1/11/07

El ex marino Daniel Rey Piuma volvió a Uruguay y, por primera vez, declaró

El ex marino Daniel Rey Piuma volvió a Uruguay y, por primera vez, declaró todo lo que vivió y sabe ante la Justicia penal uruguaya
El regreso del "desertor" de la Armada
Prestó testimonio durante cinco horas ante el juez Charles y la fiscal Guianze, a quienes reveló los detalles de la coordinación de la marina uruguaya con la Armada argentina. Señaló los nombres de los represores de los servicios de Inteligencia naval que viajaban a Argentina y habrían participado de la repatriación forzada de militantes del GAU, PCR y el MLN que hoy están desaparecidos. Entrevistado por LA REPUBLICA, narra su historia como desertor y reafirma que existen archivos y que hay oficiales que pueden esclarecer todo lo que pasó en la dictadura.
El martes 16 de octubre, veintisiete años después de desertar de la Armada y denunciar internacionalmente las violaciones a los derechos humanos de la dictadura uruguaya, el ex marino Daniel Rey Piuma presentó su testimonio ante la causa de los traslados ilegales y desapariciones que instruyen el juez penal de 19º Turno, Luis Charles, y la fiscal Mirtha Guianze. La denuncia de Rey Piuma, publicada en un libro bajo el título "Un marino acusa", conmovió a los organismos internacionales a principios de los años ochenta, cuando la documentación revelada por el ex agente de la Dirección de Inteligencia de Prefectura Nacional Naval evidenció el verdadero origen de los cuerpos que habían aparecido en las costas uruguayas en los años setenta. Aquellos que la dictadura uruguaya presentó como cadáveres de pescadores asiáticos que habrían sido asesinados en alta mar eran, en realidad, los cuerpos de desaparecidos que la Armada argentina había arrojado al Río de la Plata. Un bárbaro crimen de lesa humanidad del que los militares uruguayos no eran ajenos, ya que algunos de esos desaparecidos fueron detenidos por ellos en Uruguay. El horror denunciado por Daniel Rey Piuma, radicado hoy en Holanda, donde le dieron asilo, evidencia la práctica metódica de la tortura en las unidades de la Armada uruguaya, señala con nombre y apellido a los torturadores y registra en documentos e imágenes una verdad que aún se pretende ocultar en los informes de las Fuerzas Armadas sobre la desaparición forzada de personas. Rey Piuma, quien denunció como torturadores a los oficiales de la marina Eduardo Craigdallie y Ernesto Serrón cuando fueron designados por el actual gobierno del Frente Amplio en cargos de representación del país, sigue creyendo en la posibilidad de llegar a la verdad de lo sucedido para crear una sociedad sin impunidad, aunque tema que no haya voluntad política para hacerlo. Entre los oficiales señalados como torturadores por el ex agente de Inteligencia de Prefectura (Dipre), también se incluye al mayor Alvaro Diez Olazábal, los capitanes Nelson Sánchez y Jorge Fernández y los tenientes Daniel Maiorano, Víctor Da Silva, Aníbal del Río, Carlos Gamarra, Uruguay Sánchez, Juan Carlos Fernández y Jesús de Armas, además de personal subalterno. Bajo medidas de seguridad, en un apartamento de Pocitos, Rey Piuma recibió a LA REPUBLICA y contó su historia. El modo en que se infiltró como espía en la Armada, la forma en que robaba documentos militares que luego reveló internacionalmente, las razones por las que debió desertar y pedir asilo a Naciones Unidas y la lucha de casi 30 años que ahora pudo narrar ante un juez penal. En su testimonio, Rey Piuma denuncia la participación de la Armada en la represión de uruguayos exiliados en Argentina en los años setenta, nombra a quienes operaban en coordinación con los argentinos, confirma datos de otros testimonios sobre el traslado a Uruguay de militantes GAU, PCR y MLN secuestrados en Buenos Aires, y denuncia que todo está en los archivos de la marina.
--Hace 27 años huyó de Uruguay.
--Sí. El 12 de octubre de 1980 partí de 8 de Octubre y Pan de Azúcar en una línea de ómnibus regular hasta la frontera con Brasil. Salí con mi compañera y llevaba cosidos entre mis ropas películas, negativos de fotografías y microfilmes. Del otro lado del puente me estaban esperando dos compañeros para confirmar que había podido cruzar la frontera.
