29/5/08

Secuestros de 1970, por Di Candia - III

La noche del viernes 7 de agosto de 1970 fue larga y dramática y la penosa vigilia la compartieron autoridades, prensa, mundo político y todos aquellos ciudadanos que permanecían tensos y expectantes viviendo una situación que a todas luces se agravaba por horas. El plazo dado por los tupamaros para la aceptación de su propuesta o en caso contrario dar cumplimiento de las ejecuciones prometidas, vencía a medianoche. Cientos de miembros del ejército, policías y vehículos patrullaban la ciudad tratando de encontrar huellas de los sediciosos. Ese mismo día había caído en poder de las Fuerzas Conjuntas un grupo importante de dirigentes del MLN, pero nadie, ni siquiera las autoridades, sabían si ese hecho detendría los sucesos anunciados o los precipitaría. Transcurrido el plazo las amenazas no se cumplieron, lo cual provocó un inmenso suspiro de alivio. Sin embargo, nuevos hechos de gravedad ocurridos el mismo viernes, hicieron pensar que ese sentimiento era una interpretación equivocada de la realidad. Hora por hora y encarados desde su comienzo, los episodios se desarrollaron de esta manera.

A la 8.30, las Fuerzas Conjuntas que al parecer tenían estrechamente vigilado un apartamento en las calles Almería y Yacó, en pleno Malvín, lo allanaron, detuvieron a dos ocupantes y montaron una ratonera la que daría sus frutos un par de horas después.

A las 10, Claude Fly, funcionario especialista en suelos contratado por el Ministerio de Ganadería y Agricultura, fue sorprendido en su despacho de la calle Garzón por tres personas vestidas como policías, las que en contados minutos redujeron y secuestraron al técnico.

Pasada la media mañana, comenzaron a llegar distintas personas que al parecer se habían citado en el apartamento de Almería para una reunión y uno por uno fueron siendo aprehendidos. Primero Jorge Candán Grajales, quien se resistió a tiros y fue herido en un pie, y luego Eduardo Bidegain Greissing, Luis Efraín Martínez Platero, Diego Picardo Estéves y Raúl Sendic, antiguo líder de los cañeros de Artigas y considerado el fundador del movimiento tupamaro. Más tarde, fueron localizadas escondidas entre el público que contemplaba los hechos, Nelly Graciela Panzera, Edith Moraes y Alicia Rey Morales. Ese golpe contra la sedición fue de tremenda importancia. Casi sin derramar sangre y en un solo operativo, había sido descabezada la cúpula principal del movimiento terrorista. Lo mismo que ocurrió tiempo después durante el copamiento en la calle Amazonas, donde fueron muertas cuatro personas y capturados Eleuterio Fernández Huidobro y David Cámpora, los tupamaros convocados en la calle Almería ignoraron o subestimaron a los servicios de información e inteligencia de las Fuerzas Conjuntas, quienes tenían localizados sus escondites, intervenidos sus teléfonos y sólo esperaban el momento propicio para darles caza.

Más tarde, pasadas las cinco, integrantes del ejército y la policía procedieron a llevar a cabo un gigantesco allanamiento en el Hospital de Clínicas, sospechando que allí podrían encontrarse los tres secuestrados. Palmo a palmo y durante siete horas fue revisado el edificio sin que fuera encontrado nada anormal.

A las tres de la mañana, todavía se seguía interrogando a los detenidos del mediodía, en el entendido de que, por tratarse de un cuadro dirigente, algunos o todos debían saber el paradero de los tres secuestrados. No pudo sacarse nada en limpio. Los capturados alegaron estar compartimentados y no tener idea de quienes habían llevado a cabo los secuestros. Sendic fue más explícito al afirmar que la detención de ellos no atenuaba, sino que agravaba la posición de los extranjeros porque su suerte dependía ahora de quienes los custodiaban. "La decisión no responde de mí" —dijo— "porque ahora no estoy ni siquiera en condiciones de decidir".

