7/2/08

Maestra presa por quemar bandera uruguaya

Beatriz Etchepare Mántaras fue conocida durante la dictadura, por haber quemado la bandera uruguaya en las vacaciones de julio de 1973. Por eso estuvo detenida 810 días, sin derecho a defenderse y a explicar lo ocurrido. No la perdonaron por ser de la FUM y de la 1001. Todo pasó en Cuchilla Alta.

Cuchilla Alta no fue ajena a la crispación política que vivió el país en aquellos años. Hubo algún enfrentamiento armado, allanamientos, y bandas fascistas que enero tras enero aparecieron con sus pintadas de "Siempre Bauzá", "Abajo el comunismo".

En 1973, antes y después del golpe de Estado cívico militar, la derecha más recalcitrante, el fascismo de Azul y Blanco y la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) reclamaban a la cúpula golpista una verdadera caza de brujas. Canelones no fue la excepción. Barrieron al inspector regional, al departamental y al zonal. Beatriz Etchepare Mántaras, la maestra de Cuchilla Alta, de la escuela rural Nº 58, no se salvó.

En las vacaciones de julio de 1973 la bandera uruguaya quedó flameando en su asta los 15 días de asueto. La persona encargada de descolgarla y guardarla olvidó tal tarea. Al reanudarse los cursos, del símbolo nacional sólo quedaban jirones.

En el amanecer siguiente, en Montevideo, el hijo de Beatriz, encontró en el lugar habitual una esquela y un dinero: "Ricardo, comprá una bandera uruguaya de tal y cual medida". Así lo hizo y 48 horas después la escuela rural del balneario Cuchilla Alta tuvo su pabellón patrio. "¿Con los jirones qué hago?" Interrogó la cocinera. La gran estufa a leña estaba encendida pretendiendo mitigar los fríos de un invierno cruel. "Arrójela ahí", dijo la maestra directora, y como algunos niños presenciaban los hechos, Beatriz explicó que las banderas no se lavan, no se remiendan, sólo se queman una vez que están fuera de uso. Esos jirones quemados llevaron a una patota armada, en un vehículo del Conae, a detener, frente a sus "pichones", a la maestra directora.

Una de sus alumnas, contadora en el presente, cursaba tercer año en aquellos días. "La encapucharon hombres armados, desconocidos. La tomaron de los brazos y sus pies, al ser arrastrada, hacían saltar el pedregullo grueso del patio de la escuela. Y así desapareció mi maestra. En mi cabeza infantil, reinó por días la idea de que había muerto. Tiempo después, mi madre me llevó a la cárcel de Cabildo a visitarla. Allí la reencontré, gorda, con su pelo grisáceo y un moño superprolijo, y dulce, dulce como siempre", dijo.

En noviembre de 1973, un reconocido maestro y periodista de Marcha, se apersonó en el piquete policial del balneario para interesarse por su amiga. Lo dejaron preso e incomunicado por más de un día y medio. Era Julio Castro, un patriota que está desaparecido desde agosto de 1977.

En la celebración de los 50 años de la escuela rural, Beatriz fue homenajeada. Sus ex alumnos le entregaron un pergamino: "Más madre que maestra, con tirones de orejas, penitencias, caricias, mil cuidados para sus ¨pichones`, como solía llamarnos; las kermeses, los títeres, el grupo de ex alumnos, sus idas y venidas todos los días del año. Se renovaban siempre los alumnos, pero Beatriz quedaba allí, esperando a los nuevos, dándose y dando. Y así, sin que ella lo supiera, en nuestros corazones, se nos quedó habitando".

No hay comentarios.: