23/8/08

14 de abril de 1972

Una fecha de plomo

Treinta y tres años atrás comenzaba la derrota militar del MLN, luego de que en una jornada la guerrilla ejecutara a cuatro personas acusadas de pertenecer a los escuadrones de la muerte y en respuesta el Ejército fusilara a ocho militantes tupamaros. Horas después el Parlamento declaraba el estado de guerra interno, dejando a las Fuerzas Armadas el terreno libre. Carlos Caillabet

Las emboscadas, las ejecuciones y los enfrentamientos se precipitaron el 14 de abril de 1972 como consecuencia de un proceso de acumulación de información tanto por parte de los tupamaros como de los servicios de información de las fuerzas militares y policiales.


Ya en marzo de ese año el MLN había logrado identificar a integrantes de los grupos paramilitares denominados genéricamente Escuadrón de la Muerte. La Policía, por su parte, había detectado y mantenía vigilados por lo menos dos locales de la organización guerrillera a partir de la delación de uno de los tupamaros más connotados de entonces, Héctor Amodio Pérez, capturado el 9 de febrero de ese año.


La principal fuente de información de los tupamaros fue Nelson Bardesio, un ignoto agente y fotógrafo policial secuestrado por la guerrilla el 24 de febrero. Pocos días antes de que Juan María Bordaberry sustituyera como presidente de la República a Jorge Pacheco Areco, los medios de comunicación no dieron mayor destaque al secuestro de Bardesio. Sin embargo, la caída del fotógrafo en manos de los tupamaros causó nerviosismo en altos círculos del gobierno, entre integrantes de los servicios de información militares y policiales y en civiles de reconocida militancia en organizaciones de ultraderecha. Los tupamaros estaban seguros de haber elegido al hombre adecuado para obtener información directa y precisa sobre varios de los crímenes y atentados cometidos por efectivos paramilitares.

El 9 de marzo de 1972 la revista Cuestión, vocera del Movimiento 26 de Marzo –en la época brazo político del MLN–, denunció la presencia en Montevideo de Sergio Fleury, presentado como “inspirador y brazo ejecutor” de los escuadrones de la muerte brasileños, y alertó que los paramilitares en Uruguay se inscribían en “la nueva estrategia pautada por la necesidad de enfrentar a los grupos insurgentes clandestinos en un plano igualmente clandestino, subterráneo. La descentralización de algunos cuadros policiales hacia locales no directamente vinculados a San José y Yi (la Jefatura de Policía) se estima que cumple necesidades de mayor autonomía de movimientos e impunidad para detener e interrogar, fácilmente comprensibles de acuerdo al desarrollo alcanzado por las organizaciones revolucionarias. Sin perjuicio de este cometido central, la actividad de los grupos terroristas de derecha cumple una función de intimidación hacia los militantes de izquierda, grupos frentistas y del movimiento popular que no puede ser liderada más a fondo dentro de los marcos oficiales de la represión”, señalaba la revista. El Escuadrón ya había atentado contra dirigentes frenteamplistas, abogados defensores de presos políticos y asesinado a militantes que actuaban legalmente desde organizaciones y movimientos de masas y que a lo sumo podrían ser colaboradores de la guerrilla.



Mientras sobre los atentados y asesinatos de los paramilitares –uno de ellos perpetrado cuatro días después del secuestro de Bardesio– el gobierno y la Policía nada revelaban, las direcciones del Frente Amplio y del MLN, cada cual por su lado, obtenían información que les permitía sacar sus propias conclusiones a partir de dos policías. Uno, Bardesio, prisionero en la “cárcel del pueblo”, confesaba a sus captores –sin apremios de ningún tipo, según él mismo admitiera– su participación en actividades terroristas y delataba a sus cómplices y jefes. El otro, el subcomisario Mario Benítez, que había operado a las órdenes de Bardesio, se reunía el 2 de marzo de 1972 con el senador democristiano Juan Pablo Terra y le revelaba nombres de los integrantes del Escuadrón, entre los que figuraban conocidos políticos, militares y policías.



