12/8/08

Documento revela detalles del asesinato de Zelmar y El Toba

Es de la autoría de un presunto agente policial argentino cuya identidad no pudo ser comprobada


Un escrito, confeccionado hace más de 20 años, revela por primera vez detalles hasta ahora desconocidos del grupo que planificó y ejecutó en Buenos Aires, en mayo de 1976, los asesinatos de los legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz y el frustrado secuestro de Wilson Ferreira.

LA REPUBLICA está en condiciones de asegurar a sus lectores que el documento posee fecha cierta con anterioridad al año 1978, es decir que no fue redactado recientemente como parte de una maniobra de desinformación contemporánea.

Si se tratara de una operación de estas características, la misma fue elaborada en la tenebrosa época de plomo que asoló a ambas márgenes del Río de la Plata.

El documento contiene numerosas informaciones que muchos años después fueron verificadas en diversos organismos y que sólo podían conocer quienes actuaron en el magnicidio.

De todos modos, LA REPUBLICA advierte a sus lectores que no puede asegurar que el presunto autor del documento se llame Agustín Efraín Silvera, ni que éste fuera integrante de la Policía Federal argentina, ni que su contenido sea cierto, ni que no se trate de una operación de desinformación surgida en aquellos años. Lo que sí puede asegurar es que fue redactado hace más de veinte años y que algunos de sus pasajes tuvieron plena confirmación muchos años después.

El documento de nueve carillas, escrito a máquina, al que tuvo acceso LA REPUBLICA, revela la coordinación existente entre los servicios y los grupos de tareas de Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, en el marco del Plan Cóndor. También identifica los contactos e información con la Embajada de EEUU y dentro de Argentina con la Triple A y la Policía Federal.

El documento revela los nombres de unos 16 personajes supuestamente partícipes en el secuestro y posterior asesinato de los dos legisladores (ver nota aparte).

Sin embargo, llamativamente, de los conocidos represores acusados de operar en la Argentina, solamente aparece mencionado el ex comisario Hugo Campos Hermida.

La ausencia de los nombres de los coroneles José Nino Gavazzo, Manuel Cordero y Jorge Silveira y el del capitán Pedro Matto que, según múltiples testimonios tuvieron participación en el secuestro, fue explicada a LA REPUBLICA por fuentes militares.

Los informantes indicaron que "Gavazzo y Cordero operaron en Buenos Aires con varios alias y que, además, utilizaron identidades tanto de militares como de policías que nunca estuvieron en Buenos Aires o por lo menos no tomaron parte de los operativos del Cóndor".

Según las fuentes, "Blanco" y "Sosa", serían en realidad "alias" que habrían utilizado, en más de una oportunidad, militares como Gavazzo y Cordero. Con estos y con otros nombres falsos se habrían llevado a cabo numerosas operaciones en los dos países.

Uno de los mencionados en el documento accedió a dialogar con LA REPUBLICA, con la condición de que su identidad no fuera revelada. En la entrevista rechazó haber participado en los hechos que se relatan.

Un dato llamativo es la abundante información sobre la coordinación conocida como Plan Cóndor contenida en las nueve carillas.

Los datos en poder de LA REPUBLICA permiten señalar fehacientemente que el documento data de antes de 1978. Los originales de estas páginas están marcados por el tiempo y fueron encontrados en forma casual en el interior de un baúl en un país de Europa, extremo este cuya exactitud fue corroborada por nuestros periodistas, quienes verificaron la existencia de la fuente y su credibilidad.

En aquella época, esta coordinación no era de dominio público y los detalles que se revelan en el documento no se supieron sino hasta muchos años después.

La idea predominante en las fuentes consultadas y que se desprende de las consultas y la investigación realizada es que se trata de un documento que narra hechos con "verosimilitud" y cuya presentación no ha sido posible verificar como real en toda su extensión.


El documento
"Agustín Efraín Silvera", agente de la Policía Federal argentina, aparece como autor del documento. LA REPUBLICA procuró, sin éxito, su localización, tanto en Argentina como en Uruguay.

El supuesto agente estuvo a cargo --según el relato del documento-- del seguimiento de Michelini en los días previos a su asesinato. La historia fue contada, según el propio Silvera, como "garantía" para salvar su vida y estando detenido por la propia Policía Federal, "para asegurarme de que no me pase nada aquí adentro, porque si ellos quieren me boletean".

