14/6/08

EL CHE GUEVARA EN EL URUGUAY (II)

Cuando vino el Che mataron al profesor Arbelio Ramírez.
El crimen nunca se aclaró.

La conferencia de CIES en Punta del Este del año 1961 tenía en su estricta teoría un fin económico, pero los hechos internacionales que agudizaban en ese momento la confrontación entre Oriente y Occidente le transmitieron rápidamente un tinte político. Nada escapó a la polarización de las opiniones ni a las intolerancias habituales. Las intervenciones del delegado cubano Ernerto Guevara promovieron incidentes de distinta índole, como ya se dijo en la nota anterior, pero no menos radicales fueron los juicios que merecieron a la prensa adicta a Fidel castro y a la que se pronunciaba decididamente en contra del peligro comunista para América Latina que alentaba la Revolución Cubana. En esa pendiente de juicios de valor descalificadores, ni los diarios tradicionales ni el semanario Marcha escaparon a las visiones distorsionadas. Así fue que El País describió la primera alocución del Che, como "dos horas y once minutos en los cuales Guevara dijo lo que normalmente se podría decir en diez minutos (...) Fue en sí mismo una decepción, pronunciado con voz apagada y monocorde". Y rubricaba luego su opinión colocando esta lápida: "Es que Guevara no pasa de ser una mediocridad". Por su lado el crítico literario Angel Rama dio la versión opuesta en las páginas de Marcha. "Tuvo que ponerse de pie el Che --la sala más colmada que nunca -- para que se rompiera el ilusionismo acartonado y oyéramos decir lo que todos pensábamos. Durante tres horas este improvisado fiscal demolió la mentira". El mismo día 11 de agosto, en la página editorial de El País, debajo de los sección Lo que se dice, un suelto explicaba lo que a juicio del autor eran los mimetismos entre los dictadores y los actores cómicos. "Cuando el nazifascismo se preparaba para dominar el mundo, su jefe máximo elegía la apariencia física de Chaplin para lograr impacto popular. Ahora el castrismo siguiendo en esto las poses de sus precursores totalitarios adopta para una de sus jerarquías el aspecto popularizado de otro célebre cómico contemporáneo: Cantinflas. Entre el tipo físico creado por el actor mexicano y el Guevara de la conferencia del CIES hay tal semejanza que quien los ve en la pantalla los puede confundir fácilmente". En la página anterior del mismo diario se podía leer un telegrama del Presidente John Kennedy a Eduardo Víctor Haedo en el que ignorando o soslayando los temporales que soplaban en todo el Uruguay, felicitaba a los organizadores del evento. El texto fue leído en una sesión presidida por Haedo y ante la presencia de los Consejeros de Gobierno doctor Martín Echegoyen, señor Benito Nardone, doctor Artagaveytia, doctor Artigas, Ingeniero Manuel Rodríguez Correa, escribano Ledo Arroyo Torres y señor César Batlle Pacheco, actuando en la secretaría el señor Sánchez Morales y en la prosecretaría el doctor Alvarez Cortés. Sin hacer mención a incidentes o desavenencias, expresaba Kennedy en su párrafo final de su carta: "le aseguro que sigo con el mayor interés personal el desarrollo de esta importante reunión en la que su país actúa como anfitrión".

A los pocos días de su llegada los fidelistas ya habían organizado una conferencia de prensa en la que Guevara había tenido algún encontronazo con la oposición. La presencia del Che había sido deliberadamente pasada por alto por la prensa mayoritaria como una manera de restarle importancia al adversario, una teoría muy utilizada entonces por ambas partes. La entrevista colectiva del Ministro de Industrias cubano tuvo lugar en el hotel Playa y fue descrita por el periodista Eduardo Galeano para el semanario Marcha. Uno de los momentos más ríspidos tuvo lugar cuando Milton Fontaina en nombre de SAETA TV Canal 10, le preguntó si Argentina era su ex patria a lo que Guevara respondió: "Yo no tengo ex patrias. Sepa señor que mi patria es mucho más grande que la suya. América es mi patria". Ante otra pregunta directa acerca de cuál era la causa por la cual en Cuba no había consultas populares, el diálogo fue el siguiente:

--Hasta ahora, el pueblo no pidió nunca elecciones.

