El teniente coronel (r) José Nino Gavazzo volvió a declarar ante la Justicia, en el marco de la causa que indaga el "segundo vuelo" de Orletti. El connotado ex represor dijo desconocer el destino de los militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) desaparecidos en Argentina. Sin embargo, su situación procesal en la causa judicial del "segundo vuelo" se vería cada vez más comprometida.
Gavazzo fue conducido a la sede judicial otra vez, desde la cárcel especial de la calle Domingo Arenas donde se encuentra recluido junto a otros siete ex militares y policías por la desaparición de Adalberto Soba, causa a la que está "acordonado" el expediente del "segundo vuelo".
El ex represor ingresó al Juzgado Penal de la calle Misiones pasadas las 13 horas, fuertemente custodiado y protegido por un chaleco antibalas. En el edificio compareció durante casi dos horas ante el juez penal de 19º Turno, doctor Luis Charles, y la fiscal penal de 2º Turno, doctora Mirtha Guianze.
Gavazzo declaró como indagado y estuvo asistido por su hija, la abogada Rossana Gavazzo. Fue interrogado sobre su accionar represivo en Argentina y los operativos que derivaron en el traslado a Uruguay de una veintena de uruguayos, en el denominado "segundo vuelo" del cinco de octubre de 1976.
Según pudo saber LA REPUBLICA, tras la instancia, Gavazzo habría quedado seriamente implicado en el operativo del "segundo vuelo" de Orletti, ya que admitió que tuvo conocimiento de los operativos realizados en Buenos Aires entre setiembre y octubre de 1976.
Si bien atribuyó los procedimientos a fuerzas argentinas y dijo desconocer el destino de los uruguayos secuestrados, declaró que supone que los militantes del PVP fueron asesinados, confiaron fuentes cercanas a la investigación.
En otro pasaje del interrogatorio, Gavazzo describió detalladamente el presunto atentado que miembros del PVP planearon contra él y su familia como represalia por su accionar represivo en julio de 1976 en Automotores Orletti, donde desaparecieron y fueron torturados decenas de uruguayos.
No obstante, el militar retirado aparece seriamente comprometido, ya que fue el encargado de trasladar desde Buenos Aires a Montevideo en un vuelo comercial a las esposas e hijos de Alberto Mechoso y Adalberto Soba, ambos secuestrados y desaparecidos en Buenos Aires en 1976.
En principio, la declaración de Gavazzo se prevé que fue la última, previo a que el juez Charles remita el expediente a la fiscal Guianze para que elabore la acusación contra los represores procesados en setiembre de 2006 por el "caso Soba
¿Quién es Gavazzo?
José Nino Gavazzo Pereira nació el 2 de octubre de 1939. Está casado y tiene tres hijas. Ingresó al Ejército el 1º de marzo de 1956 en el arma de Artillería. Cuatro años después, revistaba en el Grupo de Artillería Nº 5. En 1966, con el grado de capitán, se desempeñó como instructor en la Escuela Militar.
En 1970 viajó a Estados Unidos donde, junto a otros militares, recibió instrucción norteamericana en lucha "contrainsurgente". Un año más tarde ascendió a mayor y fue trasladado a la Región Militar IV, con asiento en la ciudad de Minas, departamento de Lavalleja. Entre 1972 y 1973 estuvo en el S2 (Inteligencia) de la División de Ejército I. En 1974 y 1975 actuó en el S2 del Grupo de Artillería Nº 1 integrando a la Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas (OCOA), con la que Uruguay participó en el "Plan Cóndor".
En 1976, Gavazzo era el 2º jefe del Departamento III del Servicio de Información y Defensa (SID) con sede en Bulevar Artigas y Palmar, base de operaciones en los operativos de secuestro, tortura, asesinato y desaparición de los militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) en Buenos Aires.
Gavazzo también operó en la interna militar desde la publicación "El Talero" contra las aspiraciones presidenciales del general Gregorio Alvarez. El 24 de agosto de 1978, el "Goyo" le dio la baja con el grado de teniente coronel por su resolución Nº 53/495.