El relato aporta datos ciertos sobre lugares que frecuentara, vida y costumbres del legislador frentista en su exilio bonaerense, y que fueron corroborados después por numerosos testigos.

También describe --hasta en sus más mínimos detalles-- el funcionamiento, la organización y la infraestructura del "escuadrón de la muerte" que operó en la capital argentina, así como los nombres de quienes supuestamente lo integraron.

El plan maestro se planificó, según "Silvera", a mediados de abril, en un local de la calle Rivadavia y Maipú, rentado por uruguayos y que funcionaba como "una especie de agencia de publicidad o algo así" y que "después del asunto Michelini" dejó de utilizarse. Este local, anteriormente, fue un centro de operaciones de la Triple A de López Rega.

El policía señala al ex comisario "Campos Hermida" y a un oficial uruguayo de Inteligencia militar de apellido "Sosa" como "cabeza del grupo". También menciona a otro militar uruguayo, "Ramírez", "creo que general", y al general "Ojeda", argentino, como responsable "de la cosa operativa". Este último, hoy fallecido, sería el que, en aquellos años, estuvo al frente de la seguridad en jurisdicción de la capital federal y que respondía a las órdenes del general de brigada Albano Hardindeguy, ministro del Interior.

A su vez, aparecen otros nombres: Miguel Castañeda, un ex boxeador, un subcomisario de apellido Soria; Blanco, integrante de la policía; un colaborador de Ojeda, a quien decían "el Brasilero"; Julio César Márquez (o Marques), y Juan Manuel Tasca, entre otros, vinculados por Silvera al mismo operativo.

También figura un portorriqueño de nombre Jaime del Castillo, vinculado según el documento a la "Embajada de EEUU" en Buenos Aires y anteriormente en Montevideo. Este, "agente de la CIA", como lo define el documento, participaba en reuniones con los militares uruguayos, ponía dinero y recibió información. Según fuentes consultadas por LA REPUBLICA Jaime del Castillo hoy pertenecería al cuerpo diplomático del gobierno de los Estados Unidos y podría estar sirviendo en Colombia.


Los hechos
Las ejecuciones de Michelini y Gutiérrez Ruiz se concretaron el 20 de mayo. Sosa sostiene que el operativo "lo había planeado para que lo hiciera gente argentina". En total, participarían unos 40 hombres, todos argentinos, menos Sosa.

La descripción de la operación y del modus operandi coincide plenamente por la brindada en la carta que le envió Wilson Ferreira Aldunate al dictador argentino Jorge Rafael Videla, pocos días después de consumarse el asesinato.

Según el relato del documento el grupo de militares y policías descripto se encargaría de Michelini y Gutiérrez Ruiz y un segundo grupo, a la misma hora, intentaría secuestrar a Wilson Ferreira Aldunate. Al grupo principal se unirían después otros dos oficiales uruguayos de Inteligencia del Ejército, procedentes de Montevideo, uno de los cuales al final no participó. Las "órdenes", según el relato, eran de "boletearlos" si se resistían, o sacarlos vivos y llevarlos a Palermo. De allí los sacaron de inmediato a un regimiento "junto a otros tipos que habían agarrado".

El día 21 de mayo, a la hora 21.10 de la noche, aparece en la intersección de las Avenidas Perito Moreno y Dellepiane, un vehículo marca Torino coupé, color rojo, abandonado.

En el interior del mismo se encontraba el cadáver del senador Michelini. En el baúl del rodado fueron encontrados otros tres cadáveres: el de Gutiérrez Ruiz y el del matrimonio Rosa del Carmen Barredo de Schroeder y William Whitelaw. Los cuerpos presentaban varios impactos de bala y se hallaban maniatados. El médico comunista Benjamín Liberof, secuestrado en la misma noche que Michelini y Gutiérrez Ruiz, sigue desaparecido.

El documento
LA REPUBLICA reproduce a continuación íntegramente el documento del presunto agente de la Policía Federal Argentina:

"La primera vez que vi a Campos Hermida fue a fines de marzo. Yo sabía que él era comisario en Montevideo y de "la pesada", pero nunca lo había visto antes, pese a que él prácticamente vivía en Buenos Aires. Según supe después, tenía unos 15 hombres a su cargo, todos uruguayos, sin contar a los de aquí que a veces colaboraban con ellos.