--¿Era un desertor?
--Sí. Deserté de la marina ese mismo día. Había ingresado tres años antes, el 15 de setiembre de 1977. Por una parte, en ese tiempo había estado militando políticamente en plena dictadura en un grupo de resistencia que estaba conformado por compañeros tupamaros que habían salido de la cárcel, compañeros de la ROE que también habían estado presos y otro par de compañeros que nunca habían sido tocados por la dictadura.
--¿Y por otra parte...?
--Aparte de actuar clandestinamente en discusiones políticas, análisis de la realidad internacional y uruguaya, yo sustraía diariamente material militar de la marina, como los planos de todas las unidades militares, los códigos para la información clasificada, los códigos de los caciques, las direcciones particulares de los militares e información sobre operaciones que se estaban realizando contra organizaciones populares y gente que estaba en la resistencia. También juntaba material que comprobara las violaciones a los derechos humanos dentro de la marina uruguaya, sobre todo dentro de Prefectura, en particular en un tema que me tocaba personalmente, como el origen de los cadáveres que aparecían con señas de torturas en las costas uruguayas.
--Usted integraba el Servicio de Inteligencia de la Prefectura, uno de los que tenía la Armada uruguaya entonces. ¿Cómo estaban compuestos los "servicios" de la marina?
--Principalmente había dos grupos: Inteligencia naval, que se conoce como "N 2", que aún existe, y la División de Inteligencia de Prefectura (Dipre), que era donde yo estaba. Después estaban los "S 2", que eran los compartimentos de Inteligencia de cada unidad militar que existía en todas las unidades de la Armada y todas las de Prefectura. Había un departamento "S 2" en cada Prefectura y cada Subprefectura del país, que eran coordinados por el Dipre.
--También había grupos operativos...
--Sí. Uno de Fusileros Navales, el Fusna, en la marina de guerra, y otro de Prefectura que se llamaba Fuerza de Seguridad del Mar (Fusema). Mucha gente ha confundido a estos dos grupos, que son diferentes aunque su formación sea más o menos la misma, porque son una copia de los "marines" de Estados Unidos. Pero tenían mandos diferentes.
Un "zurdito" infiltrado
--Usted era muy joven en esa época.
--Entré con 19 años y deserté a los 22 años.
--¿Tenía militancia política antes de ingresar, o sus contactos con la resistencia a la dictadura se formaron a medida que veía la terrible realidad interna de la Armada?
--Yo empecé a militar en 1973 en el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) en el Liceo Nº 1 Rodó, que estaba en Colonia y Rio Branco.
--¿Y no tuvo problemas para ingresar a la Armada? ¿No controlaron sus antecedentes?
--Tuve la suerte, como estudiante, de no caer nunca preso. Sólo me detuvieron una vez, pero era un guacho de 13 años, por una marcha de protesta que salió de la Universidad por la muerte de un estudiante.
--¿Por qué con 19 años optó por ingresar a la Prefectura si tenía ideas opuestas a la dictadura? --Fue una casualidad de la vida. Había terminado Preparatorios de Agronomía y necesitaba trabajar. En esa época y durante varios años había estado en un grupo alrededor de la Iglesia, en el que militaban compañeros que no habían caído presos. Gente del 26 de Marzo, del FER, de la ROE... Se trabajaba en el entorno de la Catedral de Montevideo, un grupo que se llamaba Betania y cuyo líder espiritual era el padre Lezama, que estuvo muchos años preso como tupamaro. Pero cuando llegó un cura que se llamaba Delpiazzo no le gustó que en la Iglesia hubiera gente de izquierda y aunque entonces el obispo era Partelli, nos tuvimos que ir a trabajar a la Parroquia San Francisco en la Ciudad Vieja. Entonces conocí a un muchacho de mi edad que estaba trabajando en el puerto. Yo estaba convencido de que trabajaba en la Administración Nacional de Puertos (ANP) y le dije que me avisara si salía algún trabajo. Unos meses después, me dijo que había vacantes y me presentara. Fui al edificio de Aduanas e hice la solicitud para personal administrativo, convencido de que era para la ANP, y no me di cuenta de que el formulario decía PNN, por Prefectura Nacional Naval. Como tenía bachillerato completo y manejaba tres idiomas, me aceptaron...
--¿Y lo calificaron para ir a la Dipre?