El 7 de enero de 1995 fue procesado con prisión por el delito de "extorsión", en el marco de una causa por falsificación de dólares por la cual el entonces juez penal Eduardo Borges también enjuició a su socio, el también ex represor Ricardo "Conejo" Medina.
Como jefe operativo de inteligencia, Gavazzo estuvo al frente de Automotores Orletti y es responsable directo, entre otros crímenes de lesa humanidad, de la desaparición forzada de 140 compatriotas en la Argentina. La mayor operación que comandó fue contra militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).
Diversos testimonios indican que, como él mismo se encargaría de demostrar en el transcurso del tiempo, sus verdaderas motivaciones eran las de un soldado de fortuna.
En efecto, las transacciones que siguieron al secuestro y posterior asesinato de Gerardo Gatti -principal dirigente del PVP- determinaron que embolsara para sí mismo y para sus secuaces una millonada suma en dólares procedente de las arcas de esa organización política.
Las víctimas de Gavazzo lo recuerdan como un torturador fanfarrón. Sus compañeros de armas se encargaron de la leyenda rosa y erigieron el monumento al corajudo oficial "que hacía la punta entrando pistola en mano a locales de la subversión".
Claro que esos locales de la subversión habían sido minuciosamente vigilados y Gavazzo entraba pistola en mano cuando le constaba que en su interior sólo quedaban mujeres y niños y la situación era fácil de controlar, para después montar una ratonera.
"Si la mano venía complicada, mandaba a hacer la punta a cualquier miliquito, como hacían todos los demás oficiales", dijo a CARAS y CARETAS un cuadro del sector militar del PVP sobreviviente de la masacre. Y agregó: "En el único local en que hubo resistencia fue en donde estaba el 'Negro' Mechoso (Alberto Cecilio Mechoso, desaparecido en Buenos Aires) y ahí no hizo la punta ni en joda...".
Como responsable del aparato represivo desplegado por el Servicio de Información y Defensa (SID) en Argentina, Gavazzo fue responsable de la enorme mayoría de torturas, asesinatos y desapariciones. Eso incluye los casos de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw y Rosario Barredo.
Al respecto, conviene recordar el testimonio prestado por Enrique Rodríguez Larreta ante un tribunal argentino con relación a su detención en Automotores Orletti: "Cuando yo reclamo por mis derechos él (Gavazzo) me dice: Viejo de mierda, ¿vos qué te crees?, aquí ha habido gente más importante que vos y esa gente está tocando el arpa con San Pedro... Significaba claramente que había habido personas de importancia social en Uruguay ahí detenidas y que habían sido eliminadas".
Gavazzo es también autor identificado del secuestro de Sara Méndez y del robo de su hijo, Simón Riquelo, cuando éste tenía apenas 20 días de nacido.
Cuando Gavazzo se encontraba en Montevideo o abocado a otras tareas, el mando de Automotores Orletti quedaba en mano del capitán Pedro Mato (a) 'El Burro', a quien se sindicó como autor material de los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Whitelaw y Barredo. Mato reside en la ciudad de Rivera y hasta hace algunos años prestaba servicios de 'seguridad' en la Zona Franca de Rivera, por aquellos años centro del contrabando norteño.
Gavazzo solía torturar a sus víctimas a cara descubierta y, entre otros detalles, le producía deleite encender cigarrillos con un Zippo que lucía el emblema de la CIA y que le había sido obsequiado tras sus cursos en los servicios estadounidenses.
Pero no todo fueron flores con los gringos. Las preocupaciones comenzaron cuando el congresista demócrata Edward Koch propuso al Congreso que se cancelaran los aportes económicos-fundamentalmente la ayuda militar- a aquellos países latinoamericanos que violaran los Derechos Humanos. El número uno de la CÍA en Montevideo, Frederick Latrash, mantuvo un encuentro de tercer tipo con Gavazzo y el coronel José Fons a mediados de 1976. Ensoberbecidos por torturar a mujeres y hombres indefensos y borrachos en la circunstancia, los militares uruguayos se quejaron de la actitud del congresista Koch y le dijeron: "Quizás deberíamos enviar a alguien a los Estados Unidos para que se haga cargo de ese congresista Koch". Los dos oficiales agregaron que el "trabajo" bien podía hacerlo la DINA de Pinochet. Latrasch informó a sus superiores pero afirmó que, a su juicio, sólo se trataba de una afirmación realizada por borrachos. Dos meses más tarde, un comando de la DINA asesinó con una bomba a Orlando Letelier en pleno centro de la capital estadounidense.
