El Che Guevara y Eduardo V. Haedo en Punta del Este, mate va, mate viene
Al comenzar 1961 mucha gente comenzaba a mirar con recelo a la Revolución Cubana que llevaba ya dos años instalada en aquel país, pero muy pocos sospechaban la influencia política que habría de ejercer sobre partidos y pueblos del continente. Partiendo del eje que representaba la figura de Fidel Castro, el Uruguay como tantos otros países de América comenzó un rápido proceso de radicalización que culminaría con los disturbios sociales e institucionales que arrasaron el país durante esa década y la siguiente. El peso de la doctrina marxista impulsada por la Revolución Cubana y la intención de los gobernantes de la isla de exportarla por el continente, galvanizó a la magra izquierda nacional reagrupándola. No fue casualidad que una de las fracciones que votó en las elecciones del 62 se llamara FIDEL, sigla que identificaba a un movimiento llamado Frente Izquierda de Liberación integrado mayoritariamente por comunistas pero con aportes de otros sectores. Las fuerzas políticas tradicionales reaccionaron también con vehemencia y prontitud ante lo que consideraron un peligro para la convivencia democrática. La Conferencia del CIES (Consejo Interamericano Económico y Social) realizada en agosto de 1961 en Punta del Este con la presencia del ministro de Economía de Cuba Ernesto Che Guevara y el encargado del tesoro de Estados Unidos Douglas Dillon, agravó las rivalidades. Antes y después, los actos, las marchas y las asambleas promovidas por una y otra parte se sucedieron hasta que tuvo lugar una tragedia que dada la violencia social soterrada, no era difícil de predecir: la muerte del profesor Arbelio Ramírez ocurrida a la salida de una charla del Che en el Paraninfo de la Universidad. Esta historia sumada a la de la reunión de Punta del Este, es lo que se pretende reconstruir en estas notas.
A mediados de julio de 1961, los preparativos para la reunión del CIES que tendría lugar al mes siguiente, habían comenzado a ser noticia en los diarios. En el edificio Vanguardia de Punta del Este se realizó una suerte de lanzamiento con el anuncio de los detalles de la conferencia al cual asistieron Agregados de Prensa de muchas embajadas, periodistas uruguayos y enviados especiales de otros países. El mismo día el presidente del Consejo Nacional de Gobierno Eduardo Víctor Haedo los volvió a convocar a todos para una reunión informal en su chalet La Azotea un lugar de descanso y relaciones públicas que dos semanas más tarde habría de funcionar casi paralelamente al de las sesiones del CIES. El clima general era de nerviosismo porque desde Estados Unidos se había asegurado la presencia del presidente John Kennedy y se esperaba que de Cuba llegara el primer ministro Fidel Castro. Aunque ambos habían formulado declaraciones hirientes sobre su oponente circunstancial, que hacían recordar las fanfarronerías con que suelen obsequiarse algunos boxeadores antes de las peleas, ninguno llegó finalmente a la península.
Más allá de las tensiones cotidianas, Montevideo disfrutaba de una vida artística que nunca había conocido y y tampoco se repetiría después. En CX 14 El Espectador y SAETA Canal 10 se presentaba el cantante de boleros Mario Clavel, apodado el chansonier de América. En el cine Iguazú se estrenaba El Lechero con Danny Kaye, un cómico que enloquecía a la gente, el California ofrecía Espartaco, con Kirk Douglas y Jean Simmons y el Plaza exhibía La verdad con Brigitte Bardot. El cine Los Angeles prefería incursionar en espectáculos llamados "cine realista", con películas cortas que ponían nerviosos a muchos hombres y que hoy harían reír a las monjas de clausura: "Los hijos que no nacieron", "La verdad sobre el nudismo", "Amores de medianoche", "La indeseable", "Flor de perdición" y "Esto es strip tease". Por su parte la Casa de Teatro acababa de otorgar sus lauros anuales. En la categoría profesional se había dado el premio a la mejor actriz a Estela Medina por La dama boba, el del mejor actor a Alberto Candeau por Un tal Servando Gómez y el del mejor director a José Estruch por La dama boba. En el rubro Teatros Independientes, los premios habían sido en el mismo orden para Dahd Sfeir por Santa Juana, Juan Carlos Carrasco por La noche de los ángeles inciertos y Laura Escalante por la dirección de El animador. El jazz vivía todavía coletazos de gran brillo y sus esplendores llegaban a Montevideo. En esos días daba un concierto Dizzy Gillespie en el cine Plaza y actuaba en Carve el excepcional saxofonista Coleman Hawkins. Las más altas expresiones técnicas de las nuevas formas de comunicación comenzaban a deslumbrar a los uruguayos, todavía demasiado faltos de ritmo. La casa Sapelli importaba ese mismo mes de julio los primeros controles remotos para televisores que de acuerdo a los dibujos de los avisos, tenían forma de tubo y se parecían a un spray de matar insectos. En cierta forma configuraban el lujo de la miseria porque en Montevideo había solamente dos canales, el 4 y el 10 y sus programas no justificaban un control. Un brevísimo resumen puede identificar a los predilectos de las horas pico: en el 4 China Zorrilla, las seriales Cheyenne y Maverick, el programa Alta Corte de preguntas y Casino Montecarlo. En SAETA cinco series que todavía están en la memoria: Bat Masterson, Laramie, Perry Mason, Patrulla de Caminos y El Llanero Solitario.