--No. Me dijeron que me presentara un lunes en la Subprefectura de Trouville. Me acuerdo que fui y cuando entraba no me di cuenta de que dos marinos armados me gritaban "¡alto! ¡alto!". Llegué y me presenté: "Yo soy Daniel y me dijeron que...". No terminé de hablar. "¡¿Cómo que se llama Daniel?!... ¡Párese firme sorete!"... Así me recibieron (se ríe)... Terminé haciendo instrucción militar durante un mes y medio. A mí me parecía raro, pero como era el Puerto y recordaba la experiencia de militarización que habían tenido los bancarios, pensé que debía ser así, que para trabajar como administrativo del puerto había que hacer la instrucción militar.
--¿Cuándo se dio cuenta?
--Un día vino un oficial, Nelson Sánchez, un tipo pelirrojo al que le decían "Tomatera", quien sería uno de los más grandes torturadores que pude conocer. Me felicitó y me dijo que me iba a llevar a mi unidad. Estaba el subrefecto de Trouville, Uruguay Sánchez, que también era torturador, quien también me saludo y me dijo: "Ahora usted va a servir a la patria...", y me hizo todo un discurso. Ahí me dijeron que iba a ir al Dipre.
-¿Sabía qué era el Dipre?
--No. Me enteré cuando entré. Me recibió otro torturador, Eduardo Craigdallie. Me dijo que entraba en la Dirección de Inteligencia de Prefectura...
--¿No le dieron ganas de rajar de ahí?
--No. Hubo algo que creo nunca he contado. Cuando esperaba para entrar, había unas enormes puertas grises y en una de ellas había un visillo de unos 20 centímetros de ancho por 5 de alto. Desde ahí me miraron unos ojos y una voz me gritó: "¡Póngase mirando contra la pared!". Me di vuelta, una de las hojas de la puerta se abrió y por el rabillo del ojo pude ver que sacaban a cuatro compañeros con una capucha negra y se tomaban con la mano derecha sobre el hombro del otro (hace un largo silencio). Quizás hubiera sido el momento oportuno para rajarme, pero, no sé... no voy a decir que tuve un pálpito...
--¿Sintió curiosidad?
--No, creo que pensé que allí había un mundo que no era el que yo conocía.
Contacto con "Sérpico"
--En la Dipre pasa a ocupar una plaza muy particular...
--Al mes, pasé al Departamento Técnico, que era un lugar de gente muy calificada. Allí quedé como fotógrafo durante todos esos años y estudié como perito criminal y perito planométrico, me especialicé en detección de drogas, en apertura de toda clase de cerraduras y candados, en falsificación de documentos... (queda con la mirada perdida y en silencio).
--¿Qué pensaba?
--Parecerá absurdo, pero me animo a decir que a los cinco o seis días de estar allí, ya me había robado todo los códigos de trasmisiones radiales, que sabía que para algo iban a servir. Se los pasé un mes después a compañeros que estaban militando.
--¿Asumió una condición de "infiltrado"?
--Sí. Desde el primer momento.
--¿En contacto con organizaciones de izquierda?
--Sí. Puedo hoy decir el nombre de una compañera, que por desgracia está muerta, y era la que nos recibía en su casa: Blanca Nilo de Artigas. En su casa de La Teja nos reuníamos una vez por semana un grupo de compañeros. Ella tiene una hija desaparecida en Buenos Aires.
--María Asunción Artigas de Moyano...
--Sí. Blanca para mí fue como una segunda madre. Parece absurdo, pero con ese grupo llegábamos a realizar prácticas de tiro. Incluso un 18 de julio pensamos en volar el Monumento al Ejército...
--¿Se sentía "Sérpico"?
--No. La película fue un poco posterior. Pero de alguna manera sí me sentía algo por el estilo.
--María Asunción desapareció en diciembre de 1977 y es posible que haya sido trasladada a Uruguay junto a otros militantes del Grupo de Acción Unificada (GAU). Su hija, nacida en cautiverio, hoy recuperada, se llama María Victoria. ¿Por ella le puso ese nombre a su hija?
--No. Mi hija nació en 1983 y María Victoria Moyano Artigas fue encontrada años después. Fue una casualidad... Yo viví la prisión de Alberto Artigas, su hermano, que hoy está refugiado en Suecia. El estuvo en Prefectura, era militar y tupamaro. Se comió una cana de 8 años con el agua a los tobillos, porque lo tenían en el carcelaje subterráneo debajo de la Marina, cuyos planos le entregué ahora al juez Luis Charles. -
-Ya llegaremos a eso. Cuénteme de Alberto...