LADRÓN DE GALLINAS
Esta no es la primera vez que Gavazzo se enfrentará a un juez penal. Ni guerrero ni lleno de honor, Gavazzo ya fue procesado por la Justicia por la comisión de un delito de violencia privada. Un procesamiento timorato y condicionado por la fiscalía, obviamente por el gobierno de la época, que pidió el cambio de carátula al delito inicialmente atribuido al torturador: extorsión.
Junto a Gavazzo también resultó procesado otro conocido torturador y asesino que también retornará ante los estrados judiciales, está vez acusado por el asesinato de la nuera del poeta argentino Juan Gelman: Ricardo Medina (a) 'El Conejo'.
El caso comenzó en febrero de 1994 cuando los propietarios de una imprenta fueron contactados por Medina. Este les propuso numerar las series de billetes falsos de 5 mil cruzeiros. Medina pagó el trabajo con dos cheques que les fueron devueltos a los imprenteros al estar denunciados por... hurto. La firma de los cheques robados era del 'héroe' Medina.
Ante el hecho, la imprenta decidió no realizar el trabajo. Como resultado de ello, Medina pasó a buscar a la pareja de imprenteros y los sacó a 'pasear' en un Volvo de color verde.
El coche era conducido por Gavazzo quien se presentó como el 'Doctor Mauro'. Luego de un largo y silencioso trayecto, el auto se detuvo en medio de la noche y la nada. Gavazzo, armas en mano, incluso exhibiendo una granada de fragmentación, amenazó a los propietarios de la imprenta para que concluyeran el trabajo.
En los días que siguieron a esa nueva privación ilegal de la libertad, Gavazzo acosó el domicilio de los imprenteros. Al final, éstos decidieron realizar la denuncia tras anotar la matrícula del Volvo y averiguar, a través de un amigo que trabajaba en el Ministerio del Interior, que el automóvil pertenecía a María Inés Busquiazo, esposa de Gavazzo. Ante el juez, Gavazzo negó todo. Pero, finalmente, el torturador dio un mal paso sólo explicable por haber sido entrenado en técnicas de interrogatorio pero no de contra interrogatorio. Por eso, y por su estulticia y cobardía. En efecto, en un careo dijo: "Además quiero agregar que también falta a la verdad (el denunciante) cuando dice que vio al doctor Mauro de cuerpo entero". El fiscal, sin salir de su asombro, tomó aquellas palabras como lo que intrínsicamente eran: una confesión.
Tras el procesamiento, el Ejército le realizó un Tribunal de Honor que concluyó que no existían méritos para sancionar a Gavazzo. Por el contrario, tras la comisión del delito y de la posterior sentencia, el mayor José Niño Gavazzo fue ascendido a Teniente Coronel.
Más adelante aparecerían otros dólares y billetes brasileños falsos relacionados con la 'polibanda' que operó en el país. Siempre la misma barra: mano de obra desocupada del régimen dictatorial.
CARAS Y CARETAS, 29/7/05.
