12/12/08

Argentina: Alegatos de la querella unificada en el juicio a Von Wernich

DRA. MYRIAM BREGMAN (CEPRODH): Muchas gracias. Como hicimos en el primer juicio de declaración de nulidad de las leyes de impunidad contra Miguel Osvaldo Etchecolatz, primeramente un colectivo de abogados vamos a agregar en representación de la querella unificada de siete víctimas y familiares de víctimas, de treinta querellantes particulares y de ocho organismos de Derechos Humanos. Voy a presentar el orden de los abogados que vamos a alegar, como decía, en esta querella conjunta. Primero quien les habla, del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, en segundo lugar la doctora Elea Peliche, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, en tercer lugar la doctora Guadalupe Godoy, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en cuarto lugar la doctora Liliana Manzea, de Fundación Investigación y Defensa Legal Argentina; en quinto lugar Liliana Molinari, del Comité para la Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos y en sexto lugar la doctora Verónica Bogliano, de la Agrupación HIJOS, Regional La Plata. La creación de esta querella ya fue manifestada en el inicio de este debate, en oportunidad del artículo 376 del Código de Procedimientos de la Nación; lo vamos a reiterar al momento que comience. Entendemos que los delitos por los que se ha traído aquí a Christian Federico Von Wernich son: privaciones ilegales de la libertad, torturas, homicidios. Por otra parte, un plan más amplio, un plan sistemático que se vivió en la Argentina y cuyas consecuencias planificadas de impunidad nos alcanzan hasta el día de hoy y tienen como resultado no solo las amenazas que hemos sufrido los testigos, abogados, jueces, sino la desaparición de nuestro compañero Jorge Julio López, cuya causa permanece impune y él desaparecido. Está visto, señores jueces, que basados en nuestras profundas convicciones y manteniendo nuestra plataforma fáctica, venimos a solicitar un cambio de la calificación. Exigimos que a Christian Federico Von Wernich se lo condene por el delito de genocidio. Una vez más vamos a demostrar que lo que aquí tratamos, en estos tres meses de juicio que analizamos las cosas más horrorosas que se puedan escuchar, no fueron delitos aislados, sino que fueron parte de un proceso económico y político, cuyo objetivo era cambiar la estructura del país, disciplinar y aumentar la explotación de la clase trabajadora. Por eso, a un año del gobierno de estos señores, ya los salarios reales habían caído a la mitad; a un año de gobierno, esto para nosotros es significativo porque, a la vez y al mismo ritmo, se redoblaron las ataduras con los países imperialistas. En pos de ese objetivo es que actuaron las fuerzas armadas y de seguridad, pero fueron auspiciadas y alentadas por el gran empresariado y la Iglesia; creemos, señores jueces, que esto hay que decirlo. En ese sentido, la historia familiar que relató aquí la testigo Cecilia de la Cuadra, es una terrible muestra de este apoyo civil que tuvieron las fuerzas armadas y de seguridad. La señora de la Cuadra relató que su hermano Roberto José de la Cuadra era obrero de YPF, leo porque es textual: “y fue denunciado por el sindicalismo prodictatorial de la época” y agregó, dando cuenta del plan conjunto: “la represión era centralizada: sindicalismo, directivos de fábrica y fuerzas represivas”. También la señora de la Cuadra relató cómo su madre recurrió a la Iglesia en búsqueda de su otra hija desaparecida, Elena de la Cuadra, y fue recibida por monseñor Emilio Grasselli, quien atendía a los familiares de los detenidos desaparecidos en la iglesia Stella Maris, sede del vicariato castrense. Él, en la segunda entrevista que mantienen, demuestra haber tomado conocimiento que Elena estaba embarazada, algo que la madre no le había dicho en la primera entrevista. La testigo reconoce que más bien el rol de Grasselli fue contenerlas y orientarlas hacia otro lado; dijo una frase que nos emocionó a todos en ese momento: “uno va despacito, reconstruyendo, dado el silencio de ellos”, y preguntó: “¿sigue Christian Federico Von Wernich siendo sacerdote?, ¿no sabe nada de esto, Jorge Bergoglio?”, exigiendo respuesta así, del actual presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. A ustedes les consta, señores jueces, porque obra en la causa que hemos sido muy críticos de cómo llega a esta instancia este proyecto, es más, hemos criticado esta justicia a cuentagotas, parcializada, distorsionada, la hemos encuadrado en la nueva construcción de impunidad. Es por eso que, si en algo pueden aportar nuestros alegatos, es en dar cuenta de esta verdad histórica, que a treinta años no podemos soslayar y señalar cuáles serían algunas de las elementales medidas que deberíamos tomar. Sostiene esta querella unificada, por eso, que
