En marzo de 2005, poco después de que Arocena abandonase el palacete municipal, la Justicia comenzó a recibir resultados de investigaciones efectuadas por la Junta Departamental de Florida.
Denuncias previas de ediles y sindicalistas marcaban irregularidades administrativas tales como compras abultadas a determinadas empresas, especialmente algunas totalmente desconocidas en un pequeño medio como el floridense. Una investigación periodística permitió conocer la génesis de una de ellas, una barraca con el sugerente nombre de El Telón, cuyo titular, un joven carrero de una familia con apremios económicos, desconocía su calidad de próspero empresario, principal de una firma que le vendió materiales y servicios por más de 100 mil dólares en un período menor a los dos años. El 100% de las ventas de esta barraca se realizaron al gobierno departamental.
El mismo día de publicada la investigación, el 9 de noviembre de 2004, a instancias del edil nacionalista Jesús Bentancor la Junta Departamental formó una comisión investigadora que reafirmó y profundizó en documentos hallados las irregularidades de los negocios entre la Intendencia y El Telón, como ser facturas manejadas desde reparticiones de la comuna, boletas sin fecha, errores en la correlatividad de las libretas, precios inflados hasta en un 100%, trabajos pagos sin que se hayan realizado (ejecutados recién durante la investigación, un año más tarde), argumentándose desde el entorno del intendente Arocena que ello obedecía "simplemente a que esta empresa cobra antes", tal como arguyó en la comisión investigadora el entonces secretario privado de Arocena y hoy diputado Carlos Enciso. Ninguna autoridad municipal ni encargado de división supo decir en ese ámbito dónde estaba esa barraca ni quién fue el encargado de negociar con ella. Sí quedó claro, no obstante, que esta empresa nunca participó de un llamado a precios ni de una sola licitación.
Todo lo recabado por la comisión investigadora fue elevado a la Justicia, previo pedido al Tribunal de Cuentas de auditar la Intendencia de Florida. Con la clara intención de redoblar la apuesta y dar una señal de 'nada que esconder' el intendente suplente de Arocena, Carlos Arrillaga, pidió también una auditoría a la consultora privada Stavors Moyal. Los resultados, tenía claro, estarían luego del 8 de mayo, pasadas las elecciones municipales. De hecho fue así. No obstante ello fue el candidato por el Frente Amplio Juan Francisco Giachetto, por un apretado margen, el que se quedó con el sillón comunal. Apenas ingresó, pidió una auditoría más, esta vez a la Auditoría Interna de la Nación.
Meses más tarde los informes de cada una de las tres auditorías subrayaron puntos similares: sólo el 10% de las compras se efectuaba por Abastecimiento, concentrándose el 90% muy especialmente en el entorno del intendente; Una lista interminable de vales de adelanto de dinero y comprobantes pendientes de descargo se mantenían sin ser cancelados por un tiempo mayor a los dos meses que establece como plazo el TOCAF (en algunos casos vales emitidos uno o dos años antes); Fraccionamiento de gasto para comprar artículos de un mismo grupo por montos mayores a los topeados por el TOCAF.
A fines de 2005 la Junta Departamental envió a la Justicia los informes de las auditorías para que se anexaran al expediente abierto en marzo del mismo año con los resultados de la investigación sobre los negociados de la IMF con El Telón y otras empresas.
En el transcurso del año 2006 desde el despacho de Giachetto siguieron mandándose a la sede penal nuevos elementos que surgían de investigaciones internas sobre hechos de la anterior gestión, como la espuria reparación de un camión Mercedes Benz que, según el encargado de Talleres de la IMF, bien podía efectuarse en la propia comuna. El arreglo fue tasado en 11 mil pesos por quien reparó el vehículo, pero la boleta que presentó a pedido de un allegado a Arocena, perteneciente a un taller fantasma bajo la titularidad de un floridense que se encuentra fuera del país, indicaba que por el arreglo se pagarían 43 mil pesos.
"Una falta administrativa -explicó una calificada fuente judicial a Voces- no necesariamente representa un delito. No obstante ello -apuntó- la reiteración de éstas y la comprobación de que ha sido estructurado un sistema que opera rutinariamente con faltas, pueden tornarlo un delito".
El viernes 15, cuando la lista 62 que lidera Arocena se preparaba para despedir el año en una fiesta con sus adherentes, la jueza Julia Staricco dictó el procesamiento de Arocena por 'reiteración de delito de abuso innominado de funciones', que lo puede inhabilitar de la función pública por cinco años y encarcelar por dos, quedando recluido en su domicilio al ser beneficiado por la ley de humanización del sistema carcelario al ser mayor de 71 años.
El auto de procesamiento del ex intendente también marca "falsificación ideológica de documento" por el caso de la reparación del camión, por el cual también fue procesado Víctor Giúdice (43), un funcionario ingresado durante la administración blanca y cesado por la frenteamplista.
Según la fuente consultada por Voces, "el caso no se termina acá", aguardándose la posibilidad de nuevos procesamientos.
