Nuevamente el gobierno se enfrenta a la disyuntiva de mantener la actual política de relacionamiento con los militares o dar señales claras con respecto a la apología del terrorismo de Estado. Samuel Blixen analiza los hechos disparados por las declaraciones del general Raúl Gloodtdofsky.
Es fácil imaginar cuáles son los criterios que aplica el general Raúl Gloodtdofsky para imponer la paz en Haití, en su calidad de segundo jefe de las fuerzas de las Naciones Unidas desplegadas en la isla caribeña, destino que ocupa desde octubre de 2006. Según Gloodtdofsky, el gobierno de Tabaré Vázquez, “marxista”, se enfrenta a las Fuerzas Armadas; la actual política de derechos humanos es “un ataque al Ejército”; la Armada Nacional ha “traicionado por segunda vez” a la fuerza de tierra, la primera cuando el golpe de Estado de 1973 y la segunda cuando admitió, en un informe a la Presidencia, haber actuado en la guerra sucia; a los periodistas que revelan secretos de la dictadura “habría que matarlos”; y la reciente compra de fragatas es “inadmisible”, porque el dinero “no sale del presupuesto de la enseñanza o la salud, sale del presupuesto del Ejército”.
Tal mentalidad pone en cuestión la función que cumple el contingente uruguayo en Haití, tras una decisión polémica del Parlamento, cuando la participación uruguaya en la misión de paz de las Naciones Unidas generó especulaciones sobre el eventual carácter de ejército de ocupación de los cascos azules que se instalaron en la isla tras el derrocamiento del presidente constitucional Jean-Bertrand Aristide en 2004. El argumento de que un protagonismo de los ejércitos latinoamericanos en el despliegue de tropas bajo bandera de la onu en Haití debilitaba la influencia imperialista estadounidense se debilita si, como queda en evidencia, los mandos militares de la fuerza internacional expresan tal apego al terrorismo de Estado que cundió por el continente. No es casualidad que, además de Gloodtdofsky, cobrara notoriedad en Haití un general chileno del entorno del dictador Augusto Pinochet, que finalmente fue repatriado, como seguramente ocurrirá con el militar uruguayo.
ENTRE FIESTAS Y COPAS.
El general de caballería ascendido en febrero de 2006 despliega su mando de segundo comandante de los cascos azules en su cuartel general de Cap Haitien, segunda ciudad de Haití. Fue allí, el 12 de octubre último, que Gloodtdofsky encabezó un acto, en ocasión del Día de la Caballería, en el que leyó un mensaje del comandante del Ejército, teniente general Jorge Rosales. Entre los asistentes se encontraban, como invitados, seis oficiales de la Armada Nacional. Tras el brindis, Gloodtdofsky se permitió exponer una serie de opiniones que molestaron profundamente a los marinos presentes. Dos de ellos informaron a su superior en Montevideo, el comandante de la Armada, Juan Fernández.
Sin embargo, el incidente recién trascendió el miércoles 24 tras un informe del noticiero Telemundo, de Canal 12. El informe reveló que “el general Gloodtdofsky acusó a la Armada y la Fuerza Aérea de haber dejado solo al Ejército en el tema de los derechos humanos. ‘Ustedes nos traicionaron una vez más. Nos dejaron solos con el tema de los desaparecidos, pero esta vez se las vamos a cobrar’, dijo el militar, dirigiéndose a seis oficiales de la Armada que presenciaban el acto, según informaron las fuentes. En el mismo sentido, también aseguró que el Ejército ‘está solo enfrentando a este gobierno’. El general criticó la compra de dos nuevas fragatas por parte de la Armada y sostuvo que con el costo de ambas se hubiera actualizado el armamento del Ejército. Además, criticó a los altos oficiales de la Armada que concurren a Haití por hospedarse en hoteles, en lugar de en la Casa Uruguay, centro del Ejército en Puerto Príncipe. El alto oficial del Ejército también cuestionó el hundimiento en el año 2000 del barreminas Valiente, frente a Rocha, producto de un choque con un carguero, accidente en el que murieron 11 personas. El general dijo que el hecho era producto de la actuación de ‘incapaces’ y acusó a la Marina de haber hecho navegar el barco ‘sin suficiente entrenamiento de los marinos’. Uno de los oficiales de la Armada pidió a Gloodtdofsky que se retractara, a lo que se negó, afirmando que ningún capitán haría callar a un general del Ejército”.
