Dos canarios llegados a San Felipe y Santiago en 1729, hacen testamento veinticinco años después.
El documento, que se conserva íntegro, se convierte en un precioso y único documento de época, que mucho nos ilustra sobre usos y costumbres y hasta tics sociales de aquel Montevideo primerísimo y flamante.
El matrimonio lo componen un tal don Antonio Mendez y su esposa doña Juana Lorenzo de Villavicencio, ambos naturales de Lanzarote en las Islas Canarias, ambos analfabetos, lo que no les impidió enriquecerse grandemente en tan poco tiempo y a él desempeñar en dos oportunidades funciones en el Cabildo de Montevideo.
Conviene hacer notar que ese enriquecimiento hay que atribuirlo, por un lado, a una utilización seguramente juiciosa y sesuda de los muchos bienes que se les concedía a los primeros pobladores de Montevideo: solares urbanos, una suerte de estancia, una chacra, animales con que poblar esas tierras, herramientas, alimentación libre de costo, etcetera; pero además, ese matrimonio se estableció con comercio en Montevideo, y se ve que su explotación les resultó no poco fructífera.
El extenso testamento dedica larguísimas tiradas a enumerar los esclavos que el matrimonio lega a sus descendientes:
"Un negro llamado Tomás, de edad 40 años, tuerto del lado izquierdo.
Otro llamado Antonio, de edad 35, bueno y sano.
Un mulato criollo de edad 11 años, llamado Pedro, sano.
Un negrito criollo llamado Marcos, de 6 años, sano.
Otra negra llamada Susana, casada con un indio, de 35 años, buena y sana.
" Y seguirá la lista monótona, por páginas y páginas, mezclando esclavos con arcones, esclavas con tinajas, y de repente un juego de cuchillos de plata labrada, pero en seguida un mulato al que le faltan dos dedos.
Pero no es todo detallismo esclavista en esta nómina testamentaria.
Podemos averiguar por ejemplo, como vivían las montevideanas acomodadas en aquellos mediados del 700.
Entre cien mas, encontramos un "vestido de terciopelo azul con punta de plata, y una manta de paño morado fino con su punta de oro, y su toca bordada de realce de plata, que dejo a mi hija Rosa", puntualiza doña Juana.
O también: "Un vestido de damasco carmesí con dos galones de plata, y su manta de bayeta blanca con su cinta de oro".
Si preferimos averiguar que adornos ostentaban las montevideanas ricas, el testamento nos entera de la existencia de un anillo de rosas con las piedras de diamante; o de una sortija de oro con topacio y diamantes al lado; una cruz de oro con sus piedras de diamante: "dos pares de zarcillos de oro grandes, los unos de perlas grandes y esmaltado en negro y el otro esmaltado en verde".
O también una cadena de oro con una imagen de la Concepción y un San Benito.
En cuanto a mobiliario se legan "dos escritorios, el uno con ocho gavetas y su puerta con su llave de madera de cedro, y el otro de las mismas gavetas y genero".
Hay dos mesas, "una grande como de vara y media con su cajón de pino, y la otra de dos varas de una tabla de cedro".
Aquellas gentes usaban manteles de alemaniscos con "servilletas de lo mismo", cubiertos de plata, chocolatera, jarra de plata para agua, una salvilla con su pie y mate de plata "con su bombilla de lo mismo", doce candeleros de plata entre grandes y chicos ...
Esta detallada enumeración, de lo cual lo aquí descripto es apenas un reducido extracto, parece querernos alejar de la imagen tan difundida como tal vez inexacta en parte, de un primer Montevideo de hábitos rústicos y casi monacales, compuesto de mercaderes y labradores sin afición al lujo y la exteriorización.
Esos lujosos ropajes y esas alhajas de uso diario parecen desmentirlo.
El matrimonio legatario declara poseer una estancia entre el Tala y Santa Lucía, con cuatro mil cabezas de ganado ovejuno, 1500 vacunos, 500 yeguas, potros y caballos, once pollinos, 24 burras y dos machos, tres mulas como de tres años.
Y encima como si todo esto fuera poco son dueños de tres chacras.
Había en que fundar un legado tan extenso ...
"Boulevard Sarandí" de Milton Schinca.
(Los días de la fundación y la colonia - 1726-1805)
Anécdotas, gentes, sucesos del pasado montevideano.
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