14/6/07

Sonidos y silencios

"Gracias a la vida
que me ha dado tanto
me ha dado el oído
que en todo su ancho..."
Según el agente cubano infiltrado en la CIA Manuel Hevia, Dan Mitrione probaba obsesivamente la aislación sonora del sótano de su casa en Malvín, donde instalaría un pequeño anfiteatro para impartir cursos de tortura. Sentado en la sala, trataba de percibir el sonido del tocadiscos que, a todo volumen, Hevia prendía en el sótano. También le pidió que disparase en el lugar con una mágnum. Cambiaban de lugar, una y otra vez. No se oía nada. Quedó satisfecho..."
Lo que más se repite en los testimonios sobre tortura es el recuerdo de una o varias radios prendidas a gran volumen para cubrir los gritos.(2) El dolor no admite órdenes de silencio. Algunas sesiones de tortura se grababan para después ser pasadas. Sabían que lo peor era escuchar el sufrimiento del otro. Hablar estaba prohibido, salvo para responder el interrogatorio. (3)
Los detenidos eran inmediatamente encapuchados. El sonido pasaba a ser un arma psicológica. Uno de los manuales de tortura de la CIA es específico cuando sugiere que la puerta que se cierra tras el detenido debe hacer mucho ruido, para dar sensación de enclaustramiento, de desprotección. En el Batallón de Infantería Blindada número 13, también llamado "Infierno Grande", se realizaba una especie de espectáculos. Había coches con sirenas funcionando, perros ladrando y muchos soldados a los que se les obligaba a gritar en torno al torturado. En Argentina hubo varios testimonios coincidentes en mencionar un secuestrador que se acercaba sigilosamente a los encapuchados para tocar a su lado un silbato ensordecedor. También en forma sorpresiva se aplicaba la tortura conocida como "teléfono": con las manos ahuecadas golpeaban ambos oídos, produciendo un gran dolor, mareos y pérdida de equilibrio. Muchos recuerdan la risa de los torturadores. Especialmente les hacía gracia las piruetas del cuerpo al que se aplicaba electricidad.Pero el órgano auditivo también era fuente de datos. Los sobrevivientes de Automotores Orletti confirmaron el lugar por el sonido de la cortina de enrollar que se levantaba para dar paso al calvario, el tren que pasaba, los niños de la escuela cercana.
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En dictadura, todos los sonidos fueron sospechosos. Cuando un informativista radial tosió después de mencionar a un general, la Policía lo llamó enseguida para averiguar "qué había querido decir". A veces, los sonidos fueron realmente culpables de complicidad. De resistencia. El "tiranos temblad" del himno uruguayo se esperaba con ansiedad, para cantarse con una intensidad difícil de reprimir. Al ser sacada del juzgado, esposada, una presa política escucha que un joven caminando en la vereda de enfrente empieza a silbar. Silba la Internacional. Años después la ex presa cuenta la historia en un comité y la persona que tiene enfrente le dice: "Ese hombre era yo".
Los sonidos también pueden cambiar de bando. Las cacerolas que rechazaban a Allende a comienzos de los setenta se escucharon después en Uruguay contra la dictadura. Por esa época volvieron las canciones, con voces prohibidas "de los nuevos cantores y de los viejos discos que seguían escondidos" o con censura previa. La censura pedía tres copias de cada letra que después se cantaría. Finalizando la dictadura vuelve Alfredo Zitarrosa. Canta en su homenaje Carlos Molina. Al día siguiente lo citan a Jefatura por no haber mandado previamente las letras para ser autorizadas. Carlitos intenta explicar que es payador y por lo tanto sus sonidos brotan en el momento. Ante la tozudez del funcionario, insistente en preguntarle qué había cantado, le responde con una cuarteta también improvisada:
"Cuando pulso un instrumento
y me pongo a improvisar
ahí ya me empiezo a olvidar
mi copla muere en el viento".