A Campos Hermida me lo trajo Miguel Castañeda, un ex boxeador que ahora andaba en el bagayo y que...............conocía muchos de la Federal. Yo estuve siete años en la Federal y Miguel también me conocía de ahí. Campos me dijo que tenía un buen trabajo, para el que necesitaba un hombre sin problemas y experimentado. Dijo que era un trabajo seguro, tranquilo, porque estaba palanqueado por el general Ojeda, un hombre que tenía mucha banca. Dijo que ellos, los uruguayos, estaban trabajando a todo trapo y no podían cubrir todo lo que tenían que hacer, así que a través de un subcomisario apellidado Soria había hablado con Ojeda para que le recomendara unos hombres. Según me dijo Campos, Soria le dijo que Ojeda le había dicho a él, a Soria, que dejaba el asunto en sus manos y Soria había pensado en mí, entre otros. Soria se contactó con Miguel, porque sabía que Miguel era conocido mío, y Miguel me trajo a Campos.

Nos encontramos un sábado en un bar llamado Unión, en el bajo, cerca del bar de Edmundo Rivero, y Campos Hermida me explicó que se trataba de hacer unos seguimientos. Yo sólo tenía que seguir a la gente que él me marcara, averiguar dónde vivían, con quién se veían y esas cosas. Me dijo que tenía que pasarle la información a un tal Blanco, también de la Policía uruguaya, que iba a trabajar en lo mismo. Me dijo que me iba a dar unos 300 dólares mensuales y unos pesos para gastos extra. Yo le pedí 400 y él dijo que sí, que no había problemas. Después Blanco me dijo que CH tenía una partida de 8.000 dólares para esos gastos pero yo nunca pude comprobar eso.

Blanco tenía tres automóviles, por lo menos. Un Ford Falcon, que era de la Federal, un Renault rojo y una Rural, todos con placas de Córdoba, falsas. CH viajaba dos por tres a Córdoba y a Tandil y también a otros lugares, pero preferentemente a Córdoba y a Tandil.

Por algunas cosas que me dieron a entender, creo que Tandil era uno de los cuarteles generales que ellos tenían porque cada vez que volvía de Tandil traía instrucciones nuevas. Allí en Tandil se veía con Ojeda. Yo no sé qué pito jugaba Ojeda pero era un tipo importante en el asunto, porque dos por tres CH decía que Ojeda había decidido esto o aquello. En realidad ellos recibían instrucciones de Montevideo, pero la cosa operativa, por lo menos hasta donde yo me enteré, estaba, en Buenos Aires, en las manos de Ojeda. Un colaborador de Ojeda al que conocíamos............. viajaba dos o tres veces por mes a Brasil y creo que traía dinero de allí también. Nosotros le decíamos "El Brasilero". Aunque siempre lo vi de particular, sé que era militar, pero no sé su grado. Un día a CH se le escapó que había reuniones en Brasil, de las que él había participado. El día que dijo eso él estaba con unas copas de más y contó cómo cada vez que iba a Brasil se cogía a una negra que había conocido allí.

Lo primero que me dio para hacer fue vigilar la sede del Acnur, creo que es una oficina de las Naciones Unidas, que está en la calle Suipacha. Blanco me llevaba, estábamos ahí un rato y cuando salía alguien que Blanco señalaba, yo lo seguía. A veces iba con Blanco y a veces solo. Estuve unos días haciendo eso en el Acnur, en otra oficina de las Naciones Unidas en la calle Córdoba y en el CIME. CH parecía estar enterado cuando alguien que a él le interesaba iba a ir a uno de esos lugares. Según me dio a entender, ellos tenían información de adentro.

Los contactos con Blanco y con CH lo hacíamos en algunos boliches y en un local de Rivadavia y Maipú. Allí había una oficina de unos uruguayos, una especie de agencia de publicidad o algo así. En realidad era un local de la Policía uruguaya y ellos usaban la agencia como pantalla. Creo que después del asunto Michelini, dejaron de usarla, pero me consta que parte del asunto Michelini se planeó allí, como veremos después.

En total seguí a unos 8 tipos, entre ellos dos chilenos. Seis hombres y dos muchachas.

Un día CH me dijo en la agencia que estaba muy conforme con mi trabajo y que me iba a dar unos pesos extra. Yo creo que en realidad ellos me habían estado probando y ahora estaban seguros.