Otras dos noticias profundamente alarmantes, ambas provenientes de Brasil, donde las presiones a todo nivel se acentuaban, cerraron con un sello de bochorno y amenaza uno de los días más cargados de dramatismo de los años previos a la dictadura. La primera fue el anuncio de que tropas brasileñas de Rio Grande do Sul habían avanzado hasta la frontera de nuestro país con el declarado fin de "impedir las reacciones populares en caso de la ejecución del diplomático Días Gomide". El Tercer Ejército con asiento en Porto Alegre estaba cumpliendo en realidad con una forma de presión psicológica planteada sin duda desde un nivel mucho más alto. No otra cosa sugería el Jornal do Brasil bajo la firma de Carlos Castelo Branco: "Hoy es un día decisivo en Montevideo. Todo Brasil espera que dejemos de lado las cortesías diplomáticas y convenzamos al Uruguay a hacer lo que nosotros supimos hacer. Nuestro deber ante la comunidad internacional es salvar la vida y asegurar la libertad de un representante extranjero inocente que nada tiene que ver con las vicisitudes de la política doméstica.(...) La inseguridad uruguaya es mal síntoma que (...) podrá constituirse en fuente de inseguridad no sólo en su territorio sino en todo el continente que estará afectado por la actividad de los terroristas". Y todavía sucedería algo más. Un telegrama fechado en Río de Janeiro anunciaba cerca de la medianoche, que una persona había llamado al diario Última Hora para anunciar que el Escuadrón de la Muerte al que él pertenecía, había tomado una decisión: "si dentro de las 48 horas el cónsul brasileño secuestrado en Uruguay no es liberado, sano y salvo por sus secuestradores, todos los uruguayos que tengan cuentas pendientes con la justicia brasileña, serán ejecutados. Publiquen esto, si tienen coraje".

El 8 de agosto, el MLN envió su comunicado número 9 a varios medios de prensa y en él se confirmaba la terrible noticia que la gente aguardaba con angustia desde la madrugada del viernes al sábado: "hoy a las 12, será ejecutado Dan Anthony Mitrione". Ni una palabra de Aloysio Días Gomide ni de Claude Fly. El mismo día Fly hizo llegar una carta a los medios, dirigida a su esposa y publicada al día siguiente, en la que aclaraba su estado: "Por favor, no te preocupes. Estoy bien, reza por mi persona. Toy, vete a la casa. Me dan de comer. Ayúdame por favor. Mi amor de siempre, Claude. Ellos tienen mis lentes. No puedo leer con mi viejo par. Ellos no me lo dan". Todo parecía indicar que las horas de Mitrione estaban contadas. Las de Días Gomide, por quien se había pedido un rescate y las de Fly, cuyo secuestro no se entendía, no corrían peligro. Los hechos posteriores confirmaron cada una de estas presunciones.

El lunes 10 el diario El País traía en su primera plana tres títulos sumamente inquietantes, pero que no hacían más que mostrar descarnadamente la realidad nacional. "Venció el plazo y aumenta la angustia". "Batidas en Montevideo: más de cien presos". Y la más importante, en tamaño catástrofe: "Piden suspensión de la seguridad individual".

En efecto, luego de varias reuniones mantenidas por el presidente Pacheco con sus ministros, con jerarcas de la policía, con el embajador de Estados Unidos Charles Adair y con algunos allegados de estricta confianza, como el presidente del Directorio Interventor de UTE Ulysses Pereyra Reverbel y el líder de la Liga Federal de Acción Ruralista Juan José Gari, el Poder Ejecutivo había enviado un mensaje a la Asamblea General por el cual, fundamentándose en el artículo 31 de la Constitución, pedía la suspensión de las garantías individuales. El mensaje llenó de dudas a los legisladores, porque era la primera vez que se intentaba aplicar en toda la historia uruguaya. Incluso no quedaba claro el plazo que se le fijaría a la medida.

Algunos otros hechos acaecidos ese mismo día, pautaron cada uno en su medida, la gravedad del momento. A partir de la mitad de la mañana, comenzaron a irse en dos aviones contratados, las familias de los diplomáticos brasileños que cumplían funciones en el país, incluidos los hijos de Días Gomide. En total, se marcharon 59 personas. Paralelamente, un ex legislador nacionalista, Héctor Payssé Reyes y el senador Zelmar Michelini, que pronto participaría en la fundación del Frente Amplio, se ofrecieron como rehenes en sustitución de las personas secuestradas.