--Me acuerdo que nos hicimos muy amigos. El era el preso Nº 5 y, como era tupa, teníamos más simpatía. Alberto estaba muy flaco. Un día lo encontré muy triste, y me explicó que se le había muerto el pescadito. Un pececito que le dieron en una visita y le habían dejado tener. Lo tuvo un par de años y se le murió. Me acuerdo que me fui a la Feria de Tristán Narvaja y compré dos pescaditos y un póster con una poesía de Khalil Gibrán. Ese domingo volví a la marina, fui al carcelaje y pedí con autoridad "¡Tráigame al preso Nº 5!". Lo llevé al baño y le pasé el póster y los pescaditos... Es uno de los recuerdos más lindos de mi vida. Cuando hoy hablamos de eso por teléfono con Alberto, los dos nos ponemos a llorar. Porque fue una alianza de vida... (se emociona).
--Durante esos tres años juntó material, pero también presenció cosas terribles, porque supo y vio la tortura, tuvo la posibilidad de sacar las fotos de los cuerpos que aparecían en las costas uruguayas... ¿Cuándo se fijó el plazo para revelar todo públicamente?, porque por más que no fuera muy inteligente la Inteligencia de la marina, al ser infiltrado, en algún momento lo podía detectar.
--Debería ver alguna foto mía de entonces. Era un flacucho de 50 kilos, con cara de bueno, no tomaba alcohol, nunca me metí en puterío de milicos. Era como un curita. Los milicos me veían como un pájaro raro. Era metódico para el trabajo. Hice los mejores "reports" sobre accidentes, muertos, incendios, etc. Sin quererlo me había creado una especie de credibilidad. También era consciente de que había dos clases de materiales. Uno, la información militar que podía ayudar a la resistencia. Otra, la documentación de lo que había pasado con los cuerpos. La información militar la pasaba y pude salvar a varios compañeros de caer presos, como en el primer operativo contra San Javier, antes de la muerte de Vladimir Roslik, o el caso de otros compañeros del PCR detectados en Avenida Italia.
--¿Cómo pasaba esa información?
--Hoy creo que lo puedo decir... (duda). Bueno, lo digo. Teníamos dos puntos de referencia. Uno era un compañero del tercer turno de la Fábrica de Agua Jane, que había estado preso por tupa y al que yo le daba la información. El otro era un compañero que me acaba de llamar por teléfono, al que también le daba los datos.
Un espía acorralado
--Infiltrado en la Dipre, robaba y sacaba información militar, tenía conocimiento de quiénes era los que habían sido detenidos, torturados o presos, pero también sacó las fotos de los cuerpos de desaparecidos que, hoy sabemos, arrojaba la ESMA argentina al mar. ¿Cuándo supo que esos cuerpos no eran de marinos asiáticos, como mintieron los diarios de la dictadura?
--Desde el primer día. Yo era responsable del archivo de técnica, después estaba un archivo de registro de lo que la prensa decía respecto a Prefectura y, finalmente, el archivo de la Dipre, que debía tener más de 500 mil fichas de familias de uruguayos que es el que denuncié ante los organismos internacionales de derechos humanos. Yo trabajaba cinco días por semana en horario de oficina, un día de guardia técnica y un día libre. La guardia no era militar, sino por si había algún incidente en la jurisdicción. Esas noches, yo me dedicaba a revisar carpetas.
--Y copiarlas...
--Sí... Así encontré la de los primeros cinco cuerpos que aparecieron y dijeron que eran chinos. Algo poco creíble. Allí constaba que tenían ropas y monedas argentinas. Se había identificado hasta las ataduras con correas de cortinas de enrollar argentinas. Empecé a hacer copias de todo eso, hasta que un día encontré un cadáver que me marcó para el resto de mi vida. Era de una mujer perfectamente reconocible que la habían partido en dos al violarla. Ese material se lo pasé a Blanca Nilo y otra compañera que solo sé que se llamaba Teresa, que tenía contactos en Brasil y las hizo difundir en 1978 entre compañeros que buscaban a sus familiares desaparecidos.
--La tarea que realizaba era riesgosa. ¿Cuándo decide desertar?