--¿Y eso cómo lo sabe? --Lo ha decidido el millón de personas que se reúnen junto a nosotros en la plaza pública.

--¿Y los otros cinco millones?

--Vea usted: cuando vienen los gusanos que son mil doscientos, todo el pueblo se alza contra ellos. Ahí tiene a los cinco millones que faltan.

A esas respuestas esquivas que comprobaban hasta qué punto el doctor Ernesto Gueva había adquirido en su corta vida política una buena cintura, se agregó una más comprometedora efectuada por un periodista de El Heraldo de Florida.

--¿Me puede decir las razones por las cuales a los trotskistas de Cuba se les han quitado los medios de expresión y se les ha confiscado la imprenta?

--¿A los trotskistas? Mire, hubo una pequeña imprenta que publicaba un semanario que tuvo algunos problemas con nosotros y tomamos algunas medidas administrativas porque no tenían ni papel ni permiso para usar papel ni imprenta ni nada. Y simplemente resolvimos que no era prudente que siguiera el trotskismo llamando a la subversión.

En el mismo reportaje de Marcha, Galeano decidió que había otras preguntas a las que calificó de bobas que no valía la pena reproducir.



La verdad es que a poco de finalizar la conferencia, muy pocos resultados se habían obtenido y los curiosos habían mermado bastante en el frío agosto de Punta del Este. Hasta las prostitutas que rondaban por las esquinas del Edificio de las Américas, estaban regresando a Montevideo. Solamente quedaban los curiosos, algunas jovencitas que buscaban afanosamente al actor de cine estadounidense John Gavin, un funcionario de la OEA que había personificado a Julio César en Espartaco, (casualmente en esos días en carteleras) y los periodistas que procuraban cumplir con su trabajo. Carlos Núñez, enviado de la revista Repórter describía de este modo esas horas finales. "Al cabo de varios días de trabajos técnicos en distintas comisiones, el Consejo Interamericano Económico y Social llegaba al martes 15 de agosto todavía con algunos problemas por delante. Tras ser desechadas dos propuestas por entender que eran de carácter político, el Secretario de la Comisión General pasó a leer un documento llamado Declaración a los Pueblos de América. El Che terminó su cigarrillo mientras era leído el documento. Después pidió la palabra. "Cuba no conocía esa declaración, ha sido introducida de improviso. Solicita un cuarto intermedio para estudiarla y pronunciarse sobre ella" (...) Las enmiendas que media hora después presentaba la delegación de Cuba eran las mismas en las que al día siguiente basaría su negativa a firmar el acuerdo de la Alianza para el progreso (...) Para que las tasas de crecimiento de los países subdesarrollados pudieran alcanzar a la de los países desarrollados (afirmaba el Che) "se necesitaría la pequeña cantidad de quinientos años".

La prensa, incluida la de la izquierda, recogió puntualmente las declaraciones controversiales de Guevara, pero no aquellas en las que inesperadamente, se hacía permeable a soluciones económicas que hoy comparten sectores de todo el espectro político. "Hemos previsto y diagnosticado la revolución social en América (...) Pero si el camino de los pueblos se quiere llevar a través de este desarrollo armónico, por préstamos a largo plazo con intereses bajos, como anunció el señor Dillon, a cincuenta años de plazo, también nosotros estamos de acuerdo". No obstante esta actitud conciliadora, el Che no demoró en volver a sacar las uñas pronosticando guerras civiles en toda América y quitando de ellas la responsabilidad a Cuba. "Estas guerras, desarrollándose primero en condiciones muy difíciles en las zonas más abruptas irán poco a poco dominando los campos, asediando las ciudades y algún día se pasará a la conquista del poder político por las masas populares". Aunque el entusiasmo del notorio integrante de la generación del 45 Angel Rama presente en esas circunstancias lo llevó a escribir en Marcha "Todos vimos pasar una historia futura que se desmorona sobre nosotros en forma implacable", aquella visión casi apocalíptica del Che demostró ser, analizada a los cuarenta años de expuesta, apenas un deseo. En uno de esos proyectos técnica y materialmente irrealizables, él mismo perdería la vida en Bolivia, seis años más tarde.