Testimoniaron en la causa del Primer Cuerpo de Ejército que sigue el juez federal Daniel Rafecas. De sus casas en Buenos Aires los militares argentinos y uruguayos robaron una importante cifra en dólares. Las trajeron a Montevideo en vuelo de línea. Las liberaron el mismo día en que volaba a Montevideo el segundo vuelo de Orletti. BEATRIZ INÉS Castellonese y María Elena Laguna, esposas de dos de las eventuales víctimas del segundo vuelo de Orletti en octubre de 1976, declararon ayer en Buenos Aires ante el juez federal Rafecas que instruye esa causa de violaciones a los derechos humanos durante las dictaduras en el cono sur. Castellonese era esposa de Alberto Cecilio Mechoso y Laguna la compañera de Adalberto Waldemar Soba Fernández. Sus maridos, militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) fueron secuestrados el 26 de setiembre de 1976 y se encuentran desaparecidos. Soba fue capturado esa mañana en Buenos Aires cuando fue a trabajar y, "a las 14.00 horas, su domicilio de la calle Emilio Castro 749, en el que se encontraban Elena y sus hijos Sandro (7), Leonardo (4) y Tania (2) fue copado por una decena de militares vestidos de particular. "Ahí está tu esposo", le dijeron y tiraron al suelo los despojos de Adalberto, torturado y semidesnudo, quien apenas estaba cubierto por una frazada. Les robaron una caja con dinero y toda la familia fue trasladada al centro de torturas Automotores Orletti. Ese día Mechoso había salido de su casa de Villa Lugano para reunirse con Soba. A las 15.00 horas, Beatriz sintió que derribaban la puerta de su domicilio e ingresaba un grupo de personas que se identificaron como militares argentinos y uruguayos. Algunos con picos y palas. Destrozaron todo, mientras Beatriz protegía a sus hijos Beatriz (8) y Alberto José (7). Encontraron debajo de una escalera una importante suma de dinero. La mujer y sus hijos fueron trasladados a una casa en la que vivían otros uruguayos secuestrados en julio de ese año. En Orletti, Elena Laguna pudo identificar a Anatole y Victoria Julien Grisonas, hijos de sus compatriotas Roger y Victoria, secuestrados días antes. Anatole le dijo que "hombres malos habían ido a su casa, agarraron a mamá de los pelos, oí un balazo y no oí más a papá". Beatriz Castellonese pudo volver a ver a su esposo Mechoso, quien visiblemente torturado fue trasladado hasta aquella casa de la calle Juana de Azurduy, que reconoció como el lugar en el que vivía Sara Méndez antes de ser secuestrada en julio del mismo 1976. También a Elena le dieron esa última oportunidad. "Casi no lo reconocíamos. Estaba sin vendas, los ojos no los podía abrir, estaban blancos, como cubiertos de pus o quemados con ácido". No hablaba, sólo pedía de beber. Los dejaron un rato y se lo llevaron. Beatriz y Elena, junto a sus hijos, fueron trasladadas en forma paralela a Aeroparque. Allí estaba el coronel José Niño Gavazzo y el mayor Ricardo Arab, quienes con documentos falsos se hicieron pasar por sus esposos para trasladarlas a Montevideo. Laguna recuerda que Gavazzo llevaba una valija de la que se escapaban los billetes de dólar. Colocó algunos fajos en los bolsillos interiores y exteriores de su saco de civil para poder cerrar la maleta. En Montevideo les esperaban para trasladarlas a una casona de Punta Gorda. Unos días después, el 5 de octubre de 1976, liberaron a las dos mujeres y los siete niños. Laguna recuerda que Gavazzo le dijo que "en su estado de nervios, usted nunca me va a poder reconocer, pero tendré que cuidarme de sus hijos cuando crezcan". Aquel 5 de octubre en la madrugada, fue que se concretó el segundo traslado masivo de uruguayos secuestrados en Orletti, a través del vuelo 511 del Transporte Militar Aéreo Uruguayo (TAMU), cuyo copiloto era el ex comandante de la Fuerza Aérea (FAU), José Pedro Malaquín. Dieciséis uruguayos y cinco argentinos habrían sido trasladados en aquel vuelo denunciado por LA REPÚBLICA en setiembre de 2002 y confirmado en el informe sobre los desaparecidos que tres años después la FAU entregó al presidente Tabaré Vázquez. Los pasajeros del segundo vuelo de Orletti fueron ejecutados masivamente y enterrados en una fosa común cuya ubicación aún no ha confesado el Ejército. Se desconoce si Mechoso y Soba integraban aquel grupo. Castellonese y Laguna pudieron sobrevivirlo.
La República, 20/09/2005
CORDERO TORTURABA EN ARGENTINA
Alguna razón, todavía no muy clara, impulsó al coronel (r) Manuel Cordero (el tristemente célebre "303" del Servicio de Inteligencia de Defensa) a romper el silencio autoimpuesto durante tantos años y lanzar públicamente una encendida defensa del terrorismo de Estado. Hasta ahora los únicos que hablaban sobre los crímenes de la dictadura eran los comandantes de turno quienes, con excepciones, reivindicaban los desmanes en términos parecidos, aunque no tan crudos, a los utilizados por el coronel Cordero. Los comandantes, desde el general Hugo Medina en adelante, admitieron que hubo "algunos excesos" en la represión desplegada en el supremo deber de defender a la patria; Cordero, en cambio, justificó la necesidad de los asesinatos, torturas y desapariciones, y en ese sentido fue mucho más allá de su colega José Gavazzo quien, cuando habló públicamente, fue para advertir que, si lo obligaban a declarar ante un juez, contaría todo y no sería él el único responsable ante la ley.
¿Fue una confesión, un acto de sinceridad de Cordero? No. En la entrevista concedida a Búsqueda (jueves 27), el coronel retirado admite haber desplegado "métodos irregulares" en "acciones antiguerrilleras en Uruguay", precisamente donde una ley lo exonera de cualquier responsabilidad penal; pero se apresura a afirmar que "no participé ni fui a operar a la Argentina" con grupos parapoliciales y paramilitares, en 1976, una afirmación que pretende justificar por qué elude su comparecencia ante el juez federal Rodolfo Canicoba Corral, quien ha solicitado su extradición.
Este asunto de la presencia de militares uruguayos en operaciones en Argentina ha sido una piedra en el zapato para los sucesivos gobiernos posteriores a la reinstitucionalización: la comisión parlamentaria investigadora de los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz no pudo confirmar en su informe final la presencia de oficiales uruguayos en Buenos Aires, en 1976, porque el Ministerio de Defensa Nacional, por indicación del entonces presidente Julio María Sanguinetti, le negó expresamente cualquier informaciópn al respecto; los diputados investigadores sólo pudieron dejar constancia de su "convicción" de que hubo represión uruguaya en Argentina.
El juez argentino Néstor Blondi, en cambio, llegó a afirmar que José Gavazzo, Manuel Cordero, Hugo Campos Hermida, Jorge Silveira y Enrique Martínez revistaron como "personal asimilado" del Ejército argentino, en la resolución que fundamentaba el pedido de extradición formulado en 1988. Sin duda el magistrado argentino manejaba elementos concretos y pruebas sobre la responsabilidad de estos represores uruguayos en delitos cometidos en Argentina. Su colega el juez Canicoba Corral integró los indicios y las pruebas sobre la presencia de militares uruguayos en Buenos Aires (entre ellos Manuel Cordero) en la documentación del pedido de extradición todavía en trámite, a pesar de que el gobierno de Jorge Batlle le negó la información sobre las operaciones militares uruguayas en Argentina en la década del 70, solicitada previamente.
Hay, por tanto, dos magistrados argentinos que llegaron a imputar penalmente a Manuel Cordero por delitos cometidos en Argentina, una larga lista de secuestros, torturas, asesinatos y maniobras extorsivas. Ello bastaría para poner en entredicho la afirmación de que "nunca fui a operar a la Argentina", pero desde un punto de vista ético es más relevante confrontar la palabra de este oficial que justifica la tortura y la desaparición forzada, con los testimonios de sus víctimas, de aquellos que dan fe de lo que Manuel Cordero les infligió a ellos personalmente o de lo que ellos fueron testigos.
Ana Inés Quadros fue detenida en Buenos Aires en julio de 1976, fue interrogada y torturada en Automotores Orletti y el primer indicio de la identidad de sus torturados se la dio otro detenido, el dirigente sindical y fundador de la CNT, León Duarte, hoy desaparecido. Así consta en los expedientes argentinos de los juicios a los comandantes:
"Ana Quadros -La primera vez que fui interrogada, el mayor Nino Gavazzo se presentó con nombre y apellido, yo no lo conocía, nunca había tenido oportunidad de verlo, él me dijo quién era y...
