6/6/08

Fraude electoral - Di Candia (III)

Acusaciones, dudas y atentados en un escrutinio muy conversado

Si lleno de actos de violencia había sido el período preelectoral del 71, el escrutinio no le fue en zaga. La escasa diferencia de votos entre el Partido Colorado y el Nacional, y algunas anomalías comprobadas, precipitaron sospechas que aún persisten.

En las elecciones de 1971, el partido que se presentó con mayor cantidad de fórmulas fue el Colorado. Aunque las posibilidades presidenciales eran solamente para cuatro, había más candidatos, varios de ellos agrupados en una cooperativa. Tratemos de despejar la hojarasca. Un candidato era Jorge Pacheco Areco, pero solamente en la eventualidad que prosperara el proyecto reeleccionista, muy resistido por todos los otros partidos por ser contrario a antiguas tradiciones civilistas. El otro era Juan María Bordaberry a quien votaban los colorados pachequistas en caso que no saliera la reelección. El tercero era el doctor Jorge Batlle acompañado del grupo de la lista 15 del batllismo. Y existía también una suerte de cooperativa electoral colorada, integrada por el doctor Amílcar Vasconcellos, Manuel Flores Mora, el general Ribas y Juan Luis Pintos. En el Partido Nacional existían solamente dos fórmulas: la del herrerismo que patrocinaba al general Aguerrondo y la del resto del nacionalismo aglutinado alrededor de Wilson Ferreira Aldunate. El Frente Amplio, unificado bajo el lema Partido Demócrata Cristiano tenía un solo candidato, el general Líber Seregni. La última opción, aunque claramente minoritaria, era la Unión Radical Cristiana, uno de los dos grupos en que se había divido la vieja Unión Cívica.

Celebradas las elecciones el domingo 28 de noviembre, en un clima absolutamente enrarecido, durante el cual se suscitaron varios actos de violencia, el resultado favoreció por poco margen al Partido Colorado. Expresándonos en todo momento en números redondos, las cifras marcaron 682.000 votos colorados contra 670.000 del nacionalismo. El Frente Amplio totalizó 304.000 y la Unión Radical Cristiana 9.000. Las papeletas que posibilitaban la reelección de Jorge Pacheco Areco alcanzaron las 490.000 voluntades, pero éstas, aun siendo muchas, resultaron insuficientes. La discriminación de sufragios por candidatos fue el siguiente. Dentro del Partido Colorado, la fórmula de Juan María Bordaberry y Jorge Sapelli acumuló 380.000 votos. La de Jorge Batlle y Renán Rodríguez, 240.000. Y la cooperativa electoral de Vasconcellos, Flores Mora, Ribas y Pintos, 60.000. En el Partido Nacional, Ferreira Aldunate y Carlos Julio Pereyra lograron 440.000 sufragios y Mario Aguerrondo y Alberto Heber 230.000. Dentro del Frente Amplio la mayor votación fue para el FIDEL, 100.000 votos. El Frente del Pueblo (Lista 99 y PDC) 93.000, la mayor parte de los cuales fue para el PDC, 61.000; mientras la 99 apenas alcanzó 32.000. El Partido Socialista 36.000 y la Unión Popular 71.000. La Unión Radical Cristiana que llevaba como candidato a Daniel Pérez del Castillo, tuvo por su parte un tope de 9.000 votos. De acuerdo a estas cifras, los escaños parlamentarios que obtuvieron los agrupamientos partidarios fueron: Ferreira y Pereyra, ocho senadores y treinta diputados. Bordaberry y Sapelli, siete senadores y veintiocho diputados. Batlle y Rodríguez, cinco bancas en el Senado y doce en la Cámara Baja. Aguerrondo y Heber, cuatro senadores y diez diputados. Seregni y Crotogini, cinco lugares en la Cámara Alta y trece en la Baja. Vasconcellos y Flores Mora, un cargo de senador y otro de diputado. Los cinco diputados que restan en la cuenta fueron llenados por restos electorales.

