Desde mediados de diciembre el viejo reloj del Mercado del Puerto ha vuelto a funcionar. El responsable de la obra fue uno de los pocos relojeros artesanales que quedan en nuestro país, el Señor Dardo Sánchez, con cuarenta años de oficio dedicados en su mayoría a la reparación de grandes relojes. Una semana llevó repararlo y ahora requiere que cada cinco días Sánchez deba darle cuerda. Esto permite que cada media hora se escuchen campanadas, las propias de la hora que se repiten a los tres minutos y una campanada para indicar la media hora. "Esto es algo que emociona", manifestó el relojero al recordar los aplausos de la gente del Mercado el primer día que las campanadas se volvieron a escuchar.
El notable reloj inglés del Mercado del Puerto, que tiene 128 años en el lugar; fue necesario desarmarlo, pulir sus piezas y reparar las que ya no funcionaban para que, otra vez, vuelva a ser centenario orgullo del lugar Dardo Sánchez, un relojero artesanal de los que ya casi no quedan en nuestro país: gracias a su pericia el viejo reloj del Mercado del Puerto vuelve a funcionar después de diez años.
Hace unos años la gente del Mercado del Puerto decidió volver a poner en marcha el gran reloj que se encuentra en el medio de sus instalaciones. Para ello recurrieron a uno de los pocos relojeros artesanales que hay en nuestro país, el señor Dardo Sánchez, del cual oyeron hablar por ser quien reparó los relojes de la Catedral de Montevideo, la Embajada de Argentina y la Iglesia de Melo.
En esa época no se logró llegar a un acuerdo económico y la reparación quedó en suspenso. Adriana Varela, integrante de la Comisión del Mercado, explicó que cuando llegaron los recursos decidieron emplearlos primero en obras de necesidad más inmediata. Así fue que el dinero se invirtió en la reparación de los baños, la iluminación y rehacer las claraboyas, entre otras cosas.
En 1996, una vez culminadas las obras de mayor envergadura, los temas pequeños volvieron a la mesa, entre ellos la puesta en marcha del viejo reloj. La comisión volvió a contactar a Sánchez y se logró el acuerdo para que realizara el trabajo y se encargara del service.
El Mercado del Puerto debió desembolsar mil dólares para volver a oír las campanadas del reloj, que se escuchan cada hora, tantas veces como la hora que marca. Tres minutos después se repiten las campanadas, característica que según Sánchez tienen muy pocos relojes, "es una cosa muy rara que se da en relojes muy antiguos". A la media hora vuelve a tocar, esta vez una sola campanada.
UN VIEJO APARATO INGLES
El reloj, de origen inglés como toda la infraestructura del Mercado, tiene tantos años en nuestro país como el Mercado del Puerto (128), pues llegó al Uruguay al mismo tiempo que los demás materiales. Es un reloj de tres esferas que dejó de funcionar hace más de diez años y cada vez que se lo pretendía arreglar comenzaba a tocar las campanas y no paraba.
El problema de este reloj era que tenía una linga (cuerda de acero) rota y por ello no marchaba. "El desgaste de la pieza y el poco conocimiento que tiene la gente en este tipo de relojes no permitía llegar al problema.
Como hay pocos relojeros que saben repararlo, generalmente pasa que se lo encargan a personas que no conocen del oficio y lo que hacen es darle cuerda, le colocan un poco más de peso, aceite, grasa y lo van llevando", señaló Sánchez.
El experto debió desarmarlo totalmente, limpiarlo, pulir ciertas partes y reparar las piezas que no funcionaban ya que no existen repuestos para relojes tan antiguos. Por ejemplo, las tres esferas, que dependen de la misma máquina, estaban en malas condiciones y hubo que desarmarlas. Luego se procedió a armar todo el reloj, colocarlo y controlarlo. En total la reparación insumió una semana y se terminó de instalar y poner en marcha a mediados de diciembre.
