1/9/08

Estados Unidos y los orígenes del terrorismo de Estado (III)

Mitrione envió en distintos momentos a ocho policías uruguayos para especializarse en el TIC. Otros ocho fueron becados por sus sucesores en el PSP. Antes de ser aceptado formalmente, el candidato elegido por Mitrione debía someterse a varias entrevistas y a un examen médico en el Sanatorio Americano. Si lo consideraban apto debía firmar un documento en el que se comprometía a mantener en secreto los detalles del curso y a colaborar, a través de la aplicación de los conocimientos adquiridos, con las autoridades de su país o las "agencias técnicas" estadounidenses (FBI o CIA), toda vez que lo requirieran. Las entrevistas previas trataban de convencerlo de la necesidad de firmar este documento, en el que se le exigía "lealtad, silencio y disponibilidad para la acción directa".

Los estudiantes becados eran recibidos a su llegada en el International Center, de Washington. Desde allí los trasladaban a la IPA, donde les daban la bienvenida el director John Lindquist y su asistente Adolphe Bonnefil. En las primeras clases aprendían nociones básicas de historia, geografía y condiciones sociales de cada país representado. El tema de Cuba era abordado en una charla introductoria. Se les informó que el Pentágono organizaba el curso pero la financiación provenía de la AID. Las clases y conferencias se dictaban con traducción simultánea. Los alumnos intervenían ilustrando la situación de sus propios países, refiriéndose en especial a los problemas generados por los conflictos sociales. Los instructores los exhortaban a hablar con franqueza y a profundizar en los "problemas encontrados en la lucha entre la Policía y el comunismo". Todas las intervenciones eran grabadas y las clases presenciadas por un observador, que decía ser de la IPA o del Departamento de Estado. Entre los instructores se destacaban un exiliado cubano y un veterano de Vietnam, encargado de los cursos de seguridad, inteligencia, información y reclutamiento.

Durante cuatro semanas Benítez y sus 29 compañeros recibieron instrucción en protección de dignatarios y seguridad interna, visitaron el laboratorio del FBI, practicaron tiro con rifles, escopetas de perdigones y ametralladoras, aprendieron el uso de equipos fotográficos, micrófonos, cámaras filmadoras y otros recursos de inteligencia. La parte teórica comprendía clases y conferencias sobre la agresión y subversión comunistas y su amenaza concreta en América Latina.

Al concluir la cuarta semana fueron trasladados a un campo militar ubicado en Los Fresnos, Texas. Cerca de la frontera con México, en un antiguo aeropuerto que había sido transformado en escuela de la Policía de Frontera, recibieron la parte más inquietante del curso : el adiestramiento en operaciones ilegales. Durante la permanencia en Los Fresnos pudieron salir muy pocas veces de la unidad militar. Fueron divididos en grupos de cinco ; cada uno tenía a su disposición un instructor boina verde, un intérprete de la IPA, una carpa para recibir clases teóricas y una mesa exterior para preparar cargas explosivas.

En las siguientes cuatro semanas aprendieron todo lo relacionado con el manejo de explosivos, desde los más primitivos hasta los de última generación. Los procedimientos para fabricarlos con cualquier elemento rudimentario a disposición, las propiedades de las cargas, los sistemas para volar personas, las bombas capaces de destruir edificios, depósitos, vehículos y vagones ferroviarios. También aprendieron a mimetizar y desactivar los diferentes artefactos. Cuando habían adquirido la capacidad de distinguir entre la dinamita comercial y la militar, se los adiestró en su manejo.

Para habituarlos a vencer el miedo realizaban un ejercicio especial : accionaban el detonador y caminaban hacia el campo de entrenamiento con la dinamita bajo la camisa abotonada. Este ejercicio daba lugar a una especie de competencia entre los estudiantes - el ganador era el más temerario- con premios como el permiso para tomar cerveza o visitar pueblos cercanos. La práctica continuó con los explosivos plásticos C3 y C4. También se los adiestró en el uso de cuchillos y en otras técnicas para matar a un enemigo en forma silenciosa y retirarse sin ser descubiertos.

Posteriormente se les enseñó a fabricar un tipo de bomba muy eficaz denominada booby- trap, que se conectaba con alambres a la lamparilla eléctrica de un refrigerador y que explotaba al abrirse la puerta. Se efectuaron ensayos con el estudiante colocado a una distancia mínima, para que se acostumbrara a la explosión. Seguía una explicación de los errores más comunes que podían cometerse y la proyección de películas de guerra en las que se mostraban los usos de estas bombas, empleadas por los agentes de servicios especiales. "Uno realmente aprendía cómo volverse un terrorista, ya que ellos nos enseñaban todos estos métodos", observaba Benítez.

