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28/06/2001 - Homenaje a Tota Quinteros en JDM



A nuestra democracia le falta una transición a la verdad y a la justicia

Discurso pronunciado el 28 de junio de 2001 en la Sesión Extraordinaria de la Junta Departamental de Montevideo en Homenaje a Tota Quinteros, ex Presidenta de la Corporación.

Queremos empezar reflexionando sobre algo aparentemente obvio. Nadie habla por hablar. Nadie recuerda por recordar. Menos el día en que se cumplen 25 años de la desaparición forzada de la maestra Elena Quinteros. Hablaremos de Tota y la recordaremos para saberla presente y en lucha. Hablaremos de ellas y las recordaremos para imponernos una conducta, para movernos a la acción, ahora y mañana. Esta es la razón de ser de nuestras palabras.

LOS ORÍGENES SOCIALES DE TOTA

Lo sucedido hace 25 años significó un punto de inflexión en la vida de Tota que la llevó a sintetizar en su nombre y en su imagen a un país sojuzgado y agredido por la violación de los principios y garantías más elementales. Pero sobre todo, la transformó en la madre emblemática de esperanza inquebrantable.

En la vida de Tota hubo un antes y un después de la trágica desaparición de Elena. Y la muerte de Tota nos marca un sentido, un qué hacer con las heridas que continúan abiertas. Repasemos rápidamente, en unas pocas pinceladas, ese antes para describir la situación humana concreta.

Tota nació en 1918, en la Unión, en un hogar obrero. A los tres años quedó huérfana de madre y fue recibida por sus tíos y primos como una más de la familia. Recibió la educación formal a través de una beca con las Hermanas Domínicas. Así creció, al calor de los valores solidarios de la familia e imbuida de espíritu cristiano. En 1944 se casó con Roberto Quinteros, un socialista “ateo pero conciliador”, al decir de Tota. A los nueve meses nació Elena.

Elena, por su parte, también cursó sus estudios con las Hermanas Domínicas. En 1963 comenzó magisterio y simultáneamente se introdujo de lleno en la militancia gremial. El padre de la familia falleció en 1965. La vida continuó y Elena comenzó a ejercer su carrera. A medida que profundizó su compromiso político éste también fermentaba en su madre. Por ello su casa ofreció alimento, refugio y cobijo a los compañeros en lucha.

El 5 de mayo de 1975 Elena pasó a la clandestinidad por su militancia antidictatorial. El 2 de abril de 1976 Tota viajó a la Argentina a pedido de los compañeros del Partido por la Victoria del Pueblo.

LOS SITUACIÓN HUMANA CONCRETA DEL 76

Corrían tiempos duros para nuestros exiliados en Argentina. Estaba en marcha la coordinación de los operativos represivos uruguayo-argentinos. Recordemos que el 20 de mayo son asesinados Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw y Rosario Barredo. El 29 de mayo, Wilson Ferreira Aldunate abandonó la Embajada de Austria en Buenos Aires para refugiarse en Europa. Antes escribió una carta abierta al general Videla en la que responsabilizaba a los militares uruguayos por los crímenes. El 9 de junio Gerardo Gatti fue secuestrado en el barrio Belgrano.

A fines de ese mes los diarios argentinos publicaron la noticia del secuestro de una muchacha arrancada de la Embajada de Venezuela en Montevideo. Era Elena. Había sido detenida y torturada días antes. A efectos de liberarse de sus captores, los engañó, simulando que tendría un contacto en las proximidades de la Embajada. La historia es conocida. Elena logró ingresar a los jardines, a territorio venezolano, pidiendo a gritos “Asilo”. A pesar de la resistencia de autoridades y funcionarios de la sede diplomática, Elena fue arrastrada fuera de la sede y secuestrada por agentes de particular. Ante el verdadero escándalo producido, el 3 de julio el Canciller de la dictadura, Juan Carlos Blanco, reunido con otras autoridades de la época recomendó “no entregar” a Elena a Venezuela. El 6 de julio de 1976 el Gobierno de Venezuela rompió relaciones con la dictadura uruguaya.

Después de este golpe Tota sufrió la desaparición de Duarte, de Sara, de Simón –a quien tuvo en brazos- y la larga lista de compañeros.

En octubre de 1976 comienza el periplo europeo de Tota. Un periplo que ella misma resume en palabras tan breves como sabias: "Seguiré luchando toda mi vida; por Elena y por todos".

No vamos a detallar la incansable peregrinación de Tota ante organismos oficiales y privados: la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos de la OEA, la Comisión de Derechos Humanos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas, la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra y un largo etcétera de un cuarto de siglo. Como cuenta Ignacio Martínez en un libro muy difundido, aquella madre trabajadora tan alejada de la política profesional se convirtió en la “Embajadora de un pueblo resistente”.

LA POLÍTICA DE LA NEGACIÓN DE LOS CRÍMENES

Las palabras evocan imágenes y conceptos. Y el nombre y la imagen inocente de Tota son la contracara de la soberbia desplegada en los desfiles y las paradas militares, las muecas adustas, los rostros del terror de los años más truculentos de la historia del país y del Cono Sur.