"Colocarlo nuevamente en la torre donde se encuentra fue bastante difícil porque es pesado. Todo se logró gracias a la colaboración de la gente del Mercado y los chicos que trabajan conmigo que son un Perito en Ingeniería y un Mecánico", contó Sánchez. Además, entre las 11 y las 16 horas no se podía trabajar por tratarse de las horas de mayor movimiento en el Mercado.
Una vez cada cinco días el relojero debe ir a darle cuerda. El plazo podría extenderse más como en el caso del reloj de la Catedral en que la cuerda dura entre ocho y nueve días, pero una reforma realizada en el Mercado le quitó espacio al recorrido de las lingas que conducen las pesas y determinó que la cuerda dure menos. De todas maneras la tarea no lleva mucho tiempo, cosa que sí ocurre con el reloj de la Catedral de Montevideo.
APLAUSOS QUE EMOCIONAN
El responsable del funcionamiento de éste y varios relojes importantes de nuestro país (Catedral de Montevideo, Embajada Argentina, Iglesia de Melo) es un hombre de 53 años que desde los trece comenzó a estudiar el oficio dedicándose siempre a relojes grandes. Dardo Sánchez espera ahora la respuesta que le confirme la reparación de los relojes de la Iglesia de Rosario (Colonia), la Catedral de Canelones y de San Carlos.
De su oficio este hombre opina que "se trata de un trabajo completamente artesanal en el que uno tiene que poner ingenio y herramientas. Pero después que se termina es una satisfacción para uno poder decir 'yo reparé ese reloj'. Son cosas que van a quedar para siempre aquí en Uruguay. Es dar la hora para mucha gente que en el caso del Mercado del Puerto, cuando oyó las campanadas por primera vez, aplaudió. Eso es algo que emociona". Si bien el Mercado del Puerto es un lugar ideal para ir sin tiempo ahora hay un testigo que marca el transcurso de las horas. Estuvo callado durante más de diez años y ahora ha vuelto, no para torturarnos marcando el paso de las horas sino para recuperar uno de los sonidos característicos de un lugar pintoresco de nuestra capital.
En 1865 una sociedad de capitales íntegramente uruguayos, presidida por Don Pedro Sáenz de Zumarán, tuvo la iniciativa de crear un mercado cerrado para la mejor protección del consumidor en la adquisición de frutas, verduras y carne con garantías de higiene.
El lugar escogido fue el paraje conocido como "El baño de los padres", junto a la costa norte de la bahía, bautizado con este nombre porque allí acudían a bañarse los Franciscanos del convento próximo.
La obra fue proyectada en Inglaterra bajo la responsabilidad del Ingeniero Mesures. El 10 de octubre de 1868 la estructura metálica --entre la que se encontraba el reloj--, terminada en Liverpool, llegó a Montevideo y provocó el asombro de los habitantes de la ciudad entre los cuales no tardó en circular una leyenda:
"Fue versión general, años y años, que el edificio del Mercado era en su primitivo y original destino, una estación de ferrocarril que debía levantarse en una ciudad del Pacífico. El buque que conducía la estructura de hierro había naufragado en las costas del Levante, Maldonado o Rocha y en esas circunstancias, un grupo de capitalistas montevideanos decidieron adquirir por corto dinero el material abandonado y utilizarlo para la construcción de un mercado". (Dr. José María Fernández Saldaña en sus "Historias del Viejo Montevideo").
Con el tiempo el Mercado del Puerto fue perdiendo su comodidad interior debido a las divisiones creadas para pequeños espacios comerciales Las parrilladas, que no existían en sus orígenes, se fueron apoderando del lugar hasta transformarlo en el lugar de comidas tradicional que es actualmente.
Siempre se trató de una propiedad privada que hoy sus dueños definen como una co-propiedad horizontal, administrada por una comisión que decide sobre las obras a realizar y la obtención de los recursos para llevarlas adelante.
Fueron estas personas quienes decidieron que el viejo reloj inglés volviera a funcionar y marcar con sus campanadas el paso del tiempo. El aplauso con que celebraron las primeras campanadas resumió lo que para ellos significó esta pequeña gran obra.
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