El parlamento rosadito de entonces, del llamado “gobierno rabanito” (colorado por fuera pero blanco por dentro) empezó a desertar, apagaron la luz y se fueron a sus casas sabiendo que el decreto de disolución de las cámaras estaba ya firmado. Huyeron de a uno en uno, se fueron a refugiar de su cobardía o a conspirar el próximo lugar en el poder. Unos pocos solamente quedaron tratando de frenar lo que se ponía en marcha. Día de duelo nacional.
Empezaba la oscuridad y el “vía libre” para el terrorismo de estado con cómplices invisibles y poderosos. La Suiza de América perdía la inocencia y se transformaba, por obra y arte de unos pocos, en la cuna del terrorismo legal y oficial en estas tierras del sur, por no decir el culo del mundo.
La primera de las mentiras fue la defensa del nuevo estado legal, el ministro del interior, se extendió en la explicación de que “no era lo que era” enarbolando los decretos reglamentarios direccionadores “desde” y “hacia” la verdad oficial.
Tal nivel de absurdo generó la síntesis brillante del querido semanario “Marcha” que, reprodujo en portada los decretos titulando: “No es Dictadura”.
También fueron mentiras las excusas de la violencia y el peligro de “la subversión”. Gracias a la información “de inteligencia” obtenida con la tortura y la traición de algunos, los “terroristas legales” ya habían llegado a todas las armas y municiones, encontrado cuanto local clandestino había, incluyendo las “cárceles del pueblo”, hospitales, laboratorios y centros de entrenamiento. A eso se le debe agregar que en los primeros 9 meses del año 72, las acciones represivas contra el MLN generaron la muerte de 35 tupamaros en combate o por torturas, más de 3.500 detenidos sospechosos de serlo y se estima en unos 800 que pudieron irse y encontrar refugio en el exterior. Los militares habían asumido el control de las operaciones Antisubversivas en septiembre de 1971 y venían planificando este golpe con la complicidad y el consentimiento de los poderes económicos, la línea del neoliberalismo se agazapaba en el manejo de la información a través de sus comunicados de guerra en la famosa ’cadena’ que sería la única vía de desinformación aceptada.
1972 fue “El año de la furia” como lo calificó Chifflet en editorial de “Marcha”, año nefasto para la izquierda uruguaya, el MLN como estructura de combate había sido diezmado, la tortura institucionalizada y el silencio se hizo cómplice.
La fecha oficial fue el 27 de junio pero el golpe empezó antes, el 9 de febrero de 1973 los militares dieron la primera señal con sus famosos comunicados 4 y 7 imponiendo su participación en el gobierno mediante la creación del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA). El Parlamento también allí guardó silencio. Bordaberry declaró entonces: ’... con 5 mil muertos arreglo el país’.
Recordaba H.Cores en Brecha (junio 2003): “…después otros, desde un liberalismo político al que no le faltó luego pasión, aceptaron e hicieron posible una ley de seguridad del Estado que ponía en manos de los militares la investigación, la captura, el interrogatorio, la acusación, la defensa y la sentencia a los acusados por delitos políticos. Ah, y también el confinamiento de los condenados… miles de personas quedaron expuestas a un sistema arbitrario, vengativo e irracional... A partir de abril de 1972 el miedo se fue extendiendo por el país. Un miedo sordo, que provocó silencios demasiado largos. Algunos duran hasta el presente… se instaló un experimento institucional novedoso: el terrorismo de Estado. Por esto laboraron no sólo los militares. La mayoría de los dirigentes colorados, buena parte de los blancos y también la mayoría de los empresarios agrupados en las cámaras que, así como lo habían hecho cuando Pacheco impuso las medidas de seguridad, formaron fila para saludar a los militares cuando el golpe de junio de 1973… en el Parlamento la izquierda, con una representación que era la mitad de la actual, dio batallas ejemplares. Durante meses las intervenciones de Zelmar Michelini, Enrique Erro, Rodney Arismendi, Enrique Rodríguez, Juan Pablo Terra, Vivian Trías, para nombrar apenas a los más activos, fueron la única forma de dar a conocer denuncias sobre los graves atropellos a que se estaba sometiendo a una parte de la población. El objetivo declarado de las acciones represivas eran las organizaciones subversivas…”.
Es lamentablemente cierto, hubiéramos debido ser mucho más eficaces en la denuncias de las torturas aplicadas a los presos políticos en ese momento, en la defensa férrea de los derechos humanos, un cuasi silencio que permitió el crecimiento de la teoría de los ’dos demonios’ justificando esos accionares y que se enquistó en el pensamiento popular hasta hoy día, como base sustantiva de la represión y del golpe de estado.
