Compañeras y compañeros, amigos, amigas: Un grupo de compañeras prisioneras políticas en los tiempos de dictadura, con quienes compartíamos sobre todo el fin de año en Punta de Rieles, el penal para presas políticas donde no se podía cantar en coro pero a fin de año eso se rompía. Todo el penal, piso por piso, iba cantando y uniendo las voces para decir: "A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en la mar".
En estos nueve días que estuve con mi compañero Raúl en Buenos Aires esperando el resultado del ADN que confirmara realmente si habíamos encontrado a Simón, pasaron por mi memoria montones de momentos vividos desde que nos separaron, desde que me separaron de Simón. Por supuesto uno de ellos, muy fuerte, fueron los años en Punta de Rieles, los años como presa política donde no podía saber qué estaba pasando en la búsqueda que realizaba mi familia en Buenos Aires. Me había tenido que conformar con un pedido de ellos que era: "Estamos haciendo todo lo posible. Confiá en nosotros pero no podemos decir" en la medida que las visitas eran custodiadas, grabadas y eso podía perjudicar la investigación que estuvieran haciendo. Sin duda las compañeras jugaron en esos años un papel de sostén fundamental para poder mantener en esa situación de clausura, de no saber nada de lo que pasaba afuera, si habían podido hallar a mi hijo, que estaban haciendo en esa búsqueda.
Pasaron también por mi memoria los momentos en que, ya en libertad, a cinco años de los hechos, en una libertad totalmente vigilada como teníamos los que salíamos de los penales en el tiempo de la dictadura, me fui acercando a esos movimientos incipientes de familiares buscando a sus hijos, sumando el esfuerzo para romper el silencio. Así fue que llegamos a los primeros datos que manejaban Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, datos que les pasaba la gente en las rondas que se hacían en la plaza los días jueves. Una abuela que habían desaparecido su hija y su nieta me habló por primera vez de un pelirrojito que una señora le había pasado en un papelito, un chiquito que había sido adoptado por una familia. Así comenzó la búsqueda en Argentina a fines de la dictadura donde junto con Mauricio, que regresó de Europa, seguimos uno y otro de los tantos datos que a esa altura llegaban por decenas, por centenas a los organismos de derechos humanos en Argentina.
Luego vino el año 86 con el dato que ubicaba a Simón en Uruguay y ahí pusimos todas nuestras fuerzas porque creímos realmente que habíamos dado con Simón. Fueron años de lucha para tratar de conseguir un ADN, una prueba para saber si definitivamente lo habíamos encontrado. Diez años que la causa estuvo en el poder judicial y no logramos esa prueba de sangre. Recién en el 2000, cuando asume el presidente Batlle, logra obtener el permiso de la familia para que se realice esa prueba y así llegamos a un resultado negativo. Quince años de espera, quince años en que no habíamos buscado.
Habíamos ganado en experiencia que nos permitió sostenernos ante un dolor tan grande de concebir que estábamos otra vez como al principio. Otros familiares habían buscado, a veces habían encontrado, habían tenido que recorrer caminos muy duros para comenzar esa otra etapa después del encuentro con quien no sabía nada de su pasado ni de sus orígenes. Estos años que vivimos en medio de este tema hizo también que encontráramos a Simón cuando éste tiene casi 26 años y nos permitió también tener casi 26 años de experiencia para encontrar, para empezar una etapa que sin duda es tanto o mucho más difícil que la búsqueda: reconstruir una relación, reconstruir un pedazo de la historia de nuestros países con quienes fueron las víctimas mayores, los niños secuestrados. Si la búsqueda es difícil, el reencuentro lo es quizá más. Comenzamos a procesar el shock que es, justamente para Simón, que recién se entera que no es hijo biológico de la familia con que vivía, que recién se entera que pertenece a un pedazo de nuestra historia pero también se entera que es parte de la historia de un país que lo está esperando. Ha sido también la lucha de este pueblo la que permitió este encuentro. Quisiera trasmitirles la esperanza en que empecemos un camino juntos con este Simón que encontramos hoy, con este Simón de 25, casi 26 años, que tiene su historia, que tiene sus sueños, que tiene su vida conformada y que está dispuesto a abrir su corazón para recibirnos y para recibir toda esta historia que sabe que lo comprende. Hoy es un día para festejar, para hacer eso que pocas veces hacemos, que es abrir el corazón y permitirnos la alegría de este encuentro y de este segundo nacimiento, que lo hicimos entre todos.
22/03/02
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