--Pasaron dos o tres cosas... La primera, el 19 de setiembre de 1979. Ese día terminaba mi trabajo de oficina y cuando salgo del laboratorio y subo la escalera, llega el oficial de guardia, De Río, y me dice: "210, haga estas fotocopias y después se va..." Entonces no había Xerox, utilizábamos un sistema de fotocopiado que venía de la Embajada de Estados Unidos. Se copiaba con calor sobre un papel, con un baño de revelado y fijado, en dos aparatos. Cada fotocopia tardaba tres o cuatro minutos y producía un negativo y un positivo que se separaban. Yo me quedaba con los negativos, que metía en un termo para sacarlos. Esa fotocopia decía que Graciela Palmira González se presentaba voluntariamente ante el "S 2" del Fusema para denunciar que Oscar Artigas Nilo, ex preso político por tupamaro, estaba trabajando de nuevo en una célula del MLN en la que había un hombre llamado Daniel, sobrino del embajador de Francia, con el que trataban de sacar gente del país... -
-La denuncia le pegaba cerca...
--Fue un desastre. No tenía plata para el taxi y entonces yo vivía por Camino Carrasco y Estado de Israel. Mi hermana trabajaba cerca de la Universidad. La llamé y le dije que se había podrido todo y fuera urgente para casa.
--Usted se llamaba Daniel, pero no era sobrino de ningún embajador...
--Sí, pero era amigo de uno que era compañero del hijo del embajador en el Liceo Francés. Lo que era evidente es que alguien había abierto demasiado la boca con la persona que hizo un entrevero al intentar delatarnos. Cuando llegué a casa, mi madre estaba bordando, que era su profesión, y yo fui al fondo donde había un gallinero del que empecé a sacar más de un metro cúbico de información militar que tuve que prender fuego. Mi madre lloraba, no sabía en lo que yo estaba metido. Le tuvimos que avisar a los compañeros de Agua Jane, también cambiamos de lugar unas armas que teníamos guardadas y nos deshicimos de unas quinientas municiones que fuimos tirando con mi hermana por las cunetas. Esa noche hice un contacto con los compañeros y quedé descolgado del grupo.
La paranoia y la fuga
--¿Quedó totalmente descolgado?
--Hasta finales de diciembre. Pero desde entonces comprendí que si me agarraban me iban a destrozar a mí y a los compañeros. Dos compañeros plantean que ellos ya habían sufrido la tortura y pasado por el penal de Libertad, por lo que no querían volver a caer. Así que por primera vez se habla de la posibilidad de mi fuga.
--Pero no fue así...
--Como todas las cuestiones, pasó el tiempo y en febrero ya estábamos funcionando clandestinamente de nuevo. Era una locura, pero una locura sana en un país que bajo dictadura estaba muerto y gris. Uno se sentía vivo.
--¿Hubo otro incidente?
--En mayo de 1980, cuando yo salía de un local, como a las dos de la mañana, me cruzo con un informante de la marina. Me acuerdo perfectamente del nombre, pero no lo voy a nombrar... El quedó asombrado y yo aterrorizado. A partir de entonces me di cuenta de que me estaba siguiendo un coche del capitán Risso que era el "N 2" de la marina...
--¿El capitán Raúl Risso que luego fue comandante en jefe?
--Sí. Ese fue un tiempo de bastante paranoia. Yo vivía en el miedo. Para no portar armas llevaba hojas de afeitar para cortarme y, como me crié en la Ciudad Vieja, había aprendido a llevarlas en el paladar... Así vivía (se le quiebra la voz).
--¿Solo paranoia o realmente lo vigilaban?
--Creo que lo hacían. Una vez me hicieron una especie de interrogatorio y me separaron de funciones por cualquier excusa. No me llevaron preso pero me dejaron ahí... Para entonces, yo estaba muy enamorado de Mercedes, que tampoco quería volver a caer presa.
--¿Esa relación con una ex presa no lo complicaba más?
--No, los milicos no sabían. Pero con los compañeros nos dimos cuenta de que era una cuestión de días. Yo tenía 22 años y podía dar un paso en falso en cualquier momento. Con Mercedes decidimos casarnos, fue el 7 de octubre, sin pedir permiso ni a la justicia militar, aunque ella tenía la libertad vigilada, ni avisarle a mis superiores. Entre el 10 y el 11 cosí toda la documentación en mi ropa. El 10 habían partido dos compañeros para la frontera para esperarme y nosotros salimos el 12 en aquel ómnibus desde Pan de Azúcar y 8 de Octubre...
