En junio de 1999, el poeta argentino Juan Gelman solicitó al entonces presidente de la República, Juan María Sanguinetti, la ayuda del Estado uruguayo para dar con el paradero de su nieta, nacida en cautiverio en nuestro país tras haber sido secuestrada en Argentina en un operativo del Plan Cóndor. Luego de varios meses sin recibir ninguna noticia, Gelman hizo pública la situación, y ello motivó una carta abierta del presidente Sanguinetti.
En ella, el hoy senador del Partido Colorado dice entre otras mentiras: "Hemos examinado todas esas copiosas actuaciones sin que aparezca algún indicio adicional sobre su nuera. Se ha ido más allá, pero sin resultado alguno, estimándose en principio que su nuera (María Claudia) no fue traída a Uruguay." Sin embargo, pocos meses después, Gelman encontró a su nieta (María Macarena) en la casa de un oficial de inteligencia policial íntimo amigo de Sanguinetti que la había anotado como propia. En momentos en que todo indica que se ha encontrado la tumba donde fue enterrada la madre de Macarena, vale la pena volver a leer la carta en cuestión. Héla aquí:
"Montevideo, 5 de noviembre de 1999
Sr. Juan Gelman
Presente
De mi consideración:
En junio de este año recibí del Secretario de la Presidencia de la República, doctor Elías Bluth, su pedido de ayuda. Como él le informó, lo tomé con todo el respeto y el interés humano con que se puede acoger un pedido de esta naturaleza. Usted manifestó entonces que su única preocupación era recuperar a su nieto, evitando que la difusión pública del caso pudiera frustrar el esfuerzo.
Es así que requerí se realizara una discreta averiguación sobre la posibilidad de que -como señala su denuncia- su nuera, capturada en Argentina, hubiera sido conducida a Uruguay. Y obviamente, sobre el eventual paradero de un nieto suyo que pudiera haber nacido aquí, en tiempos del gobierno de facto. En territorio uruguayo no se han denunciado casos de pérdida de identidad de menores como los que han ocurrido en Argentina.
Los menores hijos de uruguayos que se han denunciado en esta situación han sido todos ellos víctimas de circunstancias que tuvieron su escenario en territorio argentino. El caso de su nuera sería, entonces, una completa excepción. Dispuse esa discreta averiguación en base a las indicaciones que usted hizo.
Hasta el 10 de octubre, momento en que usted hizo público en el Uruguay y en el exterior su gestión ante mí, no había surgido ningún dato que permitiera confirmar la presencia de su nuera en el país. Pese a que el tema de los ciudadanos que fueron traídos a Uruguay desde Automotora Orletti ha sido exhaustivamente ventilado en varias ocasiones, tanto por la Comisión Investigadora del Parlamento como en tribunales civiles, en los que se decidió pagar indemnizaciones de centenares de miles de dólares a varias de las personas que sufrieron esa situación y traslado.
Hemos examinado todas esas copiosas actuaciones sin que aparezca algún indicio adicional sobre su nuera. Se ha ido más allá, pero sin resultado alguno, estimándose en principio que su nuera no fue traída a Uruguay. Estamos hablando de hechos ocurridos hace 24 años. Quienes eventualmente podrían brindar algún dato fidedigno son personas que en su inmensa mayoría ya no están sometidas a jerarquía militar ni a la autoridad del Estado uruguayo. Y que en muchos casos murieron o son ancianos.
No existen sobre estos temas nuevos registros en los que sea posible buscar, como lo intentamos en los archivos del Hospital Militar, sin lograr ningún resultado. Puedo tener el mejor ánimo, pero ni yo ni nadie en el mundo tiene la capacidad de milagro de aclarar algo tan difícil con sólo una orden. Ninguna investigación formal -como la que se hizo en aplicación del Artículo 4º de nuestra Ley de Caducidad- arrojó resultados positivos. En un plano más general -relacionado con los treinta y tantos desaparecidos que hubo en territorio uruguayo- un obispo ofreció hace algunos meses la oportunidad de que una aclaración tuviera el amparo de la tradición eclesiástica del "secreto de confesión". Tampoco esa oferta arrojó resultados.
En lo personal, sintiendo con una profunda convicción que uno de los más grandes aportes que he intentado hacer en mi vida política ha sido pacificar el país y restañar todas las heridas de la violencia política que pudieran restañarse, deseo fervientemente que llegue algún día en que los familiares de las víctimas encuentren la información que reclaman y se dé un paso más para cerrar este triste capítulo de nuestra historia.
En resumen, señor, con toda buena fe he intentado ayudarle en su búsqueda. Y el resultado ha sido que, en plena campaña electoral, usted alimentó hasta el cansancio un esfuerzo para presentarme como indiferente o insensible a reclamos humanitarios. Con eso usted no le ha hecho nada a quienes le arrebataron a su nieto, se ha alejado de la meta ansiada y en cambio le ha hecho daño a un demócrata, a alguien que por muchos años se ha esforzado por reparar los daños que la violencia política causó en Uruguay.
En 1976, cuando presuntamente ocurrieron los hechos que usted denuncia, yo era un político proscrito, privado de todos mis derechos y un periodista que tenía prohibido escribir, y se ganaba la vida como podía. Espero que la vida le devuelva a su nieto lo antes posible. Se lo dice alguien que jamás le hizo daño a usted o a su familia, se lo dice alguien que jamás empuñó un arma para imponerle a alguien sus propias ideas y que jamás practicó ningún modo de la violencia política. Se lo dice alguien que ha jugado todo lo que es para garantizarle paz a un país que así lo ha reconocido llevándole dos veces a la Presidencia de la República.
Después de 24 años sin reclamar nada a una autoridad uruguaya, usted me dio 129 días para intentar ayudarle, pidió un milagro y cerró el plazo 20 días antes de unas apasionadas elecciones, en que el tema se ha explotado hasta el cansancio, cercenando cualquier posibilidad que hubiera de encontrar alguna discreta noticia o confesión. Sepa, simplemente, que intenté ayudarle. Y que si está a mi alcance no dejaré de hacerlo, pese a todo.
Le saluda
Julio María Sanguinetti".
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