El miércoles por la noche, Código País, el periodístico de Canal 12, emitía su último programa del ciclo 2007. A lo largo del día, el canal creó expectativa sobre lo que sería el plato fuerte de la emisión, una entrevista con el capitán retirado Eduardo Ferro, acusado de diversas violaciones a los derechos humanos (secuestros y asesinatos incluidos).
Poco tuvo de novedosa la entrevista: Ferro se defendió, negó haber participado personalmente en asesinatos, no recordó si había torturado (“si le digo que no me acuerdo se va a reír”, le lanzó al periodista), comentó que en el operativo de secuestro en Porto Alegre, en 1978, de los militantes del pvp Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez había tenido una participación reducida (“me limité a ir a buscarlos para trasladarlos a Uruguay”, “se trató de un operativo del dops brasileño”, señaló), indicó que no le consta que haya habido vuelos de la muerte, agregó que sólo conoce la existencia de un traslado masivo por avión de uruguayos secuestrados en Buenos Aires y que se hizo para salvarles la vida, ya que en Argentina iban a ejecutarlos (“lamentablemente no todos somos iguales, ¿vio?”), admitió que hubo militares que “perdieron los puntos de referencia”, pero que se trató sólo de momentos, de casos aislados y jamás de una actitud de cuerpo...
En fin, nada que otros no hayan dicho antes. Lo novedoso en él es que habló, simplemente que habló, luego de dar por agotada la “estrategia de silencio austero”. O, tal vez, el enterramiento de lujo que le propinó a Gregorio Álvarez al hacerlo responsable, en tanto comandante en jefe del Ejército, de todo cuanto aconteció en materia de violaciones a los derechos humanos en aquel período. “Es una situación triste la de Álvarez”, dijo al aire quien apareció acompañando al ex dictador en sus comparecencias judiciales.
Pero lo que rayó en el insulto fue el comentario de Ferro de que está “investigando” las circunstancias de la muerte del militante comunista Fernando Miranda, crimen del que se lo acusa precisamente a él, al igual que de la ejecución de otro miembro del pcu, el sindicalista Óscar Tassino. Cuando las investigaciones hayan concluido (“no cuento con un aparato, comprendan mis dificultades”), verá en qué forma difunde sus resultados. Hay que confiar en sus pesquisas, pues se trata de “un caso personal”... Una buena cosa: a los verdaderos asesinos de Miranda, Ferro ya los tiene “identificados”.
“Nos toma el pelo”, dijeron a Brecha Universindo Rodríguez y Lilián Celiberti. “Efectivamente, él no estuvo en nuestra detención (producida en noviembre de 1978 en Porto Alegre, el 12 la de Universindo y los pequeños hijos de Lilián, unos días antes la de esta última), pero participó en la segunda fase del operativo.” El 13 de noviembre de aquel año, cuenta Celiberti, un grupo de represores que Ferro comandaba “nos estaba esperando en la ruta 8, en Rocha, nos trasladaron a Santa Teresa, nos hicieron un simulacro de fusilamiento y a mí Ferro volvió a llevarme a Porto Alegre para montar una ratonera en el apartamento en que vivía, en la calle Botafogo. Pasé seis días en su poder. La operación quedó al descubierto cuando dos periodistas brasileños (de la revista Veja) cayeron en el apartamento de Botafogo y lo retrataron. Ahí saltó todo, eso nos salvó la vida, y él se hizo ‘famoso’ en Brasil. Luego se lo vio en otros lugares de Porto Alegre y en San Pablo”, intentando dar con el paradero del líder sobreviviente del pvp Hugo Cores. Los hijos de Celiberti, Camilo y Francesca, de 3 y 7 años en aquel momento, permanecieron detenidos 15 días. “Si se los entregaron a su abuela fue muy probablemente porque el escándalo internacional que se armó fue tan fuerte que debieron hacerlo. Si no acaso hubieran tenido otro destino”, dice Universindo Rodríguez. Y agrega: “durante todo el tiempo que estuvimos en el cuartel, y hasta el año 80, en los interrogatorios que se nos hacían aparecía invariablemente el capitán Eduardo Ferro”.
EL LARGO BRAZO.
Ferro siguió “ocupándose” de Celiberti en los años posteriores. Una mañana de 1984, a poco de que la militante del pvp fuera liberada, se encontró con el capitán en la esquina de su casa.
—¿Cómo estás? –le preguntó el militar.
—Bien, esperando verte en el juzgado.
—¿Nunca tuviste miedo de que te tiraran de un avión?
—Si no tuve miedo en aquel tiempo, menos ahora.
Celiberti sabía que sería muy improbable que Ferro terminara en un tribunal. Cuando fue citado, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas guardó la citación, como la de tantos otros uniformados, en una caja fuerte.
Tiempo después, Celiberti encontró en su casa una carta, anónima, en la que alguien la citaba en un boliche de 8 de Octubre y Garibaldi para “revivir aquellos tiempos de Porto Alegre”. Celiberti acudió a la cita, en el día y la hora indicados. “Quise demostrarle que no tenía miedo. Si no iba, no pararía de acosarme. Él no fue, o al menos no se hizo ver.”
“Es indignante que un tipo así, que participó en operaciones de traslado de personas, no sólo desde Brasil sino también desde Argentina, de secuestro de niños, de torturas, aparezca ahora, como lo hizo en este programa, hablando de respeto a las leyes, de democracia”, dice por su lado Rodríguez.
Pero lo que más subleva a ambos (“de Ferro no se podía esperar otra cosa”) es el “show que montó Código País”, el procedimiento periodístico de los animadores del programa. “No parecía una entrevista sino una conversación, no le repreguntaron nada, lo dejaron mentir con total descaro, y lo peor es que lo hicieron en el último programa del año, no permitiendo ninguna reacción”. Cuando abandonaron el local de Brecha, a las tres de la tarde de ayer jueves, Celiberti y Rodríguez marcharon hacia Canal 12 para exigir un “derecho de respuesta”. Los recibió (“muy amablemente”) gente de la producción de Código País, con la que acordaron que esa misma noche Celiberti dispondría de un minuto en Telemundo, y que en febrero se les realice una larga entrevista, probablemente en compañía de uno de los periodistas brasileños que en aquel 1978 tal vez les haya salvado la vida.
Daniel Gatti
Brecha
Diciembre 2007
4/12/08
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