Curiosamente, las pasiones de la época no permitieron que tomaran estado público algunas de las expresiones del Che, muy elogiosas para nuestro país vertidas pocas horas después en un acto en el Paraninfo y recién reveladas por Cuadernos de Marcha en 1967. En ellas el Ministro de Industrias cubano decía: "Yo sé que los miembros del gobierno de Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo nos permiten la expresión de estas ideas aquí en el Uruguay (...) Ustedes tienen algo que cuidar que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas, la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se puede ir; la posibilidad en fin de ir creando esas condiciones que todos esperamos que algún día se logren en América para que podamos ser todos hermanos, para que no haya explotación del hombre por el hombre, lo que no en todos lados sucederá lo mismo sin derramamiento de sangre sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba que es que cuando se empieza el primer disparo nunca se sabe cuando será el último".



Como se ha dicho, terminada la conferencia Ernesto Guevara viajó a Montevideo a dar una charla en el Paraninfo de la Universidad. Aunque los diarios no la anunciaron El Día hizo un breve comentario referido a su presencia en la capital. De acuerdo a la investigación realizada en 1997 por Leonardo Haberkorn en la revista tres, el matutino citado reprobó la visita "de tan siniestro personaje, de muy triste actuación en otros países y rápida huída cuando las cosas se ponían feas". Siguiendo a la revista tres, mucho más duro todavía estuvo uno de los propietarios del mencionado diario, el señor César Batlle Pacheco, hijo de don Pepe Batlle e integrante del Consejo Nacional de Gobierno quien en plena sesión de este cuerpo pidió que el Ministro de Industrias de Fidel Castro fuera declarado indeseable, asegurando que "se trata de un señor con quinientos ochenta o quinientos noventa asesinatos conocidos sin contar los que se han hecho en las sombras. Se trata de un personaje realmente extraño: su cobardía es notoria". Criticó luego que Guevara hiciera probar su comida temiendo ser envenenado. "Esto lo hacían los emperadores romanos en la decadencia (...) Pero ahora parece natural que un señor diga: "quiero saber si me quieren envenenar" y tenga un sirviente que pruebe. Si el veneno es muy intenso, mala suerte. Eso no lo haríamos ni con un perro". La investigación de la revista tres llegó hasta el diario La Unión un prestigioso órgano de Minas, que reprodujo otra de las expresiones de César Batlle Pacheco en el Consejo Nacional de Gobierno: "El "señor" Che Guevara hace alarde de suciedad, se presenta sucio, con irrespetuosidad hacia el país; llega a las reuniones cuando le parece; se ha caracterizado por todo lo que significa falta de cortesía. Además todos sabemos que la tradición de él es un reguero de sangre. Miles, miles y miles de individuos que han pagado con su vida, sin distinción de sexo ni edad".

El 17 de agosto estaba prevista la charla de Ernesto Guevara en el Paraninfo de la Universidad. El clima social exacerbado desde el comienzo de la conferencia del CIES no era seguramente el más propicio pero nada impidió su realización, ni siquiera la irrupción horas antes en el local de varias personas que arrojaron bombitas de mal olor. La revista Repórter describía de esta forma esos hechos menos de una semana después. "El jueves 17 a las 20 horas en el Paraninfo de la Universidad, Che Guevara dictaba una conferencia sobre temas económicos. Ese día en la audición del mediodía, el comentarista Chicotazo aludió bastante agresivamente a lo que calificó como actitudes de gobernantes cocoliches llegando a aducir la necesidad de que los militares intervinieran para asumir el poder y terminar con la situación. A las 13 y 30 varios estudiantes anticastristas entraron a la Universidad armados con pistolas arrojando bombas fétidas en el Paraninfo. Por la noche en una reunión del Consejo Nacional de Gobierno los consejeros Batlle, Pacheco y Nardone impugnaron agriamente la presencia de Guevara en Montevideo. Mientras tanto, el Che pronunciaba su discurso antes un público abundante y fervoroso. En un momento en que ese fervor amenazaba con crecer demasiado, el propio Guevara llamó a la calma alegando un compromiso con Haedo de evitar los disturbios y aún como el nombre del consejero no hubo sido bien recibido, habló más largamente sobre la necesidad de llegar a la fuerza sólo como elemento decisivo cuando se han agotado todas las restantes posibilidades. Los hechos no confirmaron los temores del Consejo de Gobierno, pero luego de emitir un comunicado vago y general --al menos en su literalidad -- una profecía del Consejero Batlle Pacheco establecía: "No la voto, no me gustan las cataplasmas. En estos momentos puede pasar algo, puede haber doloroso incidentes".