Los resultados de la elección cambiaron en cierta forma el mapa político y permitieron sacar ciertas conclusiones: 1) el bajón del sector herrerista, que perdía 100.000 votos con relación a los resultados de 1966. 2) la enorme votación de Jorge Pacheco Areco, que estuvo arañando la reelección y demostró que en un país radicalizado, tenía un inmenso apoyo popular. 3) el liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate quien sería en adelante el mayor punto de referencia de su partido. 4) la gran votación de la izquierda, que unida había multiplicado los votos de cada uno de sus sectores sumados con relación a las elecciones anteriores y que le había permitido obtener por primera vez en la historia un segundo puesto en Montevideo.

Si las posiciones extremas habían enconado a varios sectores de la sociedad, el escaso margen por el cual ganó el Partido Colorado, sumado a algunas inexplicables anomalías que rodearon el acto de sufragar, precipitaron desconfianzas y acusaciones de maniobras en el conteo de votos y aún de fraude deliberado. Los grupos políticos que más resistieron al resultado fueron el Frente Amplio y los sectores nacionalistas aglutinados en Por la Patria y Movimiento de Rocha, que eran los que estaban a escasos miles de votos del ganador. En realidad, las dudas partían de la propia estructura de las listas. De acuerdo a ella, la papeleta que promovía el SI de la reforma Constitucional y por consiguiente la reelección de Pacheco Areco, podía ser utilizada simultáneamente en cualquiera de los otros sobres de votación. Un votante de Jorge Batlle para dar un ejemplo, si se interesaba por la reforma podía hacerlo poniendo el papel del SI y en este caso no le era vedado colocar la lista de Pacheco y la de Batlle. Si era aprobada la reforma, su voto iba a Pacheco, en caso contrario, a Batlle. Habría que convenir que pese a ser todo legal, el procedimiento era un tanto endemoniado. La confusión podía ser aún más perversa teniendo en cuenta que la lista de Pacheco era la 123 y la de Bordaberry la 1123. Las dos hojas eran casi iguales y en su parte superior tenían las fotos de Pacheco y Bordaberry aunque diferían en los nombres de los candidatos a presidente y vice. Esto indujo a que en muchas mesas de votación, esos sufragios fueran contabilizados dos veces y que en consecuencia, hubiera más votos que votantes. El problema era perfectamente previsible y en tren de encontrar culpables habría que remitirse a las autoridades electorales que permitieron la similitud en la confección de las listas. El autor de estas notas, que entrevistó durante muchas semanas a la señora Susana Sienra de Ferreira y a su hija Silvia Ferreira para la realización del libro El viento nuestro de cada día (Ed. de la Plaza, 1990) recogió de ellas el siguiente testimonio sobre este episodio. Según la viuda de Wilson, "Los resultados parciales eran muy parejos y ya vimos que no iba a ser tan fácil ganar como nos habíamos imaginado. (...) Wilson era el primero en creer que sacábamos una ventaja enorme. (...) (Las sospechas acerca de presuntas irregularidades) surgieron desde el primer instante. El doble voto para el régimen proyectado y para el vigente confundió a mucha gente en el momento del escrutinio. Venían delegados a nuestra mesa, con varias elecciones encima y mucha experiencia y nos confesaban que se habían equivocado, que habían contabilizado dos veces el mismo voto. Y no eran uno ni dos, eran docenas las personas que se allegaban para hacernos presentes estas anomalías. (Wilson) siempre se cuidó mucho de dar una opinión contundente y quedar ante la opinión pública como un perdedor, pero estaba convencido que algo irregular había sucedido. Te voy a decir más. Cuando ya estábamos exiliados y vivíamos en La Panchita, alguien nos llevó una bolsa con unos votos nacionalistas que habían encontrado tirados en un baldío. Los sobres de votación estaban violados y listas nuestras todavía estaban adentro. Desgraciadamente cuando nos allanaron la casa, todo eso se perdió". El hoy senador herrerista Guillermo García Costa, en aquellos años muy cercano a Wilson, confirmó esas opiniones en una entrevista publicada en Búsqueda en diciembre de 1988. "Nunca supimos cuántos fueron esos votos mal contabilizados, pero sí sabemos que existieron. (...) La Corte tampoco lo supo nunca porque el resultado electoral del 71, prácticamente desapareció. Nadie los logró rastrear con exactitud. La Corte dio los resultados, hizo las proclamaciones, pero no dio los detalles. Hubo una gigantesca sombra. Wilson llegó hasta el límite de lo prudente y dijo algo que no sé si repito con exactitud pero ese fue su espíritu: "nos habrán estafado, pero por lo menos que sepan que nos dimos cuenta". Ciro Ciompi, uno de los delegados nacionalistas en el Cilindro Municipal donde se efectuaba el recuento de votos, declaró también en otra entrevista publicada por el mismo semanario en abril de 1992: "Aquella fue una elección deliberadamente planteada para que los votantes y quienes realizaban el escrutinio cayeran en la trampa. Sería ingenuo pensar que todo eso ocurrió santamente". Y el mismo Wilson Ferreira, en un reportaje aparecido en diciembre de 1971 en el semanario Marcha expresó: "Toda esa actuación contra la pureza del sufragio no ha sido ni siquiera una inconducta de guante blanco. Por momentos el ambiente, la actitud de algunos, fue de hampones. Una verdadera vergüenza".