sería un error de proporciones seguir mirando los procesos históricos en forma parcializada, en forma simplista o, directamente, justificadora del plan de exterminio, como todavía al día de hoy se hace en muchos tribunales. Es así que nuestra visión del papel que cumplía Von Wernich en el aparato represivo, intentará ser incluido en un proceso social el que por aquella época vivían las fuerzas armadas y de seguridad, pero también las instituciones civiles que tuvieron un rol fundamental en este proceso. De otro modo, creemos que no se puede comprender la impunidad y la alevosía con la que Christian Federico Von Wernich se movía en los centros clandestinos del circuito Camps. El genocidio es un proceso y como tal lo debemos entender, tiene una preparación, un desarrollo y una legitimación posterior. Todo el que participa en alguna de estas etapas es cómplice y autor de este genocidio y tiene un rol muy importante aquel que lo justifique ideológicamente; en esto creemos, señores jueces, que hay que ser contundentes. Como se concluye en el libro “Iglesia y dictadura”, que está aportado como prueba en la causa: “El proceso militar que asoló el país pudo triunfar y mantenerse merced al apoyo o el consentimiento de importantes sectores de la sociedad argentina, entre ellos, por su importancia, merece destacarse el otorgado por la jerarquía católica. ¿Ha sido este un traspié innecesario en su actuación o, por el contrario, su actitud se desprende de la naturaleza de la Iglesia en nuestro país, de su relación con el poder político, de su conformación e ideología dominante?” Surge claro que de estas citas el involucramiento institucional del que estamos hablando; las declaraciones de apoyo y justificación le dieron un marco al régimen genocida que necesitaba legitimarse y ganar consenso social; por eso, basó su discurso en la occidentalidad cristiana; esta fue su misión, esta fue su cruzada. Varios testigos relataron durante el transcurso de las audiencias, cómo Von Wernich les aconsejaba hablar, colaborar, y justificaba el rol de los represores diciendo que lo hacían por Dios y por la Patria. La dictadura se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional” porque sus objetivos no se agotaban en los económicos y políticos, sino que perseguía un quiebre y una reconstitución de todas las relaciones, de la moral, de la ideología, de la familia y las instituciones; allí el rol de la Iglesia se volvió fundamental, incluso el método de exterminio basado en arrojar personas vivas al mar “había sido consultado con la jerarquía eclesiástica, que lo aprobó por considerarlo una forma cristiana de muerte”. Esto es una cita textual del libro “Doble juego”, que es prueba en el presente. Y voy a hacer otra cita de ese libro. También se afirma allí: “La Argentina sería el laboratorio donde se pondría a prueba la predicción de Donoso Cortés de que, a medida que los pueblos se volvieran ingobernables, la Iglesia y los ejércitos serían el único sostén de la civilización contra la barbarie socialista y comunista”. Entonces, señores jueces, “subversivo” era aquel que desafiaba a la “occidentalidad cristiana”. En la Argentina no hubo una represión indiscriminada sino discriminada; el aniquilamiento no fue casual ni irracional, se trató de la destrucción sistemática de una parte sustancial de un grupo nacional que había desarrollado determinadas formas de organización y de participación. Terminar, cortar con esa participación, con esa organización fue uno de los objetivos a más largo plazo que se propuso la dictadura y que hasta el día de hoy padecemos. También tenemos que decir, señores jueces, que la actitud de la mayoría de los obispos y la influencia de la cúpula de la Conferencia Episcopal decidieron la posición del conjunto de la institución frente al terrorismo de Estado. Rubén Capitanio, cuyo testimonio fue propuesto por esta querella por “Justicia ya”, refiriéndose a los obispos de la época de la dictadura, relató en este debate: “De casi ochenta, sólo cuatro o cinco eran excepciones, los demás tenían una prudencia muy parecida a la cobardía”. Él