Tuvo razón. Apenas terminado el acto del Paraninfo y cuando Guevara se retiraba, un atentado a balazos terminó con la vida del profesor Arbelio Ramírez quien luego de asistir al acto se marchaba por la calle Eduardo Acevedo. La crónica policial del diario El País correspondiente al 18 de agosto se refirió a los hechos de esta manera. "Cuando hubo terminado de hablar, Guevara salió por una de las puertas laterales de la Universidad alejándose rápidamente en un coche mientras sus partidarios seguían vivándolo. Por los altoparlantes se exhortó a las cuatro mil personas asistentes al acto --gran cantidad de ellas no habían podido penetrar al Paraninfo y se agolpaban en la avenida 18 de Julio frente a la Universidad, a retirarse pacíficamente ya que no existía permiso para manifestar. Fue entonces que la policía comenzó a dispersar al público. Utilizando carros lanza agua y gases lacrimógenos, la Guardia Metropolitana y la caballería dejaron prácticamente desierta la avenida 18 de Julio. El saldo fue de varios contusos. Luego que el Che se hubo retirado, y un momento antes de que la policía dispersara a la gente, se produjo un tiroteo en la calle Eduardo Acevedo entre Guayabos y Lavalleja, frente al local donde funciona el Instituto Alfredo Vásquez Acevedo, resultando un hombre fatalmente herido. Varias personas hicieron fuego sobre un hombre en ese lugar muriendo éste inmediatamente. La persona muerta resultó ser Arbelio Ramírez, oriental, casado de 45 años de edad domiciliado en Cerrito 196 Ap. 1. En los bolsillos de Ramírez se encontró una cinta grabadora en la cual estaría grabado el discurso que pronunciara Guevara. Cuando Ramírez transitaba por Eduardo Acevedo, los que lo seguían hicieron fuego sobre él desde la vereda de enfrente. Una de las balas le seccionó la carótida. Es de hacer notar que Ramírez era un profesor de historia en Enseñanza Secundaria egresado de la Facultad de Humanidades y era además colaborador de El País y del suplemento de El Día, escribiendo notas de historia".

Como se puede deducir, quienen militaban en el anticastrismo, insinuaban que el profesor Arbelio Ramírez era un adversario de la Revolución Cubana. Citaban incluso que colaboraba asiduamente en la revista Comentario, editada por el Servicio de Información de los Estados Unidos (USIS). Por lo tanto la filiación de los autores de su muerte resultaba más que clara. Otra versión absolutamente opuesta tenían los seguidores de Fidel quienes sostenían que Ramírez, quien no ejercía ningún cargo dirigencial ni en la izquierda ni en la derecha que justificara su asesinato, había sido muerto por una bala perdida destinada al Che Guevara. La señora Ester Dosil, viuda de Ramírez recordaría en la revista tres treinta y seis años después: "No pertenecíamos a ningún partido de izquierda. Fuimos a ver al Che porque queríamos saber qué decía. La Revolución Cubana recién había triunfado y despertaba una gran expectativa".

La muerte de Arbelio Ramírez nunca fue aclarada y fue la segunda que sacudió a aquellos años terribles. La primera había sido pocos meses antes la que terminó con la vida de Dardo Billoto, un militante de derecha, en un enfrentamiento que tuvo lugar en la esquina del semanario comunista Justicia. Muy pronto, la sociedad uruguaya dejaría de asombrarse por los asesinatos callejeros.

La única visita del Che Guevara al Uruguay (hubo otra nunca confirmada que circuló luego de su muerte) tuvo un extraño corolario. Ofendido por su presencia en el país y en especial por los amargos compartidos con Haedo, el Consejero Nacional Benito Nardone (Chicotazo) organizó en Minas un Cabildo Abierto que él mismo bautizó como de desagravio al mate. Esta asamblea que tuvo lugar poco después que Guevara abandonara el Uruguay, fue multitudinaria y puede dar una idea aproximada de los parámetros dentro de los cuales se movía entonces la política nacional.
César Di Candia

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