Una información complementaria fue difundida por el programa Formato Revista, de radio fm Gente de Maldonado, que citó pasajes del informe recibido en el comando de la Marina. Según el programa, uno de los marinos presentes en la reunión de Cap Haitien asegura que “Gloodtdofsky estaba alcoholizado”. El alcohol, sin embargo, no sería una coartada para un exabrupto excepcional: el general no solía reprimirse en sus opiniones y, sobrio o no, exponía sus puntos de vista ante sus interlocutores. Según confió a BRECHA una fuente calificada, el general Gloodtdofsky se permitió, durante un almuerzo en Puerto Príncipe, reiterar sus apreciaciones sobre la “traición de la Fuerza Aérea” cuando ésta confirmó, en su informe al presidente Vázquez, la existencia del llamado “segundo vuelo”. “A Roger Rodríguez si lo encuentro lo mato. Es un cobarde que se escuda detrás del carné”, habría asegurado Gloodt-dofsky. El periodista Roger Rodríguez fue el primero en dar detalles, en La República, sobre el traslado en un avión militar de una veintena de prisioneros políticos uruguayos secuestrados en Buenos Aires y que desaparecieron definitivamente en Uruguay a fines de 1976 o comienzos de 1977. A pesar de la confesión de las Fuerzas Aérea, el comando del Ejército aún no ha confirmado qué pasó con esos detenidos y ni siquiera ha proporcionado las identidades de esos desa-parecidos.
UN MILITAR PIOLA.
El coronel Raúl Gloodtdofsky se desempeñaba como jefe del estado mayor personal del comandante del Ejército Ángel Bertolotti cuando el gobierno de Vázquez ordenó al Ejército reunir información sobre el destino de los desaparecidos durante la dictadura. Anteriormente, Gloodtdofsky había sido segundo comandante de la División de Ejército III cuando Bertolotti estaba a su frente, y se había desempeñado como agregado militar en la delegación permanente en la embajada de nuestro país ante la onu en 2001. Fue, junto con los generales Pedro Barneix y Carlos Díaz, designado por el general Bertolotti como encargado de obtener la información requerida por Presidencia. No era difícil identificar a las posibles fuentes: en el estado mayor personal del comandante trabajaba el coronel Gilberto Vázquez, hoy procesado. En su época de teniente, además, Gloodtdofsky ostentaba méritos en el círculo de los “gorilas”: en la madrugada del 27 de junio de 1973, cuando la disolución de las cámaras, entró en el Palacio Legislativo por la puerta de General Flores comandando un pelotón.
Los intensos contactos con Presidencia, y en especial con el secretario Gonzalo Fernández a propósito de la investigación sobre derechos humanos, facilitó la designación de Gloodtdofsky en la Casa Militar. Cuando la justicia ordenó las excavaciones en los batallones 13 y 14, y en la chacra de Pando que pertenecía a la Fuerza Aérea, Gloodtdofsky fue el responsable de la supervisión de los trabajos. Según consta en expedientes judiciales, Gloodtdofsky ejerció una “marcación hombre a hombre” sobre los civiles que realizaban las excavaciones y desplegaba una sutil presión; llegó incluso a cambiar de lugar los mojones y banderillas que marcaban los puntos donde se estaba trabajando.
Fue el entonces coronel de Caballería quien informó a Fernández sobre el resultado de las investigaciones entre oficiales del Ejército para la ubicación de los restos de María Claudia García de Gelman, enterrada en los predios del Batallón 13. La información impulsó al presidente Vázquez a asegurar que existía un 99 por ciento de probabilidad de ubicar los restos, y al comandante Bertolotti a mostrarle a Macarena Gelman el lugar preciso: “Aquí, a 80 centímetros de profundidad, están los restos de tu madre”, le dijo Bertolotti a Macarena.
La inexactitud de la información no impidió que en febrero de 2006 el presidente Vázquez sugiriera al Parlamento el ascenso de Gloodtdofsky a general y su posterior designación como comandante de las tropas uruguayas en Haití. La sospecha de que la información sobre María Claudia fue deliberadamente manipulada impulsó al juez penal Luis Charles y a la fiscal Mirtha Guianze a indagar el episodio en las actuaciones judiciales sobre el segundo vuelo. Interrogado, Gloodtdofsky declaró que el dato se lo había proporcionado el general Carlos Díaz, quien después fuera comandante del Ejército. Según Gloodtdofsky, Díaz afirmó: “Los restos están ahí”. Sin embargo, interrogado por el juez y la fiscal, Díaz aclaró que él dijo: “Los restos estarían ahí”. La justicia no pudo realizar un careo entre ambos militares.
CONFIANZA DESMEDIDA.
Es de suponer que el presidente Vázquez no tenía una clara noción de hasta dónde llegaba la identificación del general Gloodtdofsky con la dictadura y con el pacto de silencio que aún está vigente en el Ejército. Sus comentarios en Haití, imprevisibles, por cierto, provocaron, sin embargo, una crisis interna en el gobierno y las Fuerzas Armadas, y una delicada situación en el plano externo. La ministra de Defensa, Azucena Berrutti, se entertó de los dichos del general Gloodtdofsky a partir del informe de Canal 12. Hasta entonces el comandante de la Marina, Juan Fernández, había omitido informar a su superior sobre las denuncias de los marinos apostados en Haití.
