18/6/08

LA ESTANZUELA

La Estanzuela ocupaba un área imprecisa, ocupaba la zona del actual Parque Rodó hasta Br. España donde está la Facultad de Arquitectura.

1796-1808
Es tradicional que allá por los años noventa y tantos del siglo pasado unos negros se resolvieron a abrir pozos manantiales para lavadero por su cuenta, en el paraje llamado la Estanzuela, a cuyo lugar afluían cuatro cañadas de poco agua en las ensenadas hasta Punta de Carretas. No tardaron los industriales africanos, no sabemos si hermanos de la cofradía de San Benito, adoradores del Baltasar de los Reyes Magos, en tener parroquianos entre las tías congas, benguelas y mozambiques, de que quedan raros ejemplares, que mediante su cuartillito o medio real plata, -como que entonces no se conocían los cobres ni los cinquiños que hicieron su aparición en esta tierra de garbanzos- que los hay muy superiores para el puchero y la olla podrida, como ustedes saben, aunque los plantadores son por lo común remisos.- fuesen con sus atados de ropa sucia en la cabeza a utilizarlos para el lavado, mandadas por su merced el ama. Poco a poco, la idea de los tíos con sus pozos fue picando, que todo está en empezar y la Estanzuela atrayendo lavanderas al sitio, que, con sus cachimbos o sin ellos, iban las pobres tías más que "destripando terrones", teniendo qué haberlas con las zanjas y barrancos, los abrojos y los cardos, las cañadas y el arenal interpuestos todos en el camino.
Estando a las crónicas del tiempo, los poceros comadreaban a sus anchas; la cosa no marchaba bien, haciéndoles falta un cura como el de Soriano, que vigilaba a las lavanderas de la costa del río, para que los Adanes no se metiesen a enredar la lista con las hijas de Eva. Eso indujo al Gobernador Bustarnante y Guerra, en 1800, a insinuar al Cabildo la necesidad de proveer de agua potable permanente a la población, por muchos respectos, trayéndola por cañerías desde la Laguna del Buceo, proponiendo la creación de un lavadero público en el Cordón, bajo el mejor orden.
Como esto no llegó a realizarse, siguió la Estanzuela hasta el año 8 manejada por los tíos, que aparecían como dueños, teniendo un rancho de mala muerte para el depósito de ropas, y pare usted de contar.
Cobraban de estipendio a las lavanderas 5 ó 6 reales mensuales a las que lavaban diariamente, y 1 o 2 por día entre semana a las que no hacían diario el lavado, sufriendo las pobres muchas picardías según fama, cambios y robos de ropas por los negros adueñados de los pozos, sin Rey ni Roque que lo evitase.

En esa situación, cuadró que se presentase al Cabildo, el año 8, don Manuel Vicente Pagola, vecino de esta ciudad (y futuro jefe de la Independencia), proponiendo el arrendamiento del terreno conocido por la Estanzuela, cuya área comprendía la friolera de cuarenta cuadras, ofreciendo hacer en él mejoras importantes, hasta convertir el lugar en una alameda de paseo.
Vamos, aquello prometía ventajas "-
Decía en ella: que se le permitiese realizar un plano que acompañaba para hacer una habitación y formar lavaderos para el abasto de la ciudad, en el terreno llamado de la Estanzuela, un poco más delante de la Batería de Santa Bárbara. Cada pozo sería de diez varas de largo y a proporción su ancho; luego su gran cerco de una ramazón que no estropearía las ropas, y a sus distancias plantíos de sauce, membrillal, saúco, culé, rosas y otras plantas útiles. Después, sus tres líneas de estacas de sauce como se demuestra en el plano. Soy gustoso que se me pague lo acostumbrado por los pozos, pero las lavanderas hallarán en aquel sitio, mejorado con aguas prontas, libre de mucha arena, resguardado de los viento y con el tiempo aún del sol, encontrarán donde tender su ropa con aseo. Y últimamente, debe ser uno de los parajes destinados para el paseo de todas las gentes."

Pero el hombre propone y Dios dispone, como reza el adagio, y eso le pasó al buen Pagola. Su propuesta fue aceptada después de algunos rodeos, y los tíos tuvieron que aflojar, perdiendo la pichincha, tocando unos la Marimba para desechar penas, y otros tirándose las motas, ya que no la pera, porque entonces ni los blancos la usaban, ni el bigote.
Empezó el hombre a hacerse cargo de los pozos, emprendiendo sus mejoras, pero en esto vino el revolutis del año 10, poco después la alzada en armas de don José Artigas, que se vino al humo a los realistas en estos pagos, y tomándole el gusto a la cosa de la patria, don Vicente, mozo de empuje y bríos, no quiso saber más de pozos ni plantíos, ni Estanzuelas, sino de servir a la patria, y por de contado, el año 11 todo se lo llevó la trampa.