también nos decía, cuando tuvimos oportunidad de recibir su testimonio: “El 14 de mayo de 1976 el Episcopado saca el primer documento haciendo mención a los detenidos desaparecidos y pidiéndole a la dictadura –bastante vergonzoso para la Iglesia, porque era como pedir un favor- que se fueran suavizando”. Los crímenes no se suavizan. Y también concluyó: “La actitud de la Iglesia fue escandalosamente cercana a la dictadura con un grado de complicidad pecaminoso”. Se ha tenido que soportar esta impunidad bastante más allá de los límites de la dictadura. Establecido ya el régimen constitucional, el presidente Raúl Alfonsín dispuso que se publique la lista de víctimas que había elaborado la CONADEP pero se opuso terminantemente a que se publique la lista de represores que también había compilado la CONADEP. Todavía seguimos reclamando esa lista y seguramente, si alguna vez la conocemos, en ella no estará sólo Christian Federico Von Wernich. El testigo Osvaldo Papaleo indicó, con referencia a Von Wernich y la patota de Etchecolatz: “Era un cuerpo colegiado de la tortura. Cada uno cumplía su rol”. Pero agregó algo fundamental con referencia a la aparición de un cura como Von Wernich en los centros clandestinos de detención. Dijo: “Cuando estuve detenido en 1976, recibíamos la visita del secretario castrense Tortolo, por eso la presencia de un miembro de la Iglesia no nos llamó la atención”. También nos relató Vicente Romero, otro testigo aportado por esta querella, en una entrevista, que estuvo en 1983 con el general Ramón Camps, donde éste le comentó que había entregado, a través de la Nunciatura, un informe sobre los desaparecidos a Vaticano, y dijo textual: “Hacía evidente que el más alto nivel de Roma tenía conocimiento hasta de los enterramientos clandestinos” y contó cómo el general Camps hablaba elogiosamente de Christian Von Wernich. Debemos decir, señores jueces, que tal era el rol que tenía la institución en el cuadro represivo, que ni siquiera vacilaron en evaluar y acallar la desaparición, el asesinato, la tortura y el sometimiento a los vuelos de la muerte, de miembros de la propia Iglesia. Debemos mencionar la masacre de San Patricio, las monjas francesas, Leonnie Duquet y Alice Domon secuestrados en la Iglesia de la Santa Cruz, junto con familiares de detenidos de desaparecidos, los arrestos del obispo de San Nicolás, Carlos Horacio Ponce de León, Andrés Enrique Angelleri quien en la soledad no entiende la fatalidad y que todavía en un documento oficial de la Iglesia se sigue diciendo que encontró la muerte en el camino, un terrible eufemismo para dar cuenta de su asesinato. Todo lo dicho, para nosotros, demuestra la intencionalidad claramente política que tenía Von Wernich en su accionar, también de su planificación en la conciencia plena de sus actos y sabiendo que no eran hechos aislados sino que eran parte de un plan sistemático que a él le tocaba ser un engranaje fundamental en una única maquinaria genocida que actuaba en todo el país. Para nosotros la intencionalidad política y el señorío fáctico que tenía Von Wernich en los centros clandestinos quedó demostrada y queda en claro que no es un simple partícipe sino que es autor y queda en claro el genocidio desarrollado. Es por eso que exigimos, manteniendo la plataforma fáctica, que le cambie la calificación legal, y se condene a Von Wernich como autor de genocidio por todos y cada uno de los hechos que fueron traídos a debate. Son decenas las citas que podríamos traer en este momento para magnificar lo que estamos diciendo, pero hay una que la encontramos como representativa y que consta también en el libro “Iglesia y Dictadura”. Monseñor Carlos Mariano Pérez quien en enero de 1984 sostuvo ante la prensa “hay que erradicar a las Madres de Plaza de Mayo”; sin duda, pensaría evangélicamente en la utilización de cámaras de gases. Una de esas madres, señores jueces, estuvo aquí brindando su testimonio, María del Rosario Cerruti, madre de Plaza de Mayo, quien nos contaba cómo las madres venían llorando de las entrevistas con Monseñor Grasselli. Señores jueces: para nosotros, esas lágrimas no tienen que haber caído en vano, que se condene a Von Wernich por genocidio es parte de esa reparación histórica. Hoy, las cenizas de otra madre, Azucena Villaflor, están en la Plaza de Mayo acompañadas de un cerámico que hicieron recientemente los obreros de Zanón, donde reclamamos una vez más la Aparición con Vida Ya del compañero Julio López.


