - algunas con música -, los pudientes, siendo costumbre convidar con una narigada a los amigos, como se convida con un cigarro.
Había aficionado que no se contentaba con tomar una narigada, sino tres o cuatro, y dele estornudos.
Y mano a aquellos soberanos panhuelos de "huevo revuelto con tomates", o de a cuadros azules, colorados y amarillos. que usaban muy planchados para descargar la nariz, llevándolos en la chaqueta o en el pantalón de "tres botones", o del sucesor del alzapón chico.

Es tradicional que el gobernador Vigodet, que en su sencillez fumaba por la calle - como los chicuelos del día, que no son Vigodet -, alternaba con un sorbo de tabaco de su gran caja de oro; como lo es también que el general Alvear lo llevaba a granel en los bolsillos del chaleco, dándoles diez rayas en los sorbos a los comisionados de Vigodet, que no lo hacían mal, tomándolos de sus cajas, cuando negociaban la capitulación de esta plaza el año 14 en la histórica capilla de Perez, con cuyo motivo decían los realistas "Republicano, al fin", parodiando acaso el dicho de la Carlota: "son de otra escuela", refiriéndose a los diputados del Cabildo, en ocasión de felicitar al Príncipe por el alumbramiento de su consorte la Princesa.

No eran solo los hombres que hacían gasto de rapé, - excelentes marchantes, como nuestro Figueroa, nuestro padrino Pozo, del que se expendía ahora 50 años en lo de Valle, Domenech y el baturrillo de Varela, en la Plaza, - sino también las señoras mayores, como nuestra buena Doña Narcisa, a quienes no le faltaba la cajita y el rosario en su vestido de alepín o zaraza.

"Montevideo Antiguo" de Isidoro de María.
Montevideo, 1887

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