28/5/08

Dan Mitrione


El imperio mandaba hacia el Tercer Mundo, a sembrar el terror, a verdaderos profesionales, casi artistas, los mejores en su “profesión”. Así se proclamaba Dan Mitrione, un policía que comenzó su “brillante” carrera en Indiana en 1945, se reclutó en la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) en 1957 y en 1960 viajó a Brasil enviado por la Administración de Cooperación Internacional que más tarde pasaría a llamarse Agencia Internacional de Desarrollo (USAID), con el propósito de instruir en “técnicas avanzadas de contrainsurgencia” a la policía de Sao Paulo.El hombre era vanidoso, satisfacía su ego demostrando control y precisión en el trabajo, especialmente ante sus alumnos, los cuales “pecaban” por incontrolados y a quienes se les “iba la mano”, cosas propias de ese espíritu salvaje de las gentes del mundo subdesarrollado, habrá pensado en más de una oportunidad Mr. Mitrione. El respetable hombre de familia del medio-oeste americano creó, en su paso por Brasil, una verdadera escuela de genocidas. Mientras algunos alumnos avanzados eliminaban a los disidentes políticos del régimen militar imperante en lúgubres mazmorras y campos de concentración, un grupo de “escuadrones de la muerte” libraba una campana de “limpieza social” en las calles, eliminando niños y ancianos excluidos por el sistema, de las grandes urbes del gigante sudamericano. Era 1967.


Después de agotadores 7 años en Brasil, Mitrione volvió a sus Estados Unidos y en Washington entrenó a oficiales extranjeros en “técnicas de contrainsurgencia”.


La cuestión es que el hombre de Indiana estaba instalado en Washington, como “experto en cuestiones latinoamericanas”, dando clases, todo un profesor. A tan sólo dos años de regreso a su tierra el deber lo llama nuevamente. El destino ahora es Uruguay, la otrora apacible Montevideo corre el riesgo de convertirse en centro de una de las más articuladas guerrillas urbanas del continente. La misión era entrenar a mil policías uruguayos en “técnicas de contrainsurgencia”, los cuales esparcirían el conocimiento por todo el Uruguay. Mitrione repetía una y otra vez, “Ante todo, ustedes deben ser eficientes. Ustedes deben provocar sólo el daño necesario, ni un poquito más. Nosotros debemos controlar nuestro temperamento en todo momento. Ustedes deben actuar con la eficiencia y la limpieza de un cirujano y con la perfección de un artista. Esta es una guerra a muerte. Estos son mis enemigos. Este es un trabajo duro que alguien tiene que hacer. Es necesario. Si lo tengo que hacer lo haré con perfección. Si fuera boxeador trataría de ser el campeón del mundo, pero no soy boxeador. En esta profesión, mi profesión, soy el mejor”. Para las “clases” Mitrione se proveyó de “material didáctico” de los suburbios pobres de Montevideo, ancianos y adolescentes sin hogar que vivían en las calles y mujeres que secuestraba en la frontera con el Brasil. Mitrione asesinó personalmente a cuatro de ellos, en sesiones de tortura usando descargas eléctricas. Pero fueron cientos los cobayos que pasaron por el calvario montado por Mitrione. Mitrione no fue una oveja descarriada, ni un mal ejemplo, ni un díscolo extremista y fanático del deber cumplido y la obediencia debida.

El policía del medio-oeste estadounidense fue sólo una pieza más, sobresalientemente eficiente por su falta total de conciencia y dignidad, del monstruoso aparato de asesinar del imperio. El 31 de julio es secuestrado por un grupo perteneciente al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. El 10 de agosto es ajusticiado. Era 1970.


Manuel Hevia Cosculluela era un agente doble Cubano. El trabajó como agente de la CIA con Mitrione en Uruguay. Años después, desde Cuba, el escribió sus experiencias en su libro 'Pasaporte 11333: Ocho Años con la CIA' y reveló mucho sobre la manera de trabajar de Mitrione.


Dan Mitrione had built a soundproofed room in the cellar of his house in Montevideo. In this room he assembled selected Uruguayan police officers to observe a demonstration of torture techniques.”“Soon things turned unpleasant. As subjects for the first testing they took beggars ... from the outskirts of Montevideo, as well as a woman apparently from the frontier area with Brazil. There was no interrogation, only a demonstration of the effects of different voltages on the different parts of the human body, as well as demonstrating the use of a drug which induces vomiting-I don't know why or what for-and another chemical substance. The four of them died.”


Según Hevia, Mitrione no tenia náusea para la tortura y enseño el uso de manera muy fria con ningún compasión:


"When you receive a subject, the first thing to do is to determine his physical state, his degree of resistance, through a medical examination. A premature death means a failure by the technician.”
"Another important thing to know is exactly how far you can go given the political situation and the personality of the prisoner. It is very important to know beforehand whether we have the luxury of letting the subject die…”

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