Detrás de esta aparente tranquilidad se podían leer sin embargo algunas entrelíneas poco tranquilizadoras que presagiaban un agravamiento de la situación social. El 26 de julio, durante los actos del octavo aniversario de la revolución cubana, Fidel Castro, compartiendo en la ocasión la tribuna con el astronauta ruso Yuri Gagarin, anunciaba que su país se encaminaba hacia el partido único de la revolución socialista cubana. En otras palabras, que su incorporación al bloque soviético era un hecho y ponía a un país comunista a media hora de avión de los Estados Unidos. Unos días antes se habían producido graves disturbios que incluyeron incendios y destrozos en la Facultad de Derecho de Buenos Aires durante un acto político en el cual la oradora principal era una mujer: la madre del Che Guevara Celia de la Serna.
Ya en los primeros días de agosto, toda la atención pública estaba centrada en la conferencia del CIES. Los problemas derivados de la economía mundial habían comenzado también a alterar el Viejo Mundo a tal punto que el primero del mes mencionado se había puesto la piedra fundamental del Mercado Común Europeo, un esfuerzo inicial que agruparía en un principio a trece países y alcanzaría a trescientos millones de consumidores. Dando pasos más cortitos, el Consejo Interamericano Económico y Social a reunirse en Punta del Este procuraría reorganizar a las maltrechas finanzas de América a la luz del anunciado plan de Kennedy denominado Alianza para el Progreso. Como apoyo cultural ya se había inaugurado una exposición de plásticos uruguayos en el Hotel Míguez, bajo la dirección de los pintores Glauco Capozzoli y Osvaldo Reino.
En la capital, las actividades artísticas y culturales seguían un ritmo inalterado. Los cines daban Los diez Mandamientos, con Charlton Heston y Yul Brinner (Luxor), Porgy and Bess con Sidney Poitier y Dorothy Dandridge (Plaza) Dos mujeres con Sophia Loren y Jean Paul Belmondo (Censa) y se reponía en Iguazú una de las obras cumbres de John Ford filmada en el año 35: El delator con Víctor Mc Laglen. En el teatro Solís sobresalía nítidamente la obra de Tennesse Williams Suddenly last summer con Viveca Lindsford y Rita Gam, principales actrices de la compañía New York Repertory Theatre. Más que eso interesaba el segundo partido que las selecciones de Uruguay y Bolivia jugarían en Montevideo buscando clasificarse para el Mundial 62 de Chile. Los celestes ganaron y clasificaron como siempre penando, por dos a uno. Estuvieron integrados por: Luis Maidana, De Souza, William Martínez, Aguerre, Ruben González, Cano, Luis Cubilla, Mario Bergara, Ruben Cabrera, José Sasía y Escalada. Los goles fueron marcados por Cubilla y Escalada. Lateralmente puede recordarse aquí que al Mundial del año siguiente Uruguay concurrió con tres Directores Técnicos, un hecho que seguramente nunca se ha repetido en la historia del fútbol. Al no transar ni Peñarol ni Nacional con la designación del entrenador del equipo contrario, fueron designados los dos y un tercero para oficiar de componedor. De modo que los celestes estuvieron dirigidos por Roberto Scarone, Hugo Bagnulo y Juan López.