Ese mismo día vino el Brasilero a la agencia, acompañado de un uruguayo. Era un oficial de la inteligencia militar, que se presentó como Sosa y dijo que traía instrucciones para "apurar las cosas" y que había que hablar urgentemente con Ojeda. Después me vine a enterar que Sosa se refería a lo del senador Michelini y el otro diputado. CH se puso a putear y dijo que allí, en Buenos Aires, el asunto estaba muy caliente y que era muy fácil ordenar cosas desde allá pero había que estar aquí en Buenos Aires para saber cómo eran las cosas. Sosa le dijo que se tranquilizara, que él sólo estaba haciendo de emisario y que no se la agarrara con él. CH le dijo que estaban ocupados con los anarcos y los tupamaros y no podían dejar todo a medio hacer, y que si lo hacían a él, a CH, lo iban a colgar de los huevos porque tenía órdenes de llevar 25 para Montevideo y ahora no podían parar el asunto. Después los dos se fueron a Córdoba y volvieron dos días después. CH no volvió a comentar el asunto, al menos no frente a mí, aunque Blanco me dijo que CH estaba muy preocupado porque le habían encomendado un trabajo grande, que podía resultar fulero.

Blanco hizo un viaje a Montevideo y como él siempre andaba con los autos cuando se fue, CH me pidió que le hiciera de chofer hasta que volviera Blanco. Lo llevé tres veces a la Superintendencia de Seguridad, a la casa de un tipo de apellido Márquez, Julio César, también uruguayo y varias veces al Aeroparque, a recoger paquetes que le mandaban de Uruguay.

CH se entrevistaba seguido con la gente de Seguridad Federal, creo que para coordinar operativos y para intercambiar información. Un día me dijo que la gente de Seguridad Federal estaba trabajando con ellos desde el 71 y que antes que él se ocupara del asunto de los uruguayos en Buenos Aires, Seguridad se ocupaba directamente y pasaba información semanal a Montevideo, tanto a la Jefatura de Policía como a la inteligencia militar. También me enteré que Morán Charquero, un inspector de la policía uruguaya que mataron los tupamaros, había estado desde antes en contacto directo con la gente de Seguridad y del CIDE, a través de un periodista español que trabajaba en un diario de Montevideo.

Otro tipo que me enteré había estado en lo mismo era un marino, un tal Nader, que integró durante un tiempo un comando operativo en Montevideo que recibía informaciones de Seguridad sobre viajes de sospechosos uruguayos a Buenos Aires y esas cosas.

Otro al que CH veía seguido era a un portorriqueño --Jaime del Castillo-- que cumplía no sé qué funciones en la Embajada norteamericana. Este del Castillo había andado mezclado en algunos líos con Paino, el que denunció a las AAA.

Del Castillo se veía regularmente con CH hasta que se fue a Venezuela. Creo que aún está allí. Seguramente era un tipo de la CIA. Vestía muy bien, siempre andaba con mucho dinero. había vivido tres o cuatro años en Montevideo, cuando trabajó en la embajada de los Estados Unidos en Uruguay.

Era muy amigo de Ojeda y todo hace pensar que era uno de los contactos entre Ojeda, CH y otra gente. El también viajaba a Brasil dos por tres y algunas veces creo que viajó con CH, según me dijo Blanco. Ch me dijo que un día me iba a llevar con él a Brasil, si es que Ojeda no hacía problemas.

Ese del Castillo tenía un grupo de gente que siempre andaba con él, dos o tres tipos que iban a todos lados con él. Entre ellos un francés que había estado en Argelia y que según Blanco era instructor de tiro. El francés también era de los que viajaban a Córdoba y a Tandil, creo que como custodia o algo así. Después me vine a enterar que tenía una academia de karate en Flores, que a veces CH usaba para hacer reuniones. Allí se reunían CH, del Castillo y el Brasilero. Yo nunca fui a la academia, pero Blanco sí y Sosa también.

Sosa había estado varias veces en Buenos Aires. Tenía cierta superioridad sobre CH y aunque a CH eso le molestaba, no tenía más remedio que aceptarlo, porque la actividad que los policías uruguayos tienen en Argentina está supervisada por la inteligencia militar. CH tiene alguna flexibilidad para moverse pero la inteligencia militar le marca los objetivos y él tiene que cumplir. Con CH siempre había problemas porque él en muchas cosas se movía según su propio criterio y nunca daba informes sobre el manejo que hacía del dinero para sueldos y para gastos y Sosa le decía que tuviera cuidado, que anduviera derecho.

