Esta temática ha sido ampliamente difundida en el medio académico uruguayo a partir de la aparición pública de la tesis doctoral de Luis E. González: "Estructuras políticas y democracia en Uruguay". González parte del concepto menos multidimensional, y por lo tanto menos polémico, de poliarquía, para definir y delimitar el concepto de democracia. Como se sabe, el concepto de poliarquía ha sido ampliamente difundido por Dahl, a partir de un fructífero trabajo de 1971. En efecto, este autor norteamericano, propone dos dimensiones fundamentales: "public contestation" (oposición, competencia pluralista) e "inclusiveness" (participación política). Además de estas, Dahl adelantó que la democratización podría tener otras dimensiones, entre las cuáles, las que tendieran a lo que hoy se conoce como "democracia social".
De esta manera, en términos operativos, existirá poliarquía si se dan dos condiciones: a) una participación política significativa, y b) la posibilidad de organizar la oposición pública contra quienes gobiernan; esto es: existencia de sistemas multipartidarios y elecciones regulares. Al menos estas dos dimensiones parecen legítimas para países que han superado ciertas condiciones previas en el plano económico social, entre los cuáles, señala González, el caso de Uruguay y al menos Argentina y Chile para el caso de A.L. En todo caso, la discusión de estos asuntos, parecería estéril en la medida que la poliarquía no pretende ser un sinónimo de la mucho más compleja democracia.
En efecto, el concepto de democracia incluso reviste raíces particularmente complejas que se remontan a la Grecia Ateniense de los siglos IV y V A.C. (Cfr. Política, de Aristóteles), para ser luego retomada por la literatura política de los Siglos XVIII y XIX. La moderna ciencia política, por su lado ha divulgado numerosas significaciones y clasificaciones de la democracia. Quizá una de las simplificaciones más divulgadas haya sido la que distinguía entre la democracia mínima o "procedimental" y democracia máxima o "sustantiva". Sin duda la primera es la que ha primado en la academia; y recoge contribuciones de Schumpeter y del citado Dahl. Bobbio en esta línea señalará que la democracia procedimental designa un conjunto de reglas jurídico institucionales, donde la libertad se asume como fundamental ante la igualdad, a diferencia del concepto de democracia sustantiva.
Parecería ser una realidad que la democracia en Uruguay ha sido la más exitosa en el concierto latinoamericano: funcionamiento continuo del sistema salvo la dictadura de Terra (1933-1942) y la militar (1973-1984); subordinación del poder militar al civil (salvo la dictadura militar de 1973), la ampliación temprana de los derechos políticos, etc.
La poliarquía uruguaya habría nacido en 1918, para derrumbarse claramente en 1973. La pregunta central es porqué, y la respuesta que da González pasa por la centralidad de los procesos políticos. En concreto intentará demostrar que: (i) "algunas características del sistema político uruguayo que precedieron a la democracia –su tradición presidencialista, su sistema bipartidista y la fraccionalización de sus dos partidos tradicionales –no se modificaron en las etapas iniciales de la poliarquía y duraron ininterrumpidamente por lo menos durante medio siglo; (ii) se convirtieron entonces en estructuras políticas; cuando algunas de estas características se enfrentaron a crisis profundas –en particular el presidencialismo y la fraccionalización de los principales partidos –contribuyeron a la pérdida de eficacia, eficiencia y legitimidad que a su vez condujo al golpe de 1933, y especialmente 1973; (iii) y aunque en 1973 algunos de esos aspectos estructurales habían cambiado, precisamente los responsables de los efectos señalados en (ii) no se modificaron. En realidad, desde un punto de vista estructural las transformaciones –desvanecimiento del bipartidismo, agudización de la fragmentación y polarización en el sistema de partidos- empeoraron la situación. La situación de 1984 restaura este escenario empeorado" (L.González, 1993).
En definitiva, si bien González no descuida los problemas socio-económicos y las dinámicas de corto plazo, cree que hay factores político-estructurales que crearon predisposiciones para que ocurrieran estos hechos: en concreto la fraccionalización de los principales partidos y las instituciones cuasi-presidenciales, a lo que se agrega en 1973, un aumento de la fragmentación y un alto incremento de la polarización del sistema de partidos.
Leer: El sistema de partidos en Uruguay
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