La aparición de más votos que votantes no fue la única irregularidad comprobada con asombro por la ciudadanía, acostumbrada y con razón, a la cristalinidad de los actos electorales y a los escrutinios posteriores. Fueron comprobados extravíos de tirillas, pérdidas de urnas de votación y violaciones en el recinto del Cilindro Municipal donde se efectuaba el recuento. Una noche alguien perteneciente al Partido Nacional metió un gato por una ventana abierta de un lugar que se suponía debía estar clausurado y custodiado, para demostrar que cualquiera podía entrar sin que pudiera ser advertido. También El Eco, el único diario de la capital que respondía al Frente Amplio, se plegó a las protestas. A sus reproches ("Bordaberry ganó gracias a los votos de Flores Mora y Vasconcellos") a sus enojos ("Balas y gases en los circuitos de votación") a sus consuelos ("Nadie podrá gobernar sin el Frente Amplio") y a las palabras llenas de cordura del general Seregni ("Ninguna revolución se hace en ocho meses, es tarea de toda una vida") sus titulares a lo largo de los días fueron destinados a poner en órbita la posibilidad de un resultado fraudulento. "Hay pruebas", "Hay 27.539 votos fantasmas", "Las cuartas actas prueban la suma de Bordaberry a votos reformistas", Ferreira Aldunate: "no nos dejaremos robar", "Los soldados votaron a la vista de sus superiores". El entusiasmo partidario y la falta de perspectiva política hicieron decir al mismo diario en una nota de página entera: ¨Primera conclusión, han muerto el batllismo y el herrerismo". Nunca hubiera podido imaginar que de las cuatro elecciones celebradas luego de la dictadura, el batllismo ganaría tres y el herrerismo una.

Probablemente la agitación provocada por un escrutinio tan peleado como protestado, hizo que la agitación social y la violencia callejera en vez de amainar se acrecentaran. El 4 de diciembre cuatro personas pertenecientes al MLN asaltaron la sucursal de Manzanares y robaron ochenta y un mil dólares. En los primeros nueve días del mes, el Frente Amplio denunció diez baleamientos contra locales partidarios. El 22 a las seis de la mañana, varios tupamaros penetraron a la sede del Club de Golf de Punta Carretas, la incendiaron y dinamitaron. Parecidos atentados habían tenido lugar en los meses anteriores contra la boite Pussicat, el restorán La Rochelle, el local nocturno Chez Carlos y el bowling de Carrasco. El 30, el Ministerio del Interior lanzó un decreto por el cual "está prohibida toda propaganda oral o escrita sobre pared, de huelgas u otras medidas que directa o indirectamente puedan influir en el estado de conmoción pública que vive la república". Pese a la dureza de estas medidas, todavía se estaba a dos años largos del establecimiento del gobierno de facto. El 1º de enero, el MLN anunció que ponía fin a la tregua. El 2, aplicando Medidas Prontas de Seguridad, el Poder Ejecutivo clausuró definitivamente el diario frenteamplista El Eco. El 19 durante un procedimiento policial en la calle Jaime Zudáñez, se produjo un enfrentamiento en el cual murió un integrante de las fuerzas de seguridad. El 27 falleció baleado en la esquina de su casa por hombres del MLN, el Jefe de Seguridad del Penal de Punta Carretas inspector Rodolfo Leoncino. Fue uno de los pocos custodios de la cárcel que no pudo ser comprado ni amedrentado.