En diciembre de ese año cuando por el armisticio con Elío, tocaron retirada las tropas de Buenos Aires con Rondeau, del sitio de la plaza y Artigas con las suyas se marchó al Ayuí, al otro lado del Uruguay, en que formaba ya en primera línea nuestro Pagola de jefe, apareció otro empresario, Juan A. Sánchez, pretendiendo arrendar la Estanzuela, proponiendo muchas cosas, y hasta bodegón, pero tomándole el pulso el Cabildo, conoció "que el ofrecimiento no era sino puro juego de "palabras coloridas", y lo despachó con cajas destempladas. Ni tiempo tuvo para tomarle el gusto, porque volvieron las cosas a ponerse feas para los realistas de Vigodet.
Más afortunado fue don Manuel Menéndez, antiguo vecino del Cristo, a últimos del año 12, en que tomó en arrendamiento la Estanzuela, edificó casa en ella, plantó árboles y rosales para el tendal de ropas, aumentó los pozos y los dotó de lozas para el lavado, con gran contento de las tías lavanderas.

Pero a lo mejor, las tropas sitiadoras redujeron a escombros la casa, y causaron otros destrozos, y nuestro pobre Menéndez quedó jeringado y retraído de asomar ni las narices por aquel paraje donde quemaban las papas, enfundando su contrata con el Cabildo, hasta mejor ocasión.
Vino el 14, con Alvear, y bajo los auspicios de la patria apareció un don José Pintos Gómez, proponiendo tomar la Estanzuela, que fuele concedida. Comenzó el hombre a reparar y abrir pozos, pero otros tíos negros libres, le buscaron la vuelta jugándole la manganesa, abriendo pozos de lavaderos en otros parajes por su cuenta, haciéndolos en la Aguada, Arroyo Seco y los Pocitos, cobrando por su uso el correspondiente estipendio.

Malos vientos soplaron para Pintos Gómez con la competencia de los tíos, ganando en ella las lavanderas, pero embromándose el ocupante de la Estanzuela, que fue de capa caída.
Hizo fuerza de vela el interesado, alegando los perjuicios que se le irrogaban, y haciendo presente: que las aguas de jabón se mezclaban con las del abasto público en los pozos de la Aguada, mediante la proximidad de unos a otros, y que en los Pocitos, se privaba al vecindario de los pastos comunes a que estaban destinados aquellos terrenos comprendidos en el ejido, pidiendo, en resumen, que todos los dichos lavaderos se cegasen como en épocas anteriores, sin perjuicio de que en lugar a propósito pudiesen tener los vecinos sus pozos para lavar ellos mismos, pero sin cobrar cosa alguna a las lavanderas de la ciudad.

El Cabildo resolvió, en consecuencia, que dentro de tercero día se notificase a los dueños de aquellos pozos los cerrasen.
Se alborotó el cotarro, y al tira y afloja, vino a quedar Pintos Gómez embromado con la competencia, hasta el año 16, en que Menéndez, gestionando la posesión de la Estanzuela con documentos a la vista, fue atendido como canta el siguiente documento:
De orden verbal de los señores que componen la Junta Municipal de Propios, que lo son, al presente año, los señores don Juan José Durán, don Felipe García y don Joaquín Suárez, pasé asociado al señor Alguacil Mayor, don Agustín Estrada, con el Mayordomo de Propios y arbitrios actual, don Agustín Lombardini, y habiendo hecho comparecer en el lugar de la Estanzuela a don José Pintos Gómez y a don Juan Menéndez, y habiéndoles impuesto la comisión que llevaban, sacó Su Señoría los documentos de don Juan Menéndez, quien reclama por suyas las lozas y enseres que deben permanecer en la Estanzuela, y mandó Su Señoría que a presencia del que tiene en arrendamiento la Estanzuela, que lo es don José Pintos Gómez, se contasen las losas que están a la vista, y habiendo andado pozo por pozo, se contaron quinientas cincuenta y una cosas, y se vieron que existen los arbolitos de membrillos, rosales y salvia que sirven para el tendal de ropa, y los demás árboles y casa que antes tenía edificada don Juan Méndez, destruida por las tropas sitiadoras a la Plaza, y permanecen las tapias y los escombros de ellas y edificada de nuevo otra por el que tiene en arrendamiento las cuarenta cuadras que se empadronaron a don Manuel Pagola, y después a don Juan Menéndez, quien lo acredita con los documentos de contrata, orden del señor Presidente don Cristóbal Salvañach, y el pago que hizo de las lozas y demás enseres que allí permanecen, según el documento de pago dado por el Mayordomo de Propios, que lo era en aquella época don Clemente Darriba, y el actual que tiene arrendado el terreno de la Estanzuela, que lo es don José Pintos Gómez, y puesto allí por el Cabildo que gobernaba en tiempo del Gobierno de Buenos Aires, no presenta documento de contrata y menos pago alguno de las losas y enseres que allí permanecen. "En esta virtud, dio Su Señoría por concluida la " diligencia y mandó se pusiese por escrito hoy en "Montevideo a 2 de setiembre de 1816.
"Agustín Estrada - Agustín Lombardini”'