Aprendieron el manejo de las catapultas de explosivos y los distintos "métodos de guerrilla", es decir las formas de colocación y uso de explosivos contra un objetivo determinado cuando no se poseía cordel detonador. Se les enseñó a volar acero, barrotes de hierro y motores, practicando directamente en el campo de entrenamiento. También volaron máquinas de volumen y material similar a las utilizadas en las plantas hidroeléctricas, empleando explosivos plásticos y un sistema llamado "cono de aire". Debían cumplir el operativo con gran rapidez y cavar pozos o zanjas con pico y pala para protegerse de la explosión. Y lo más importante, practicaban la manera de salir del lugar sin dejar rastros. Luego realizaban sesiones de evaluación y de autocrítica, porque el tiempo que se les concedía era tan escaso que en general no llegaban a completar correctamente el ejercicio.

La siguiente etapa del curso consistía en los llamados "ejercicios cronométricos". Todo el proceso se repitió en el adiestramiento para la fabricación de bombas caseras, que funcionaban conectadas a un reloj. Estudiaron diferentes tipos, sus utilidades y formas de encendido. Como prueba final el estudiante debía construir en un día una bomba original. Para ello se le proporcionaba el material indispensable. En el campo de entrenamiento presentaba su sistema y lo hacía funcionar frente a todos. Se lo consideraba "muerto" si la bomba explotaba antes o después del tiempo reglamentario o si directamente no funcionaba. En esos casos debía retirarse del campo seguido por las burlas de sus camaradas.

Aprendieron a utilizar granadas contra objetivos inflamables, y en especial las minas antipersonales Claymore, utilizadas por el ejército de Estados Unidos en Vietnam. Se les instruyó en la fabricación de Claymore caseras, empleando explosivo plástico, trozos de acero en forma de banana y clavos de tres puntas de varias pulgadas de longitud. Este tipo de mina podía herir a una docena de hombres a 500 yardas de distancia sin ningún peligro para quien la colocaba, si se calculaba exactamente el tiempo de ignición del detonador de encendido eléctrico.

Por último se les adiestró en las complejas técnicas necesarias para volar con explosivo plástico un gran depósito de gas. Un ensayo general se realizó al final del curso, con múltiples objetivos diseminados en el campo. Se les dijo que debían actuar como terroristas, con pocos medios y utilizando para sus ataques recursos obtenidos sobre el terreno.

En el examen final -presenciado por el director de la IPA Lindquist, el responsable general del curso, coronel Gainer, y los instructores boinas verdes- los latinoamericanos formaron un equipo especial. Los ejercicios consistieron en la preparación de tres atentados : contra un convoy de camiones que supuestamente transportaba armas y equipos, contra un depósitode material combustible y por último contra postes de teléfono. Los dos últimos objetivos estaban protegidos por centinelas y circundados por alambre de púa y falsas minas antipersonales llenas de gas lacrimógeno. Debían preparar el método más ingenioso para volar los objetivos ; en el tercer caso debían interrumpir las comunicaciones enemigas, minando a la vez el terreno para impedir que se restableciera rápidamente un nuevo sistema de comunicación.

Uno de los policías becados preguntó en la reunión final la razón por la cual se les había enseñado a colocar bombas y otras tácticas de combate irregular. Le respondió un instructor : "Estados Unidos piensa que llegará el momento en que cada uno de nuestros países amigos deberá emplear a personas de confianza, que hayan llegado a ser especialistas en explosivos. Es por eso que los distintos gobiernos han seleccionado para este cursoasus personas preferidas".



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El "Informe Benítez" fue publicado íntegramente en Estados Unidos en 1973(como documento anexo al guión de Estado de sitio y atribuido a un "comisario de Policía X"). Las revelaciones del policía tupamaro y el clamor suscitado por Estado de sitio determinaron la apertura en el mismo 1973 de una investigación parlamentaria, liderada por el senador demócrata James Abourezk.

Langguth observa que la OPS tenía buenas excusas para enviar policías a Los Fresnos : la amenaza de atentados con bombas era una realidad en todo el mundo. La opinión pública aceptaba que toda nación debía entrenar policías para desactivarlas. "El problema para la OPS fue que el curso de la CIA en Los Fresnos no enseñaba a destruir bombas, sino a construirlas".

