16/7/08

El expediente del horror

El informe oficial de la dictadura sobre los ocho NN de Colonia
1976 fue un año de pesadilla para los colonienses. En ocho oportunidades, entre los meses de enero y setiembre, pescadores y vecinos de siete localidades de este departamento descubrieron en las costas cadáveres en avanzado estado de descomposición y con huellas de diversos tormentos.

El 14 de enero de 1976, a la hora 11.35, la jueza de Paz Ana María Míguez tuvo en sus manos el oficio Nº 35/76 de la Prefectura de Puerto de Colonia, en el que se dejaba constancia que unos días antes, en la zona de Barra de San Juan, había sido encontrada "una persona cuya identidad se desconoce", del sexo masculino.

A renglón seguido, sin embargo, se establecía que la nacionalidad del ignoto individuo sacado de las aguas era "oriental" y que tenía "cuarenta años de edad". La causa de su muerte, según el informe, era "asfixia por inmersión" y lo certificaba el médico Luis Raimondi.

Concluía el oficio señalando que "los declarantes (que alertaron a las autoridades sobre aquel cuerpo) son vecinos". Cuatro meses después, el 17 de mayo, a las 13 horas, otro hombre sin vida fue ubicado entre las piedras de la escollera en el puerto de Colonia. Ya no se incurre en ninguna contradicción como la del caso anterior, y en cuanto el factor determinante del deceso se indica solamente: "autopsia a realizar".

El 19 de mayo, a las 18.30 horas, surgió el tercer cadáver --también hombre-- en playa La Arenisca. Nuevamente el médico Raimondi apuntaba que la víctima había sufrido "asfixia por sumersión".

El cuarto NN fue llevado por el Río de la Plata hasta la Isla de López, frente a laciudad de Colonia, el 26 de mayo a las 11.30. El horror se reprodujo en todos sus términos el 5 de setiembre de ese año, cuando a media mañana se encontraron otros dos cadáveres en Boca del Rosario, ambos "con evidentes signos de violencia".

En la misma fecha se contabilizó otro hallazgo en costas de Cosmopolita y el octavo de la nómina en la plaza Blancarena. Los cuerpos pasaron a ocupar las fosas Nº1, 17, 18, 26, 38, 39, 40 y 41 del Cementerio de Colonia, y según datos de la Dirección de Limpieza, Salubridad y Necrópolis de aquella época, la única documentación que se exhibió para las inhumaciones fue para el cadáver de la fosa 1. Solicitud escrita no hubo ninguna. Solo órdenes verbales dadas por "quien actuó como médico forense". En todos los casos, conjuntamente con el personal de la necrópolis, intervinieron marineros y policías.

Un "método" reiterado el 29 de octubre de 1976, el Juzgado Letrado de Primera Instancia de Rosario recibió información de la Subprefectura marítima de Juan Lacaze, sobre el "hallazgo de cuerpos sin vida en costas de la cuarta sección (Playa Boca del Rosario)". Allí se especificaba que "un cuerpo se encontraba boca abajo, absolutamente desnudo, con tremendos signos de violencia en el cuerpo, atados los pies por un cordón grueso tipo correa sobre unos calcetines negros, sus brazos estaban estirados y en una de las muñecas se veía una fuerte atadura con una correa de dos colores; el cuerpo se encontraba lleno de hematomas...".

"Más o menos a medio kilómetro de distancia", agregaba, "apareció otro cadáver, también boca abajo", que conservaba en sus piernas "restos de lo que parece ser un pantalón marrón de pana".

Este segundo cuerpo tenía "dos correas, una en cada muñeca... los brazos abiertos (evidenciando que así los tenía cuando recibió muerte), fractura de cráneo, fractura expuesta de pierta derecha y fractura no expuesta de cadera derecha". La jueza de Paz de la cuarta sección, Blanca Germano de Jorcín, aclaraba que "no quedan dudas que (los cuerpos) habían sido arrojados al agua sin vida y no presentaba ninguno de los dos asfixia por inmersión...".

El médico Juan Carlos Rossell amplió datos: uno de aquellos NN tenía "un corte sobre la parte alta del escroto, total, con ablación de ambos testículos y el escroto, hecho con instrumento cortante". Idéntica muestra de barbarie exhibía otro cadáver localizado en proximidades de la desembocadura del río Rosario, sobre playa Blancarena: "Ligaduras en tobillos y muñecas efectuadas con tiras de lonetas, del tipo utilizado para izar cortinas y ataduras en el cuello con tiras de telas azul y ocre".

Apuntó el médico Rossell que el cuerpo presentaba, además, "una perforación del hemitórax derecho, sobre la parte media de la línea axilar, puede ser orificio por bala pero no es seguro..."
Un comunicado cursado con fecha 10 de setiembre de ese año por el entonces jefe de la División Informaciones de Prefectura Nacional Naval, alférez Eduardo Craigdallie, al prefecto del Puerto de Colonia, Antonio Odizzio Zabala, observaba que el supuesto orificio de bala que había notado el galeno Rossell, no era tal. "Puede haber sido producido por erosión del agua", se indicaba. La revelación más llamativa de ese comunicado de circulación interna es que "según informe verbal del médico forense de Colonia, doctor Raimondi, la causa de la muerte no fue asfixia por sumersión, sino que puede haber sido muerto a golpes y luego arrojado a las aguas".



"Coreanos" con ropa argentina
Las primeras explicaciones del gobierno de facto uruguayo ante aquella ola de cadáveres en nuestras costas --tanto en Colonia como en Rocha-- intentaron atribuir lo sucedido a "motines" a bordo de barcos extranjeros. (Coreanos, agregarían en su desesperación porque la historia cerrara a cualquier precio).

Un protocolo de autopsia efectuado en setiembre de 1976 habla, en cambio, de un "cadáver de raza blanca". Al aludir a las prendas que vestía, indica: "Pantalón, camisa y sweter deteriorados; se extraen estas prendas, una de ellas presenta etiqueta que permite determinar procedencia (industria argentina)". En un bolsillo se encontró una cédula de identidad Nº 8.779.213, otorgada por la Policía Federal de la vecina orilla a María Cristina Cámpora, y una libreta cívica correspondiente a la misma mujer, en la que se explicitaba que la misma nació el 7/9/1954 en la provincia de San Juan.

Este último documento había sido expedido el 5 de mayo de 1972. En ambos elementos se basan ahora la Comisión de Derechos Humanos de la Junta de Colonia y la organización Abuelas de Plaza de Mayo, para tratar de localizar a Cámpora, de la que se supo --años después-- que estaba viva y que residía en México.

¿Qué hacían sus documentos en el bolsillo de un hombre torturado salvajemente y arrojado al Río de la Plata?


Una conducta ejemplar
Así juzgó Alba Lanzilloto, Abuela de Plaza de Mayo, la actuación de la Junta Departamental de Colonia al abordar este espinoso tema, y su reconocimiento hizo honor a la verdad, ya que desde 1985 hasta la fecha fue la intervención tenaz e indeclinable de los ediles departamentales de todos los partidos la que permitió que los restos de esos ocho NN no fueran arrojados al osario común y se los conservara en un sitio apartado, previendo que algún día se encararía un estudio riguroso para identificarlos.

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