En esa situación quedó pendiente el asunto, porque hubo moros en la costa, y el Cabildo de la época tenía otras cosas más serias de preferente atención que la Estanzuela, como el amago de los portugueses por la frontera- y a renglón seguido entraron los lusitanos a ocupar la Plaza, siguiendo Pintos Gómez en posesión de la Estanzuela, cargando la romana a las pobres lavanderas. Pero Menéndez continuó en su gestión con el nuevo Cabildo, hasta que quiso Dios lo despenaran, haciéndosele entrega de la Estanzuela, el 22 de julio del año 17.
Así consta del siguiente documento:

"En 17 de julio del año 1817, resolvió el Cabildo "que el Alguacil Mayor y el Mayordomo de Propios pusiese en posesión a don Juan Menéndez de toda la Estanzuela, en toda la extensión del terreno arrendado por don Juan Menéndez.
"En la misma fecha procedió al Mayordomo de "Propios y el Alguacil don Pedro Ariza a hacerlo efectivo, haciéndolo saber a Pintos Gómez, debiendo comparecer el 22 para la entrega. Como no compareció, se hizo ésta ante el peón encargado, quien, en compañía de ellos, contaron los pozos y piedras de lavar. Se contaron dieciséis pozos y cuatrocientas noventa y dos piedras, y los árboles cortados y destrozados; y comenzaron todas las lavanderas a dar vivas y aclamaciones por el nuevo patrón viejo, intimándoles que hasta hoy 22 del corriente, corría por cuenta de don José Pintos Gómez, y que desde el 23 corría de cuenta de Juan Menéndez, y así fuimos recorriendo los dieciséis pozos, hasta que se concluyó, habiendo quedado impuesto su peón Domingo de la entrega hecha a don Juan Menéndez, debiendo tener el mayor cuidado con el aseo y limpieza de los pozos; quedando formalizada la entrega en Montevideo a 22 de julio de 1817.
Agustín Lombardini, Mayordomo de Propios
Pedro Ariza, Teniente Alguacil

Las tías cantan victoria, y Menéndez, el patrón viejo como decían las congas, benguelas, mozambiques y demás naciones, no digo nada. Menéndez es el héroe de la fiesta. El Mayordomo de Propios le hace entrega de la Estanzuela con dieciséis pozos y cuatrocientas noventa y dos piedras existentes en ellos para el lavado.
Las negras lo rodean, saltando de alegría, dando vivas al patrón viejo, y éste, contento como unas pascuas con aquellas manifestaciones “de fino amor y respecto" del gremio lavanderil, de la raza africana, no sabe qué hacer para corresponderlas, y las convida para el día siguiente, no con asado con cuero ni chinchulines a la criolla, sino con una arroba de yerba para que mateen en el lavadero, tortas para el diente y tabaco para el cachimbo.
Que viva el amo don Menéndez por muchos años , gritaron las tías, más que contentas, porque en aquel tiempo no había tíos ni nápoles de lavanderos, y que viva la Estanzuela.
Desde entonces fue Menéndez, el antiguo vecino del Cristo, el arrendatario popular de la Estanzuela, cuyos sauces y alamos dieron sombra a tantos vivientes y paseantes cuando iban en aquellas carretillas toldadas, provistos de buenos bocados y rica yerba para el mate, a desechar penas y solazarse en aquellos parajes de las grandes y ricas frutillas de Samayúa, de que dimos fé tantas veces, comprándolas en la Plaza de la Verdura.

Isidoro de María
AL DOCTOR LUIS MELIAN LAFINUR
Montevideo Antiguo Tradiciones y Recuerdos Tomo II

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