--Fueron a San Pablo.
--Sí. Hicimos un contacto con un cura y pudimos localizar a un compañero que vivía en Santos. El nos ayudó a llegar a Río de Janeiro. Nosotros no nos queríamos acoger a las Naciones Unidas, pero allá sufrimos dos intentos de secuestro y pedimos asistencia la Acnur.
--El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
--Sí. Ellos nos colocan en la casa de un cura que tenía problemas con los escuadrones de la muerte. Estaba en una parroquia en Bras de Pina, una favela al norte de Río, donde tenía a unos guríses que andaban todo el día con machetes para protegerlo, junto a unos perros salvajes enormes. Así estuvimos hasta el 22 de diciembre de 1980. Un par de días antes, Mercedes sufre un incidente en el que los milicos quisieron matarla y es entonces que unos compañeros que vivían en Holanda logra que el propio Príncipe Claus nos haga una invitación personal invitándonos a ir a Amsterdam. En dos días arreglamos todo y los microfilmes y documentos que yo había llevado llegaron a Europa a través del director del Acnur, que los llevó a Suiza, de ahí a París y finalmente los recuperé en Amsterdam.
Archivos en la Armada
--Hoy, 27 años después de desertar, vuelve a Montevideo para declarar por primera vez ante un juzgado penal. En este tiempo escribió el libro "Un Marino Acusa", parte del material extraído de la Armada ha sido denunciado internacionalmente, presentó pruebas del origen de los cuerpos que aparecieron en la costa y llegó a denunciar a dos oficiales torturadores que el gobierno uruguayo designaba en cargos de representación internacional... ¿Qué le dijo al juez Charles?
--Al juez Charles le relaté específicamente operaciones de las que fui testigo y de las que se puede deducir la colaboración entre la marina uruguaya y la marina argentina, y entre el servicio de Inteligencia de la Prefectura uruguaya con sus similares de la Prefectura argentina.
--¿Qué tipo de operaciones?
--Desde el apresamiento de militantes políticos, sus interrogatorios, tortura y transporte de un país a otro.
--Desde que en Uruguay se ha confirmado la repatriación forzada de presos durante la dictadura, se ha buscado una conexión que la Armada uruguaya niega en cuanto traslados y desaparecidos. Es precisamente la Prefectura Naval la que tiene bajo su control las fronteras, por su jurisdicción sobre costa y ríos...
--Hay sólo un pedacito de frontera, al norte, en Rivera, donde la Prefectura no tiene control. Toda la costa, los ríos y los pueblos costeros siempre fueron controlados por Prefectura. La Dipre tenía una red de Inteligencia inmensa. En Brasil no podían creer la dimensión que tenía la Inteligencia de la Prefectura...
--Ese archivo con cientos de miles de fichas, ¿dónde estaba ubicado?
--Estaba en la Dipre. Si se entraba por la puerta izquierda de Prefectura y se caminaba hasta el final, estaba la entrada de la Dipre detrás de unas grandes puertas grises. A la derecha estaban Inteligencia y Contrainteligencia, la primera puerta a la izquierda eran del jefe y el subjefe de la Dipre; en la segunda puerta de ese lado estaban las tres subsecciones del archivo, bajando la escalera estaba el Departamento V de la Secretaría y el Departamento IV de Operaciones especiales, un poco más adelante, bajando de nuevo, el carcelaje subterráneo con las salas de torturas y un poquito después el casino de oficiales y el casino de tropa. Eso estaá y se puede ver.
--¿Cómo era ese archivo?
--Era una oficina de unos veinte metros de largo por ocho de ancho.
--¿Allí tenían información abierta, secreta y "supersecreta"?
--La supersecreta estaba enfrente, en el Departamento I. Yo hice el curso de manipulación de información clasificada y esa información que implicaba la seguridad del Estado estaba en Inteligencia y Contrainteligencia.
--¿En ese lugar se recibían los partes de información que hacían las otras agencias de las Fuerzas Armadas, como el Servicio de Información y Defensa (SID) o la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) de la Policía?
--Sí. Allí iban y se clasificaban copias de todo.
--¿Cómo era la relación entre el Dipre, el "N 2" y el Fusna?