Sosa, según me enteré, había estado al mando de los grupos que habían llevado gente para Montevideo. Sé que por lo menos en dos oportunidades llevaron gente en el vapor de la carrera y otra en un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, desde Ezeiza.

Con Sosa trabajaba en esas cosas otro oficial uruguayo, también del ejército, llamado Tasca, Juan Manuel Tasca, que vivía en Buenos Aires.

Este Tasca tenía una fobia enorme contra todos los izquierdistas y estaba encargado, con Sosa y el Márquez que ya mencioné, de los interrogatorios que hacían a la gente que agarraban en Buenos Aires. Para eso tenían una casa por Palermo, que antes había sido un local de la gente de López Rega, las tres A. Para los interrogatorios colaboraba con ellos un paraguayo y me consta que coordinaban algunas cosas con un chileno, que era de la DINA. Este chileno también era un tipo importante y también iba a Superintendencia de vez en cuando. Del Castillo era muy compinche del chileno y muchas veces salían de farra juntos, a veces con CH.

En líneas generales puede decirse que Sosa y CH eran la cabeza del grupo. Del Castillo era un hombre de enlace con Ojeda y supongo que con la embajada o con la CIA. Blanco y Soria estaban a cargo de los seguimientos y después yo también me encargué de eso. Además Blanco estaba a cargo de los contactos con la gente que pasaba información.

Como ya dije había otros 15 hombres, todos uruguayos, a quienes se les encomendaba los operativos. CH salía con ellos muchas veces a buscar gente, pero en esos casos, cuando Sosa estaba en Buenos Aires, el mando lo tenía Sosa. Por lo general, cuando iban a buscar a alguien, encargaban del asunto a gente de la Federal, todos relacionados con Soria. Soria tenía mucha banca arriba y era el hombre que mantenía contactos más estrechos con Ojeda y con el Ministerio del Interior. Cada vez que iban a hacer algo soria iba al Ministerio del Interior y avisaba. Ojeda tenía el mando operativo, según ya dije y había otro tipo, Ramírez, un militar uruguayo creo que general, que nunca vi, pero al que CH y los otros nombraban seguido. Ese Ramírez, por lo que pude averiguar, tenía también mucha banca en Interior y era el que coordinaba con Ojeda. Creo que era un tipo importante, pero por lo que yo sé sólo Sosa, Soria y por supuesto Ojeda hablaban personalmente con él, cuando venía a Buenos Aires.

Todos trabajaban con gran apoyo de la Federal y del CIDE. El contacto con el CIDE era CH y a veces Sosa, cuando estaba en Buenos Aires. Del Castillo también tenía amigos en el CIDE y en ocasiones acompañaba a CH cuando éste tenía que ir al CIDE.

Ahora recuerdo que CH también recibía dinero de los chilenos, porque una vez Blanco y él andaban calientes diciendo que los chilenos no habían pagado todavía.

Desde el Ministerio del Interior CH y Sosa llamaban casi diariamente a Montevideo. El que más llamaba era Sosa, pero CH también llamaba.

Yo estoy diciendo todo esto para que ustedes lo difundan. Pueden dar mi nombre si lo creen necesario. Yo ya dejé una cinta grabada y algunos documentos a gente de confianza y esa es la única garantía que tengo. CH y Blanco quisieron meterme en un lío gordo y yo no acepté y por eso buscaron la vuelta para que me llevaran en cana, pero si a mí me pasa algo todo se va a saber y ellos no van a hacer nada por eso. Esto que les digo es un adelanto, una advertencia para que ellos no se pongan a hacer locuras. Yo me llamo Agustín Efraín Silvera, estuve 7 años en la Federal y desde que me fui, seguí vinculado a la Federal. Tengo muchos amigos allí y conozco bien cómo es el asunto por dentro. Creo que a nadie le conviene que se averigüe mucho. Además hay gente en las Fuerzas Armadas que me respalda y si me pasa algo se va a armar un lío muy grande, de manera que ellos se van a quedar en el molde porque saben cómo viene la cosa. Yo nunca maté a nadie ni torturé a nadie. Asumo la responsabilidad de lo que hice, pero nadie puede llamarme asesino ni torturador y ellos quisieron complicarme en una cosa de esas. El que me avisó fue Sosa. Me dijo que con los líos que se habían armado quizá ellos buscaran un cabeza de turco para aplacar el asunto. Entonces yo fui y le dije a CH que largaba y él me dijo que estaba bien, que era una lástima pero que si yo no quería seguir, que me fuera. Me dio unos mangos y fui a casa.