Para ubicar en un tiempo histórico-político a quienes lean estas notas, se debe mencionar a las autoridades nacionales más vinculadas con el CIES en el momento de su realización: el Presidente del Consejo Nacional de Gobierno era don Eduardo Víctor Haedo, el Ministro de Hacienda y presidente de la conferencia, el contador Luis Eduardo Azzini, el Ministro de Relaciones Exteriores, el contralmirante Homero Martínez Montero, el Ministro del Interior, el señor Nicolás Storace, el Ministro de Defensa era el coronel Rebollo y el Secretario General de la OEA el embajador en Estados Unidos Carlos Clulow. Al iniciarse las deliberaciones Azzini pronunció un discurso muy bien recibido, algunos de cuyos párrafos fueron tomados como una síntesis de los posicionamientos políticos en esa hora difícil para los estados americanos. "La historia no es pródiga, la historia es avara en conceder oportunidades para avanzar reformas audaces en beneficio de la Humanidad. Esta es una de esas raras oportunidades. No podemos fallar ni a la historia ni a nuestros pueblos".
Esa actitud de tolerancia y apertura del contador Azzini no tuvo demasiado eco en los periódicos que manipulaban la interna uruguaya. Ningún diario informó sobre la venida de Ernesto Guevara y sólo dos días después de su llegada, El País le dedicó un par de líneas más de agravio que de bienvenida: "Las convenciones internacionales nos obligarán a recibir por unos días en tierra de Artigas a esa excrecencia". Y su colega El Día recién se percató de la presencia del ministro cubano diez días después de su llegada, dedicándole este suelto el doce de agosto: "En un avión de la Compañía Cubana de Aviación arribó al país el pasado dos de agosto uno de los tres principales verdugos del pueblo cubano (...) Esta fiera ensangrentada cuya crueldad sufre todo un pueblo amigo no bien llegó a Punta del Este se instaló en su residencia reservada al estilo de un Hitler, un Mussolini o un Kruschev". Por su parte el cronista de ese mismo diario designado para cubrir la información, el destacado periodista Walter Arias Zunino demostró su animosidad desde el comienzo de la ceremonia. "Con un gesto hasta de burla siguió desde el palco los acontecimientos en una posición indolente escudado y agasajado por los esbirros que lo rodean. Barbudo, de cabellos no muy cuidados pese a que el uniforme que vestía estaba ordenado y recientemente planchado a ojos vistas, dejó el Che una sensación de desprolijidad y ordinariez en sus gestos y posturas". Por su parte quienes participaban de una férrea adhesión el régimen cubano, jóvenes en su mayoría, agasajaron a Guevara realizando una marcha a pie hasta Punta del Este que demoró cuatro días en llegar. Uno de los participantes fue el actor Pepe Vásquez. Es preciso entender claramente los enfrentamientos de aquellos años que juzgar todas las actitudes extremas. En aquel momento el choque ideológico entre Oriente y Occidente no conocía treguas y la posición cada vez más radical de Fidel Castro, que culminaría en la Conferencia Tricontinental proclamando el derecho de los pueblos de América a liberarse levantándose contra sus gobiernos, no hacía más que echar leña seca en una hoguera que no necesitaba combustible. Uno de los que intentó aplacar los ánimos fue Haedo, quien invitó reiteradamente a Guevara a tomar mate a su casa y a comer los asados que tan feliz hacían al Presidente del Gobierno Colegiado. Nunca sabremos el tenor de sus conversaciones, pero sí el juicio crítico que le provocaban al diario El Día. "¡Qué extraño destino el de algunos hombres incapaces de evitar el regodeo con seres inferiores! (...) Tal es el caso del actual Presidente del Consejo Nacional de Gobierno mezclando en sus ágapes oficiales entre gente de bien, a rufianes internacionales, la expresión más baja del crimen y del más infamante agravio a la dignidad de la vida humana! ¡El primer titular del gobierno agasajando al Che Guevara en opíparo banquete sin sentir en sus entrañas el espasmo asqueante del más profundo desprecio a sus crueles andanzas"! Sin embargo Beatriz Haedo respondería de esta manera en la revista tres de mayo de 1997, a una pregunta del periodista Leonardo Haberkorn: "El Che iba todas las mañanas a La Azotea a tomar mate con mi padre. El encontró en el Che a un hombre de una gran profundidad a quien le importaba mucho oír. Yo era muy joven y el Che me impresionó profundamente. Ya se vislumbraba que quedaría en la historia. Y estar con alguien así siempre es muy importante se piense lo que se piense. Pasé horas inolvidables escuchando esas conversaciones. El fue muy aclamado por la juventud y muy criticado por quienes pensaban distinto y no tenían la amplitud de mi padre. (...) Podrá gustar o no la manera con que defendió sus ideas que pueden no ser exactamente las mías pero pertenece a la historia de este continente y del mundo. Es tal vez la persona con más historia que haya entrado en La Azotea y agradezco haberlo conocido".