Finalmente la espera angustiosa dio paso al horror: a las cuatro y media de la madrugada de ese mismo día, sin tiempo para que los diarios matutinos hubieran podido anunciarlo, apareció el cadáver de Dan Mitrione. A esa hora, en el cruce de Lucas Moreno y Lasala, un patrullero que efectuaba rastrillajes, encontró estacionado en una zona oscura, un auto Buick convertible modelo 48, denunciado como robado. En el asiento trasero, con los ojos vendados, amordazado y con varios balazos, se encontraba el cuerpo del asesor de la policía. La sangre en la calle y la ausencia de casquillos, indicaba que había sido asesinado en otro lugar y traspasado al Buick desde un segundo vehículo.

Apenas enterado de lo ocurrido, a primera hora de la mañana, el presidente Pacheco Areco decretó Duelo Nacional y convocó al Consejo de Ministros. Al mediodía fue citada en forma urgente la Asamblea General la que luego de varias horas de deliberación declaró suspendidas las seguridades individuales por 79 votos en 100 presentes. Los 30 legisladores faltantes, se desentendieron del problema. Durante la sesión un grupo de estudiantes provenientes al parecer de la Facultad de Medicina, apedreó el Palacio como forma de protesta, provocando daños en varios autos. Cuando aún no se había puesto a votación el mensaje del Ejecutivo, trascendió en los corrillos parlamentarios que había sido aprehendido al salir de la parroquia de San Ignacio en la calle Rossell y Ríos, el ex edil socialista Andrés Cultelli. Las circunstancias no habituales de la detención, favorecieron el rumor de que había ido a confesarse por haber participado en el crimen. También se dijo que se le había concedido el derecho a ultimar a Mitrione, porque su hijo, el estudiante Emilio Alfredo Cultelli, había sido muerto por la policía en ocasión de la toma de Pando, el 8 de octubre del año anterior. En el mismo operativo, fueron detenidos el sacerdote jesuita Justo Asiaín Márquez y el pastor protestante Emilio Castro y en razias similares, otros integrantes del MLN de significación, como Samuel Blixen y Alicia Topolanski.

Como era esperado, a pocas horas de aparecer el cadáver de Dan Mitrione el Poder Ejecutivo uruguayo aprobó una extensa declaración pública firmada por el Consejo de Ministros en pleno, que en uno de sus párrafos principales decía: "El Gobierno de la República Oriental del Uruguay frente al crimen infame que ha costado la vida a un ciudadano de un país tradicionalmente amigo (...) siente como propio y también del Uruguay, el inmenso dolor de los familiares y del pueblo de la víctima ajena totalmente a los problemas internos del país, y se inclina reverente y angustiado ante los restos mortales de ese héroe silencioso que actuando con la mayor dignidad en cometidos en pro de la pacífica convivencia entre hombres y naciones representó con honradez intachable al hermano país en el seno de nuestra patria". Firmaban Jorge Pacheco Areco, presidente; Antonio Francese, ministro del Interior; Jorge Peirano Facio, ministro de Relaciones Exteriores; Armando Malet, ministro de Economía y Finanzas; César R. Borba, ministro de Defensa Nacional; Walter Pintos Risso, ministro de Obras Públicas; Walter Ravenna, ministro de Salud Pública; Juan M. Bordaberry, ministro de Ganadería y Agricultura; Julio M. Sanguinetti, ministro de Industria y Comercio; Carlos M. Fleitas, ministro de Educación y Cultura; Jorge Sapelli, ministro de Trabajo y Seguridad Social y Agustín Caputti, ministro de Transporte Comunicaciones y Turismo.