Pensaba levantar a la familia y salir de Buenos Aires pero dos horas después de llegar me fueron a buscar de la Federal. Sacaron un asunto viejo a relucir y me llevaron.

Entonces yo busqué la forma de hacerles llegar estas cosas a ustedes, para tener una garantía, para asegurarme que no me pase nada aquí adentro, porque si ellos quieren, me boletean. Lo que quiero es una garantía. Eso es todo.

Fue a mediados de abril cuando CH me dijo que estaban planeando el asunto de Michelini. Me lo dijo en la agencia. Estaban Sosa, Soria, Del Castillo, Blanco, Márquez y yo, además de C H. Sosa dijo que Michelini y el otro diputado "eran boleta", pero que ellos no tenían que tocarlos. Según dijo Sosa, todo lo que tenían que hacer era llevarlos a interrogarlos a la casa de Palermo y soltarlos después. El que expuso todo como era la cosa fue Sosa. Dijo que ya estaba todo arreglado en Interior y que Ramírez quería que fuese un trabajo limpio, sin problemas. Dijo que Ramírez estaba encargado personalmente del asunto y que sólo respondía ante el Ministerio (supongo que el Ministerio del Interior) de su país. Dijo que Ramírez lo había responsabilizado a él del trabajo en Buenos Aires y que Ojeda supervisaba todo. Dijo que lo primero que había que hacer era vigilar a Michelini y al otro, para saber si había posibilidad de lograr otras pistas que llevaran a otra gente, además de la que ya estaba marcada. Sosa y CH tenían una lista de unas veinte personas importantes, todas uruguayas, que estaban en contacto con los diputados y querían ver si esa lista se podía ampliar, para llevar más gente a Montevideo o para interrogarlos en Buenos Aires y sacarles más datos.

Yo me encargué de Michelini, con otra gente. Todo lo que tenía que hacer era seguirlo y averiguar dónde iba y a qué hora y esas cosas. El senador comía casi siempre en un restaurante de la calle Maipú, que era de unos uruguayos. Salía del hotel donde vivía, iba al restaurante, almorzaba, a veces volvía al hotel y otras veces iba directamente del restaurante, en taxi o en auto particular, al diario donde trabajaba, La Opinión. CH tenía gente en La Opinión, entre los elementos de seguridad del diario, y ellos le informaban quiénes venían a hablar con el senador y esas cosas. Creo que CH tenía gente también a otro nivel en ese diario pues hasta sabía cosas que decía Michelini en la redacción y datos así que solamente podían venir de gente de adentro.

Michelini hacía una vida bastante metódica y salvo la gente que lo iba a ver al hotel o al diario, no averigüé nada distinto a lo que ya se sabía de él durante los días que estuve vigilándolo. Creo que él se dio cuenta que yo lo estaba siguiendo, pero siguió haciendo lo que hacía todos los días, sin cambiar para nada. El hermano venía a veces de Montevideo y también otra gente vinculada a él y CH sabía con anticipación cuándo venían amigos de Michelini de Montevideo y me avisaba para que estuviera alerta. Casi todos los días CH, Blanco y también Sosa revisaban la lista de los aviones y además recibían información de Montevideo, sobre viajes, a través de la embajada uruguaya. Sosa era el que más manejaba esas cosas y desde Interior avisaba a Montevideo cuando la gente que había venido iba a volver y qué estaban haciendo en Buenos Aires y a quiénes veían y esas cosas. Tenían a mucha gente de la Federal trabajando en eso, además de los uruguayos que estaban en Buenos Aires.