De todas formas, la ministra actuó con celeridad. Convocó a su despacho a los comandantes de la Marina y del Ejército y les ordenó iniciar diligencias sumarias con carácter urugente. Simultáneamente dispuso el traslado a Montevideo de Gloodtdofsky. El militar llegó a fines de la semana anterior y el martes 30 se hizo presente en la sede del ministerio; el día anterior mantuvo una entrevista con el comandante Rosales. Para entonces se había dispuesto que Gloodtdofsky respondiera a un cuestionario. Su versión de los hechos fue recibida por un funcionario de la sección Jurídica del ministerio. Aunque se mantiene una estricta reserva, trascendió que Gloodtdofsky negó la mayor parte de las afirmaciones que se le atribuyeron, en especial sobre la “traición” de la Marina y sobre el “enfrentamiento” del Ejército con “este gobierno marxista”. Admitió solamente haber formulado comentarios sobre la compra de las fragatas. Habría restado trascendencia a los hechos afirmando que no se trató de un “acto” sino de una reunión informal.
Las diferentes versiones impulsaron al comandante de la Armada a disponer el traslado de un oficial instructor a Haití, donde interrogará a los marinos que efectuaron las denuncias. Gerardo Cabot llegaba hoy, viernes, a Puerto Príncipe. Recién después de que se obtengan las explicaciones de los oficiales de la Armada, el Poder Ejecutivo adoptará una resolución sobre el incidente. El tema será tratado el próximo lunes por la ministra Berrutti con el presidente Vázquez y probablemente será analizado en la reunión del Consejo de Ministros. La doctora Berrutti no dudó en calificar de “grave” el incidente, en especial por la situación que se plantea en la misión de las Naciones Unidas. El subsecretario de la cartera, José Bayardi, explicó a la prensa que el gobierno puede tomar medidas de sanción, independientemente de las que pueda tramitar el comando del Ejército. Es posible que el comando disponga un arresto disciplinario y la formación de un tribunal de honor, pero el teniente general Rosales, quien dijo no compartir las apreciaciones del general Gloodtdofsky sobre el gobierno, descartó en principio que el incidente pudiera obligar al relevo del general como segundo comandante de los cascos azules en Haití.
No es ésta la primera vez que el gobierno se topa con incidentes protagonizados por militares designados en el exterior. Durante un viaje a Nueva York, en 2005, el presidente Vázquez notó que en el despacho del agregado militar de la embajada de Uruguay en las Naciones Unidas, junto a un póster turístico, había una foto de los cuatro soldados muertos tras un operativo de los tupamaros en 1972. El presidente pidió al embajador Alejandro Artuccio que se quitara la fotografía, y así lo ordenó el embajador al coronel Álvaro Picabea. El tema fue discutido por Vázquez con el entonces comandante Bertolotti, quien emitió una circular. La foto, sin embargo, no fue retirada por Picabea sino colocada en un lugar menos visible de su despacho. El embajador Artuccio reiteró la orden y el militar adujo que había interpretado erróneamente la circular de su superior. El incidente quedó concluido tras una segunda conversación del presidente con el comandante del Ejército, pero quedó la sensación de que Picabea –quien había reivindicado el derecho a “honrar a nuestros muertos”– había cometido una “picardía”. El coronel había revistado anteriormente en los cuadros de mando de las fuerzas uruguayas en el Congo.
Otro incidente menor tuvo, sin embargo, consecuencias mayores: el coronel Ruben Yáñez, ex edecán del presidente Vázquez, fue arrestado a rigor y destituido de su cargo de agregado militar en la embajada uruguaya en Madrid, a fines de julio último, después de que se comprobara que, por error, había enviado a un allegado del presidente un mail con contenido pornográfico. Si en este caso hubo una fulminante sanción –como la hubo cuando el entonces comandante del Ejército Carlos Díaz fue relevado después de haberse reunido, sin autorización previa, con el ex presidente Julio María Sanguinetti y el ex ministro de Defensa Yamandú Fau “para intercambiar opiniones sobre temas de actualidad en conversaciones informales”–, es lícita la especulación de que apreciaciones sobre las políticas del gobierno tendrán el mismo desenlace. Sin embargo, no necesariamente sería así: el jefe del Ejército, teniente general Rosales, fue simplemente “observado” por la ministra Berrutti, en mayo último, por sostener en su discurso del Día del Ejército que la institución “no quiere ser juzgada por eventuales acciones individuales incorrectas desarrolladas por algunos de sus integrantes”, así como que el Ejército “no acepta ni quiere ser rehén de las extemporáneas y parcializadas interpretaciones históricas que sobre su accionar pretenden algunos reivindicar, olvidando que las mismas respondieron a la acción de aquellos sectores de la sociedad que intentaron derrocar a gobiernos democráticos a través de las armas”. El pensamiento de Rosales no está lejano del pensamiento de Gloodtdofsky, aunque los estilos sean diferentes.
Brecha
Samuel Blixen
02/11/07
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