14/6/08

Bordaberry, el presidente que no quería a los políticos (I)

Bordaberry: meses finales de una democracia condenada a muerte

El efímero año en que el presidente Bordaberry gobernó libre de presiones militares (de marzo del 72 a febrero del 73) estuvo signado por violencias, fugas y hechos terriblemente trágicos


Las elecciones de 1971, que sirvieron de antesala a once años de dictadura fueron particularmente complicadas y en definitiva configuraron el epígono del largo período de agitación social, terror en las calles y asesinatos que acompañó al período de sedición e incluso no cesó cuando los tupamaros fueron derrotados. Hacer una reseña de todos los actos de violencia desatada por ambas partes durante el año electoral, no solamente absorbería una nota entera sino que tampoco es el propósito prestablecido. La cronología sobre los hechos del libro Los años duros de Martha Machado y Carlos Fagúndez, que expresa el punto de vista de la izquierda, abarca diez páginas. El compendio La Subversión, editado por las Fuerzas Armadas, veintidós. En ese complejo contexto histórico era obvio que las semanas previas al acto eleccionario, éste mismo y aún el recuento de los votos, iban a estar como lo estuvieron, enturbiados por situaciones absolutamente desconocidas para los uruguayos, habituados a votar en paz. Una de las más gruesas fue la información a toda página del diario de Federico Fassano El Eco acusando a Wilson Ferreira Aldunate de haber financiado su campaña política con dinero de la Esso. El error fue grosero o malintencionado y siempre se dijo que el cronista que aportó la primicia había sido engañado por un alto directivo de un canal de televisión para hacer caer al diario en el ridículo. Otro exabrupto se centró en la propaganda televisiva de la derecha ostentando inculcar grotescamente la idea de que el triunfo del Frente Amplio propiciaría el arrancamiento de los hijos de los brazos de sus padres para enviarlos por la fuerza para la Unión Soviética.

En el acto electoral, que fue el primero de concurrencia obligatoria, se votaron varias fórmulas y una reforma constitucional que propiciaba la reelección del Presidente Jorge Pacheco Areco. El Partido Colorado concurrió con varias opciones. Una era la de Pacheco, si tenía mayoría el plebiscito de reforma. En caso contrario Juan María Bordaberry que era su delfín y el doctor Jorge Batlle por la lista 15. Luego había cuatro candidatos más que aportaban sus votos al lema: Amílcar Vasconcellos, Manuel Flores Mora, el general Juan P. Ribas y el señor Juan Luis Pintos. En el Partido Nacional había solamente dos fórmulas: la que configuraban el general Aguerrondo y Alberto Heber y la de Wilson Ferreira Aldunate y Carlos Julio Pereyra. El Frente Amplio concurrió con un solo equipo presidencial integrado por el general Líber Seregni y el doctor Crotoggini. Los resultados finales fueron: Partido Colorado 681.624 votos (Bordaberry-Sapelli 379.525, Batlle y Renán Rodríguez 242. 804, Vasconcellos 98.884 y Ribas 4.025). Partido Nacional 668.822 sufragios (439.649 Ferreira y Pereyra, 228.569 Aguerrondo y Heber) Frente Amplio 304.205 siendo los grupos más votados el FIDEL (100.211) y el Frente del Pueblo conformado por el PDC y la Lista 99, 92.736. La reforma constitucional fue votada por 491.680 personas, pero sus sufragios no resultaron suficientes.

Se equivocaron quienes pensaron que el período que mediaba entre la elección de Juan María Bordaberry y su asunción como Presidente de la República iba a ser de tregua. Continuaron los robos de dinero para fortificar las arcas del MLN, los atentados con bombas a comités políticos de distinto signo, los baleamientos a locales partidarios, los artefactos explosivos, los comunicados del Ejército, las clausuras de diarios y semanarios, las denuncias de torturas. Siguiendo con la escalada de violencia fue asesinado Rodolfo Leoncino, Inspector de Institutos Penales y Jefe de Seguridad de la Cárcel de Punta Carretas y acribillado a balazos el estudiante Ibero Gutiérrez junto a cuyo cadáver, según el libro La Subversión se encontró un papel manuscrito que decía "Vos también pediste perdón. Bala por bala, diente por diente. C. T. T." Las letras identificaban a un grupo autodenominado Comando Caza Tupamaros.

