Montevideo era tan pobre en sus comienzos, que resultaba imposible aplicarle impuestos a sus pobladores, por mas que hacía falta encarar obras de interés general.
Así, a cuatro años de fundada nuestra ciudad, se resuelve edificar un hospicio, el de San Francisco, que atenderían dos sacerdotes y dos legos.
Pero como el flamante poblado aun no generaba recursos propios, y sus habitantes vivían en la pobreza, se decidió no aplicar impuestos obligatorios y si solicitar la contribución voluntaria de los vecinos, que así se llamaba a nuestros primeros pobladores en esa época.
Reunieron a los vecinos en la capilla del Fuerte, y allí, sin obligar a nadie, se pidió que quienes pudieran hacerlo, donaran alguna contribución.
No fue mucho lo obtenido, a decir verdad.
Jorge Burgues, a pesar del mayor compromiso que suponía su condición de cabildante, se anotó con cuatro fanegas de trigo, cuatro reses y cuatro carretadas de leña, pero anuales.
Un poco mas generoso se mostró otro cabildante, don José de Melo, quien prometió contribuir con igual cantidad de fanegas de trigo, 6 carretadas de leña y 12 reses.
En cambio Cayetano de Herrera no fue mas allá de una fanega de trigo.
Y así otros.
Pero hubo otros que manifestaron "no quiero" o "no puedo".
Los frailes franciscanos, a pesar de la cortedad de los aportes, agradecieron lo mismo la buena voluntad del vecindario, y el hospicio llegó a fundarse.
A lo largo de esos primeros y penosos años montevideanos, se intentó aplicar varias veces el sistema de impuestos voluntarios, pero nunca los resultados fueron demasiado "gratificantes", como se dice ahora.
Y como era fácil de vaticinar.
"Boulevard Sarandí" de Milton Schinca.
(Los días de la fundación y la colonia - 1726-1805)
Anécdotas, gentes, sucesos del pasado montevideano.
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