Ex militar aseguró ante el Juez Garzón (España) que vio a nuera y nieta de Gelman en Montevideo
Un ex militar uruguayo, miembro del Servicio de Información de Defensa (SID) declaró en Madrid ante la Justicia que en 1976 funcionaba allí un centro clandestino de detención donde vio a la nuera y la nieta del poeta argentino Juan Gelman, pero no supo que eran ellas hasta que el escritor le enseñó una foto de la mujer.
El ex militar testificó el 11 de mayo del 2000 ante el juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional en la causa que investigaba la desaparición, las torturas y los asesinatos de unos 600 españoles durante el régimen militar argentino, entre 1976 y 1983.
El testigo explicó que unos meses antes Gelman le enseñó una foto de su nuera, a quien él reconoció como la mujer embarazada "de trato muy dulce" que allí mismo "dio a la luz a una criatura".
El militar leyó ayer ante el juez una declaración en la que explicó que a la edad de dieciocho años, fue destinado a los servicios de inteligencia uruguayos durante 1976 y 1977, años durante los cuales presenció torturas y secuestros. El testigo manifestó en la declaración, similar a la que leyó en la denuncia presentada en Uruguay por estos hechos, que al poco tiempo de su ingreso en dicho cuerpo era consciente de encontrarse "en el corazón del aparato represivo de la dictadura militar". Agregó que su función era básicamente administrativa, aunque en ocasiones se le encargaba la tarea de leer correspondencia invervenida o escuchar cintas grabadas provenientes de "pinchazos telefónicos" de los que debía informar a sus superiores si escuchaba "algo raro".
Según su declaración, "pude comprobar la existencia de centros clandestinos" como el de Punta Gorda, donde a finales de agosto de 1976 presenció la llegada de un contingente de más de 20 personas, "secuestradas en la ciudad de Buenos Aires en el marco de operativos de represión", quienes habían sido "trasladados clandestinamente".
También señaló que tomó parte, de forma involuntaria, en el secuestro de un ciudadano, que posteriormente, según comentarios de una amiga, se trataba del periodista y maestro Julio Castro, desaparecido en agosto de 1977.
Barboza reiteró su testimonio vertido en 1985 ante la comisión investigadora parlamentaria sobre desaparición forzada, ante la Justicia Penal y los medios de comunicación. En lo medular, consignaba que en el SID "había una mujer embarazada. Se trataba de una mujer joven de aproximadamente unos 25 años, de pelo castaño oscuro, de tez blanca y lozana, de trato muy dulce. Pude comprobar que luego del mes de octubre dio a luz una criatura (no pude saber el sexto) y que fueron trasladados ambos, una noche, por el teniente coronel Rodríguez y el capitán Arab, con destino que desconozco. El único comentario que le escuché a Arab fue: "A veces hay que hacer cosas embromadas". Comentario éste que me conmovió pero que nunca pude comprobar a qué se refería concretamente", dijo. En una conferencia de prensa, recogida el 18 de agosto de 1985 en la revista Las Bases, Barboza, un empleado bancario, explicó que se vinculó al servicio miliar por razones económicas, y que ingresó como soldado al Servicio de Información de Defensa (SID) que funcionaba en Montevideo (Bulevar Artigas y Palmar), donde permaneció entre abril de 1976 y agosto de 1977. Después de recibir instrucción militar durante un mes, fue asignado a tareas de carácter administrativo en el Departamento III(Planes, Operaciones y Enlace). "En oportunidad de asignarme tareas de guardia y /o custodia pude ser testigo del funcionamiento de un aparato clandestino de represión desarrollado por el D III y de diversas violaciones a los derechos humanos que conmovieron a mi conciencia y que hoy quiero relatar y denunciar", declaró.
Durante su permanencia en el SID comprobó la existencia de "centros clandestinos de detención", que dependían de ese servicio, y a fines del mes de julio custodió el local de Punta Gorda, donde llegó el contingente de uruguayos secuestrados en Buenos Aires. Dentro del SID, fue testigo, declaró, de la permanencia en calidad de detenidos, del mismo grupo trasladado ilegalmente de la Argentina. "En dicha cárcel, en la planta alta, separados de los demás, encontré en una oportunidad a dos niños de corta edad (los vi una sola vez). Conmovido por la presencia de ellos allí, pude trabar conversación con el niño mayor (tres años de edad) quien me respondió que su nombre era Anatole y que la niña menor (un año y medio) era su hermanita y se llamaba Victoria". Se trataba, después se supo, de los hermanos Julien, quienes después reaparecieron en la ciudad chilena de Valparaíso.