El 20 de abril volvimos a reunirnos en la agencia y Sosa dijo que Ramírez y Ojeda todavía no habían fijado la fecha, pero que el asunto estaba cerca. Del Castillo dijo que él había hablado con "su contacto" (no dijo quién ni dónde) y que el contacto no estaba seguro si convenía hacer el trabajo. Sosa se puso furioso y le dijo a Del Castillo que había órdenes de arriba y que no se podía dejar el asunto. Del Castillo estuvo de acuerdo y dijo que quizá su contacto no tuviese toda la información. Entonces Sosa le dijo que él, Sosa, iba a hablar con Ramírez y le iba a explicar al contacto cómo venía la mano. Yo creo que había muchas cosas en juego y no todos sabían bien cómo venía el asunto, pero Sosa sí sabía y Ojeda y Ramírez también. En realidad CH se limitaba a cumplir ordenes, aunque me parece que el asunto no le gustaba mucho.

Sosa dijo que el trabajo lo había planeado para que lo hiciera gente argentina y que ya Superintendencia e Interior estaban tomando las medidas del caso. Dijo que había que ir a lo de Michelini y a la casa del otro, Gutiérrez, a la misma hora y que otro grupo trataría de encargarse de Ferreira Aldunate, otro político uruguayo que estaba en Buenos Aires. Dijo que en total participarían unos 40 hombres, todos argentinos, menos él y otros dos uruguayos que no nombró, que iban a venir de Montevideo y participarían del asunto.

Dijo que esos dos hombres que iban a venir eran de inteligencia militar, del ejército. Después uno no vino y lo sustituyó uno de la Marina. Pese a lo que dijo Sosa, a última hora se agregó Márquez y él también participó, creo que por orden del tal Ramírez.

CH dijo en esa reunión que lo de Ferreira le parecía una locura. Dijo también que cualquiera de los tres se podía resistir porque no eran ningunos idiotas y que si eso pasaba había que boletearlos y eso iba a causar problemas. Sosa dijo que las órdenes que él tenía eran de sacarlos vivos y llevarlos a Palermo. Después, allí, esperarían órdenes. A mí no me gustaba mucho el asunto, pero como no me daban participación en ese caso, me quedé en el molde. CH dijo que él había hablado ya con gente de la DINA y antes que él les dijera lo que iba a hacer, los chilenos le habían dicho cosas que demostraban que ya sabían lo que se estaba planeando. Sosa le dijo que Ojeda informaba a los chilenos y los brasileros de todos los asuntos grandes y que eso tenía que ser así, que no había más remedio, porque eso formaba parte del acuerdo. Del Castillo dijo que estaba bien, que él también sabía que los chilenos sabían y que cuando lo de Prats y lo de otro tipo que mencionó como "el abogado", los chilenos habían informado a los uruguayos, a través de Ojeda. CH dijo que estaba bien pero que se corría el riesgo de que se hablara mucho del asunto. Se resolvió entonces encomendar a Sosa que mantuviera los contactos con la gente de la DINA que había en Buenos Aires y que Sosa hablara con Ojeda y con Ramírez para fijar la fecha.

Sosa se fue unos días a Tandil y cuando vino, nos reunimos otra vez en la agencia, creo que el 24 o 25 de abril. Sosa dijo que ya estaba todo en marcha y que al otro día él iba a hablar con la gente de Interior para empezar a ver los detalles. Dijo que había 30.000 dólares para mover en el asunto y que después iba a venir más dinero. CH preguntó quién iba a traer el dinero y Sosa y Del Castillo dijeron que ellos lo iban a traer. Me dijeron que siguiera vigilando al senador y CH se encargó de contactarse con un brasileño, no el que mencioné antes, otro, que había estado vinculado a Gutiérrez para averiguar algunas cosas. Parece que ese brasileño había estado asilado en Montevideo pero que ahora trabajaba con la gente de CH y tenía mucha información.

Al otro día me fue a buscar Blanco y me dijo que CH había tenido que viajar a Montevideo y que mientras tanto siguiera trabajando en lo mismo y le pasase la información a él. Me dijo que el asunto ya estaba muy caliente y que en cualquier momento se hacía. Yo me apreté un poco porque tal como veía las cosas veía que esos tipos iban a boletear a los diputados y eso no me gustaba. Se lo dije a Blanco y él me dijo que yo estaba loco, que eso no iba a pasar, pero el asunto no me quedó claro. hablé con Soria y él me dijo que ese era un problema que no era de él y que si yo no estaba tranquilo que largara, pero que largara ahora, porque después iba a verme en problemas. Yo no me animé a decirle nada a CH, pero creo que Blanco, y no sé si Soria también, le contaron algo, pero él no me dijo nada.