Sin embargo los hechos más graves producidos en ese corto lapso que siguió a las elecciones fueron dos atentados. El primero fue contra la vida de Ciro Ciompi quien representaba al Partido Nacional en el recuento de votos del Cilindro Municipal. Ocurrió el 15 de enero y su propio protagonista lo contó de esta manera al autor de estas notas. "Yo había vuelto a casa a almorzar rapidito para regresar al Cilindro Municipal (...) cuando de pronto entró una bala por la ventana, pasó silbando entre mi señora y yo, dio una serie de rebotes y se incrustó en el plato. Obviamente fue una acción intimidatoria hacia quien era el responsable del Partido Nacional en el escrutinio. Hice la denuncia y a las horas me citaron para mostrarme a un pobre tarado que se había confesado autor. Por supuesto no lo creí ni lo creían los que estaban tratando de acusarlo. Ese disparo tuvo que ser efectuado con mira telescópica por un técnico". A este hecho y su supuesto autor, que hicieron acordar al incendio del Reichstag por los nazis y a la detención de un débil mental a quien se acusó y fusiló, siguió el baleamiento contra el propio líder blanco Wilson Ferreira. El mes de enero hubo una concentración nacionalista de protesta contra el resultado electoral frente a la sede de Por la Patria, que fue disuelta por la enérgica intervención de varios coches bomba que la emprendieron contra la multitud a chorros de agua. Cuando Wilson salió a la puerta para mediar ante las fuerzas de seguridad, también recibió varios manguerazos. A las pocas horas tuvo lugar el día de su cumpleaños y le fue organizado un homenaje frente a la casa donde vivía en ese momento, en Avenida Brasil y la Rambla. Como estaba en un piso alto, bajó al apartamento de una amiga de toda la vida, Inés Zorrilla, en el primer piso del edificio para hablarle desde allí a la gente. Terminado el acto, la columna que había ido a saludarlo se dirigió hacia el centro, con banderas y pancartas reclamando por un escrutinio limpio, pero en Avenida Brasil y Brito del Pino fueron atacados por la policía que disolvió a palos la manifestación. A los pocos días, estando ya la familia Ferreira de vacaciones, el piso desde donde había hablado Wilson, que no era el de su propiedad, fue baleado. Susana Sienra recordó así a este periodista ese episodio para el libro El viento nuestro de cada día. "Fue especialmente horrible, porque estábamos en el campo y en el momento que encendimos la radio pudimos escuchar nada más que "su hijo Juan Raúl Ferreira era la única persona que estaba en la casa cuando le fueron disparados los balazos". "A la distancia todo se nos agrandó, por supuesto. Después nos enteramos que había sido contra el primer piso del edificio donde Wilson había dicho su discurso de agradecimiento unos días antes. Seguramente los autores del atentado creían que nosotros vivíamos allí. Tanto el señor Barreiro que posteriormente fue Consejero de Estado en la dictadura como el otro señor que ahora tiene un cargo en la Embajada uruguaya en Argentina y de cuyo nombre no me acuerdo, descerrajaron varios tiros contra lo de Zorrilla y casi le pegaron a una chica que estaba estudiando. Fue espantoso pero dio una idea de los tiempos que se avecinaban".

Otro hecho que evidenciaba el estado de ánimo de muchos orientales tuvo lugar también en aquel complicado enero de 1972, cuando la policía de Montevideo efectuó un homenaje a Dan Mitrione, el agente norteamericano asesinado por los tupamaros, acusado de asesor en materia de torturas. La placa entregada a su viuda, cuya réplica se encuentra en el Departamento de Policía decía: "Dan Mitrione; jefe asesor de seguridad pública en Uruguay, asistencia técnica punto IV Alianza para el Progreso. Un hermano norteamericano, víctima del terrorismo en Uruguay. Memoria de sus compañeros en lucha".

Leer cuarta parte: Pacheco dijo que si Bordaberry era electo, éste disolvería las Cámaras

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