La AID se vio obligada a proporcionar al Congreso documentos, listas de participantes e instructores, planes de estudio e información detallada acerca de los cursos secretos. La documentación comprobó que el informe anónimo redactado por Benítez era verdadero y exacto. Con todo, las revelaciones sobre las actividades ilegales de Mitrione y demás consejeros del Programa de Seguridad Pública en Uruguay no fueron investigadas.

Desde su primera edición en 1969, los cursos TIC habían graduado a 165 policías provenientes de África, Asia y América Latina. Michael Klare y Nancy Stein señalan en Armas y poder en América Latina (México, 1978) que el mayor número provenía de Colombia (19), seguido de Guatemala (18), Uruguay (16), Tailandia (diez), Panamá (siete), y El Salvador (siete). También participaron becados de Brasil, Venezuela, Bolivia, Chile, República Dominicana y Costa Rica. En muchos de estos países las policías estaban involucradas en las bandas terroristas de ultraderecha : los escuadrones de la muerte de Brasil y Uruguay, La Banda en la República Dominicana, La Mano Blanca y Ojo por Ojo en Guatemala.

Los instructores de Los Fresnos eran militares de las Fuerzas Especiales asignados a la CIA. La AID los había solicitado al Ejército, pero el Pentágono rehusó proporcionarlos porque el curso le pareció muy comprometedor. Por esa razón debieron pedir ayuda e instructores a la CIA. Los costos del adiestramiento, unos 1.750 dólares por estudiante, fueron sufragados por la AID.

En octubre de 1973 el periodista Jack Anderson reveló por primera vez a la opinión pública los documentos obtenidos por Abourezk. La prensa estadounidense comenzó a referirse a Los Fresnos como la "Escuela de bombas". La AID no pudo explicar fehacientemente las razones por las que los contribuyentes financiaban un curso en el que civiles extranjeros aprendían a colocar bombas, asesinar con armas blancas y volar personas en su casa cuando abrían el refrigerador. Las críticas arreciaron cuando los investigadores del Congreso y los del equipo asociado del periodista Jack Anderson descubrieron las pruebas escritas por los becados a otros cursos de la IPA, archivadas desde comienzos de los sesenta.

Michael McClintock observa en su libro [Instruments of Statecraft. US Guerilla Warfare. Counterinsurgency and Counterterrorism 1940-1990->http://www.statecraft.org (Nueva York, 1992) que muchos policías del Tercer Mundo hablaban con naturalidad de la tortura y sus profesores estadounidenses no los reprobaban por ello. Un policía de Nepal, Madhar Bickmun Rana, escribía : "Las atribuciones del tercer grado son : golpear, abofetear, impedir el sueño, clavar clavos, quitar uñas, ajustar bandas de metal alrededor de la cabeza de una persona (...).

Las ventajas de la tortura consisten en que es rápida, fácil, no se necesita talento y es muy efectiva. Las desventajas son : hasta un hombre inocente confesará un crimen (...) y el interrogador podría quedar comprometido si la víctima muere". Aunque los investigadores no hallaron ninguna prueba directa de que en la IPA se enseñara a torturar, comprobaron lo que Jack Anderson definió "una actitud ambivalente hacia el tema". Los instructores formalmente desaprobaban la tortura, pero tácitamente la alentaban si el objetivo era la "lucha contra el comunismo".

La investigación del Congreso culminó con la abolición del PSP. Su clausura comenzó en diciembre de 1973 con la prohibición de entrenar personal policial extranjero fuera de Estados Unidos. Los consejeros que cumplían funciones en el exterior debieron regresar antes del 30 de junio de 1974. La Foreign Aistanse Act del 30 de diciembre de 1974 prohibió el uso de fondos, a partir del 1 de julio de 1975, "para suministrar entrenamiento o consejo, o proveer cualquier sostén financiero" a las policías extranjeras. La IPA fue clausurada el 28 de febrero de 1975, la OPS cerró sus puertas en marzo del mismo año. Pero la prohibición no afectó al Programa Internacional de Control de Narcóticos. Por su intermedio el Departamento de Estado continuó proporcionando entrenamiento, equipo y armamentos a las mismas fuerzas represivas que había apoyado a través del PSP.

Clara Aldrighi
Brecha
30 de marzo de 2007

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