Terra le trasmitió la información recabada de Benítez al entonces ministro de Educación y Cultura, Julio María Sanguinetti. El Escuadrón estaba desarticulado, aseguraba entonces quien luego fuera por dos veces presidente de la República. “Hay personas que han sido enviadas al interior del país; alguno ha sido enviado al exterior y otro fue embarcado y ha salido a navegar”, agregaba.


Poco después Benítez era procesado y recluido en una celda del sexto piso de la Jefatura de Policía de Montevideo acusado de entregar información al MLN. Por consejo de Terra, el subcomisario había decidido presentarse a la Policía –acompañado de su abogado– tras haber recibido amenazas de muerte. Las informaciones de Benítez y Bardesio coincidían: el Escuadrón actuaba en coordinación con el ministro del Interior Santiago de Brum Carbajal y el subsecretario de esa cartera coronel Vigorito, ambos luego sustituidos en sus respectivos cargos por el brigadier Danilo Sena y por el profesor de secundaria Armando Acosta y Lara. Entre los miembros más activos del grupo paramilitar aparecían también los civiles Miguel Sofía y Pedro Crossa Cuevas, los comisarios Hugo Campos Hermida y José Pedro Macchi, el inspector Víctor Castiglioni y los subcomisarios Raúl La Paz y Óscar Delega.




EL DÍA D

El 16 de marzo de aquel año, importantes dirigentes tupamaros celebraban una tumultuosa reunión. De ella saldría lo que se conocería como Plan Hipólito, que consistía básicamente en un ataque concebido como fulminante contra el Escuadrón de la Muerte. El plan, preparado a partir de las confesiones de Bardesio, debía esperar para ser ejecutado a que se concretara la segunda fuga colectiva de presos del penal de Punta Carretas, producida con éxito el 12 de abril. El 13 tiene lugar un paro general convocado por la central sindical CNT, seguido de una multitudinaria marcha por 18 de Julio. Y el 14 los tupamaros lanzan su ofensiva contra los paramilitares.


La decisión de tal “ofensiva” fue objetada y hasta fuertemente rechazada por algunos de los dirigentes del MLN, pero predominaron las posiciones de la columna 15, la más desarrollada militarmente. Alberto Candán Grajales, que resultara muerto el 14 de abril, llegó a sostener en aquella reunión que las ejecuciones planificadas no implicarían un aumento cualitativo de la represión. En la otra punta, Mauricio Rosencof, que había interrogado a Bardesio, sostenía que con la difusión de las actas del interrogatorio bastaba, al tiempo que José Mujica insistía en que entrar en guerra con el Escuadrón era un error político. Raúl Sendic, a su vez, anunció a uno de sus compañeros en los montes de Queguay que el MLN no contaba con cuadros combatientes suficientes para resistir el muy probable embate del Ejército. Eleuterio Fernández Huidobro, que integraba la dirección tupamara, fue uno de los más críticos: “El garrafal error contenido en el plan que produjo los hechos del 14 de abril desató un proceso totalmente distinto (...), previsible aunque fuéramos ciegos ante tanta evidencia. Tan ciegos que desde unos días antes estaba previsto que esa misma noche, la del 14 de abril, nos entrevistaríamos con Wilson Ferreira para discutir con él aspectos referidos al futuro a la luz de las enormes novedades políticas”,* recordó años después el actual senador.


Durante la mañana del 14 de abril mueren ametrallados por comandos tupamaros el subcomisario Óscar Delega y su chofer el agente Carlos Leites, el ex subsecretario del Ministerio del Interior Armando Acosta y Lara y el capitán de corbeta Ernesto Motto. Pasado el mediodía la Policía toma por asalto una casa en la calle Amazonas y otra en la calle Pérez Gomar. En la primera fusilan a la pareja de tumaparos Luis Martirena e Ivette Giménez y capturan a Fernández Huidobro y David Cámpora. En el segundo operativo efectivos policiales fusilan a Alberto Candán, Horacio Rovira, Gabriel Schroeder y Armando Blanco. Otros dos militantes mueren en enfrentamientos. La derrota del MLN había comenzado.


* En la nuca. Eleuterio Fernández Huidobro. Banda Oriental, Montevideo, 2001.

Carlos Caillabet
Brecha

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