--Prefectura tenía una competencia policial. Antes existía un Servicio de Seguridad Portuaria (SSP), que era como la policía portuaria y costera. En 1976, cuando empiezan a aparecen los cadáveres en las costas, la Prefectura decide que el cuerpo de Policía Técnica de la Jefatura no haga más los informes. El SSP se transforma en Dipre, donde ya se torturaba, y se crea el Departamento Técnico en el que yo trabajé. Lo único que diferenciaba a Prefectura era que como policía portuaria tenía que ver con el fuero común policial. Después, había una estrechísima colaboración entre los "S 2" del Fusna, el Fusema y el Dipre, como con el "N 2" de la Armada. Los oficiales venían a torturar a Prefectura, como Donino o Sarli que ahora está extraditado en Chile por el Caso Berríos, iba Colina o la Momia, Craigdallie, y muchos más. Cuando se trataba de "antinacionales", como los llamaban, la colaboración era total con todos los servicios. Por eso digo que todos los mandos de la Armada saben lo que pasó. Allí vi al vicealmirante Márquez, a los prefectos Harriet y a Imizcos entrando al Dipre cuando se torturaba, para asesorar a los oficiales. Todo se sabía, a mí no me pueden decir lo contrario.


­Uno de los temas que indaga el juez Luis Charles es el probable traslado a Uruguay a principios de 1978 de un grupo de militantes de los Grupos de Acción Unificadora (GAU) y del Partido Comunista Revolucionario (PCR), que fueron secuestrados en Argentina en diciembre de 1977. Usted fue testigo de la tortura en la Dipre de un grupo del PCR capturado el 16 de diciembre de aquel año.
­Fue una operación que se llamó "Conejo-Coneja". No se de dónde vino el comando de esa operación. Si del SID, la Armada o de otra agencia aliada. El grupo fue infiltrado por Fernando González Manqui. Agarraron a los cuatro compañeros del PCR cuando iban a irse a Buenos Aires. Los torturaron de una manera terrible. En aquel momento desde el laboratorio se escuchaban los gritos. Llegué a verlos desnudos, atados, encapuchados, en caballetes, sufriendo picana y tacho. A uno de ellos le llegaron a romper el bazo y tuvieron que internarlo en el hospital militar. A las dos compañeras les hicieron todo tipo de salvajadas, aunque una de ellas estaba embarazada... ¿Violación? Sí.



­Esos operativos contra el PCR y el GAU en Uruguay derivan en los secuestros de aquel año en Argentina. Existe un testigo del PCR, Angel Gallero, detenido en Montevideo en enero de 1978 junto al desaparecido Ricardo Blanco, que luego vio a Carlos Cabezudo, quien había sido secuestrado en diciembre en Buenos Aires, sufriendo torturas en el centro clandestino de La Tablada, donde se había mudado el 300 Carlos de la OCOA. El menciona a dos mujeres torturadoras de la marina, que utilizaban algo llamado "magneto", pero nunca pudieron ser identificadas...
Al juez Charles le conté que una vez, cuando fui a sacarle huellas dactilares a los compañeros del GAU que estaban presos en el Fusna, vi salir a una mujer con uniforme camuflado, de más de 1, 70 mts de altura, pelirroja, de pelo largo, que cuando abrió la puerta se sintieron los gritos de la tortura a mujeres. En Prefectura había dos mujeres del "S 2" del Fusema. Una se llamaba Gloria Reyes y la otra, muy bonita, se llamaba Mirtha. El jefe de ellos era el teniente Da Silva, también torturador, denunciado no sólo por mí. Allí también actuaban un marinero Walter Videla al que le decían "Cuatro dedos", otro de cutis negro apellidado Vaz y un cabo al que le decían "el Manso" Cabrera. Todos ellos estuvieron metidos con la detención de argentinos en Uruguay. Hubo un procedimiento en el que trabajaron juntos el Fusna, el Fusema y el Dipre en Canelones. Allí mataron a varios argentinos. En el operativo una compañera llegó a poner en un placard a sus dos hijitas y luego se suicidó con una pastilla de cianuro. Aquello salió en la prensa y se puede reconstruir. A esas dos niñitas yo las vi salir del carcelaje de Prefectura en manos de esas dos mujeres del "S 2" y las entregaron a Argentina en el Aeropuerto de Carrasco, para demostrar la humanidad de la dictadura uruguaya. Todo eso se lo conté al juez Charles

No hay comentarios.: