Montevideo es una ciudad de aguadas, pozos y manantiales. Especialmente en los arenales, tan abundantes en las costas de ríos y arroyos, el agua brota de las entrañas de la tierra, purifica y limpia, sacía la sed de hombres y animales ... Otras veces corre caudalosa, despeñandose por las cuchillas para rendirse a corrientes de mayor volumen, y éstas a otras, hasta llegar al río ancho como mar.
Y entonces éste las retorna, por cursos subterráneos, a las playas, donde afloran otra vez transformadas en manantiales en los arenales de la Aguada del rey, "pocitos" en los Pocitos de las Lavanderas, o cachimbas en el arroyo de los Chanchos, en el de Malvín o en el pago de Jesús María.
Este juego ecológico de las aguas que bajan por las laderas de las cuchillas y como por arte de magia vuelven a surgir de lo más recóndito de la tierra, parece destinado a malograrse. Los progresos urbanos, los trazados de calles, avenidas y parques, dictaron las respectivas sentencias de muerte.
Ahora nuestra fiel y reconquistadora ciudad capital parece condenada a perder sus aguadas y pozos naturales. Los de la Aguada, hace mas de un siglo y medio que desaparecieron. A los de Pocitos ya no los recuerda nadie. El arroyo Seco, el de las Albahacas, el Quitacalzones, el de los Chanchos, y tantos mas fueron entubados y sepultados bajo tierra. El Miguelete y el Malvín han sido rigurosamente sitiados, y apenas se les deja ver el sol si se portan bien y corren obedientes sobre las calzadas de piedra y cemento que los hombres les construyeron para tenerlos sujetos a su patria potestad.
Hoy nuestros convecinos prefieren las "aguas corrientes". Corrientes por cañería, claro, porque corrientes son todas, siempre que no estén estancadas. Las Aguas Corrientes datan, entre nosotros, de 1871, cuando la empresa fundada por los señores Lezica, Lanús y Fynn libró al servicio del público las entonces modernísimas cañerías. El agua ya no brotó mas de los manantiales. Salía de los grifos y canillas clavados en la pared. ¡Oh, progreso!, exclamaron embobados los montevideanos que se afiliaron al sistema, creyendo tocar el cielo con la mano.
La inauguración del servicio se realizó, con bombos y platillos, el 18 de Julio de 1871, siendo presidente de la República el general don Lorenzo Batlle, y en coincidencia con la fecha patria, lo que da idea de la importancia que los poderes públicos atribuían a este emprendimiento privado. Despues de oír un Te Deum en la Iglesia Matriz, las autoridades cruzaron a la plaza de la Constitucion, y el acto simbólico de instalacion del servicio se llevó a cabo al pie de la fuente que todavía está en el medio de ese espacio verde, y que fue construída especialmente para celebrar el acontecimiento. Salvas de artillería, discursos, bendición de Monseñor Jacinto Vera y ... lo mas esperado de la jornada: la apertura del primer grifo a cargo del presidente de la República.
Enseguida sucedió lo inesperado: el agua brotó con tal fuerza de las cañerías de los peces y las gárgolas de la fuente, que la concurrencia, como si se hubiese descolgado un diluvio, empapada de la cabeza a los pies, debió buscar refugio a varios metros de distancia, mientras la banda de música, también empapada, no pudo salir corriendo porque ... iniciaba en ese momento la ejecución del Himno Nacional.
El pueblo acompañó, entusiasta y curioso durante toda la jornada, la inauguración de la gran novedad, pero nadie pudo acercarse a la fuente porque sus alrededores estaban convertidos en un pantano. La fiesta popular duró hasta la noche, con fuegos artificiales, iluminación, globos y retretas de las bandas militares.
Estos son los antecedentes históricos más remotos de la OSE - Obras Sanitarias del Estado - que hoy nos provee de agua potable a los montevideanos, la mayoría de los cuales ignoramos que la crónica del tema tuvo muchos capítulos desde los pozos del rey hasta el día de hoy, incluída la histórica empapadura que debieron soportar en la plaza el presidente Batlle y su ilustre comitiva aquel memorable 18 de Julio de 1871.
"Los barrios de Montevideo"
Ricardo Goldaracena
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