Dra. ELEA PELICHE (AEDD): Queremos dejar sentado los hechos históricos y políticos que se insertan en los hechos objeto de debate. Antes de entrar en el carácter de autor que se le atribuye a Von Wernich, queremos proponernos repensar el sentido de este juicio así como también el de otros que se sustancian contra los genocidas y que están en curso. En este sentido nos preguntamos si se trata de probar cada hecho, cada caso en particular, cada delito. Es nuestra responsabilidad dejar aquí sentado que no es éste el objeto de nuestra búsqueda, de nuestra lucha. El objetivo esencial es mucho más ambicioso, es lograr que se juzgue a todos y cada uno de los responsables, a todos y cada uno de los que estuvieron en cada centro clandestino y no por un puñado de hechos sino por cada uno que estuvo secuestrado, detenido, desaparecido o luego asesinado. A lo largo del debate hemos probado que el sacerdote Christian Federico Von Wernich fue parte de una estructura represiva montada por el terrorismo de Estado. Fue uno más entre tantos otros, fue una pieza del circuito represivo de la provincia de Buenos Aires, una pieza fungible e intercambiable por otra cualquiera puesta al servicio de la represión. Sin duda, su carácter de sacerdote lo hacía impune como represor. Y tal como fue expresado por varios testigos, muestra un concreto papel de la jerarquía eclesiástica en la apropiación ilegal, ya que sin su aval Von Wernich no hubiera podido desarrollar su tarea. Sin embargo, no debe perderse de vista que aún así, se trata de una pieza más del engranaje de la dictadura, como ya dijera, una pieza intercambiable, uno más entre cientos de represores responsables de delitos aquí se investigaron, y sin embargo hoy es el único imputado en este juicio oral. Al igual que otro de los dos genocidas ya condenados, Miguel Osvaldo Etchecolatz y Julio Néstor Simón, Von Wernich ha llegado a juicio como único imputado. Solo por su responsabilidad en relación a un puñado de casos, cuando aquí durante el debate quedó demostrado que debió ser imputado por los delitos cometidos contra centenares de víctimas más. Ante ello nos preguntamos si esta forma de juzgar a los genocidas, que se reproduce en todas las jurisdicciones del país, no es ser funcional a los intereses políticos, tanto de aquellos que pretenden mantener la impunidad absoluta como la de quienes pregonan que es suficiente con juzgar a unos pocos asesinos paradigmáticos. Los primeros son responsables de que Julio López no esté hoy en esta Sala; los segundos, de que aún hoy esté desaparecido y sus secuestradores gocen de impunidad. Este pedido de reflexión lo hemos repetido ante cada instancia judicial y ante cada poder del Estado. Entendemos que estas causas deben ser consideradas dentro de un marco conjunto, por la masividad, por la planificación y por la interrelación de los gravísimos delitos que aquí se ventilan. Entonces, es por eso que exigimos expresamente la necesidad de un único proceso para juzgar todos los hechos acontecidos en un mismo centro clandestino de detención. Esa fue la unidad propia del aparato represivo, montada por el terrorismo de Estado. Bajo esta perspectiva no podemos dejar de recordar la voz de los sobrevivientes que al dar testimonio frente al Tribunal, no ya las partes sino los propios sobrevivientes testigos, preguntaron y dejaron un interrogante planteado: ¿No es absurdo, acaso, juzgar a una sola persona que como parte del aparato represivo llevó a cabo la práctica genocida objeto de su juicio? ¿Esta fragmentación no diluye una y otra vez el plan sistemático de exterminio y no conspira contra el análisis del esquema de responsabilidades de los imputados? ¿Acaso esta manera de juzgar los hechos, aislada, fraccionadamente, empezando de cero cada vez que se presenta un testigo y tiene que repetir los hechos vividos, las torturas, no se analiza su relato, su historia si no se lo aprecia en el marco donde esto ocurrió? Y este caso también quiero señalar: no es solamente el sobreviviente la víctima directa del familiar, el allegado, es toda la sociedad la que vive con esta situación de impunidad. Centenares de juicios contra uno, dos o tres represores por un puñado de casos seleccionados arbitrariamente. Así, bajo esta perspectiva nos enfrentamos a la reproducción de este escenario al infinito. Estos reclamos, queremos dejar sentado a este Tribunal, no solamente están dirigidos a los señores integrantes del Tribunal o al Poder