Pese a la firmeza de ese comunicado, las expresiones vertidas en el Parlamento en ocasión de la declaración de Duelo Nacional no tuvieron un contenido tan unánime, consecuencia sin duda de los radicalismos de la hora. Para el quincista Eduardo Paz Aguirre "el hecho avergüenza pero debe servir para retemplar la voluntad y unidos enfrentar los embates solapados contra las instituciones por parte de un grupo de paranoicos". Para Carlos Cigliuti, colorado oficialista "la sociedad uruguaya ha sido ultrajada. La muerte de Mitrione no tiene parangón en nuestra época". El opositor Wilson Ferreira Aldunate expresó: "es un frío acto de barbarie, en el cual el Uruguay no tiene nada que ver. El país repudia este acto incalificable. No habrá violencia ni de abajo ni de arriba que pueda apartarnos de nuestros deberes para con el país". En tanto Zelmar Michelini esbozó otros matices: "sabíamos desde mucho tiempo atrás que la violencia se iba a desatar. Ciego era el que no lo veía. Alertamos en vano a los que desde el gobierno la estimulaban. Cuando se tomó la decisión de no negociar, se sabía que esto iba a pasar. Hay muchos responsables de estos hechos. Doy mi voto aunque considero un exceso declarar duelo nacional". En la Cámara de Diputados, donde estuvieron ausentes los representantes del Partido Comunista, los juicios y las disidencias fueron similares. Héctor Gutiérrez Ruiz, heberista, dijo que "la privación de una vida es un acto repugnante y no hay ningún valor que pueda invocarse para justificar ese acto". Nadie podía imaginar en ese momento, que juicios idénticos habrían de ser vertidos seis años después ante su inicuo asesinato en Buenos Aires. Enrique Beltrán, lista 400, afirmó que "todos tenemos el derecho, no solo al llanto, sino al deber de la protesta airada". Y Hugo Batalla, lista 99, dijo que "este duelo es por un hombre asesinado y por el país que conoce hoy hechos que nunca vivió".

Las repercusiones mundiales también fueron de repulsa. El secretario de Prensa de la Casa Blanca, Ronald Ziegler, en una larga declaración dijo que el pueblo norteamericano "se une al Presidente Nixon para condenar este crimen a sangre fría contra un ser humano indefenso. La dedicación de Mitrione a la causa del progreso pacífico en un mundo ordenado, permanece como ejemplo para los hombres libres". En términos parecidos se expresaron la Santa Sede y el secretario General de las Naciones Unidas, U Thant. En cambio, en Francia parecían conocer los pormenores de la política uruguaya mejor que muchos políticos uruguayos. El influyente matutino parisién Le Figaro bajo el título El fin de una leyenda escribió. "Sin duda el funcionario norteamericano Dan Mitrione, no era más que lo que llaman vulgarmente un gorila pagado por el FBI o la CIA. Pero no es menos cierto que ejecutándolo, los sediciosos se pasaron al otro campo y de oprimidos se convirtieron en opresores". Y el France Soir estuvo de acuerdo "Cometieron lo irreparable, su reputación de hidalgos quedó desde ahora manchada".

Alejada de las intolerancias y las actitudes extremas, la opinión pública de algunos países había dado en el clavo. Por encima de las actividades reales de Mitrione, que aún no eran totalmente conocidas, lo que podía interpretarse de su ejecución era que el MLN había cerrado un capítulo y abierto otro en el cual había perdido totalmente la simpatía de la población. La organización acababa de pasar de revolucionaria a simplemente terrorista. Las acciones románticas y populistas, habían quedado atrás. Entrevistado en 2002 por el periodista Alfonso Lessa en el libro "La revolución imposible, el actual ministro del Interior José Díaz, a quien el propio Sendic llevó al Partido Socialista, coincide con las reflexiones antedichas. "Cuando hacían una acción de propaganda, de denuncia como lo del robo de la Financiera Monty, en general caía bien en la masa del país y en la izquierda. Cuando tomaron otros caminos, como el propio asesinato a sangre fría de Dan Mitrione, más allá del personaje, vimos que eso era absolutamente negativo, no solo para ellos sino para el país y ni qué hablar para la izquierda. Era una estrategia que tenía un vicio original: ellos dividían el frente revolucionario".

A casi un cuarto de siglo, muchos integrantes del MLN-Tupamaros reconocen, aun con el riesgo de estar leyendo el diario del lunes para adivinar los resultados del domingo, que el asesinato de Dan Mitrione fue un error. Le seguirían otros, igualmente equivocados y graves, que involucrarían a ambas partes en pugna.


Leer: Secuestros de 1970, por Di Candia - IV

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