7/7/08

Balacera - Impotencia

Una noche. En el silencio de la noche, sentimos unos estruendos. Digo sentimos porque en casa estábamos acostados.
A la mañana siguiente fueron los comentarios y obviamente intuíamos que sería alguna balacera como habitualmente sucedían.
Sentíamos mucha bronca, rabia, impotencia, dolor. En la misma mañana por informativos supimos... en la avenida Agraciada, zona Prado, en una base del partido, llegaron las botas, los roperos, las metralletas, el terror , el horror, la muerte... el dolor... el llanto.
Cinco balazos quedaron marcados por siempre en la fachada del edificio. Cada vez que paso por allí mi corazón se acelera, vuelvo a sentir los estruendos de aquella noche y la impotencia estremece mi alma. ¿Será porque no hice nada por mi patria? Yo estaba afuera pero igual lo sufrí, ¡aun no participando!


En tiempos de dictadura trabajaba en una fábrica de golosinas. En una fría mañana viajaba en un ómnibus hacia mi trabajo como lo hacía habitualmente, de pronto un ropero detiene el ómnibus y abruptamente ascienden los miliquitos con sus “juguetes”, metralletas, pidiendo documentos. Varias personas, por carecer o tenerlos vencidos caían amontonadas dentro del ropero, el miedo se apoderó de mí, yo también tenía mi cédula vencida, en aquel tiempo todavía eran como las credenciales.
Estaba parada en medio del coche, y el milico se abría paso entre las personas, en el pavor de todo vi un par de botas que se acercaban a mí, un soldadito de la dictadura me apuntaba...
Me quedé inmóvil, me miró fijo, yo también lo miré fijo a los ojos sin bajar la mirada...
Fueron fracciones de segundos, dio vuelta y se fue, respiré. Y se fueron llevándose en el ropero un puñado de pueblo.
No sé qué fue de ellos, pero sí sé que yo quedé parada inmóvil sin saber qué pasó por la mente del miliquito que curiosamente me enfrentó, me miró y se volvió para irse... tal vez sintió miedo al igual que yo. ¿Tal vez su interior se enfrentó con el mío? Y fue superior al de él.
Sí sé que sentí mucha impotencia por no haber tenido el valor de escupirle el rostro o darle un rodillazo en las bolas, claro que hubiese sido mi fin...
Llegué a mi trabajo... no se lo conté a nadie... ese día para mí fue callado, serio, en la cruel dictadura del siglo xx.


Gladys Elutchanz
Memoria para Armar

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