Pocos defendiendo la legalidad y los derechos, muchos conspirando, muchos que aún siguen estando en las vidrieras televisivas y tienen el descaro de dictar cátedras de demócratas, es fácil hablar desde la desmemoria que se encargaron de sembrar desde las escuelas. La desmemoria y el miedo que posibilitó años después el chantaje con forma de plebiscito para la impunidad de los delitos más aberrantes, ley tramposa y vergonzante de impunidad que hoy sigue vigente, amparando bajo ese paraguas a los genocidas con la tolerancia de los conversos progresistas hoy gobernantes.
Mentiras y traiciones sembraron e hicieron posible el oscurantismo del 73 hasta acá, se les lavó la cabeza a las generaciones venideras y a los votantes que subsistieron del sorprendente 30,2% al incipiente FA en el 71, se los silenció por el miedo y el hambre.
Treinta y tres años después, aún sufrimos las consecuencias de la dantesca operación represiva que, política e ideológicamente, se desató sobre nuestro pueblo. Miles de presos y torturados, de expatriados y refugiados, destituidos y perseguidos, la destrucción y decadencia de un sistema educativo que había llevado décadas construir y era orgullo de la identidad nacional, el saqueo de los derechos de los trabajadores y por si fuera poco, los desaparecidos como testigos mudos y silenciosos del horror y la mugre que nos tuteló.
Le debemos agradecer también a estos años de plomo la vida de un centenar de compatriotas que desarmados defendían la democracia, más de cinco mil presos políticos y otro tantos de exiliados, la deuda externa multiplicada por seis, el impuesto a los sueldos y el haber abierto el camino al capital financiero internacional, a los buitres financieros del mundo sobre un pueblo hambreado agotado de pelear y sangrar.
En buen romance; agradecer a los golpistas y dictadores la apertura al camino del neoliberalismo globalizado, principio ideológico rector de las dictaduras de ese tiempo, como también lo fue en Argentina y Chile, contemporáneamente y en un plan único.
El objetivo era frenar el avance de las izquierdas latinoamericanas, evitar la liberación de los pueblos oprimidos y cansados, impedir el crecimiento y la independencia económica. El objetivo fue y sigue siendo establecer las bases de modelos económicos contrarios a los intereses nacionales. Lo peor es que hasta aquí lo han logrado.
Porque de eso se trató el golpe, de abrir y facilitarle la puerta al capital económico mundial, a las corporaciones y megamierdas transnacionales, a la exacción de la tierra, el agua y los privilegios naturales que nos han tocado en suerte, a la pérdida de la dignidad del trabajo, a considerar natural lo evitable, a pensar lo legítimo como imposible, lo respetable como perdido y la esperanza como estupidez digna de burla.
Es por ello que hoy debemos pensar este día de duelo como una señal recordatoria de nuestra tarea pendiente para definir nuestro camino, apostar a que la verdad siempre es más fuerte que el silencio y el ocultamiento premeditado.
Que nuestros gobernantes recuerden alguna vez y en serio a nuestro padre Artigas y lo pongan en práctica, desde su ideario, sin recitarlo cagados de risa.
Que recuerden que están donde están porque nosotros estamos donde estamos y los llevamos allí, que su autoridad emana de nosotros y que ella cesa ante nuestra presencia soberana.
Que bien decía el poeta: “La patria, la de Artigas, la tendremos que hallar…”
Que se bajen de esa soberbia iluminada y recuerden a todos los que quedaron en el camino, anónima y silenciosamente, en tumbas sin nombre.
Que el golpe del 73 fue posible solo por las mentiras, los silencios, las traiciones, los miedos y que es hora ya de resolverlo.
Que no aceptamos que continúen esos logros, que no haya más continuidad económica, ni tácita ni explicitada por pensamiento liberal alguno.
Que sepan que defender y justificar la continuidad hoy es una traición, evidencia y admisión de mentiras preelectorales, que tener “valores” no es igual a “tener precio”.
Que no podrán impedir un destino mejor para nuestra patria, que no tenemos mucho más para perder que nuestra vergüenza y dignidad.
Que nuestro destino, el de nuestros hijos y nietos será, quieran que no, el de una patria para todos y no para unos pocos privilegiados como lo es, continuidad mediante, hoy en día.
Fernando Silva Ansuas
5/8/08
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