¿Cómo serán recordadas las dictaduras que pretendió justificar la Doctrina de la Seguridad Nacional? Consignemos sólo dos grandes elementos.

Primero, la metodología represiva: en Uruguay, por la política de encarcelamiento masivo y la aplicación sistemática de torturas a los prisioneros; y a escala regional, por la reclusión de hombres, mujeres y niños en centros clandestinos de detención, tortura y desaparición. Todavía hoy persisten las secuelas del terror de estado.

Hay un segundo elemento de estas dictaduras, que inevitablemente quedará en la memoria histórica. Sólo lo mencionaremos, pero es menester hacerlo. La dictadura uruguaya, como las otras, sirvió a la implementación de un modelo económico que deterioró gravemente las condiciones de vida de la enorme mayoría de la población.

Pero queremos referirnos exclusivamente a la justificación de la represión y a la negación del horror. Lo hacemos porque estos elementos son una parte sustantiva del drama de Tota.

Queremos recordar el Acto Institucional N° 5 del 20 de octubre de 1976 cuando se producían los hechos que recién reseñábamos. Ese Acto Institucional afirmaba que “la defensa de los Derechos Humanos e Individuales... debe regularse en función de la seguridad interna”. Entiéndase bien, decían que los derechos inalienables quedaban sometidos a la lógica militarista...

También queremos recordar un pequeño pasaje de aquel pesado segundo tomo de “Las Fuerzas Armadas al Pueblo Oriental de 1978. Allí, la Junta de Comandantes en Jefe manifestaba que “El Uruguay no tortura, no veja, no maltrata, no humilla ni al más abyecto de los criminales. No conoce, ni sabe, de estas prácticas de horror...”

Aberraciones y falsos testimonios de este calibre fueron utilizados por la diplomacia de la época ante las denuncias de violaciones a los derechos humanos.

TOTA, SÍMBOLO DE LA RESISTENCIA A LA MENTIRA Y AL OLVIDO

Frente al Leviatán, frente a la burocracia armada y sus cómplices civiles, estaba Tota, la imagen dulce de Tota, madre, ama de casa, trabajadora, resistiendo y confrontando el discurso oficial de la negación y del olvido; resistiendo y confrontando a la mentira y la ocultación cobarde.

¿Cómo esta mujer de origen humilde y pequeña estatura, visiblemente frágil, fue capaz de interpelar e intimidar al poder dictatorial?

Creemos conocer la respuesta. Ayer, mientras pensábamos el mensaje que ahora estamos transmitiendo, la veíamos en una fotografía de su último cumpleaños, rodeada de vecinos, amigos, compañeros, muchos jóvenes y niños, en una cooperativa de La Teja. Ahí estaba con sus manos dispuestas a la caricia, su bastón, su sonrisa y sus pupilas brillantes.

Como se ha dicho tantas veces, Tota se transformó en una de las tantas Antígonas uruguayas y latinoamericanas que enfrentaron las tiranías del Sur y las secuelas del presente. El nombre y la imagen de Tota crecieron y se constituyó en protagonista central de un drama universal. Parafraseando a las Abuelas de Plaza de Mayo decimos que Tota y nuestras madres habían sido alumbradas, dadas a luz, sorprendentemente por sus propios hijos. La imagen de Tota conmovió al mundo. Ella y las madres se colocaron en el foco del proceso histórico y desmintieron con su sola presencia la historia oficial.

Gracias a ellas aprendimos que la verdad es posible y necesaria. Que tiene sentido la lucha.

Gracias a ellas comprendimos que la verdad incompleta revela una transición política incompleta. ¡Macanas que la paz es fruto de la amnesia!

Comprendimos que la llamada transición al régimen democrático liberal conlleva una necesaria transición a la justicia.

Gracias a nuestras Madres comprendimos que no hay otra reparación posible que desvelar la
violencia sistemática del “Proceso”. El Estado debe responder qué pasó, cómo paso y quién lo hizo. No hay otra conclusión posible a este drama colectivo que la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y a partir de la verdad, defender y potenciar la justicia.

LA VERDAD ES UNA CUESTIÓN PÚBLICA

Decíamos que Tota ha sido comparada con Antígona, también fue comparada con “Madre Coraje”, la heroína de Bertold Brecht. Hace escasos días recibimos una carta del diácono Álvaro Ardao, muy vinculado a Tota en el ámbito eclesial. La carta incluía la letra de una canción dedicada a ella. Allí el calificativo tiene un contexto peculiar. La llama “María Madre Tota” y hace referencia a su nombre, María, como la Madre celestial de los creyentes y dice que si tuviéramos que darle el mejor nombre sería “Mamá”.

Todas las visiones coinciden en esta imagen sencilla de Tota, la madre del pueblo que nos enseña a pensar su dolor como propio. Por ello nunca se trató de un asunto privado sino de una cuestión que pertenece a la cosa pública, a la vida política y por lo tanto nos es atinente a todos. La verdad no puede ni debe ser un secreto. La verdad es una cuestión pública. La búsqueda de la paz es una cuestión que sólo admite una metodología que se haga cargo de este carácter público, más a la corta que a la larga.