Como muchos analistas habían previsto, la conferencia del CIES se limitó pese a los esfuerzos de Luis Eduardo Azzini, a discursos altisonantes, resoluciones de difícil aplicación, mociones que pocas veces serían aprobadas, frases pronunciadas para ser recogidas en el exterior, buenas intenciones, exposiciones mañosas y actitudes presuntamente provocativas como las del propio Haedo que aunque no formaba parte de la reunión, se vestía con la amistad del Che como una forma de irritar a sus adversarios del Partido Colorado y aún a muchos de sus correligionarios.
La sesión plenaria del 16 de agosto fue la décimo tercera y en ella dijo su esperado discurso final Ernesto Guevara quien había pasado buena parte de la jornada recluido junto a sus padres, que habían llegado desde Buenos Aires. Así recordó aquella reunión el periodista Carlos Núñez, enviado especial de la revista Repórter: "La sesión plenaria del miércoles 16 vendría a dar culminación a un largo y complejo proceso político. Mientras datos técnicos y opiniones contradictorias se manejaban en varias comisiones, el ambiente de Punta del Este bullía de un modo especial. "Los romances aquí se llaman cincuenta dólares", apuntó un humorista y el comentario aludía a una parte escasamente publicitada del magnificado "evento internacional". Poco público y pocos turistas rodearon al CIES pero curiosos, arribistas y profesionales de la necesidad supieron aprovechar con anticipación algunos dólares de la Alianza para el Progreso. En los corrillos periodísticos y políticos los tres últimos días de la conferencia se auguraban como movidos, difíciles y hasta violentos. En su discurso del 8 de agosto, Guevara había planteado una encrucijada fundamental. "Tengo que decir que Cuba interpreta que ésta es una conferencia política, que Cuba no admite que se separe la economía de la política. (...) Es además política porque está concebida contra el ejemplo que Cuba significa en todo el continente americano". El punto solo fue aludido por la delegación cubana pero respondía a una realidad (la creciente influencia comunista en el régimen de Castro) previamente admitida por los observadores internacionales. (..) Lo cierto es que toda la conferencia giró en torno a dos personas - o dos intereses- claramente identificables. En la cara más superficial de la discusión económica, la ausencia real de los dólares prometidos por los Estados Unidos a la Alianza para el Progreso constituía un punto clave. (...) Contra toda "actitud mendicante" empero, la insegura contribución norteamericana seguía estando en el comentario general. Una funcionaria confundida o víctima de algún bromista proclamó en el serio ambiente del Edificio de las Américas: "Señor Juan Dólar, tenga a bien presentarse en Información".
Pero las intervenciones de Ernesto Che Guevara en la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social no tuvieron la misma gracia. De acuerdo a lo que relata el diario El País, en una de ellas, cuando el delegado cubano estaba haciendo uso de la palabra, fue interrumpido por varias personas ubicadas en el sector de la prensa las que al grito de "¡Viva Cuba libre!" intentaron interrumpirlo. De inmediato reaccionaron simpatizantes de la Revolución Cubana e incluso guardaespaldas del Che, quienes avanzaron hacia ellos enarbolando banderas cubanas y vivando a Fidel Castro. Hubo incidentes personales y finalmente el principal responsable de los anticastristas fue retirado de la sala. Su nombre era Max Azicri Levy y adujo estar trabajando para el diario Avance de Miami. El Jefe de Informativos de Canal 10 Milton Fontaina declaró después haber escuchado a los guardaespaldas de Guevara decirle a Azicri que si intentaba volver a entrar lo iban a matar. Aún teniendo en consideración su menor entidad, el episodio sirvió para poner en evidencia el clima externo que rodeó a la conferencia del CIES que era también el reflejo de las luchas ideológicas que ya habían comenzado a pautar la década de los sesenta.
Leer: 2ª Parte - Cuando vino el Che mataron al profesor Arbelio Ramírez. El crimen nunca se aclaró.
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