Más o menos cuatro días después me sacaron del seguimiento a Michelini y me mandaron a Córdoba a buscar unos fierros que me dio otro uruguayo al que llamaban Pedro, que según me enteré después también era de la Policía y se llamaba Sánchez. Héctor Sánchez vivía en Córdoba y pasaba allí como vendedor de libros pero tenía cuatro hombres trabajando con él vigilando a chilenos y uruguayos. Los fierros que me dio los traje en el Ford Falcon de Blanco y se los di a CH. Eran tres ametralladoras y seis o siete 45. No estoy seguro porque me las dieron empaquetadas en un cajón y ni siquiera las miré. CH me dio 200 dólares por ese trabajo, me pagó los gastos que había tenido en Córdoba y todavía me dio 50.000 argentinos para que le comprara algo a mi piba, que ese día cumplía 6 años.

A fines de abril Sosa me dijo que habían tenido otra reunión y que aunque él seguía en el asunto, como iba a hacerlo gente argentina en su mayoría, la coordinación estaba en manos de Seguridad Federal. Así se lo había comunicado Ojeda y Ramírez estaba de acuerdo. A él, a Sosa, le parecía bien y dijo que en Montevideo su gente también estaba de acuerdo. Yo volví a preguntar qué iban a hacer con los diputados y él me dijo que había que llevarlos a Palermo y ahí esperar las órdenes de Ramírez.

Yo sé que los llevaron a Palermo pero los sacaron inmediatamente de allí y los llevaron a un regimiento, junto a otros tipos que habían agarrado.

De eso, claro, me enteré después, cuando aparecieron los cadáveres y yo le dije a CH que me abría. Antes de eso no volvieron a ponerme en el seguimiento de Michelini. Sólo me daban trabajos chicos. Un día CH me dio una caja de zapatos llena de cintas grabadas y me dijo que se la llevara a Del Castillo, a la embajada norteamericana. Del Castillo me dio unos pesos para mí y un paquete para CH, que estoy casi seguro que tenía dinero. Después me siguieron dando cosas así, hasta que el 12 o 14 de mayo, más o menos, no recuerdo muy bien, CH me dijo que él viajaba a Montevideo y que iba a esperar allí unos días. Durante todo ese tiempo no volvieron a hablar para nada conmigo del asunto de Michelini y no volví a ver ni a CH, ni a Soria ni a los otros. Sólo hacía contacto con Blanco.

Cuando se llevaron a Michelini y al otro me enteré por los diarios. Y también por los diarios me enteré que habían aparecido los cadáveres. Fui a la agencia a buscar a Blanco y Blanco me llevó a ver a CH. Le dije que ya no quería seguir, pero antes de hablar con él llegó Soria y fue entonces cuando me dijo que me cuidara, porque podían meterme en un lío, como cabeza de turco. Le dije a CH que me largaba y me fui a casa. Entonces me fueron a buscar".



Conjura internacional: todos los nombres
En el documento del supuesto agente de la Policía Federal argentina, Efraín Olivera, se señalan 16 nombres o personajes: 8 uruguayos, 3 argentinos, 2 brasileños, 1 puertorriqueño al servicio de EEUU, 1 francés y 1 español.
1) Hugo Campos Hermida
2) Miguel Castañeda (ex boxeador, argentino)
3) General Ojeda (argentino)
4) Subcomisario Soria (argentino)
5) Blanco (policía uruguayo)
6) "El Brasilero" (militar colaborador de Ojeda)
7) Sosa (oficial de Inteligencia militar uruguayo)
8) Julio César Márquez (uruguayo)
9) Morán Charquero (comisario uruguayo, ejecutado por el MLN)
10) "Un periodista español que trabajaba en un diario en Montevideo"
11) Jaime del Castillo (Puertorriqueño, funcionario de la Embajada de EEUU en Buenos Aires y Montevideo, agente de la CIA)
12) "El Francés" (un francés que estuvo en Argelia y trabajaba con Ojeda)
13) Juan Manuel Tasca (oficial uruguayo que vivía en Buenos Aires)
14) General Ramírez (uruguayo)
15) Un brasileño asilado en Montevideo y que trabajaba para los militares
16) Héctor Sánchez, alias "Pedro" (policía uruguayo)


La República
05/08/01

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