Marchó el intendente
BRAULIO TIENE veintialgo y el cuerpo ya bastante curtido. En su casa trabajan ni bien terminan la escuela, aunque no tanto así las hermanas. Entre todos son una decena, de la edad que se pida, y como no son pocos, ahora se viene uno más.
A Braulio lo saqué apurado una vez y le pregunté su segundo nombre, y medio como que dudó. Cuando le tiré la opción que tenía me miró unos segundos y me dijo que sí, que también se llama Daniel.
Noté que no asimiló por completo lo que le expliqué en aquel momento, de su empresa, toda de él, con su nombre y su dirección, ni que le había vendido materiales y tareas por más de cien mil dólares a la Intendencia de Florida en menos de dos años. Tampoco debe haber entendido mucho cuando en una barraca a la que le llevaba arena y pedregullo con su carro y su caballo le ofrecieron 'ponerlo en caja', según lo que me contó. Igual así, sin entender demasiado, firmó todos los papeles del BPS y de la DGI que le pusieron en sus narices. Deduzco yo que eran del BPS y de la DGI, porque él -según comentó- nunca supo bien qué firmaba.
Cuando la comarca toda supo de la Intendencia y sus negociados con la barraca El Telón, propiedad de Braulio, se alborotó el avispero. Tal vez ahí su familia entendió, más o menos, lo que había pasado. La madre lloró en la radio esa mañana y, para tratar de aclarar los tantos, él llegó un par de días más tarde de bastante lejos (que es lo que quedan las tierras olimareñas de las del Santa Lucía chico cuando uno trabaja en zonas rurales), porque andaba electrificando con una empresa que por ese entonces le servía más que acarrear arena y pedregullo. No vaya a ser cosa que los vecinos creyeran que él andaba en algo malo, y menos que menos en una barraca, justo ellos, que por cisterna tenían la mitad de un tanque de doscientos litros con un balde dentro, carentes las paredes de cualquier revestimiento, carentes los caños de cualquier grifería, carentes ellos todos, pero eso sí: "trabajadores, muy trabajadores", tal como enfatizó su madre minuto por medio el día que fui a hablar con ella.
Esa misma mañana, casi al mediodía, cayó un abogado a ofrecerse, y por lo que supe lo aceptaron. Aunque en la negociación con la otra parte este profesional estuvo de la otra, y un colega que suele trabajar junto a él defendió a Braulio. De todos modos Braulio no sabía el nombre de ninguno de los dos. Sólo supo que 'él (la otra parte) estaba con un abogado, y el otro estaba conmigo'. La negociación se cerró en tres mil dólares: mil quinientos en billetes y los otros mil quinientos en materiales que a la familia de Braulio le venían como anillo al dedo en ese entonces, porque en un par de meses tenían que dejar la casa que habitaban: los estaban desalojando.
A cambio de los tres mil dólares, Braulio se llamaría a silencio, me contó él mismo.
El día que se alborotó la comarca en la Junta de Florida empezaron a investigar la empresa de Braulio, sabiendo que de éste sólo tenía el nombre. Notaron que había facturas rarísimas, cosas que se habían pagado pero que no se habían hecho, libretas de la empresa manejadas desde algunas reparticiones de la intendencia, precios que duplicaban los de plaza y, como dicen en anuncios de los remates domingueros, 'un sin fin de lotes más imposibles de detallar'. Los ediles vieron que no sólo con El Telón venía la cosa, sino también con otras empresas. Todo lo investigado fue llevado como un fardo a la Justicia, y de paso le pidieron al Tribunal de Cuentas que husmeara en las compras pasadas. A esa auditoría le agregaron otras dos, y los resultados también se los alcanzaron al juez. Decían cosas como que de cada cien compras que hacía la intendencia sólo diez pasaban por donde tenían que pasar. Las noventa restantes se hacían por otros canales, muy especialmente los sintonizados por los más allegados al intendente.
El intendente que vino también encontró algunos detalles no menores, como la reparación de un camión que podía arreglarse en la Intendencia pero que se recompuso en una empresa que cobraba 11 mil por hacerlo, pero como no tenía boletas un municipal allegado al intendente anterior (tanto que el éste le consiguió trabajo) apareció con una libreta de otro taller, que nadie conocía, y arregló el paquete por 43 mil pesos. Porque de última uno hace el trabajo pero el que consigue la boleta es el otro, y eso se cotiza. Aunque esto nada tiene que ver con la barraca de Braulio.
Durante dos años la comarca habló del tema, pero nunca como cuando se enteró, hace unos días, que el ex intendente fue en cana, a la casa, pero en cana al fin, por 'reiteración del ilícito de abuso innominado de funciones', cosa que no tiene nombre, pudiéndosele llamar de tantos modos.
Según dice Abdón Miraballes en El Heraldo de ayer, "esto recién empieza", y eso que tiene dos años de idas y vueltas, y más vueltas.
La comarca habla más que nunca del caso. En todos lados se especula, se analiza y se diserta sobre el procesamiento del ex intendente.
No sé si Braulio estará muy al tanto. Lo único que sé de él es que volvió al carro y al caballo y que cada día le da más duro al laburo porque dentro de poco la familia se agranda, y dios quiera que sea gurí.
Emilio Martínez Muracciole
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