Tremendamente difíciles y perturbados por episodios reñidos con las tradiciones nacionales de todo el siglo fueron también los conteos electorales. La diferencia entre los dos partidos tradicionales había sido demasiado estrecha para que no se plantearan desconfianzas. Alguna versión interesada atribuyó el triunfo colorado como si se tratara de un acto de corrupción, a los doce mil votos de los soldados (en hipótesis todos pachequistas) que sufragaban por primera vez olvidando que este hecho había quedado establecido en la Constitución del 66 que todos los partidos habían contribuido a aprobar. Más asidero tenía la versión del nacionalismo o para ser estrictos de una fracción de este partido, por la cual se aseguraba que por ser las hojas de votación utilizadas para votar por Bordaberry muy parecidas a las que solicitaban la reelección de Pacheco, estas últimas habían sido sumadas equivocadamente a las primeras. Como una curiosidad política habría que consignar que uno de los dirigentes blancos que encabezaron esta posición fue el doctor Aparicio Méndez quien poco tiempo después fuera designado por las Fuerzas Armadas Presidente de la República en sustitución del doctor Alberto Demicheli. Otras irregularidades fueron comprobadas fehacientemente: puertas sin sellar en el Cilindro Municipal donde se efectuaba el escrutinio definitivo, falta de tirillas, violaciones y extravío de urnas. Todas contribuyeron a ensuciar el resultado electoral. La más grave, la constituyó el atentado contra Ciro Ciompi uno de los delegados nacionalistas, quien fue agredido a balazos en su propia casa. El propio protagonista lo relató a este periodista para Búsqueda en abril de 1992. "(Aquella) fue una elección deliberadamente planteada para que los votantes y quienes realizaban el escrutinio cayeran en la trampa. Sería ingenuo pensar que todo eso ocurrió santamente. (...) Yo había vuelto a casa a almorzar rapidito para regresar al Cilindro Municipal (...) cuando de pronto entró una bala por la ventana, pasó silbando entre mi señora y yo, dio una serie de rebotes y se incrustó en un plato. Obviamente fue una acción intimidatoria hacia quien era el responsable del Partido Nacional en el escrutinio. Hice la denuncia y a las horas me citaron para mostrarme a un pobre tarado que se había confesado autor. Por supuesto no le creí, ni lo creían los que estaban tratando de acusarlo. Ese disparo tuvo que ser efectuado con mira telescópica por un técnico". El mismo Wilson Ferreira en un reportaje realizado por el semanario Marcha a un mes de comenzado el conteo definitivo, expresó: "toda esa actuación contra la pureza del sufragio no ha sido ni siquiera una inconducta de guante blanco. Por momentos el ambiente, la actitud de algunos fue de hampones, una verdadera vergüenza".

Aunque haya sido una elección deliberadamente tramposa, lo cual por otro lado nunca fue probado, lo cierto es que a finales de febrero el mismo Wilson Ferreira Aldunate, por convencimiento o por no pasar por un mal perdedor ya había admitido su derrota. Pero eso no le garantizaba la gobernabilidad a Bordaberry que había obtenido solamente el 22, 86% de los votos. Esas cifras y el hecho de que el Partido Colorado hubiera perdido nueve diputados, tres senadores y cinco intendentes, lo iban a impulsar necesariamente a consolidar alianzas que probablemente no tenía en sus planes. Las incertidumbres políticas, el radicalismo opositor, las presiones militares y la agitación social que no había cesado pese a que los principales dirigentes del MLN estaban presos, enmarcarían los primeros meses de gobierno del nuevo presidente.

La Asamblea General que tomó su juramento, ya dio la tónica del clima político que se viviría en adelante. A las quince y cuarenta y cinco Bordaberry y Sapelli entraron al recinto siendo aplaudidos por las barras adictas mientras las bancadas del Partido Nacional y el Frente Amplio no lo hicieron. Luego de la ejecución del Himno Nacional y una vez prestado el juramento de rigor, el ahora Presidente de la República pronunció su primer discurso, que fue alterado por gritos e imprecaciones de algunos legisladores exaltados. Cuando dijo "en el proceso de la elección de gobernantes el pueblo ha ejercido auténticamente el papel protagónico que sólo las grandes democracias reconocen", el diputado del Frente Amplio Rodney Arismendi lo interrumpió gritando "¡no apoyado!". Fue el comienzo de una serie de hechos vergonzosos desde el punto de vista de nuestra cultura cívica que en definitiva no eran más que la consecuencia de las tensiones que se estaban viviendo. En tanto las barras apostrofaban a Arismendi, otros legisladores abuchearon a Bordaberry quien nunca perdió la calma. En algún momento se escuchó a otros dos parlamentarios comunistas pertenecientes al Frente Amplio, Jaime Pérez y Enrique Rodríguez, gritar "¡Basta de campos de concentración! ¡Pongan fin a los asesinatos!" mientras los partidarios del presidente les gritaban a su vez ¡"Traidores! ¡Sediciosos! ¡Vayanse a Cuba!". En ese bochornoso intercambio de epítetos participaron, de acuerdo a la crónica del hoy diputado Guillermo Chifflet publicada en el semanario Marcha, el senador frenteamplista Enrique Erro, el senador pachequista Caputti, los diputados de la coalición de izquierda Francisco Rodríguez Camusso y Vivián Trías y hasta el recién nombrado ministro Julio María Sanguinetti quien le habría gritado a Erro "¡Usted es un atrevido!". Por su parte los diputados Martínez Gallinal (frentista) y Angel Fachinetti (pachequista) intentaron agredirse sin llegar a mayores.