Doctor Ledesma -¿Lo vio?
Quadros -Sí lo vi, es decir, cuando era torturada, me sacaban la venda...
Ledesma -¿A algún otro vio o supo el nombre?
Quadros -Sí, Manuel Cordero, también se presentó con nombre y apellido...".
Ante la Comisión Investigadora sobre Desaparecidos, Ana Quadros testificaba: "Yo soy detenida por oficiales todos de particular, que no se identifican para nada. Pero en las sesiones de tortura, una amenaza que ellos utilizan es decir su nombre, como si con su nombre inspiraran más miedo. Eso lo hacen Gavazzo y Cordero, que son los nombres que fundamentalmente recojo en la Argentina. En las sesiones de tortura se nos sacan las vendas y puedo ver quiénes están presentes".
Ana María Salvo Sánchez, detenida en Buenos Aires en 1976, se llevó una sorpresa con Cordero: "Me llevan a lo que posteriormente se conoce como Automotores Orletti. En el lugar donde me ponen había mucha gente detenida.
Se oían gritos y la radio muy alta.Todas las personas presentaban muestras de haber sido muy torturadas. Al poco rato de estar allí me suben por una escalera y me interrogan. El primero en hablar es el oficial Manuel Cordero, quien me conocía por haber allanado varias veces mi casa en Montevideo durante el año 1972. Cordero se da a conocer y bromea con los otros en el sentido de que éramos viejos conocidos".
Desde Toronto, donde fijó su residencia después de obtener su libertad, Alvaro Nores testimonió sobre su detención en Buenos Aires y sobre los interrogatorios a que fue sometido en el centro clandestino de detención utilizado por los oficiales uruguayos: "Además de los anteriormente mencionados, puedo asegurar que otro oficial uruguayo participó en estas sesiones de tortura. Este oficial es el mayor del arma de Artillería del Ejército uruguayo de apellido Cordero".
Alicia Raquel Cadenas identificó a los oficiales argentinos y uruguayos de Orletti: "El jefe del local era un argentino a quien llamaban el 'Jova' o el 'Jovato' y los oficiales uruguayos que nos interrogaban y torturaban (usaban) la característica 300 e iban desde el 302 (el mayor Gavazzo), 303 (el mayor Cordero), 304 (el mayor Martínez), 305, 306, 307, 308, 309 eran capitanes de los cuales no sé el nombre y tres tenientes más usando números correlativos y de los cuales también ignoro el nombre".
Ariel Rogelio Soto Loureiro confirmó la práctica de algunos oficiales de identificarse ante sus víctimas: "Los jefes militares uruguayos, con graduaciones que iban desde teniente hasta coronel, y presentes en Orletti, eran José Gavazzo, Manuel Cordero, Pedro Matto, Arab, Jorge Silveira, Oscar Rama y otros oficiales, suboficiales y clases. Más aun, algunos de ellos amparados en la impunidad de su actividad se identificaron con su graduación y nombre ante varios de los detenidos".
Inmediatamente después de su detención, Cecilia Irene Gayoso Jauregui fue trasladada a lo que supone fue una dependencia policial de Buenos Aitres; después fue conducida a Orletti: "Poco después de llegar comenzaron con los interrogatorios. Estos eran dirigidos por un uruguayo quien, después supe, era el mayor Manuel Cordero del Ejército uruguayo e integrante de la ocoa. Aquí también fui sometida a tortura, picana eléctrica, submarino y colgadas".
María del Carmen Martínez fue detenida en junio de 1976 en su domicilio de Buenos Aires, poco después de la detención de su compañero Hugo Méndez, quien permanecía como desaparecido hasta que hace algunas semanas sus restos fueron ubicados en el cementerio de La Chacarita (véase BRECHA, 21-IX-01, página 16). En varios testimonios, ante las justicias argentina, española, italiana y uruguaya, reiteró: "Quien me interrogó en casa y el que me hizo advertencias era un hombre de cutis blanco, ojos claros, de aproximadamente 35 años, y que destacaba por sus buenos modales. A éste lo he identificado como el mayor Manuel Cordero".
