29/5/08

1826 - El Canario

El Canario envió a "Que Hacer" estas pequeñas historias que ire compartiendo, vivencias compartidas por muchos en el mojón 301, creo que es necesario que se conozcan, que entre todas (de todos) son las que hacen la Historia.



1826
-¡1826, salga!

La tranca de la puerta de hierro suena como un tiro, me levanto, pongo las manos atrás y salgo.

No sé para dónde voy, me cruzo con los que reparten agua caliente con un carro por las celdas y me preguntan con los ojos, no puedo contestar.

-¡ Puerta!

Con ruido de tren se abre la puerta del pasillo, estoy en la zona de las escaleras, en el centro del edificio, el guardia golpea la puerta de una oficina y cuando le abren informa que estoy presente.

El dolor en la boca del estómago quiere convertirse en temblor por todo el cuerpo y no puedo permitírmelo.

Me hacen entrar, hay menos luz que afuera, es una oficina, con un escritorio. Adentro hay dos oficiales, uno de ellos le dice al guardia que se retire, la puerta de madera se cierra casi sin ruido.

El que habló me pregunta como me llamo, contesto tratando de tener voz neutra. Definitivamente le gané al temblor, los miro.

El otro que estaba como en un segundo plano me mira a los ojos y me habla:

- tenemos el penoso deber de informarle que su padre falleció...

Lo conozco, es el que era teniente y daba Literatura en el liceo, me lo mostraron los compañeros de su pueblo, me contaron que estuvo en su tortura... Ahora es capitán, su cara no ha cambiado, lo que no logro saber es cuál máscara tiene debajo de la cara. Qué buscan sus ojos detrás de mi máscara, qué está descubriendo.

Termina de hablar y al silencio de la habitación llega el ruido de los carros que reparten agua, pero ya son un tren allá en mi pueblo, el viejo que me lleva de la mano a la estación cuando tenía cinco años y la mano del capitán que se extiende en saludo y mis manos cruzadas atrás con la izquierda esposando a la derecha .

La cara del capitán se recompone, retira la mano, pone cara de capitán.

–se puede retirar.

Cuando llegué a la celda y le conté al Marito que mi viejo se había muerto no pude llorar.

Llevo más de veinte años soñando con el viejo, como si estuviera vivo.

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