Tras las consultas, los conciliábulos y los cambios de ideas partidarios que son de rigor en estos casos, Bordaberry designó a su primer gabinete. Este fue integrado de la siguiente manera: Ministro del Interior, Alejandro Rovira; de Relaciones Exteriores, José A. Mora Otero; de Transporte Comunicaciones y Turismo, Carlos Ribeiro; de Defensa Nacional general Enrique Magnani; de Ganadería y Agricultura, Benito Mederos; de Educación y Cultura, Julio María Sanguinetti; de Trabajo y Seguridad Social Julio Amorín Larrañaga; de Economía y Finanzas, Francisco Forteza; de Obras Públicas, Walter Pintos Risso; de Industrias, Jorge Echevarría Leúnda y de Salud Pública, Pablo Purriel. Todos los designados eran colorados excepto Purriel un conocido socialista cuyo nombramiento desconcertó a los observadores políticos. En el discurso pronunciado ante la Asamblea General, el Presidente explicó que lo había llevado al gabinete para que se encargara de la socialización de la medicina, un tema espinoso y de contenido más que vago, al cual el ministro se había comprometido a resolver. Huelga decir que treinta años después, la medicina no sólo no se ha socializado sino que se encuentra cada vez más lejos de esa situación.

No le iba a ser sencillo al nuevo Mandatario solucionar los problemas sociales y económicos que vivía el país y que poco después condujeron a gravísisimos quiebres institucionales. Habría que recordar que en el segundo gobierno colegiado nacionalista, es decir entre marzo de 1963 y marzo de 1967, el valor del dólar se había multiplicado por seis. Que durante los nueve meses de la presidencia del general Gestido, había pasado de 99 pesos a 200 y que en los tres años de presidencia de Jorge Pacheco Areco había llegado a los 250 pesos por dólar, luego de una devaluación que según se dijo siempre, había sido provocada artificialmente al haber publicado la noticia el diario BP Color informado de la noticia por un infidente. Al asumir Bordaberry el dólar continuaba presionando incesantemente y en los mercados negros ya andaba por los 800 pesos. Por eso a nadie extrañó que la primera medida de su gobierno hubiera sido decretar una devaluación que llevó en forma oficial a la moneda extranjera de 250 pesos a 500. A propósito de esto, el economista Carlos Quijano escribió en Marcha en un editorial unas frases que bien pudieron haber sido publicado en nuestros días. "La economía uruguaya está enferma y es una enfermedad vieja. No invierte y vive o vegeta gracias a la ayuda extranjera y gira en un círculo infernal".