Judicial; la mirada crítica y la demanda que formulamos se dirige con el mismo énfasis al poder político, pues esta práctica judicial no genera soluciones reales sino que reitera un discurso vacío. Entre esas soluciones hemos reclamado tantísimas veces al Gobierno la apertura inmediata de todos los archivos de la represión, sin haber tenido un resultado positivo. Por ello y en cumplimiento de la representación de las organizaciones querellantes, de las víctimas directas e indirectas, y haciendo nuestro el reclamo hecho por los sobrevivientes, dejamos expresamente querellado al Tribunal que se expida sobre el sentido de continuar un juicio como este, y en su caso arbitre las medidas necesarias o que considere apropiadas a fin de obtener de las autoridades políticas una solución real al conflicto planteado. Es su obligación evitar que se pierda la dimensión del genocidio acontecido. Ya sentado esto, y entrando a los hechos del imputado Christian Von Wernich, adelanto que los delitos imputados integran el plan genocida ya descripto probados con las causas 13, 44, 2251 entre otras y con referencia a los hechos atribuidos merece ser mencionado como coautor. El capellán Christian Federico Von Wernich era integrante de la Dirección de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y según la información que hemos tenido hasta ahora, fue visto y reconocido en siete de los centros clandestinos de detención que integran el circuito Camps, dependiente de tres áreas diferentes y de tres centros de la Policía Provincial. De las pruebas presentadas en el debate surge que entre septiembre de 1976 y febrero de 1978 concurrió asiduamente a la Unidad de Investigaciones de La Plata y al Centro Clandestino de Detención conocido como Puerto Vasco. En ese mismo período fue reconocido en la Comisaría 5ª de La Plata, el pozo de Quilmes, Coti Martínez y el pozo de Arana. En ese lapso temporal estuvieron detenidos en esos seis campos clandestinos 1238 compañeras y compañeros. Ahora bien, si surgiera la idea de que Von Wernich fuera solo culpable por el delito de los hechos cometidos contra aquellas personas que estuvieron detenidas en esos centros clandestinos, aun así debería haber sido acusado por 221 víctimas. Este número surge por el trabajo de investigación realizado por la asociación de detenidos desaparecidos y que fuera preparada puntillosamente por Adriana Calvo. Sin embargo, solo 42 víctimas tuvieron la fortuna de ser seleccionadas para llevar a juicio este trámite. Solo 42 casos y por consiguiente llevaron adelante la acusación. Detengámonos un momento en estos 42 casos porque 22 de esas víctimas ya fueron probadas en la causa 13, la causa 44, sustanciadas hace 22 y 21 años respectivamente. Esos fueron los casos de Héctor Ballent, Juan Destéfano, José Fernado Fanjul Mahía, Liliana Galarza, Jorge Orlando Gilbert, Juan Amadeo Gramano, Cecilia Idiart, Alberto Liberman, María Magdalena Mainer, Pablo Mainer, Ramón Miralles, Julio César Miralles, María Mercedes Molilna Galarza, Domingo Moncalvillo, María del Carmen Morettini, Juan Ramón Nazar, Osvaldo Papaleo, Rafael Perrota, Nilda Susana Salomone, Rubén Fernando Schell, Luis Guillermo Taub y Jacobo Timerman. Respecto de ella solo falta probar la participación de Christian Von Wernich en los ilícitos. Sin embargo, hoy nos encontramos con que los mismos testigos que fueron citados hace más de veinte años para demostrar que estas 22 personas fueron secuestradas, privadas de la libertad, torturadas y en algunos casos desaparecidas o sesinadas, tuvieron que declarar en el juicio exactamente con el mismo objetivo: emostrar que compartieron cautiverio con la víctima en la situación que se investigaba. Tal el caso de Jorge Allega sobreviviente de varios campos de detención clandestinos que fue citado para declarar, debió viajar desde el lugar en el que reside, o de Alcides Chiesa, con el agravante de que este último es además querellante de esta causa. Estos vinieron repitiendo una vez más lo que vienen diciendo desde hace 20 años y que la Justicia ha probado: que Schell estuvo detenido en el pozo de Quilmes y lo hizo una vez más y lo hará tantas veces como se lo pidan. Pero ambos se preguntaron y nos preguntaron, “¿solo por Schell se lo acusa?”. Lamentablemente ninguno de los dos, ni Allega ni Chiesa tuvieron la fortuna de ser seleccionados para ser caso dentro de este juicio. Allega y Chiesa compartieron celda con Rubén Schell. Los tres ocuparon exactamente dicha celda el día en que, según relató Schell, textualmente: “Un guardia dice: ‘Guarden todo, ordenen, viene el Cuervo. Vení Alemán, es con vos la cosa”. Y allí aparece Christian Von Wernich, y lo sometió, según él mismo “a la peor tortura que es que un sacerdote haga estas cosas”. Tampoco las restantes cincuenta y nueve personas que estaban detenidas y desaparecidas en el pozo de Quilmes en ese mismo período tuvieron la gracia de que a Von Wernich se le atribuya responsabilidad