El ex militar testificó el 11 de mayo del 2000 ante el juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional en la causa que investigaba la desaparición, las torturas y los asesinatos de unos 600 españoles durante el régimen militar argentino, entre 1976 y 1983.
El testigo explicó que unos meses antes Gelman le enseñó una foto de su nuera, a quien él reconoció como la mujer embarazada "de trato muy dulce" que allí mismo "dio a la luz a una criatura".
El militar leyó ayer ante el juez una declaración en la que explicó que a la edad de dieciocho años, fue destinado a los servicios de inteligencia uruguayos durante 1976 y 1977, años durante los cuales presenció torturas y secuestros. El testigo manifestó en la declaración, similar a la que leyó en la denuncia presentada en Uruguay por estos hechos, que al poco tiempo de su ingreso en dicho cuerpo era consciente de encontrarse "en el corazón del aparato represivo de la dictadura militar". Agregó que su función era básicamente administrativa, aunque en ocasiones se le encargaba la tarea de leer correspondencia invervenida o escuchar cintas grabadas provenientes de "pinchazos telefónicos" de los que debía informar a sus superiores si escuchaba "algo raro".
Según su declaración, "pude comprobar la existencia de centros clandestinos" como el de Punta Gorda, donde a finales de agosto de 1976 presenció la llegada de un contingente de más de 20 personas, "secuestradas en la ciudad de Buenos Aires en el marco de operativos de represión", quienes habían sido "trasladados clandestinamente".
También señaló que tomó parte, de forma involuntaria, en el secuestro de un ciudadano, que posteriormente, según comentarios de una amiga, se trataba del periodista y maestro Julio Castro, desaparecido en agosto de 1977.
Barboza reiteró su testimonio vertido en 1985 ante la comisión investigadora parlamentaria sobre desaparición forzada, ante la Justicia Penal y los medios de comunicación. En lo medular, consignaba que en el SID "había una mujer embarazada. Se trataba de una mujer joven de aproximadamente unos 25 años, de pelo castaño oscuro, de tez blanca y lozana, de trato muy dulce. Pude comprobar que luego del mes de octubre dio a luz una criatura (no pude saber el sexto) y que fueron trasladados ambos, una noche, por el teniente coronel Rodríguez y el capitán Arab, con destino que desconozco. El único comentario que le escuché a Arab fue: "A veces hay que hacer cosas embromadas". Comentario éste que me conmovió pero que nunca pude comprobar a qué se refería concretamente", dijo. En una conferencia de prensa, recogida el 18 de agosto de 1985 en la revista Las Bases, Barboza, un empleado bancario, explicó que se vinculó al servicio miliar por razones económicas, y que ingresó como soldado al Servicio de Información de Defensa (SID) que funcionaba en Montevideo (Bulevar Artigas y Palmar), donde permaneció entre abril de 1976 y agosto de 1977. Después de recibir instrucción militar durante un mes, fue asignado a tareas de carácter administrativo en el Departamento III(Planes, Operaciones y Enlace). "En oportunidad de asignarme tareas de guardia y /o custodia pude ser testigo del funcionamiento de un aparato clandestino de represión desarrollado por el D III y de diversas violaciones a los derechos humanos que conmovieron a mi conciencia y que hoy quiero relatar y denunciar", declaró.
Durante su permanencia en el SID comprobó la existencia de "centros clandestinos de detención", que dependían de ese servicio, y a fines del mes de julio custodió el local de Punta Gorda, donde llegó el contingente de uruguayos secuestrados en Buenos Aires. Dentro del SID, fue testigo, declaró, de la permanencia en calidad de detenidos, del mismo grupo trasladado ilegalmente de la Argentina. "En dicha cárcel, en la planta alta, separados de los demás, encontré en una oportunidad a dos niños de corta edad (los vi una sola vez). Conmovido por la presencia de ellos allí, pude trabar conversación con el niño mayor (tres años de edad) quien me respondió que su nombre era Anatole y que la niña menor (un año y medio) era su hermanita y se llamaba Victoria". Se trataba, después se supo, de los hermanos Julien, quienes después reaparecieron en la ciudad chilena de Valparaíso.
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