El primer mes de la presidencia de Juan María Bordaberry fue de veranillo político y social pero el segundo no solamente fue particularmente agitado sino que se convirtió en uno de los más sangrientos de la historia contemporánea. Durante los días iniciales, en plena Semana de Turismo, el gobierno promovió dos decretos: uno aprobando una suba general del 37% de cuatrocientos artículos de primera necesidad y otro aumentando los sueldos un 20%, lo cual provocó la reacción del PIT-CNT que pugnaba por un 40%. El día 12 de abril se escaparon quince tupamaros de la cárcel de Punta Carretas desde el Hospital Penitenciario directamente a las cloacas. Era la cuarta fuga masiva. En marzo del 70 se habían ido trece mujeres del MLN de la Cárcel de Cabildo aprovechando la distensión de una misa. El 30 de junio del año inmediato, treinta y ocho más a través de una excavación efectuada desde el mismo establecimiento y el 6 de setiembre ciento quince tupamaros y seis presos comunes de la Cárcel de Punta Carretas. Aunque los tupamaros nunca lo admitieron (ver Historias Coleccionables número 104) Bordaberry siempre atribuyó esta última fuga a una mediación de la masonería inglesa a través del Presidente de Chile Salvador Allende, una negociación que como contrapartida iba a traer consigo la liberación del embajador inglés Geoffrey Jackson secuestrado por el MLN. El entonces presidente se negó a hablar para este trabajo, aduciendo "que ya había dicho todo lo que tenía que decir", pero en una entrevista concedida al colega Alfonso Lessa y luego publicada en el excelente libro Estado de guerra había expresado:"Hubo una mediación o intento de mediación de Salvador Allende. ¿A quién se le podía ocurrir en aquél Uruguay que podía mediar un hombre de izquierda como él? Pero era notoriamente masón. El gobierno inglés o la masonería inglesa opino yo, se movió a través de Allende para de alguna manera lograr la liberación de este hombre, de Jackson. El hecho fue que se fugaron de la Cárcel de Punta Carretas, fuertemente vigilada, más de cien tupamaros. Y de inmediato fue liberado Jackson. El Jefe de la Cárcel fue un coronel que debió haber sido dado de baja (...) Pero no sólo no tuvo esa sanción sino que más tarde fue nombrado segundo jefe de la región Militar IV. Es una cosa extraña". (Ver descargos del Jefe de Establecimientos Penitenciarios coronel Cirillo en Historias Coleccionables número 105). Bordaberry que insistirá en ese mismo reportaje y en su folleto "La democracia no es un dogma" publicado en 1998 de la importancia de la masonería en la revolución americana y en el advenimiento de los tupamaros, no ha explicado si esta organización secreta tuvo también que ver con las otras tres fugas de integrantes del MLN una de las cuales tuvo lugar al mes de haber asumido su cargo.

No se habían acallado todavía los ecos de la cuarta escapatoria masiva de los tupamaros cuando tuvieron algunos episodios terriblemente violentos que obligaron a un cambio en la legislación. El viernes 14 de abril los tupamaros ametrallaron en Rivera y Soca al comisario Walter Delega y su chofer el agente Carlos Leites y más tarde al capitán de corbeta Ernesto Motto y al ex subsecretario del Interior Armando Acosta y Lara. Todos, excepto Leites, habían sido condenados a la pena máxima, de acuerdo con fuentes del MLN, por organizar atentados dinamiteros o dirigir a los Escuadrones de la Muerte integrados por grupos parapoliciales. Los datos supuestamente incriminatorios habían surgido de un fotógrafo de la policía de nombre Nelson Bardesio secuestrado por el MLN el 24 de febrero. Justificando las acciones del 14 de abril, en esa misma fecha los tupamaros habían hecho público un documento en el cual se explicitaban los nombres de las próximas víctimas y las causas por las cuales habían sido sentenciadas a muerte. Eran veinticuatro, entre los que se contaban los cuatro ya asesinados y además otras personas de amplio conocimiento público como el comisario Campos Hermida, el inspector Víctor Castiglioni, el brigadier Danilo Sena, el general Juan Pedro Rivas, el capitán de la Marina Jorge Nader y el doctor Carlos Pirán.

La reacción fue inmediata. A partir del mediodía fueron muertos dos sediciosos durante un tiroteo a una camioneta y poco después fueron allanadas dos fincas una en la calle Amazonas y otra en Pérez Gomar, que seguramente permanecían bajo vigilancia desde tiempo atrás. En la primera fallecieron sus propietarios, el escribano Luis Martirena y su señora Ivette y en la otra cuatro tupamaros más. A juzgar por las grabaciones recogidas por un captor colocado por la policía en la línea y aportadas en su momento a este periodista por el comisario Víctor Castiglioni fallecido no hace mucho tiempo, quienes dirigieron telefónicamente las operaciones conducentes a los asesinatos de las cuatro primeras víctimas fueron David Cámpora y Eleuterio Fernández Huidobro desde un berretín construido en la bohardilla de la casa de Amazonas. Aunque las voces no tienen identificación y no resulta fácil identificar a través de ellas a sus autores, la grabación es escalofriante. Este episodio que dio comienzo a un día de desconocida conmoción en el país, fue clave en el gobierno de Bordaberry y será analizado más detalladamente en próximos capítulos. Su rápida consecuencia fue un acercamiento a Bordaberry por lo menos desde el punto de vista moral, de distintos actores político, aún los que permanecían opuestos a su gestión. Al día siguiente el Poder Ejecutivo solicitó a la Asamblea General la suspensión de las garantías individuales y el estado de guerra interna por treinta días y el más alto órgano legislativo votó ambas disposiciones. El único partido que no lo hizo fue el Frente Amplio. Como resultado de esa aprobación, los delitos cometidos por los grupos terroristas serían tratados en adelante por la justicia militar. En adelante, el aumento del poder del Ejército sería incontenible.


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