Sara Méndez, en múltiples testimonios sobre su detención en Buenos Aires, el robo de su hijo Simón y su permanencia en Orletti, ha afirmado que "los que llevan la voz cantante en el interrogatorio son uruguayos, entre los que reconozco al mayor Nino Gavazzo, Manuel Cordero y Jorge Silveira como los torturadores. Esta situación se repite varias veces durante los días que permanezco detenida en Automotores Orletti".
Pero ante los diputados de la comisión investigadora parlamentaria, Sara Méndez detalló: "También en ese lugar (Orletti) se me plantea si quiero ver a Gerardo Gatti. Eso lo hace el mismo Gavazzo y es previo a una sesión de interrogatorios y torturas. En ese lugar, cuando se me interroga -que no es de inmediato- se me lleva a una pieza, que era la pieza previa a la sesión de torturas y allí se me presenta Gavazzo; presenta al mayor Cordero -a quien tampoco conocía-, que luego también alcanzo a ver".
María del Pilar Nores Montedónico fue menos precisa en la identificación de sus interrogadores: "Debo haber reconocido la voz de dos oficiales uruguayos que después los vi aquí cuando estuve detenida en Montevideo. Son Gavazzo y Cordero... A las personas que creo haber identificado, pero que tampoco vi, fue a Gavazzo y a Cordero, porque después sí, las vi y escuché hablar varias veces" en Montevideo.
Washington Pérez, compañero de Gerardo Gatti y de León Duarte, fue secuestrado por Gavazzo y Cordero para oficiar de intermediario ante la dirección del Partido por la Victoria del Pueblo (pvp) en Buenos Aires: los dos oficiales uruguayos proponían liberar a Gerardo Gatti a cambio de dos millones de dólares (véase BRECHA, 7-IX-01). Pérez fue llevado en cinco oportunidades a Automotores Orletti. En su extenso testimonio ante los diputados de la Comisión Investigadora, dijo: "Voy a relatar cómo se produjo el segundo encuentro con esta gente. A los cuatro o cinco días logro tener contacto con un compañero, a través de la información que me había dado Gerardo Gatti. Le trasmito al compañero cuáles eran las exigencias planteadas por el mayor Gavazzo, Aníbal Gordon y el capitán Cordero. A este último lo conocía desde el año 1972, ocasión en que estuve detenido durante 105 días en el 5º de Artillería de Montevideo".
Estos diez testimonios (no son los únicos, de las decenas de uruguayos detenidos en Buenos Aires) bastarían para decidir quién miente y quién dice la verdad, para confrontar la palabra de Manuel Cordero. Podrá éste argumentar que todos los testimonios corresponden a integrantes de organizaciones de izquierda, si acaso ello bastase para desacreditarlos.
Por eso vale la pena registrar también el testimonio de Oscar López Balestra, un militante del Partido Nacional, del sector wilsonista, quien en 1985, siendo diputado, impulsó e integró la comisión investigadora sobre la situación de uruguayos desaparecidos. El "Cacho" López Balestra fue detenido más de una docena de veces, al comienzo de la dictadura, y torturado en los cuarteles. Fue en una de esas detenciones, en la cárcel clandestina del Servicio de Inteligencia de Defensa (sid), en bulevar Artigas y Palmar, que López Balestra conoció al mayor Manuel Cordero. Años después, en la sesión de la comisión investigadora que recibía el testimonio de Sara Méndez, el diputado wilsonista pidió la palabra para decir: "Yo seguía preguntándole acerca del local de bulevar Artigas, pues lo considero de mucha importancia, ya que fui detenido e interrogado precisamente en el mismo lugar donde estuvieron ellos. Cuando hice la pregunta acerca del señor De Armas, era porque se trataba del oficial que secundaba a Trabal, que era el jefe de Inteligencia del Ejército. Mi pregunta también estaba dirigida a si se encontraba (en Orletti) el señor Cordero, porque fue quien me hizo detener en 1975. En 1976, cuando fueron secuestrados Gutiérrez Ruiz y Michelini, yo también estaba e identifiqué en Buenos Aires a Gavazzo y a Cordero."
Semanario Brecha
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