LA LUCHA CONTRA LA POLÍTICA DEL OLVIDO Y EL SILENCIO DE LOS CRÍMENES

Vivimos un nuevo contexto político internacional cada vez más sensible y exigente en el campo de los Derechos Humanos. Hoy todos deberíamos ser conscientes que la desaparición forzada de personas no fue un hecho del pasado. Elena no fue desaparecida. Elena está desaparecida, continúa desaparecida. Su crimen es presente y actual. Y a la vista está. La vieja coordinación represiva, el Plan Cóndor, recibe hoy como respuesta la globalización de la Justicia. La impunidad de los Gavazzo, los Cordero o los Campos Hermida, está siendo cercada. La injusticia es inocultable.

Lo realmente lamentable es que la lucha de Tota haya tenido que continuar aún después de la dictadura a través de penosos trámites judiciales y de procesos políticos kafkianos.

La táctica de la negación de los crímenes de la dictadura terminó siendo sustituida por la táctica del olvido y del silencio, por nuevas fórmulas de amparo a violadores de los Derechos Humanos. Por ejemplo, la anterior administración simplemente manifestó que “No se siente... en el deber jurídico de realizar nuevas investigaciones.” Otro ejemplo de lo mismo lo muestra el Ministerio de Defensa que jamás realizó investigación alguna.

La gran promesa de cambio en la situación la constituyó el fallo de la Jueza Estela Jubette condenando al Estado a investigar la desaparición de Elena Quinteros, sentencia posteriormente confirmada por unanimidad de los miembros del Tribunal de Apelaciones.

Aún así, la lucha de Tota continúa después de su muerte física. La pugna jurídica y social por la verdad continuará en el sentido que manifestamos a lo largo de esta exposición y siguiendo sus pasos. La transición a la verdad, la transición a la justicia a las que nos referimos hoy depende de nosotros.

Ese camino no está escrito. Tota no escribió una teoría de la justicia. Hizo docencia de ética pública con un espíritu directo e inocente. Distinguió y tuvo la valentía de sostener la diferencia entre lo correcto y lo que no lo es. Asumió el riesgo de llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan y al vino, vino. Actuó en consecuencia, con autoridad para hablar y reclamar justicia. Ella fue y es la señora, la madre trabajadora, la anciana incansable que tiene el valor de interpelar para siempre a la maquinaria del terror de Estado, a sus servidores y a sus conductores. Tota sigue quebrando este silencio convertido en razón de Estado.

LA AMPLIACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

Un punto más antes de terminar que por breve no es menos importante. Tota no sólo fue la representación del dolor colectivo y de la resistencia al terror. Por supuesto que con ella sentimos la voluntad de denuncia, la exigencia de la verdad, la necesidad de reparación jurídica y de condena política. Pero su imagen también nos ayuda a compartir la esperanza. Porque con ella también aprendimos a concebir los derechos humanos como horizonte social y político. Aprendimos que sin asegurar en la práctica el pan, el trabajo, la cultura, la libertad, la participación, la igualdad y la justicia –aprendimos que sin estos elementos- no existe realización humana.

No es casual que Tota haya impulsado la Comisión de Derechos Humanos en esta Junta. No es casual que con semejantes antecedentes haya alcanzado el sitial que ocupó en esta Junta Departamental y en la vida política del país, a pesar de sus modestos orígenes.

LAS NUEVAS LUCHAS POR LOS DERECHOS HUMANOS

Por último, decíamos al principio que nadie habla por hablar. Que nadie recuerda por recordar. Menos en este día.

Prometíamos al comienzo que hablaríamos y recordaríamos para movernos a la acción, como cada 20 de mayo, como las llamadas del 22, como la gira de Sara por el exterior, como todos y cada uno de los reclamos de los familiares y los hijos; como todos y cada una de las herramientas que ayuden a encontrar esa verdad que nos hará más libres y ampliará nuestro horizonte democrático. Pues bien, necesitamos continuar con esta movilización de la conciencia colectiva.

A fin de cuentas, el mal no venció. Ni a Tota, ni a Elena, ni al Pueblo uruguayo. Porque el recuerdo vivo de Tota y Elena es el mejor antídoto contra el escepticismo y la parálisis. Porque ellas nos llenan de vida y de esperanza. Porque en Tota y en Elena hay un proyecto de vida que nos revela que tenemos “ojos para ver, oídos para oír y corazón para amar al prójimo”; un proyecto de vida que nos pide que no nos resignemos, que remarca con gruesos trazos nunca más dictadura, no más pobreza, no más inequidad...

Un proyecto de vida que nos impulsa a avanzar en las reivindicaciones y a generar respuestas solidarias a los problemas de nuestros días. Un proyecto que involucra aquí y ahora a las nuevas generaciones. Un proyecto capaz de promover la disposición y la capacidad de compromiso moral y ciudadano. Un proyecto que nos convoca, al decir de Tota, a seguir luchando toda nuestra vida por Elena y por todos.

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