Como lo que la censura pedía era sólo las letras, el grupo "Los que Iban Cantando" abre sus recitales con versiones instrumentales de canciones prohibidas. Nada desaparece mientras sea defendido. La cinta conteniendo la grabación del discurso dado por el Che en el Paraninfo de la Universidad en 1961 fue enterrada en 1973 y desenterrada en 2003. Treinta años después su voz seguía intacta y actual.
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Hay silencios y silencios. En 1985, diariamente se filmaba el juicio a los nueve integrantes de las juntas que habían comandado la dictadura en Argentina. Pero desde el gobierno se había hecho el acuerdo de brindar a los medios sólo tres minutos diarios, sin audio. Entre otras cosas, para no irritar más a los militares. Era un silencio temeroso. Cuando se casó una hija de Gavazzo, familiares de desaparecidos se instalaron en la puerta del registro civil con los carteles. En silencio. Era un silencio valiente, veterano de esperas en juzgados y ministerios, de innumerables viernes instalados en la plaza Libertad, de enfrentar llamadas anónimas amenazantes. Los guardaespaldas se acercaron y a los gritos los rompieron.
Ana Victoria Fellini fue la hija de un detenido desaparecido en Argentina. Murió joven, de un cáncer en la boca. Se enteró tardíamente de la historia de sus padres y, aturdida, nunca quiso hablar sobre el tema. En la búsqueda de terapias alternativas una bruja le dijo: "Vos quisiste gritar y no pudiste".
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Marcha del Silencio se llama la caminata que, contra la impunidad, los 20 de mayo(4) realizan miles de personas desde hace una década. En las bajadas, todos miran para atrás y calculan la cantidad de concurrentes. A más gente, mayor es el peso del silencio. Con los años, las caras en los carteles se van volviendo conocidas. Uno intenta imaginarles otros gestos, o cómo habrían envejecido. Es un silencio que está lejos de la "discreción", "mesura para sellar la paz", "prudencia para no instigar". A veces la gente charla en voz baja. En voz baja, como León Duarte le pidió, en medio del fugaz abrazo de despedida, al "Perro" Pérez que no volviera -"andate, estos son unos asesinos"-; (5) en voz baja, como entre la oscuridad de las capuchas los secuestrados se daban ánimos o intercambiaban sus datos por si alguno sobrevivía; en voz baja, como una abuela de Plaza de Mayo escuchó de boca de su marido -el día en que éste falleciera de un ataque al corazón, mientras las multitudes aturdían festejando el Mundial de fútbol obtenido por Argentina en 1978-: "¿Vos te creés que no sé que me estoy muriendo de pena...?".
Este viernes 20 de mayo a partir de las 19 horas se realiza la décima Marcha del Silencio. Por los más de 210 uruguayos detenidos desaparecidos. Por los asesinados y torturados. Para el pasado, verdad. En el presente, justicia. Por siempre, memoria y nunca más.
Ruben Olivera / Brecha
Notas:
1. "Gracias a la vida", Violeta Parra.
2. Hasta hace poco, ex detenidos en Jefatura de Montevideo contaban que se sabía cuándo torturaban a alguien por el volumen exagerado con que se ponía una radio.
3. Incluso en una etapa con los rehenes tupamaros se intentó instrumentar un plan que implicaba la ausencia de contacto verbal. Se les daban las órdenes por escrito. Esto se conoció en el exterior. Cuando una comisión visita a algunos rehenes, éstos no comprenden por qué sólo se los lleva ante ella para decir su nombre. En realidad querían confirmar que los prisioneros conservaban su facultad parlante, como síntoma de equilibrio. Aunque el plan no se cumplió en forma estricta, doce años después, cuando volvieron a estar en celdas compartidas, la capacidad del habla les costó. Enronquecían pronto.
4. Fecha de la aparición de los cadáveres de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw.
5. Washington "Perro" Pérez es secuestrado en 1976 por Hugo Campos Hermida, José Gavazzo y otros delincuentes, para usarlo de intermediario con el PVP en un intento de canje de Duarte y Gerardo Gatti por dinero.