alguna por esos casos. Particularmente, nos referimos a la presencia del testigo Zacarías Moutoukias ante este Tribunal. Moutoukias reside en Europa desde hace muchísimos años. Testimonió en la Conadep, y se presentó como querellante en esta causa y reiteró su declaración para precisar su acusación contra Von Wernich. Sin embargo, su caso no fue incluido en la elevación a juicio. Por ese motivo, entre otros, esta querella se opuso en varias oportunidades a la elevación a juicio en esas condiciones. El Juez de Instrucción no hizo lugar a ese pedido y así fue grabada. Escuchamos en esta Sala el relato de Moutoukias recordando cuando él y Jorge Gilbert estaban a punto de ser liberados de la Brigada de Investigaciones La Plata. En ese momento ingresa Von Wernich a la Sala y los amenaza diciendo exactamente estas palabras:”Si le damos máquina nuevamente…”. Por ese hecho Von Wernich está imputado, por la privación ilegal de la libertad. El propio testigo concluyó con su declaración con una pregunta: “¿Por qué no se lo está juzgando por mi caso, ni por el de Lidia Fernández, que aún permanece desaparecida?”. El Tribunal utilizó algunos minutos para intentar contestar una pregunta para la que no tiene respuesta. Aún no hay respuesta para esa pregunta. Yo tomo las consideraciones por las cuales entendemos que el imputado fue autor de los delitos objeto de acusación y, en definitiva, el delito de genocidio. Haremos, en primer lugar, nuestras algunas de las definiciones que hace cinco años sostuviera el fiscal Félix Crous, aquí presente; puntualmente, en la causa “Crous Félix denuncia circuito Arana”, causa número 16.015, Secretaría 1. Allí se dijo: “A todos y a cada uno de los policías que revistaron en los centros clandestinos de detención en ese tiempo funesto debe reprochárseles su contribución a la comisión de los hechos que nos ocupan, puesto que efectuaron su aporte en la custodia de los detenidos, brindando seguridad al local y para la continuidad del secuestro, tanto como para los demás aspectos del aparato de aniquilamiento, que requerían que los secuestraron permanecieran detenidos. Al ingresar en cada nuevo turno a tomar servicio a la seccional o cumplir cualquier misión que contribuyera, por mínimo que fuera el aporte, al funcionamiento del aparato de terror, han renovado la decisión de colaborar con el cumplimiento de la misión que les era asignada al funcionamiento del centro clandestino de detención, y con ello al mantenimiento, cuanto menos, de las condiciones de detención ilegal, gravísimas, tormentos en sí mismas, y en tantos casos antesala del asesinato”. “A la luz de la magnitud”, siguió sosteniendo el señor Fiscal, “los crímenes que en ese recinto se cometían, a la vista de todo quien no fuera víctima ninguna participación debe parecer banal, puesto que su significación se agiganta frente a la jerarquía de los bienes jurídicos afectados y a la intensidad de la afectación, y también por el máximo disvalor que entraña la decisión de actuar en crímenes aberrantes de lesa humanidad. Y yendo más lejos, creo que nadie que razone de buena fe a esta altura de las pacientes y minuciosas pesquisas realizadas, pueden conjeturar que quien asistieran a tan dantesco panorama, podían soslayar que esas dependencias infernales, fueran centros de exterminio, y que la muerte fuera el destino más que probable para de los cautivos. Quien haya trabajado en ese lugar, por discreto que fuera y cumpliera las funciones que cumpliese, no podía desconocer lo que sucedía”. Estas afirmaciones son extensivas y aplicables al sacerdote Christian Von Wernich. Compartimos plenamente estas consideraciones y sostenemos que cada uno de los represores, guardias, cualquier cargo que hubiera ejercido, civiles o de cualquier naturaleza, deben ser acusados y condenados como autores del genocidio.

Leer: Argentina: Alegatos de la querella unificada en el juicio a Von Wernich (II)

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